• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
 Hablaré desde mi alma hacia tu alma,hablaré bien despacio de aquellos mestizos,de los criollos y patizambos y de los negros que jamás fueron exonerados.Hablaré de los aborígenes que son hermanos y fueron impadiosamente masacrados.Hablaré de la poesía y de los instrumentosque lloran de pena por tanto estrago.Hablaré de quienes duermen en las estacionescubiertos de harapos, tapados con diarios,de los que piden limosnas en las esquinasy son atropellados sin verdes semáforos,y de ese viejo que noche a noche esperauna mezquina moneda ante las opulentas puertas del Supermercado. Hablaré del corazón humano que ya no amaporque se hizo añicos con tanto daño.Y hablaré a los hombres que se sienten hermanosy de los otros, los mercenarios, que todo destruyenen la inclemente furia de lo malsano.Hablaré de los ricos que son humanos,y de los pobres ricos que son nefastos,y hablaré de América y de mis hermanosy cuando ya no pueda hablar, ni hacer estrofas,soñaré que un día fui y atrás quedó el llanto amargo.
 Despues de la tempestad emocional que había arreciado desde la noche del sábado a Ludiana le hubiese gustado hallar un equilibrio pero se hallaba descolocada y con su sensibilidad a flor de piel. Cada vez que  sondeaba en sus pensamientos buscando un centro que la identificase con su vida hasta el viernes anterior fracasaba; se sentía repleta por el cúmulo de impresiones azarosas desde que la madrugada del Domingo se había entregado en cuerpo y alma a M.O.Quizá influyese el que hubiese vivido durante años ajena a esa clase de tentaciones. No tenía compromisos, no aceptaba entablar ninguna relación, permanecía libre de toda debilidad en ese sentido, lo cual significaba que prefería vivir en soledad, prefería abstraerse en sus estudios y en su trabajo, ensimismarse en el hermoso silencio de sus largos paseos alrededor del lago o  durante los dias feriados dedicarse a contemplar los estremecedores paisajes de la serranía cordobesa. Las relaciones amorosas le habían parecido hasta entonces algo abstracto, algo prohibido, algo tabu, por lo tanto no las pensaba para sí misma; directamente no la entusiasmaban y se hallaban ajenos a su enfoque del porvenir. Pero de repente  el amor se había presentado complaciéndola de un modo inesperado. El alma aterida se había encendido de una forma insólita y al descubrir aquel secreto, su vida se revertía con una sensación maravillosa que bullendo en su sangre la transformaba en una mujer profundamente feliz.
El sol refulgió parejo en las copudas ramas,la sombra la cubrió perpleja y un pájaroaposentado, sin nido, la sembró de esabelleza inesperada.                                   Un cúmulo de hojas lentas iban posandoen las escarchadas sombras de lucesnimbadas por el tornasol.Ahora, ¿sabes? temo por ti amada, temo porque el silencio ensordina tu amor, temo porque esos besos de flores rosadas,esos besos intensos y recurrentes,transfiguren la escena y píerda tu amor. 
Temores
Autor: alberto carranza  713 Lecturas
La luna escapa desnuda,desde tu cuerpo dormidose va con su brillo de platay tu sin vacilar la acompañas.Pero otro noche ella se va solay con el alma conturbadasolo me deja en mi cama.La luna escapa desnuda, como si tuviese dos alas,y nadie asegura que otra vezasome y de nuevo te traiga. 
Evanescente
Autor: alberto carranza  706 Lecturas
                            Reviviscencia                                        autor: Alberto Carranza Fontani. Ninguna mujer como ella, te lo aseguro. Te dejaba sin habla, sin respiración y con el sentimiento cautivo para siempre caías vertiginosamente en su red. Teresa hacía el número principal de la Revista. Apenas te sentabas los ojos desmesurados del  talentoso pianista  te iniciaban en la adicción; los del barman y clientes, apoyados en la barra (cuencas vidriosas, pupilas drogadas), también... Me angustié: ¿ Qué hacía yo metido en ese lupanar?  Mi paseo fue casual. Tal vez seducido por las fotos carnales de las presuntas bailarinas y por la marquesina de señuelo esplendente, ascendí las escaleras mullidas, iluminada con luces rojas  peculiares; con la  insólita sensación de mis pasos leves entré animoso y con el deseo de ver a gusto pieles blancas como el yeso u oscuras como el ébano y en medio de tenuidades alcohólicas empecé por apegarme a la rapsodia en blue, ejecutada por el pianista con otro tono,en diversa melodía, pero tan nostalgioso como yo estaba.El espectáculo había comenzado y a cada intermitencia la seguía el rutilante desfile de ondulantes folies en el proscenio:imantación femenina de todos los tamaños y formas, seres de carne y hueso  moviéndose como boas entre candilejas y que osadas y chispeantes avivaban o alertagaban tus sentidos. La dudosa expresión artística arrancó los aplausos de los espectadores y al avanzar el show se dio un espejismo. En el calidoscópico tablado apareció una diva, te digo, que nos dejó paralizados. ¿ Podría hacer algo menos que palpitar de emoción?  Fascinados, boquiabiertos, comprimimos los muslos cuando su voz expresiva y poética, llenó el ámbito. El resto sobró: toses y cuchicheos y sillas detempladas desagradaron los "fru-fru" de Teresa, quien al quedar en cueros, delineada y perfecta como una vestal, con su sonrisa nacarada te separaba el alma indundándote de perfumada brisa dionisíaca. Sobre la silbatina imprudente, destemplado exclamé:- ¡ Eh...más respeto a esta diosa con plumas de reina!"  Y fui imperiosamente invadido por su presencia sugestiva; de pronto se acercó y me abarcó con su dulce voz y sus brazos de cisne;- ojos ensoñados- labios almibarados depositados sobre los míos-. Me agradeció así mi inopinada defensa; los demás rechiflaron de envidia y yo sentí una turbación inmensa y agonizante.Te digo que ya nomás de entrada intuí un ser abismático. Aunque los pétalos carmesí de sus labios liberasen tu fantasía quedaba algo pendiente, un universo extraño, siempre lo desconocido,lo inabarcable. En las noches de voces quedas, en la penumbra del cuarto circunstancial, esos ojos de miel oscurecida te vaciaban endemoniadamente, a fuego lento te desvastaban diluyéndote en su corpóreo esplendor hasta hacerte desfallecer. Sin predeterminación, te lo aseguro, Teresa acertaba en tu anhelo primordial. Era un presentimiento bíblico destinado a sumergirte en un mar de caracolas, en un océano irisdicente de olores raros y textura de nutria donde te hundías en su esbeltez y en las vaporosas mieses de su cabello lacio y en los clamores de lo ignorado y en sorprendentes sensaciones renovadoras de la vitalidad.