• Ignacia Carrera
Audrey
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  • País: Chile
 
admiro esa forma que tienen de recorrer la vida libremente,su movimiento de cola de un lado a otro,con la mirada tierna sin recibir nada a cambio, como si vivieran en un sueño entre las sombras de las esquinas viejas,y así me siento ahora, como un perro de esquina rota, de tanto esperar un amor incierto que cuando se acerca más se aleja,porque ni por los mil y tantos kilómetros de peleas que nos distancian,lograi salirte de la mente de esta kiltra sin su vino, sin tu cariño.
Una vida entera escuchando lo que no me interesa,con valores impuestos que a la vez nunca existieron, intentaron hacerme creer que muchas veces fuí yo la culpable de mis agonías, de mis propias  pesadillas, esas que te desvelan cuando te acuestas con el alma sobria.Hoy reconozco rostros que van cambiando con el tiempo,pero yo los miro con la fuerza que no  tengo, con el deseo escondido, con la sonrisa lejana, con las enseñanzas del viento, con la  rebeldía innata, esa que te entrega más que un amigo por un viernes, hoy vengo a recorrer  mi camino, así.. con  escupos, orgasmos, vino, risas y llantos.
Sin-título.
Autor: Ignacia Carrera  613 Lecturas
Los dedos de los pies de Anna eran parte del material de sus viejos zapatos,había un intenso frío como para sentirlos,El cuartito de Luna convierten sus piernasen delgadas tiras de hilos, que se mezclan con la lluviaY Anna no camina, Anna se sumergía entre caminos de tierra, bócinas y gente mal humorada.Anna, no llevaba más que una dona envuelta en una servilleta,Anna, conservaba a Ella Fitsgerald en su cabeza,de vez en cuando pensaba en los girasoles del balcón.ya no estaba el flaquito de la cicatriz en el rostro, tampoco olía a pan amasado en el pasaje de al lado.Cuánto odiaba la rutina, sin embargo tomó la misma micro hacia el centro.Los buses de la Av. San Martín olían a bencina y a calor humano.El penúltimo asiendo de atrás, era el favorito de Anna.Y sintió un peso de soledad impregnado con olor a vinagre viejo,"Esta lluvia ya no me anima, moja mis recuerdos para ahogarlosComo un retrato roto .Ojalá encontrarte en la noche por el barrio,Quizás así este frío no me queme tanto". 
Los decadentes boleros, Los viejos borrachos Cantándole a un mal amor Me hacían sentir en casa, Y llegaste tu, A paso lento como siempre, Tenías una blusa verde opaca No sé de donde la habrás sacado Fumabas un cigarro que habrás macheteado antes de verme Y me sonreíste, Caminamos como dos perros callejeros Nunca tan cerca del otro Pero lo suficientemente cerca como para Proteger nuestras espaldas, Rascarnos nuestras pulgas, Y caminar olfateando hasta llegar hacia alguna barata pizería De este Santiago que hoy nos abriga. Escupías por cada esquina que doblamos  Y hablábamos del clima de tus poemas, de mi futuro Pero jamás te comenté Cuanto se dormían mis labios al intentar Decirte te quiero.
Y te sientas frente a mien la misma bancaa la misma horaY me miras sin pestañarY yo me olvido que existoque estoy ahí, al frente de tíy miras la horaen tu reloj antiguo de cueroel mismo relojel mismo chalecoY yo tomo un sorbo de mi termoY tú me sonríesY ahí siento que existo,que estoy ahí, al frente de tí.Y me preguntas¿Qué tal?Y yo, con la mente en júpitercon los pies en el suelocon las manos heladaste respondoNo sé, Café?Y volviste a reír.en la misma bancaa la misma hora.
No sé, Café?
Autor: Ignacia Carrera  600 Lecturas
Cuando caigo en tu pielrecorro las heridas de tus batallas perdidas y me arrullo en tu calor que me esconde del presente, Cuando caigo en tu piel me desvites y me abandona el miedo y así pasa el tiempo juntos y a la vez lejos. Cuando caigo en tu piel nos visita el silencio y violento nos cubre el deseo que a la vez son tus ganas, mías tus penas, tuyas mis rimas, que el gemido, que el canto, que las risas, que el llanto. Cuando caes en mí, me mezclo yo en tí. Y así me duermo en tu piel hasta que el mañana nos despierte para volver al presente.que la rutina, que los momentos que mañana seremos otra vez compañeros.
Querido Tú.Está bien..vete, vetecorre, correy deja bien cerrada la puerta,no creo que sea muy difícil aprendercomo sacar un corcho en sólo cinco segundos, ni aprender a enrolar uno, hasta dejarlo perfecto,u ordenar toda mi ropa para que quepa todo en la maleta.Pero la verdad,tampoco creo que sea muy fácil encontrar a alguien querecorra mi cuello haciendo caminitos de besos y suaves cosquillashasta aterrizar en mi vientre,no creo que alguien me pueda llevar a los planetas más exitantescon tan solo tocar mi mano, con tan solo un paseo por el barrio,no creo que alguien logre bajarme de esta luna.La misma luna fría en la que tú me dejaste.Pués ya ves, no es tan fácil cariño, no lo es.Se despide sin querer hacerloTu yo, que ahora es solo un yo.
