• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
                                                                                A ella, a los locos habidos y por haber, a mí mismo.    La loca pasa desnuda La turba se burla Ella prosigue su camino sin rencor alguno La loca pasa desnuda La observo con tristeza Es fruta impregnando el espacio de piel rugosa La loca pasa desnuda En su cuerpo se aglutina la noche blindada de trajín  Sus senos parecen firmamento prisionero de nubes - un niño hambriento la mira con desconsuelo - Sus pasos cruzan el aire mezclado con humo de la colilla encendida en la calle las nalgas son rechazadas por la vista impúdica En su monte de Venus se multiplica el pelambre como si fuesen filamentos de agua estancada La turba se burla - nadie se mofa de la insignificancia de sí mismos- Entre tanto un perro desnudo gruñe a quienes ríen cuando la loca pasa desnuda.
I El viento juega con la bandada de pájaros ventea La bandada de pájaros revoletea en el viento trina Pájaros y viento sumergidos dentro de sí mismos Viento de pájaros sin susurro alguno Pájaros de viento en silencio       II Hojas de viento Viento de hojas Amarillo viento Viento de viento muerto Hojas de viento vivo Todo se observa a la orilla de la casa por construirse.
Detrás de las avenidas se oculta cada ladrido del pueblo Por unos instantes queda el silencio Más tarde de esquina en esquina surgen cientos de perros ladrándole a la luna llena  De pronto se apagan las luces de la ciudad El plenilunio penetra cada uno de los hocicos Surge de nuevo el ladrido Un novelista en el parque describe el eco del resplandor del día en la noche a la luz de los latidos.    
Busco tu nombre en todas partes En el nombre mismo de tu sangre de tu espíritu Busco tu nombre en la una de la tarde En la salida de la iglesia En tu carnalidad En el nombre de Dios y en el de mi destino Nombre perdido Nombre peregrino Nombre incógnito Nombre en el aislamiento Nombre imposible Nombre alrededor del aire Nombre desgarrado Nombre taciturno Nombre dirigiéndose agua arriba y declina tu nombre Nombre hallado en todos tus nombres Nombre en el rosal Nombre en cada vida Busco tu nombre y sólo lo encuentro en la sombra de tu nombre Nombre tu nombre en Margarita Nombre tu nombre en Lucía Nombre tu nombre en Martha Nombre en la tempestad Nombre en la gota Busco tu nombre en la unidad y en el asfalto Nombre en el penúltimo sentido Nombre en la nada Nombre en las alturas Nombre en el gesto y la admonición hacia la uva Nombre en el bautismo aún sin confirmar Nombre sin nombre en el ventanal Nombre con nombre en la puerta cerrada Busco tu nombre en la procesión de árboles abriendo su tragaluz de ojos Busco tu nombre en tu rostro y en la máscara anónima de tu alma buena Busco tu nombre y no lo encuentro hasta encontrar tu nombre en el nombre de cada día.                
Alguien me propone creer en Dios al afirmarle el pronto abandono de mi mujer yo respondo con mi alma preguntando si el amor como amor no se sostiene por sí solo Hablo con mis pensamientos en mi corazón con mi corazón en la cabeza   mi esposa con sus maletas empacadas con su cabeza en el corazón con el corazón en la palma de la mano izquierda se va sin despedirse dejando la puerta abierta porque su mano derecha la tiene ocupada con un ladrido de suplica derramado por Luna la perra de mi casa. A Dios crucificado en la pared de entrada le es imposible interceder por nuestro amor El ojo de mi corazón avizora la sombra abandonada de un hombre.        
¿De qué flor, árbol, piedra, es Dios? De flor, árbol, piedra de Dios, que es flor, árbol, piedra, de flor, árbol, piedra. Dios es repugnante, si deja de ser flor, árbol, piedra, y se le enclaustra en la flor, en el árbol, en la piedra de la iglesia.