¡Risible torpeza la mía al pretender algún placer erótico!Al finalizar - en densas nubes, en zona tibia-, podía ver en el espejo mi fisonomía solitaria, mansa y desconcertada. Teresa respondía a mis interrogantes con compasión...¿ Por qué me entraban ganas de recluirla de las groseras lascivias de los concurrentes nocturnos del club...yo que sólo ameritaba como un vulgar patán?Cada vez, gentil y sutilmente decidió ayudarme. Yo solía esperar cada semana ese consuelo espiritual , aunque en frío me persuadía que estaba haciendo el papel de un idiota y proyectaba alardes de hombría que en definitiva realzaban mi desconcierto sumándose a mi precariedad.En esos meses, te lo digo, las mujeres se evaporaron de mi vida como criaturas de ficción. Atribulado, lamenté no lograr dominar mi abyecto encelamiento. ¡Ah, repulsivo placer de los celos, miasma de ideas negras envenenando mi espíritu!Semejante a un guacho, excacerbado por la vana presunción de poseerla, conseguí atenuar un tanto mi desdicha. Pero al despertar, siempre predominaba una certeza más pulida: la de mi entrega absoluta. La mujer inabarcable, pasiva, lejana, que en su indolencia nada podía agregar, nunca me decía, " Te amo o te quiero" y yo reclamaba con violencia:- ¡ No tenés derecho a burlarte de mis sentimientos, Teresa!"En una ocasión, durante uno de mis reclamos, me devolvió una mirada penetrante y dijo: " Ana, todavía es tuya"Te digo, esas palabras - al no captar el sentido ambiguo que contenían- me volvieron fatuo y un mes después Ana no fue nunca más para mí. " Cumplí Teresa- dije -estoy a tu disposición; tomá de mí lo que quieras" La faz oval, inescrutable, ni siquiera se movió.Me convertí en una ruindad sincera, si cabe. Estreché la vigilancia sobre sus pasos, aceché sus paseos y cada una de sus presentaciones en el club nocturno. Las miradas lujuriosas de los tipos llenos de marihuana acrecentaron mi locura:- " Vení a vivir conmigo, Teresa, te amaré hasta en el sueño de la disolución final(prometí pero ella mantuvo su hermetismo), ¿por qué no sos buena Teresa y me das para siempre tu alma?" Dije que me transformé en una completa ruindad y de un modo despiadado llegué a la comprensión más cruel: Teresa sentía lástima de mí.En ese invierno rabiaba a menudo. Pasos meditativos para convencerme de tener el don suficiente y lograr la mera satisfacción animal. Contradicciones desquiciantes, pero, te lo digo, insoportable aquel tormento. Podía hundirme cuanto quisiera en la estela mágica de su belleza, pero irremdiablemente desembocaba en un desierto gris y me fui arrugando, doblegándome de a poco.Algunas tardes acudimos al muelle a observar las embarcaciones que navegaban hacia la ensenada. Sobre el río declinaba el sol; en  la superficie se espejaban nubes estáticas como el sentimiento amoroso de Teresa. Anduvimos hacia arriba hasta que vimos a lo lejos que la ciudad se iluminó. En el muelle respiramos la bruma espesa del comienzo de la noche, bruma espesa que envenenaba igual que los celos a mi mente cuando esa noche vi a Teresa ondular poseída por la música del blue en su vestido de cien colores y al final, detrás de bambalinas yo la esperaba para abrazarla con desesperación.Todavía percibo la algarabía de esas noches padecidas y entreveo una madrugada de hielo y la figura solitaria del vendedor de rosas junto a la fogata y la mujer que pasa y me roza y me lleva de la mano y me ilumina como un lucero infundiéndome su brillo eterno. Ese amanecer Teresa afloró del rito del amor posando ojos insondables en el vacío de todas partes y repentinamente dijo: "Carlos volverá". _ Nunca dijiste que estabas casada, Teresa...¿por qué se fue? Dentro del desmayado silencio escuché un tren acercándose fatalmente. Descubrí su perfil en la sombra, la hilera de lágrimas que mojaron mi caricia, lágrimas como gotas de rocío de esas estrellas... Y entonces, para ayudar, para aliviar, puse uno de sus discos predilectos y a poco Teresa dijo:- " Amo a Listz"¿Por qué no me amará a mí como a él? ¡La pucha qué mujer!Luego camino penitente por el asfalto húmedo, casi congelado, una marcha retumbante de una figura que se desdobla en la esquina fantasmagórica..-" Estás demasiado encadenado a Teresa y ella nó- me confieso a mí mismo- ¿ cree que soy...un rinoceronte?"Pateo humillado un tarro que repiquetea ( único signo vital)hacia el puestero todavía enfrascado en la irradiación de la fogata del oxidado tacho. Al unirme a él, la escena es más desconsoladora, todo a causa de esa angustia de mandíbulas que trituran. Así, de repente, quisieras disponer de quinientos años para amarla, pero reconozco de inmediato mi frágil necedad...Los días continuaron ajenos a mis tribulaciones. Deseando retener su alma huidiza, hice regalos costosos a Teresa ya distante de mí. Una noche aciaga, sin ningún mensaje, no hallé en su cuarto la menor señal de que había existido un poco para mí. ¿ Matarme? ¡ Bah, los románticos del splint se hicieron humo ancestral! ¿ Valía aquel ingrato sentimiento de duda infiel?Cada noche volví al club, al espectáculo clisché, a mirar los cuerpos ofrendados que jamás igualarían al de Teresa. Durante cierto tiempo acepté el martirio porque necesitaba recuperarla; pero otra madrugada me recriminé...Debía convencerme viejo, te lo digo, antes que mi interior se partiese... Nunca volví a ver a Teresa y extrañamente recuperé la felicidad.  
Reviviscencia
Autor: alberto carranza  702 Lecturas
Las almas retroceden en llamas,persignadala imperiosa guerrra reitera su ferozcometido,los involucrados se funden a lo efímero,funden sus cuerpos con peligrosas ráfagas ,funden sus oídos con bombas y metrallas,con la música zumbadora que acerca alotro mundo.En el repiqueteo ensordecedor que destripa¿alguien se apiadará del que llora sin pausa?La levedad del ser asiste a todas las cobardías,y en ese páramo del descaro deviene la experiencia atroz, infamante, la moralidadchamuscada, los rostros de piedras.La sensación animal del vértigo fue atrapada.Cuerpos mercenarios  en pesada marcha,hollan la arena y sobre esa pesadez solitaria  menoscabada, ya sin nombre, los gemidosson el rito inintelegible.Pero escucha bien, por favor escucha:Esos involuntarios asesinos estan malditosy lo saben.Una vez vieron cielos azules y el rumor del mar fue excelso.Una vez se prosternaron ante las floresmaravillosas.Una vez tuvieron piedad y amaron,una vez pesaron la primer tristeza.Pero al volverse locos de furoressus hijos se avergonzaron,inútiles ruegos lanzaron sus madresy sus padres temblaron.Ellos volvieron amarrados al timón de laverguenza o de la insanía.Y mientras en aquel desierto rojo el cielo se ha vuelto índigolas estrellas se fueron a otro mundo.
