• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
Dios también muere y como es Dios lo hace un día cualquiera o un día innombrable o un día cuando la vida concibe de náusea en náusea su destino o un día cuando el día roce con la penuria de caderas y pechos deslumbrantes lagrimeando ante cuatro ojos de alguna ebriedad eterna En el vértice donde acontece la mirada delirante de esa vida de esa muerte alguien con sigilo cierra ventanas del tiempo encerrándose en el firmamento del silencio un alguien entre Dios el hombre y la nada   Dios también muere mientras en otra estancia el alba irrumpe la hermosura de un hombre después de degollado hombre olvidándose un día de Dios sepultado – como a un bicho – en sus entrañas para luego rezar un padre nuestro.   A punto seguido Dios también reencarna en su propio misterio mientras la mirada de un ateo observa las alas de un ladrido.
ÉL
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  265 Lecturas
Al decomisarle una realidad, le sentenciaron a la guillotina en la dictadura de la fantasía.
26   Agua dulce como sobremesa en el fondo del mar.       27   En el mar, el agua dulce igual a un espejismo.    28   Deja que al estado de lucidez demuestrar al hipócrita que no eres virgen.29   Cuántos puntos y comas se necesitan para perfeccionar la dicción del loro.    30   Quien esté libre de pecado que no arroje la primera piedra, porque de él depende el roto del vidrio de la ventana paralela a mi casa.   31   Ten la sabiduría de no destapar la olla del Quindío, antes de saber quién será el primero en olfatear este sancocho prehistórico.
¿Que soy poeta? Dudo ¿Que soy escritor? Dudo ¿Que soy alguien? Dudo ¿Que soy nada? Dudo   
DUDA
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  262 Lecturas
Un hombre me pregunta si estoy aliviado, si estoy enfermo, contesto: sí estoy aliviado, sí estoy enfermo. Despierto, y no sé si estoy aliviado o si estoy enfermo. Algo sí es verdad, llueve sobre las sombras bosquejando las tres en punto de la tarde.
Me amaste, moneda a moneda. Te ame, beso a beso. Me entregaste tu cuerpo con todas las delicias exigidas. Mujer bella como la manzana, dulce como la manzana, jugosa como la manzana, de piel tentadora como la manzana, manzana como la manzana. Me gustan tu sangre palpitante, la hondura de tus entrañas exigiendo el orgasmo. Por ti voy a testificarme que mi alma se llama Adán, así el mundo me grite Carlos.  
Te adjetivo y siento el verbo en mi paladar. Te amo bilingüe, en tu pelvis, en tu corazón. Te amo hasta la esperanza de quien no ha nacido. Te amo como cuando el maíz canta la aurora del gallo. Desde el ladrido la tarde te quiere, me quiere. ¿Me vas a querer después de maullar el mundo?
La inquilina extiende en las sábanas sus desvelos monetarios Mariposas blancas rodean el espacio ocupado por mariposas amarillas Los aguacates descienden uno a uno por la escalera olvidada junto a la liberación del polen El congolo va en busca del viento entre la piedra bajo la cual se esconde la solución a los problemas El sol en el lindero corta en dos la historia de la superficie: antes y después de la sombra entre tanto otra sombra acecha la caída de la hoja seca El verde se rodea de zumbidos y zancudos muertos a las dos de la tarde Al darse contra el aire se desarticula la omnisciencia del loro Esto acontece cuando me encuentro en el ventanal del árbol esperando la hora propicia para quemar este poema.  
Fétido olor. El dinosaurio estaba y no estaba allí. Era sólo cuestión de gusto, imaginación y olfato del lector.  
Dejo suceder todo: La luciérnaga resolviéndose en el silencio oscuro de la noche; los siglos cuando la conocí y el minuto de su olvido. El tufo sufrido por la proeza de mi palpitar. El castillo de naipes donde irrumpen mis zapatos rotos. Dejo suceder todo: Los zancudos en su festival de sangre. El vocerío nocturno de luces de neón ahuyentando de día al ladronzuelo; el mundo de los murciélagos entre zanjas de tinieblas. El estertor de una nonagenaria que ufanándose anteayer de sus quince años. Dejo suceder todo: El delirio espontáneo de una tempestad en troncos germinando el grito del agua sobre el tejado. O la melodía clásica de gotas de lluvia sobre mi cuerpo calcinado de sudor. Dejo suceder todo: El dolor hecho sanguijuela mientras un teniente del odio ensayó con el gato veneno recetado a un ejército de ratas. Dejo suceder todo: Luna la perra de mi casa escribiendo, con las entrañas de sus ladridos, un poema en la mirada ignorante de mi corazón; hasta el alba erótica con su sigilo eterno al llegar para hacerme el amor sobre mis ojos desnudos de sueño.  
