• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
Los animales del mundo guardan silencio. El viento canta la melodía de la piedra, del río, del milagro de cada instante. Qué más da si dentro del acontecer mi vida es música peregrina.                                                                          
58 La cruz de orina bendice el aleteo sin fin.         59 El cero y su sombra de unos, predestinándole al universo la nada.         60 De vaso en vaso escapa la gota, de la amenaza del sol rojo hundiendo su daga ensangrentada de luz, sobre la bebida de llantén.         61 Ven, corramos por las calles de este barrio, arrastremos tras de nosotros el infinito.           62 Sumido en su ideología, el loro de cristal.         63 Agua dulce como sobremesa en el fondo del mar.    
De pronto llegan a la memoria del hombre amnésico dioses plantaciones arrasadas en el transcurso de su existencia .
Un cachorro casi sin vida, solo su ladrido. Perro en el portal, listo al peregrinaje de su hueso onírico. Sueño primario en su existir. Quizá, en este camino, no halle sino la jaula donde descansa la osamenta de su sombra. Trinos, cacareos, gritos, silencios, gotas como pilares de piedras sobre piedras, dioses, diablos, putas, hormigas y... todo un sonido sin decir nada, o pronunciar algo tuerce el cuello y mira hacia la hondura o hasta el aleteo más alto,  advenimiento de una tarde despabilándose a las seis de la madrugada, dejando tras de sí páginas, de vez en cuando maulladoras, igual lo puede hacer un hombre, aconteciendo en el asombro.
Cuando le dije que ya no la quería, que después de tantos años me cansé de la rutina y mi decisión era dejarla, gritó: “¡eres un monstruo!”. Sólo atiné a lanzar un rugido, último adiós, y me arrastré hacia la alcantarilla. 
A la orilla del río, la sombra del árbol retoña agua vegetal.
Mortecina en la vereda. Árboles de guayacán. El contraste es perfecto: equilibrio entre la vida y la muerte, entre lo siniestro y la hermosura. Universo vertiéndose en mi vida. Nado entre dos mundos: el punto de partida y la llegada misma. Los dedos de la tarde palpan la desnudez frondosa de la noche. Las cenizas del día se esparcen en la raíz de mis sueños.    
Sobre el maíz blanco el reflejo del maíz amarillo perdurando en la oscuridad.  
Tu ser viste el aire de flor de amapolaTe deseo te desnudo te penetro Tu cuerpo vibra en el éxtasis me envicio de tu hermosura Alucino Siento por el río de mis venas correr sangre azul Una espada de leche se desliza por tus entrañas Grito la conquista de tu mundo No hay duda soy un Rey en el palacio de mis arterias.
Toco la puerta de entrada a mi hogar, abro. Me pregunto si estoy, me contesto: salí. Hacia dónde, respondo: al parque. Me invito a entrar, me espero. Dialogo conmigo mismo, hablamos trivialidades, me  ruborizo, me acuso de imbécil; después de la inútil espera me marcho. Media cuadra más adelante miro hacia atrás, un hombre toca en mi vivienda, abro, el hombre de afuera pregunta por mí, señalándome manifiesto: allí voy en busca de mí, en el parque. 
Te amo entre el crepúsculo iluminado por la flor Te amo desde la blancura vibrando en el cafetal Te amo como si mañana no me fueras a olvidar Te amo mujer por conocerte ¿te amaría luego?
I El viento juega con la bandada de pájaros ventea La bandada de pájaros revoletea en el viento trina Pájaros y viento sumergidos dentro de sí mismos Viento de pájaros sin susurro alguno Pájaros de viento en silencio       II Hojas de viento Viento de hojas Amarillo viento Viento de viento muerto Hojas de viento vivo Todo se observa a la orilla de la casa por construirse.
El poeta se enamoró del verde, del amarillo, del rojo. Todo lo veía de estos tres colores. Unas veces vacas verdes, otras sombras amarillas, mujeres rojas. Le parecía perfecto ver el mundo de esta manera. Cuando le argumentaron sobre la existencia de vacas blancas, sombras oscuras y mujeres negras, refutó: “no percibo el mundo surrealista”.    
Caparazón, piedra respirando en tortuga. 