Segundos antes de beber la lejaníase despertó el sol en la ventana.Desarmonía en los ojos siempre clamany un sinsabor: único secreto develado.Espinas que extraen jugosos pleitos,viejos paisajes hundidos en la barca,al crearse lapsos de soledad angustiadadel mayor amor con dolor en llamasse desconcertó nuestra memoria.Así jadearon emociones extinguidas,Así, enlutaron la melancolía perenne,y en esos lapsos de repetida memoria,de cuadros repintados y corazones tristes,fundidos en el hastío al fin vimos la nada
Lapsos
Autor: alberto carranza  699 Lecturas
Terco y atormentado por los remordimientosme meto en el terreno fangoso que evaporamiasmas. He descendido al mismo infierno,donde hormiguean demonios fraguados porflores malolientes y perros de presa cebados.No me asustan sus colmillos pero si sus ladridoslocos, histéricos, porque los buitres están...tragando y tragando varias piezas de carne.Han cumplido con esa honorable depradacióny no les importa los llantos involuntarios nila piedad , nos les importa la cimitarra quedesgaja cuellos a ojos cerrados ni la guillotinaque derribó a miles de reyes de lo absurdo.Hay un fondo de tambores primigenios queacompañan al cortejo ansioso del derrame;esos malvados seres me odiaron hasta hace un momento; cuando la cuerda enroscó mi cuelloelevaron loas demoníacas al cielo ennnegrecido.Para qué preguntarse si existe el perdón,para qué... para qué...para qué...para qué.
Vida monstruosa
Autor: alberto carranza  699 Lecturas
 Esas matas y canteros florecidos que de pronto entretienen la vista, en un tonificante domingo de festejo patrio en el que me dirijo al extremo de la plaza que enfrenta de un lado la transitada catedral y del otro (donde la banda de música entona con sus instrumentos esa hermosa sinfonía por lo que los paseantes se detienen embelesados a escuchar las variaciones interpretadas por esos artistas sin nombre que aspiran el aire y el leve sol que les entibia las mejillas), el palacio municipal desierto, de paredes opacas, percudidas, ajenas, mientras un grupo de escolares rompen formación frente a la bandera y arman un bullicio hermoso debajo de los copudos árboles, cerca del busto principal del héroe patrio que todo lo ve con ceño adusto y cerca del símbolo alegórico- un mapa con forma de bife de costilla-, en ese especial día de conmemoración por la masacre en las Islas de vientos feéricos. Los bancos de piedra ocupados por algunos ancianos reflexivos y hundidos en sus pesares, reciben la perspectiva total del verde cambiante del ámbito en su plenitud, reciben pensativos el movimiento irregular de los paseantes, reciben con agrado la vista de las madres ocupadas en el parloteo incoherente y recuerdan esas viejas madres que aún lloran por los hijos masacrados en las invasión a las Islas del Sur; las madres lloran: por qué hijos míos fueron a morir  en trincheras en las que padecieron hambre, miedo, frío, protegidos precariamente con unos guantes sostuvieron las armas en desuso y asomaban los cascos impulsados por las órdenes de unos trastornados que les gritaban como si fuesen perros sarnosos. Entonces vuelve el frágil equilibro de la vida a una realidad diferente, a una plaza alegre a las hamacas que se mueven con la algarabía de los niños amados que llenan sus zapatitos con arena del sector de juegos y al parloteo que encanta a los ancianos, y tal vez, como a testigos mudos, se nos revela el devenir incesante, el principo de todo,aquel despelote sideral de estrellas que explotan, de gas que se condensa, de negrura que no es vacío, ni nada, simplemente es algo inintelegible aunque después de eso deviniera la vida,y mucho después se poblara la tierra, y muchísimo después en el mar tumultuoso surgieran esas islas, escenario de la brutalidad y la estupidez que embola y nubla la razón y el sentimiento. Ellos, los ancianos, ven con otros ojos el pasado, ven fragmentarse el oleaje contra los riscos, ven las lomas oscuras y los pozos de los muertos, ven los gestos procaces de los mercenarios, de los mutiladores, de la guerra bastardeada en artículos mentirosos que recorrieron el continente, ven los barcos torpedeados, los gritos de la impiedad, la sangre que oscurece las piedras, los pibes carajeados,las súplicas... Dios...¿dónde, dónde estás...por qué me abandonaste? No te achiques carajo, sos macho, che metele el cuerpo a los gurkas asesinos, sacá tu facón y matá, sé valiente che para morir por esas... islas endiabladas que son nuestras qué joder..." mamá, mamita," POR QUÉ , POR QUÉ ME ABANDONASTE. Pero y después de morir ¿ QUÉ? Fue una vida cancelada, amortizada por la locura y el frenesí sangriento, del desamparo de  la vida que se conduce como una potra salvaje, de esos pibes que nunca volverán a ser besados por sus novias, que ya no podrán escribir cartas a sus madres, madres que jamás podrán olvidar,  padres ancianos que miran pensativos a esos chicos correr por todas las plazas del mundo y no pueden evitar la punzada en el cuore, que quién sabe hasta donde resistirá la  tristeza de haber perdido a un hijo, a un nieto, a un hermano de la patria, a un ser humano cuya vida tronchada quedó en tierra propia pero ajena aún. La vida sigue su derrotero y los verdugos quizá ya sean fantasmas.