Tocan a la puerta  abro entro me invito a un café lo saboreo me pregunto por mi me contesto he muerto no me creo me sonrío me siento en la cama donde pronuncio el amor un hijo flaco como el destino cumpliéndose ahora aparece en mi memoria le pido no alterarse Explico antes del juicio final las tormentas de todos los tiempos florecerán en su cuerpo seco le ruego no tomar en serio la sustancia de nada Desde el otro extremo del mundo se siente olor a cordero asado mi primogénito estira su olfato hasta el humo cargado por su designio el alma del borrego  ríe Temo despierte a los muertos aportados por la humanidad palpo el vacío de mí en la silla donde escucho un canturreo de hormigas derribo puertas Encuentro a mi padre mi hermano mi madre me miran de frente no dicen qué hace usted aquí me pregunto por qué examinan la casa como lo hacen los muertos Me confronto Miro cara a cara las últimas personas vivas de mi familia observo un semblante de sol en la ventana rostros de moscos dejados por el pan de cada día  alguien me insinúa no son los mismos insectos de la última navidad cuando brindó por la vida Me dirijo al espejo observo en el fondo del cristal asientos viejos la alcoba desarmada polillas leyendo miles de páginas las cuales nunca escribí mi cuerpo sin reflejarse Palidezco me lo comunica la concavidad de mi silueta indago sobre mi de pronto cualquiera manifiesta  los fantasmas sí existen Desaparezco confuso entre el cortinaje de la última sombra.                                                                     
VIDA                                                                           A Miguel Gualteros,                                                                          poeta de la mistad.   De mar y siglos. Olvido y hormigas. Madera y sangre. Andén y Picasso. Frente y vacío. Misterio y lechuga. Muerte y trino. Tinieblas y aguacate. Tejido y tejido, vida.
VIDA
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  230 Lecturas
La rana bebe en el tamarindola sombra moribundadel hombre sediento. 
Hoy los árboles están en silencio. Sí, los árboles guardan silencio. Guardan silencio… Hoy, como nunca, los árboles están en silencio. ¿Qué más da si ayer los árboles eran viento encortinado de hojas y aroma tenso? Hoy los árboles están en silencio. Son sombras. Las sombras de los árboles se mecen, se siente una algarabía de árboles arrasando la mañana silenciosa. La mañana es otra sombra, hechizada por árboles en el viento.
                                               Casas deshechas en mundos perdidos                                                          entre los extramuros del viento.    Este mundo es una casa Una casa habitada por fantasmas La casa también es un mundo donde vaga el cadáver de mi abuela de El y Ella La familia muerta de cada quien   Los amigos fallecidos El enemigo muerto Cada uno de sus habitantes hacen parte de la soledad de una casa Mundo perdido dentro del mundo igual a esta casa sin muros sin ventanas sin puertas sin terreno para asentar su naturaleza de casa.                                                                          
La inquilina extiende en las sábanas sus desvelos monetarios Mariposas blancas rodean el espacio ocupado por mariposas amarillas Los aguacates descienden uno a uno por la escalera olvidada junto a la liberación del polen El congolo va en busca del viento entre la piedra bajo la cual se esconde la solución a los problemas El sol en el lindero corta en dos la historia de la superficie: antes y después de la sombra entre tanto otra sombra acecha la caída de la hoja seca El verde se rodea de zumbidos y zancudos muertos a las dos de la tarde Al darse contra el aire se desarticula la omnisciencia del loro Esto acontece cuando me encuentro en el ventanal del árbol esperando la hora propicia para quemar este poema.  
Escucha el eco del agua vivida en su niñez como una tiranía sobre su cuerpo. No por el agua misma sino por la intromisión de su madre cuando le gritaba con ese deje imperioso el agua es una bendición. Báñese como si le estuviera haciendo una ofrenda a Dios. Fue así como aquel chorro cotidiano se convirtió en algo insoportable. La demagogia respecto al ser supremo le fastidiaba. Empezó a incomodarse con el jabón el estropajo porque deducía estaban untados de la palabra Dios. Ahora de adulto dice no haber disfrutado nunca de la niñez ni del agua. Como algo peculiar solo cree en Dios cuando se baña.   
Se dirigió hasta el monte a recoger sombras para exponerlas en el mercado de las luces Absorto bajó al pueblo con un cadáver en sus brazos De todos modos en la feria se observa una sombra semejante a un cadáver la cual ganó el premio como la sombra más pesada de la exposición. 
Dedos cortando el pan de cada día Dedos desgajándole al vendaval su trino Dedos desprendiendo telarañas en la niebla con portillos por donde se advierte la hambruna del mundo Dedos hurgando respuestas a la nada Dedos colgando el día en la penumbra donde se escuchan truhanes incendiando la noche de los silencios Dedos mostrándole al molusco el designio de la espuma Dedos sacando el incoloro del azul del mar Dedos sacrílegos cuando le despojan al vidrio el cristal de la botella Dedos soberanos al señalar el hormiguero deambulando sobre la calavera de Cristo Dedos del hombre moribundo resignados a pertenecer al universo del cartílago Dedos ingenuos dándole  bienvenidas al ataque del felino Dedos sin dónde ir después de ser amputados de la mano andariega Dedos señalando el dedo sin sonrojo alguno Dedos en el sueño tratando de despertar su cuerpo Dedos parecidos a esta mañana encarnada de luz de luciérnagas.                    

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