                                               Casas deshechas en mundos perdidos                                                          entre los extramuros del viento.    Este mundo es una casa Una casa habitada por fantasmas La casa también es un mundo donde vaga el cadáver de mi abuela de El y Ella La familia muerta de cada quien   Los amigos fallecidos El enemigo muerto Cada uno de sus habitantes hacen parte de la soledad de una casa Mundo perdido dentro del mundo igual a esta casa sin muros sin ventanas sin puertas sin terreno para asentar su naturaleza de casa.                                                                          
VIDA                                                                           A Miguel Gualteros,                                                                          poeta de la mistad.   De mar y siglos. Olvido y hormigas. Madera y sangre. Andén y Picasso. Frente y vacío. Misterio y lechuga. Muerte y trino. Tinieblas y aguacate. Tejido y tejido, vida.
VIDA
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  231 Lecturas
La aterroriza no fijarse en tormentas distantes, no escuchar rumores respecto a truenos aislados, no estar al tanto de terremotos lejanos, no cerciorarse de avalanchas al otro lado del continente, no darse cuenta de masacres ajenas a su vida personal, no percatarse de derrumbes allende de su entorno, no notar sequías apartadas de su hábitat, no avistar incendios en casas donde otros viven, no advertir epidemias en comunidades extranjeras, no enterarse de inundaciones en retiradas zonas de su comarca, no tener conocimiento de hambrunas en parajes fuera de su hábitat. La aterroriza no conocer la hora exacta cuando sucede cada una de estas calamidades, para tener la satisfacción de ser la primera en aguzar el oído a las noticias de televisión.      
Aire abierto a la piedra desangrándose de sol, a la pierna mientras supura su andar amputado, al trino de la lluvia, a la lluvia del pájaro, al pan imposible masticado por el hambre de cada día, al pasto reverdeciendo la sombra de la vaca. Aire abierto a la magia del existir. Por si sola suena la flauta, a una serpiente por nacer.
Poco importa si la tonada no se escucha en el instante de germinar el trigo.  
102   Resonancia de carambolas hechas de acuerdo con el sonido de la escala en do menor de Bach.           103   En el saltar del gato se plasma una regla de tres compuesta.           104   La estampida onírica haciéndome llegar al remanso de tu sueño.           105   Extingue viento con viento, hazte Quijote del respirar.           106   Legiones de duendes tiemblan cuando pasa la mariposa.           107   Levanta fuego en la lámpara de gasolina, desde el filósofo que hay en ti.      
Eres tierna, pura, eterna, eres, eres, eres un pollito recién fallecido, todavía tibio, como cuando se muere, se muere, hasta respirar, respirar, tan bella, tan bella.
¿Dónde está la verdad? Quizás en el eco peregrino o en el pájaro recién muerto ¿En cuál aire de aquella montaña se encuentra el ave silenciosa? ¿Dónde se halla el miércoles antes de la creciente llevarse la evidencia absoluta?
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Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  229 Lecturas
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Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  229 Lecturas
* Cadáver putrefacto de tiempo, el ayer.         *   Gota y existencia sedienta, el presente.       *     Espermatozoide sin hallar su perfil de luz, el mañana.         *     Espectro de vida, la vida sin amor.    
Tocan a la puerta  abro entro me invito a un café lo saboreo me pregunto por mi me contesto he muerto no me creo me sonrío me siento en la cama donde pronuncio el amor un hijo flaco como el destino cumpliéndose ahora aparece en mi memoria le pido no alterarse Explico antes del juicio final las tormentas de todos los tiempos florecerán en su cuerpo seco le ruego no tomar en serio la sustancia de nada Desde el otro extremo del mundo se siente olor a cordero asado mi primogénito estira su olfato hasta el humo cargado por su designio el alma del borrego  ríe Temo despierte a los muertos aportados por la humanidad palpo el vacío de mí en la silla donde escucho un canturreo de hormigas derribo puertas Encuentro a mi padre mi hermano mi madre me miran de frente no dicen qué hace usted aquí me pregunto por qué examinan la casa como lo hacen los muertos Me confronto Miro cara a cara las últimas personas vivas de mi familia observo un semblante de sol en la ventana rostros de moscos dejados por el pan de cada día  alguien me insinúa no son los mismos insectos de la última navidad cuando brindó por la vida Me dirijo al espejo observo en el fondo del cristal asientos viejos la alcoba desarmada polillas leyendo miles de páginas las cuales nunca escribí mi cuerpo sin reflejarse Palidezco me lo comunica la concavidad de mi silueta indago sobre mi de pronto cualquiera manifiesta  los fantasmas sí existen Desaparezco confuso entre el cortinaje de la última sombra.                                                                     

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