 Cierta tarde del invierno pasado Alcira ( la de los ojos almendrados, rostro ansioso y tics contagiosos), se precipitó hacia lo de su vecina y amiga Isabel para que le prestase esa novela de posesión demoníaca. Aunque Isabel se jactaba de haberla leído de cabo a rabo y, para demostrarlo faroleaba ante sus vecinas haciendo grotescas representaciones de la poseída por el demonio, tenía la sospecha de que aquello no era del todo cierto y lo más notable es que Alcira no se equivocaba: en cada ocasión en que Isabel metía sus fascinados ojos en la primera página de la truculenta historia caía invariablemente en un sopor alucinado por cerca de una hora y nunca podía continuar con la lectura.Esa noche, sin embargo, cuando Alcira tuvo el libro en sus manos y logró llegar a la mitad del  total, le pasaron cosas muy extrañas: lo pelos se le erizaron, los ojos de almendra se volvieron redondos como pelotas de tenís y la mayor parte de esa noche la pasó en una especie de agonía mortal salpimentada por sacudones de rana epiléptica, cosas que asombraron a Luciano, su esposo, y le dejaron un recuerdo inolvidable. Al otro día, dopadol de por medio, se presentó de Isabel le tiró el libro a la cara y le espetó "¡ Por qué no me dijiste la verdad, nena!" y se quedó mirándola iracunda. A su vez, Isabel  creyó vérselas con una gata candunga y, a sí misma, como una ratita acorralada en un rincón del comedor, sólo alcanzó a decir en su defensa: " Nunca, desde chiquita cuando ibamos al colegio, nunca pude dejar de mentir." Alcira creyó que la había puesto de rodillas, pero Isabel con astucia se escapó a otra habitación y apareció de pronto con la cruz de agades que levantó ante su amiga y dijo mascullando: ¡ Atrás, atrás, hija del diablo...!Aunque algo desconcertada ante la cruz simbólica, sin embargo Alcira, flexionado su codo izquierdo y calzando su mano derecha en el hueco de forma despectiva, sin inmutarse, respondió:-  ¡Tomá, tomá y tomá! A ese triple gesto, casi obsceno, le siguió una risotada ronca,arcana, ancestral, de la maldad en su elemento.Pero Isabel no estaba dipuesta a conceder territorio al influjo de perversidad que se le venía encima con todo el peso ( Alcira era bastante gordita y se balanceaba peligrosamente cuando debía pelear), y escapó hacia el círculo criptográfico dibujado prolijamente en el living.  Metida en esa improbable protección, Isabel lanzó alaridos bestiales y seguidamente invocó el socorro de extraños santos. Por fin vio el eficaz resultado. Su maleducada amiga, que la había seguido con presteza, no tuvo otra salida que desparramar su apreciable cuerpo en un oportuno sillón._ ¿ Pero ché- dijo Isabel ya calmada- vos estás rayeti o tu marido te cagó a palos?También más calmada Alcira repuso:- Es que por causa de tu maldito libro anoche me dio escalofríos y no lo dejé dormir...La culpa es de ese atorrante- agregó señalando el best- seller que ahora permanecía muy quietecito sobre la mesa lustrosa.- ¿Y lo leiste ? preguntó Isabel._ Bastante..._ ¿ Será cómo yo la cuento, ché?Contemplaron azoradas el libro; Isabel propuso que lo mejor sería leerlo en grupo, después se achicó y dijo que lo mejor sería guardarlo para siempre en algún baúl de cosas intocables. Entonces, Alcira, nuevamente eufórica, dijo:- Mirá, a mí me tiene entripada ese pasaje donde la protagonista se hace pís. Fijate: Mientras el tipo que quiere exorcizar a la tunanta se dispone a enfrentar al demonio, el aire huele a azufre, la poseída vomita, se vuelve odiosa, repugnante, los ojos son vitriolo, las uñas puñales de bruja, el color de la cara verde roñoso cuando vuelve a vomitar el líquido asqueroso, purulento... de repete levita y sale de ella una forma cusí-cusá que se acerca y envuelve al tipo que la quiere exorcizar y...mirá: se me puso la piel de gallina cuando llegué a esa parte...Juntas, sentadas en el sillón principal, acordaron por fin reunir a las demás vecinas, pero primero maniataron al best- sellercon cinta aisaladora, no fuera cosa que los personajes huyesen de la novela sin sus previos consentimientos.Al salir vieron a Luisa ( la del régimen de la luna) que venía tiritando con idéntico interés._ Iba a tu casa Isabel- dijo- porque hace una semana me prometiste que ibas a prestarme el libro del exorcismo y hasta hoy nada de nada..._ ¿Si? No me acordaba. Además ahora ibamos a buscar a Gabi._ ¡ Ah, confabulaban!_¿ No entendes ,nena? Ninguna de nosotras estamos en condiciones de leerlo completamente..._ Sí, así es- dijo Alcira refiriéndose al libro- nadie puede estar  a solas con el atorrantito..._ Entonces estará bien que lo leamos todas juntas- coincidió Luisa.Alcira- portadora del best -seller que sujetaba contra sus abultados senos como si fuese un gato mañoso dipuesto a escapar, rubricó esa afirmación y las tres apuntaron resueltamente hacia los departamentos de las demás vecinas, ubicados uno detrás de otro,atados en forma de chorizos. Al fondo de todos vivía la primogénita de Alcira casada recientemente pero cuando iban a entrar, como una tranca humana, se enquistó Doña Carmen, la curandera más temida del barrio, que las frenó y dijo taimadamente:- ¡ Pero m'ijas. adónde van tan apuradas! ¿ o acaso andan matufiando?- la buena mujer tenía un acento agudo-peculiar, podría decirse similar o parecido al de una chancha que azoraba a cualquiera._ Mire, doña Carmen- dijo Luisa tomando coraje- hoy nó, hoy nó que- re-mos metiches._ ¡ Ajá!- repuso la mujerona y como era una insobornable sembradora de contrariedades, volvió a la carga-¿ Y puede saberse qué les pasa que ultimamente no se dignan a visitar mi humilde consultorio?_ Es que al Julio lo echaron de la fábrica y tengo que vigilarle el gasto del vino- dijo Isabel justificándose._ A mi me cayeron los parientes de Entre Ríos, que se devoran la comida y los restos como si fuesen hormigas y no tengo plata para la consulta- dijo en el mismo tono Luisa.Entretanto por el cuerpo monumental de Alcira, circulaban ondas heladas que al arremeter contra sus poderosos senos la hicieron empalidecer igual que un día de nieve.  Por supuesto se espantó y espantó a las otras, menos a la curandera que preguntó con sorna:- ¿ Y a vos que te anda pasando?_ Le duele el estómago- intervino Luisa-_ ¡Já! ¿ No te dolerán las tetas de apretar ese libro? _ No sé, no sé...