Carta sin destino
Autor: Ignacia Carrera  627 Lecturas
Que serio que lucía el chino a la hora de caminar,mientras Clara caminaba alegre.. jugando a no pisar las lineas de la calle,Ruben le daba la mano,-Dos maltas por favor-.Fueron dos maltas, y un cigarrillo compartido en aquel bar.Ruben vivía los minutos hablándole del arte, de la arquitectura de sus tierras, de la historia de cada rincón. Clara parecía muy concentrada, sin embargo no escuchaba nada,y aun qué Ruben conocía aquella despistada cabecita, y esos ojos negros que lo miraban perdida, continuaba y continuaba con su plática sin parar."Mi chica se cayó a un pozo", fue el tema que sonó en el viejo bar.-¡Vamos Chino, bailemos!- le dice ella entusiasmada.A pesar de la tierna sonrisa de Clara, Ruben se negó a bailar.-No mujer, que molestosa te pones.--No importa, entonces bailaré sola.-Le dijo bastante decidida a la hora de levantarse.Recibiendo la mirada de casi todos los obreros que iban a aquel bar después del trabajo.Clara no paraba de bailar, con los ojos dormidos, y de vez en cuando coloridos.Como disfrutaba Clara del baile, de la yerba, de la malta, de la compañía de su chino.El la miraba, avergonzado no sabía si reírse u disfrutar de su minuscula cintura.Al cabo que hizo ambas, y como disfrutaba Clara hacerle pasar momentos de verguenza.Al sentarse, bebe al seco su vaso. -Estás desquiciada pequeña-. Y se besan un buen rato.Clara tocaba las nubes y nadaba, sentía que bailaba entre mariposas, que abrazaba la música, que se bañaba en los colores de oleos derramados.
En el bar.
Autor: Ignacia Carrera  776 Lecturas
Llega el día Y se ven pasar cuerpos sin vidasDeslizándose de allá pa' acá,Se ven autos oscuros, molestos y bulliciosos.De vez en cuando sale el maldito zorzal a cantar.De vez en cuando sale el vecino a regar sus plantasMuchas veces sin camisa, que guapo se ve al despertar.De vez en cuando el viento grita tu ausencia Y el sol maldito, se va..Lento, pero se va.Y tú..Ya no nadas en mi charco, me soltaste, para saltar a otro lugar.Yo busqué tu abrigo en otros brazosque me acompañan cuando el sol se va. Y desde mi ventanaLlegó la noche,Y el silencio me acompaña, y tu cuerpo que juntos es mi cuerpo,me avisa de golpe, que debo aprender a olvidar.
Desde la ventana
Autor: Ignacia Carrera  630 Lecturas
Ruben arroja los escritos de Clara por toda la habitación, gritándole que de poemas baratos nadie come, nadie se viste, ni se puede dar un paseo por el río monte, o por alguna laguna de san juan. Clara, recoge uno a uno sus amarillos papeles, unos más amarillos que otros, otros celestes, otros con números mal sumados, unos llevan manchas, otros dibujos, otros goma de mascar. Ni uno conseguía ser blanco, ni limpio, ni virgen, no hay papel que no lleve consigo alguna carga de un pasado con sabor a algo,y así cae la tarde, las rayitas del sol de derriten de a poco en el ventanal de la habitación 20A, y Ruben descorcha el vino a pies descalzos y se acurruca en la ventana. Clara, ya juntó todas sus hojas y las guarda bajo la cama con cuidado, se sienta en un rincón, esta vez sin suspirar.Clara en tardes como esas no esperaba nada más que estar despierta, a veces ponerse a cantar algunos temas de millie small, o sentarse en alguna cuneta a espíar a los pajaritos que ya se esconden en sus nidos, o hacer enojar a Ruben con cosquillas en la barriga.Pero había algo mejor que eso, pués el vino ya comenzó a teñir de tinto sus labios de suave acuarela y Ruben con tan solo el deseo, abrigó cada centímetro de piel de Clara, que por mientras él la desvestía, recorría en sus pequeñas islas de tristeza, un calor que la embriagaba y así, se abrigaba hasta el alma de papel de Clara, que también era amarilla, que también tenía manchas.
y a veces caigo de golpe en este escenario del presentey me cuestiono que hago contigocómo pasó tan rápido el tiempoen que momento éste, cambió de rostro, de nombre, de tactoen que momento te perdiste hijo de puta.el vino ya no lo sientoel frío hizo pausa a tal escrituraen este papel que hoy es mi único amigoporque así lo quieroporque a mis ojos le llueven invierno.
Si pudieran analizar mi cabeza de humoen estos momentos y abrirla a pedacitos,no sería más sencillo armar un rompecabezas,pués el revolver que juntos armamosdispararía en cursiva los versos más inesperados, más insensatosesos que ya nadie quisiera leer.-Es tarde María-Y el té que derramaste en el mantel de flores se secó por el frío y el vacío,los pasajes hacia aquellos abrazos, siempre tuvieron fecha,pero tus brazos no, ellos despojaron a otro escondite, a otro nombre, a otro lugar.
Té para otra.
Autor: Ignacia Carrera  636 Lecturas
Cómo siguen los días y tu te vuelves ya casi costumbre,te paseas cómo si nada por los pasillos de este insomnio, de este presente de cera , de mis temores inútiles.Cuando hasta el vino más amargo endulza mi sentidos.y te adueñas hasta de mis sueñosy yo no te dí permiso para estono, no, y no te lo daríajamás me preguntastetampoco lo necesitasteEn qué momento apagaste tu desprecio en mi yugular En qué momento te robé ese último beso en el terminalde haber sabido en qué momentoya no estaría en este preciso momento.
Qué pensabas.
Autor: Ignacia Carrera  639 Lecturas

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