Duerme el zancudo. ¿ Duerme o descansa su sangre de mi sangre ?  
                                                                                A ella, a los locos habidos y por haber, a mí mismo.    La loca pasa desnuda La turba se burla Ella prosigue su camino sin rencor alguno La loca pasa desnuda La observo con tristeza Es fruta impregnando el espacio de piel rugosa La loca pasa desnuda En su cuerpo se aglutina la noche blindada de trajín  Sus senos parecen firmamento prisionero de nubes - un niño hambriento la mira con desconsuelo - Sus pasos cruzan el aire mezclado con humo de la colilla encendida en la calle las nalgas son rechazadas por la vista impúdica En su monte de Venus se multiplica el pelambre como si fuesen filamentos de agua estancada La turba se burla - nadie se mofa de la insignificancia de sí mismos- Entre tanto un perro desnudo gruñe a quienes ríen cuando la loca pasa desnuda.
Detrás de las avenidas se oculta cada ladrido del pueblo Por unos instantes queda el silencio Más tarde de esquina en esquina surgen cientos de perros ladrándole a la luna llena  De pronto se apagan las luces de la ciudad El plenilunio penetra cada uno de los hocicos Surge de nuevo el ladrido Un novelista en el parque describe el eco del resplandor del día en la noche a la luz de los latidos.    
3 Ceniza, ataúd genuino transportando la quintaesencia de “cuanto fue”.          4 El amor, teorema exigente de unas matemáticas puras, como por ejemplo, la parte septentrional de la suma de la A igual a su minúscula elevada al cuarto tercio de la r menos la hipotenusa del cuadrilátero, donde se resuelve el olvido desde la equidistancia promovida por la animadversión.            5 Vendrán, de eso esté seguro, siempre lo han hecho. Nadie acepta su arribo porque somos nosotros mismos quienes hemos de llegar.    
La desnudez de la noche acampa en la desnudez de nuestros cuerpos. Extensión de piel de la noche, tú y yo. y noche articulándonos. Noche donde con el brazo de tu cuerpo entero, con la extremidad de todo mi ser, nos abrazamos. Tú y yo somos la noche, la noche, nosotros mismos.
77  El analfabeta rumiando el destino del dos por dos.         78  Nadie más en el umbral de la granadilla, los labios se fueron a reposar sus roces.         79  Las palmas en el parque madurando por años la madrugada.         80  Poemas ladrándole al hueso por escribirse.         81  De las gafas al bastón el milagro del triciclo.      82  El fondo de la gota de leche, plagado de ladridos.         83  Proyecta la disciplina de tu existencia, según la oscilación del pañuelo extendido en el alambre.      
Los sueños son puertas abriéndose al infinito por donde aparecen personajes reales e imaginarios, la mayoría producidos por lapsus de la conciencia, “vía regia al inconsciente”. Esta fue parte de una conferencia dictada por el neurólogo Sigmund Freud en un sueño de Anna, su inspiradora de la teoría de la personalidad. “El sueño (la ilación de sus contenidos manifiestos) es una formación producida por el trabajo del sueño que transforma el material latente mediante la condensación, el desplazamiento, el trastorno en su contrario y diversos tratamientos que las representaciones inconscientes reciben, en virtud de su estructura, y que designo como desfiguración onírica”, terminó explicando el célebre neurólogo. Anna sigue soñando. Observa a Freud despertar. Lo ve abrir las ventanas del consultorio. Una luz infrarroja baña su cara, es la misma utilizada por el psiquiatra en horas de consulta. Un olor a alcohol la alerta y la regresa al estado de vigilia. Freud abre ventanas y a la vez sostiene una lámpara de luz infrarroja poniéndola junto a la cara de la paciente. El científico tropieza con una botella, al caer se produce un olor a alcohol. Todo este instante le hace recordar a Anna el sueño anterior con exactitud. Freud atraviesa el consultorio traspasando el cuerpo de Anna, se encuentra ansioso y melancólico porque hace tiempos no se ha podido comunicar con Anna, su paciente preferida.               
Este día es luz enredada: no alcanza a reflejar su sombra.  

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