- dijo Alcira atacada de repente por un chuchazo de frío que la hizo tambalear. Al vibrarle su dentadura postiza y luego el resto de su corpachón, temió padecer un cataclismo y por poco no tira el best- seller y sale disparada como una loca. Debieron contenerla entre las tres._ Si nos deja pasar de una buena vez, iremos hacerle un té de boldo en lo de la hija- dijo Luisa airadamente. _ El boldo no sirve- afirmó rotundamente la curandera- puede ser la angélica con manzanilla de colombo o cuasia, puede ser la nencia o el hinojo,o el condurango de congorosa con un cahito de pasionaria...¡ Pero, dejáme ver Alcira: Miráme fijo..., así:- ¿sabés lo que tenés, tenés un julepe de la gran puta! ¿ Decíme, no estarás preñada del séptimo, che? En tus ojos de garbanzos cocinados hay señales fatídicas...¿ por qué no venís por el consultorio?Todas miraron a la curandera con terror y Doña Carmen, muy conforme con ese terror impuesto por sus conceptos irrefutables, hizo una veña socarrona y se fue. Las tres amigas, recorrieron el pasillo hacia el fondo como una exhalación. En el departamento de Gabi, se armó una especie de gallinero y, en lo de Ramira Ciendedos, un rato después, también._Les voy a leer a este mierdoso hasta que reviente- dijo corajudamente Ramira Ciendedos a las cuatro mujeres desparramadas y expectantes en los sillones de su casa amplia y aireada. Pero en cuanto leyó el primer renglón del segundo capítulo, las vociferaciones del marido en el garage la hicieron desistir. Los pequeños rufianes ( así les decía el padre), metían las manitas en la camioneta recien pintada de rojo y negro. Rolo despotricaba contra los hijos y clamaba por su mujer.Ramira salió entonces a corregir a coscorrones a los vándalos que no lograba educar y los enanos pusieron pies en polvorosa hacia la calle. Entretanto las cuatro amigas, frecuentando palpitaciones y arritmias, esperaban a Ramira que retomó la apasionante lectura demostrando su buena dicción y dotes interpretativas. No obstante en el tercer capítulo, devorada también por la ansiedad, se deslizó en un sillón a causa de un misterioso espasmo en la lengua. Decididamente tomó la posta Luisa que abandonó asqueada en el sexto roud,en ese pasaje que describe las imundicias más repugnantes. Fue esa la señal para la gran mateada con tortas fritas. Aunque atragantada por la rapidez con que las devoró Isabel dijo: - ¿ Será cierto que el demonio para demostrar su presencia rebuzna como un desquiciado?_ Sí, porque el demonio en muchos casos es un buen hijo de puta- repuso Luisa._ ¡Les digo: desque que agarré ese libro no sé más quien soy...me dan vahidos, la sangre me circula por otro lado y alguien me sacude toda...!- dijo Alcira_ Para mí, los demonios son espiritus inferiores que se te filtran por el aura- dijo Ramira muy segura de sí._ No deberíamos seguir leyendo esa basura ¿ qué mierda nos deja? - agregó Gabi, la más jóven._ ¿ Y por qué no llamamos a tu marido a ver qué opina- dijo Isabel a Ramira Ciendedos.- Rolo, es supersticioso- repuso ésta.Pero fue en su busca y volvió con el hombretón que de inmediato las increpó.._ ¡ Qué carajo hicieron? ¿Para qué trajeron a ese acá- grtió mirando el libro con recelo-¿ Y nuestros hijos Ramira? ¿no pensás vos? Hacé el favor meté a los rufianes en el baño y traé EL COSO-ESE al patio._ ¿ Qué vas hacer?_ Ustedes trajeron la desgracia a mi casa y yo haré que la desgracia se vaya a otro lado- dijo Rolo amoscado._¡ No es para tanto!- exclamaron las cinco mujeres._ ¿ Ah, nó? ¡ Ramira. qué me dijiste que dijo esa bruja de Doña Carmen cuando la vió,¿eh? Bueno sepánlo bien: ESA JAMAS LE ERRA...Afuera el tiempo se había puesto de perros, de un modo prematuro había oscurecido, de un modo impensado el frío hacía tiritar, y Ramira, ya con miedo, le acercó el beste-seller a la cara del marido que desencajado gruñó: " Tiralo ahí, entre esos papeles y traé nafta".  Ella, desde el garage volvió con un bidón.El best-seller fue abierto con el mango de la escoba entre el montículo para quemar que había preparado en el medio del patio. Una llamarada incadescente prefiguró el temible libro que empezó arder casi con felicidad._ El fuego te va a poner en tu justo lugar- dijo Rolo reflexivo.- Está bien, dijo Alcira- pero desen las manos..._ Hay que danzar alrededor, de espaldas y con los brazos levantados._ dijo Isabel._ ¿ Y éso, por qué?- preguntó Luisa._ Cuando el hijo de Cuca, padeció un embrujo, tuvieron que quemar su ropa y bailar en círculo alrededor de la fogata...- dijo Isabel.Sin advertir que un hilillo de fuego serpeaba en dirección al garage, giraron todos ritmicamente en torno del best-seller encendido hasta que yació chamuscado. Solamente el Título permaneció incólumne._ El degenerado todavía quiere resistir ¿eh?- opinó Rolo._ Pijoteaste la nafta, Rolo- dijo Ramira Ciendedos- echále un poco más.El obedeció a su mujer que empezó a ayudarlo a sacudir el bidón con nafta. Una llamarada repentina amenazó socarrarle las cejas a los dos. Luego, apartados, todos asistieron a la consución del best-seller. Proyecciones desusadas brotaron sin embargo de él y se recortaron hacia ellos que se apartaron más y más hasta que escucharon la tremenda explosión que provenía del garage donde estaba la camioneta recien pintada en rojo y negro.
Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,si ninguna expectativa alcanza,ni siquiera una que te deje vislumbrarlas flores del duraznero,o a una serpiente tentadora desde su trono,y si vas por ahí, por ese camino sin retornocomo si nada sucediese en el sideral espacio,que vibra y desbroza malezas tristesque anuda la calma- esclavitud de nada-,y si acaso este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos, rosado y negro, halles espíritus benignos en colinas verdeso un perro malditamente extraviado queociqueando soslaye la muerte diez mil veces,y  que mordiente te indignes por las trampasdel descaro y por la saña amenaces conpuños de furia, con la hiel de repente desatada,y cuando te juzgues o cuando sin piedad te juzguen y desfallezcas subiendo escaleraso vayas con pasos sin rumbo, con pasostan largos, tan silenciosos como la cruz negada,o cuando tu silueta se dibuje por sí misma,solitaria en la amarga sombra de la penumbra,iras segura, debatiendo con la frente en altoaquel lugar de las sonrisas enmudecidas,adonde caes sobre espejos hechos trizas,con tu rostro angelical arrasado por las llamas.
Ni bien cesó la cadencia de los boleros se creó un suspenso y Ludiana y M.O. se miraron  un poco turbados. ¿Qué hacer?Desviaron hacia la barra. El amante de Lucy Prat indiscretamente los había espiado todo el tiempo  y ahora se decía con malicia: "Estos dos ya se conectaron y queman naves de pasión". Los vio venir y con aire pretendidamente indiferente prosiguió su invariable tarea de entretener y servir bebidas en las copas de las sedientas parejas allí reunidas. Lucy Prat no había cejado de darle directivas a troche y moche, pero al acercarse la acaramelada pareja se detuvo. Los notó tan amorosamente abstraídos que no pudo evitar enrojecer de envidia. Sin embargo combatió esa subjetiva impresión y con esforzada elegancia esbozó una sonrisa casi deslumbrante. Siempre quería sentirse segura y activa. Lo lograba ejerciendo su rol de anfitriona el cual se patentizó en las llamadas vehementes a los invitados apiñados ante la barra incitándolos acomodarse en los mullidos sillones del living.La ahora solitaria pareja necesitaba pasar inadvertida, lo cual no era sencillo ni fácil si se tenía en cuenta que llamaban la atención de todos. M.O. estaba familiarizado con todos esos chismosos, pero Ludiana era novata y se sentía algo picada, de modo que en medio de esa atmósfera intrascendente, densificada por el fluctuante y acre humo de los cigarrillos, el optó por conducirla al porche donde podrían charlar y beber tranquilamente los tragos. Allí, él hizo hincapié en su torpeza durante el baile agradeciéndole que ella la hubiese disimulado.El murmullo que llegaba amortiguado de la sala- que poco después sería alterado por otro ruidoso zarandeo musical-, era propicio para conocerse más. M.O. estimó la sonrisa blanca con curiosidad: ¿ Acaso esos ojos oscuros, brillantes y redondos que indagaban en su alma hasta derretirla lo amarían para siempre?Avistaba placenteramente los labios pulposos entrecerrados y evocaba que de esa boca hermosamente diseñada- que le había entibiado el cuello y acelerado el pulso-,había surgido la sensación de estar atrapado en un fuego tan potente como un sol.
 La excitante ansiedad producida por todas aquellas fases diferentes del sentimiento amoroso invalidaban cualquier recuerdo del idilio de su primera juventud. A Ludiana la dominaba una especie de inercia, quería dejarse estar en los brazos de ese hombre que la conquistaba con su silencio y su mirada. Y no cejaba de preguntarse si  el fugaz recuerdo del idilio trunco acaso interferiría en algún momento para enfriar su ánimo. Resultaba un hallazgo formidable encontrarse sumergida en el encantamiento amoroso. Sabía que ya amaba a ese hombre y su vida cambiaba de ahí en más por completo. Aquel hombre parecía corresponder y ser definitivamente su complemento exacto. Por lo cual, aceptaba su languidez ante esa revelación iluminadora pues no estaba dispuesta a rechazar la felicidad que se aproximaba, ni dispuesta a la desilusión.Había estado confinada muchos años y ahora le resultaba extraño haber descubierto en aquella reunión a la que había sido invitada por casualidad el misterio más apasionante de los seres mortales. Pero, además, sintiéndose metida hasta el tuétano en aquella esfera amorosa que iluminaba su conciencia con una nueva luz, se veía arrojada a una forma inmaterial, a un sitio desconocido donde el propio espíritu se une a otro espíritu, donde se abren las puertas del encierro y se piensa solamente en el otro y en una libertad casi fantástica e invariablemente coincidente.
Estás en mi corazónque nunca fue de piedra.Estás en mi almaque siempre fue cantera.Estás en mí de un modoirrevocable y esperoya entiendasque unidos fuimoslastimados en la tierra.
Irrevocable
Autor: alberto carranza  673 Lecturas
Yazmín, su amiga de toda la vida, estaba demasiado lejos. La tia Lala ( que tan amorosamente había bregado con ella durante su niñez y primera juventud),ya no pertenecía a este mundo. Respecto a Lucy Prat aún desconocía su grado de comprensión. Sin embargo marcó las teclas del celular de la porteña que siempre parecía disponer de tiempo extra.A Lucy Prat no sólo la dejo boquiabierta y perpleja aquel cambio en la tonalidad especiada de la voz de la amiga cordobesa quien se explayaba con elocuente vivacidad sobre lo que de pronto pertenecía a un mundo exclusivo:- " No alcanza con decir que M.O. es el hombre por el cual esperé toda mi vida" Había afirmado vehemente. Y Lucy Prat tuvo la impresión que de allí en más debería acostumbrarse a esa desmesura de la pequeña enamoradiza." No hay nada qué hacer - pensó con asombrosa frialdad- el amor además de cambiar nuestra actitud, nos hace estúpidas" Y en una forma casi indiferente continuó escuchando la exaltaciónque Ludiana hacía del hombre que amaba pero, en su Yo recóndito, merodeaba un conato de sedición. Por supuesto tenía sus razones para que tales efusiones no le causasen el mínimo placer. No era asunto de risa aquel mal trago que experimentó en otro tiempo, cuando le tocó también a ella ser vulnerable al sentimiento amoroso.Desde entonces execraba aquella vivencia que tuvo con un presumido condiscípulo de la secundaria ( quien urdió  la trama de conquista con bajeza y ella se mostró dócil a esas primeras sensaciones eróticas), y la clasificaba como una debilidad suya imperdonable. Confrontando su entrega por amor con la avidez grotesca del muchacho inescrupuloso, le restaba el amargo sabor de haber sido sometida y arrastrada al fuego corruptor.¿ Fuego corruptor? Incendio emocional  que la tuvo en vilo cierto tiempo, cuando él no quiso volver a verla y del cual no volvió ilesa.Entonces ¿ cómo había manejado la desalentadora experiencia que había mellado su confianza y aún la estremecía despertando en su alma agudo furor?
No querías ya volarquerías permanecer entre rejas esclavas,querías cubrir mis ojos con tus pupilas gastadas.No querías ya más que descubra tus lágrimasy fui hacia tí con pupilas de espantopero te habité como una paloma mensajera.Con la olvidada señal de un murmurllo antiguo,de un rumor oceánico, te pedía perdón por encender tu oleaje desvanecido.En adelgazadas migajas de antiguas sonrisas,con estrategias usadas para embestir molinos,en desvestidas secuencias me puse a tus pies.Pero no sé si fuiste cruel, si bastó mi entrega,pues siempre inclinabas tu fisonomía  triste ytapabas irónicos pensamientos o enmudecíasen lugar de multiplicar las palabas...Hoy, sobre el ojo ciclópeo del Universo me detengoy te veo.Y aunque tu cabeza de muñeca caiga de ladoansiosamente te amo.No sé si aún crees que soy Judas o un verdugo.Un borrón que tapa las penas enclava tu decisiónde amar.Por eso me inclino y escribo este poema:tal vez tu rostro de hielo que congela mi sangre se vuelva tibieza.
Púas de Espanto
Autor: alberto carranza  670 Lecturas
Un tic-tac avisó cuando enmudeciste,acrisolada vegetaciónfue tu cabellera,la que depositaste en mialmohada con impiadososlabios de cera.Luego esa voz roncadeformada por un sueño tristefinalizó en apagada candela.
Acuerdate de esa tarde que salimos del café,y con la risa estrellada en nuestros  labiosrecibimos la lluvia para jugar con ella.Acuerdate que te fuiste sin mirar hacia mi,pues cuando puse mi mano dentro de tu corazónte ofendí, él se había agitado malamentey yo no pude hacer más que ocultarmey arrepentido silencié en mi mente tu nombre. Debí dejarte partir  bajo esa lluvia incesante,mientras tu sangre ardiente, mojada por esalluvia de sal  ya no se detendría nunca,porque esa lluvia de lágrimas preanunciaba unduelo espantoso, un desconsuelo perenne, unmordiscón de labios en un segundo de eternidad.Arreció la lluvia y te perdí de vista y yo,cobijado debajo del portal con mi alma contritarecibí mi derrota posternado...  
Acuerdate
Autor: alberto carranza  667 Lecturas
¿Será bueno ser defenestrados de toda cordura,será bueno estar amordazados desde la cintura,hasta que la frágil lengua raída se haga esclava y un grito sepulcral aislado sesgue el solitario lamentoy una risa cruel soslaye el aliento de la maravillosa flordormida hasta que esa maravillosa flor quede vencida?Para quienes tengan fuerzas, para quienes se tiendan en el pacífico cesped con un hierbajo en sus labios fríos,les pido que rían, les pido que no lloren, solamente rían,pues ya hartos de ser domesticados han sido eludidospor sus hastiados mentores, también han sido hastiadospor todas las alabanzas del pretérito y del futuro.Sientan inciertamente el vago recorrido de heridas abiertas,sientánse unidos a la irremediable desdicha pues hanhecho crujir la grava con esos pasos hacia la muerte,que de un modo sempiterno renegará siempre de la vida,de esa vida que es la suma quebrada de una tontería, aleteando a cada rato bajo el precario cobijo de los Dioses.  
Desgarros
Autor: alberto carranza  667 Lecturas
Ese día lunes en que la llevó con su auto hasta el trabajo en la Av. Carlos Pellegrini, ambos advirtieron de que no lograrían despedirse así como así. El proseguía maravillado con la apreciación visual de su amada cordobesa que se había vestido con mucho esmero, maquillándose para disimular sus ojeras ( él le había visto hacer el íntimo trabajo como si estuviese admirando una obra de arte), y ella, avasallada y vulnerable ante aquella suavidad de su voz afectuosa susurrándole frases que nunca olvidaría, tenía  sus ojos aún apasionados y embebidos de amor por él.Ninguno de los dos tuvo en cuenta que esa despedida duraba simplemente hasta la noche. Sumamente ansiosos deseaban prolongar el momento, hacerlo eterno de ser posible, fijarlo como se fija una bella foto de una pareja de enamorados; por eso hubiesen preferido seguir juntos cada instante de ese día que acompañaría el sol y el calor.Cuando Ludiana lamentó descender del auto y se alejó indecisamente hacia la entrada de la Cia. Aseguradora, llevaba como una reliquia, esos besos ciegos y suaves en el alma; en el alma eufórica e impaciente que en todo momento del día laboral se manifestaría pleno de felicidad. Y al atravesar la puerta vidriada del edificio enorme observó con extraña curiosidad el montón de gente apurada, todos corriendo detrás de las comunes preocupaciones,  y tuvo la impresión de ser ajena, de no compartir las mismas finalidades, pues su ánimo aligerado e inquieto había aceptado el más hermoso presente de la vida. Sentía una desbordante inquietud oprimiéndole el pecho, inquietud que se concretaría en la extrema necesidad que se alzaba en su garganta para gritar a los cuatro vientos que por primera vez amaba y era amada.En su oficina, posó sus ojos oscuros , dilatados y chispeantes ( la asiduidad de esa mirada remitiría  siempre a M.O. a la contemplación de una Diosa pagana),en el montículo irresuelto de folios que acechaban desde el escritorio y que, aún sin quererlo, pasarían a un segundo plano cuando las ganas de afrontar de nuevo la tarea habitualmente agobiadora retornasen. A su pesar, esos primeros meses del idilio, sería falible, por primera vez desecharía cualquier otra cosa que la distrajese de la obsesión amorosa.Y de repente, sentada allí, mirando el ventanal por donde entrevía el cielo azul de la hermosa mañana fuertemente soleada, jugueteó pensativa con el auricular y el cable telefónico, aún desbordante de dicha al percibir todavía el aroma de la colonia de hombre cuando se había preguntado: ¿ Con quién hablaré de esta extraña y loca felicidad?
Habría que fijarse que en este plenilunioque entre mudos despojos se abrieroncírculos sedientos y asustados.Habría que saber que los lirios llegaroncuando tu cuerpo ya no fue gris como el viento.Habría que advertir en la inútil sensación,de este incierto crepúsculo de oro y plata,las murmuraciones de playas desgarradas.Habría que disimular la servidumbre de lossentimientos para entender la soledadque a solas siento en los montes seculares, y en los racimos donde el amor yace.Habría que contemplar en la inútiles entregaslos resabios de tus labios amarrados a mis labios.Habría que sentir piedad ante el rezagado pesoante  la misteriosa levedad de la vida en apremioy ante tu altivez de niña caprichosa que en lasempiterna brevedad de pronto se colgó de la cordura.
Cordura
Autor: alberto carranza  665 Lecturas
Cuando no te veo me declaro muertoy si no me amas me declaro enfermo.Cuando no estás soy un fantasma que gime e igual que un hombre sin alma se abre una llaga,se abre a la insania si no oigo tu voz o o veoojos de terciopelo, manto oscuro que adivinaya a los lejos ya en breves pestañeos...Oye pues brisa acariciante de mi vida,oye pues, boca de labios encantados,vete y espera en aquel lugar donde Dios se apiada,vete y espera que mi amor sea tu amorque mi llanto sea el llanto de la dueña de mi alma,vete y pósate en las tinieblas de la gruta mágica,undete en esos fuegos ardientes, castos, voluptuososdonde descubriremos perfumes vastos y, junto al Arco Iris repentino, desdeñaremoslas despreciables, siempre recurrentes tormentas... 
Hombre sin alma
Autor: alberto carranza  661 Lecturas
 Ningún cansancio aguarda,ningún vestigio que puedaperturbar nuestra calma niningún rasgo de luz malsanao una mueca que delate y vea.Ninguna irrupción malévolani ningún sopor nos quiebra.En el crepúsculo otoñal,en esa bruma donde todo da vueltas,desapareció la montañay mientras tu sal y mi sal se secanse esfuma la tristeza.Por eso espero,siempre espero que nunca mueras. 
Intensidades
Autor: alberto carranza  656 Lecturas
Acechan ráfagas invernalessobre heridas punitivas invisibles,y sobre la inmensidad del campo, poblado de raros fantasmas,acechan despreciables gritos tercos,cuyo desamor cae a cachetadas,hundido en volcanes secos,quimera letal, quimera lastimada.Acechan los dolores sin memoria,en lamentos de heridas fraguadas deshechas en cruces patriarcalesy sobre la cruz ansata monogramada.Acecha el flujo y el reflujo del tiempo,que protege del viento y del frío,extendiéndose en el sol naciente donde viveAquarius, quien ruega y con sus alas asciende,acechando obsesivamente la cruz Gammadia. 
Mientras arrastra el madero y es flagelado con sañael gentío alertado se escurre en huecos de arañas;y de esto que nunca termina y de eso que nunca pasase forma un declive, un cieno, una cruz elevada, y en perturbadora perspectiva una mirada cansada,que es cuando el alma perdona y al perdonar se hace pedazos contra la incomprensible muralla.Así arrecia la lluvia y no hay paz que valga.Así, las estruendosas nubes suspiran  y seaborregan si ningún viento las apaga.Entretanto, de los crujientes techos del cielo, deviene la opacidad silenciosa, es que se ofusca,( silencio que engatusa los informes del miedo),se amansa en simples nubes y vuelta a empezarun poco contrito, un poco turbado, un poco sin feen esa turbulencia, en ese retumbe de ubres quemadas,es cuando el Ecce homo agujereado repite la ceremoniade dar su carne inerte, vacía de sangre ya marchita, y testa inútilmente misericordia sobre los deshauciados.
Holocausto
Autor: alberto carranza  645 Lecturas
 Éramos muy pendejos todavía cuando, al volver del baldío, fuimos fatídicamente atraídos por las fuertes emanaciones de la áspera casona. Era la más ignorada del arrabal y no supimos nunca cómo nos atrevimos a entrar ni por qué descendimos la crujiente escalera, acompañados por el perenne gorgoteo de la alcantarilla y los ojos huidizos de los grandes Hurones que seguramente perviven.El cuerpo del malevo Contreras yacía bocabajo; el brazo derecho se angulaba y la mano entre miasmas aún apretaba el facón que lo hizo famoso; y no sólo tenía orificios de balas en su espalda cubierta por el saco enlutado, también se evidenciaban en el costado de su cara y su cabeza a merced de la carcoma. En murmullos nos preguntamos por cuanto tiempo habría estado allí y uniendo nuestro fervor en un mismo miedo, escuchamos el ulular repentino del viento y en lo alto fragmentarse la tempestad. No supimos entonces hacer otra cosa que quedarnos inmóviles al pie de la escalera tapando las narices con nuestras palmas, memorando su paso recio por los barriales de Pompeya; su idas a los tugurios, a los boliches donde los parroquianos, conocedores de sus andanzas y de su mirar indescifrable, se apartaban presurosos de su camino con el mismo temor que ahora se adueñaba de nosotros al salir de allí persignándonos porque ni aferrados aquel pánico podíamos aceptar aquella desgracia. En realidad nunca habíamos creído al malevo Contreras un perdulario servidor de comité, ni que fuese protegido por la extraña justicia del caudillo Páez.Pero sí creímos en los mentados enfrentamientos donde su figura heroica aguantó la embestidas del guapo Díaz, finalmente postrado con un corte en barbijo que lo desangró como a una bestia. Sí creímos en las escaramuzas y enfrentamientos con adversarios de la talla del cordobes Lucero que gustaba batirse con un puñal; o ante el porteño Pereyra y el rosarino Lemos, quienes fueron estremecidos uno tras otro por sus fintas precisas, por su movimientos rasantes y endiablados cortes de su facón que, en las noches más tristes, al nutrirse de los pechos enemigos, relumbró sangrante bajo los faroles esquineros. Sí creímos en su gesto inflexible al limpiar la sangre tibia del acero sobre las ropas de sus muertos. Y creímos en su impavidez al entrar de nuevo al boliche de Sáenz a calmar su sed con mucha grapa y creímos también que acodado en el estaño con su cigarro entre los labios, esperaría en un silencio tenso, paciente, la próxima vez.Al ser el malevo Contreras un orillero, fervoroso jugador de truco y de taba y apostador consumado en el reñidero, lo regía el odio, el eterno rencor y no algún legado político. Nunca iba a olvidar que era primogéntio del otro legendario malevo, muerto también a traición.Éramos muy pendejos todavía cuando le veíamos pasar por la calle, con sus tacos resonando en el angosto empedrado, orientado hacia las luces titilantes, hacia los sonidos de la milonga del inmediato tugurio.Y no se sabe a ciencia cierta pero se dijo que, siendo hijo de mujer de prostíbulo, le tocó por propia una mujerzuela, una arrabalera falaz a la que sacrificó en la cama junto a otro perdulario.No obstante ninguno jamás dudó de su temple; y nosotros tampoco pues lo entendimos en cuanto miramos con pudor y respeto la cabeza de melena grasienta destrozada. Mucho después, ya hombres, a veces abrevamos en el viejo boliche de Sáenz. Lo curioso es que en cierta ocasión lo vimos ( o creímos verlo), acodado como siempre en el estaño esperando el próximo embate. Quedamos atónitos al observar la recia figura, el perfil impasible en su mutismo, el fungi de ala fina, el lenge con monograma... De pronto, finalizó decididamente su trago y al salir nos cruzó con una mirada siniestra que opacó nuestras almas.
Imprequé contra el loco juego de luces, y dimos vueltas,un silencio tenaz cayó sobre tí y sobre mí.y dimos vueltas,el océano ajeno a nosotros rugía sin píedad. y dimos vueltas.Un hombre ciclópeo me dio la mano,lanzé desde el navío una  soga al farragoso oleajedonde nadabas. Imprequé y mis imprecaciones y reclamos fueron oídos por todos,menos por vos misma y nada detuvo tu modo de dar vueltas.    
 Cuando me despoje de mi soberbia oculta,cuando me despoje de mis cariños falsos, y de mis vanos afanes,y caiga redimido a los pies del cielo.Cuando me despoje de mis opiniones,de mis trivialidades y piense en vos como mi igual.Cuando observe un perro sin dueñoy me incline ante su perfeccióny admire la nada y ame esa plantay aquel rosal sea amado sin restriccionesseré un poetaporque renaceré convertido de la barbarie,porque Dios será mudo testigo de mis accionesY yo estaré vaciado de mí mismoestaré hastiado de la realidad vanaadmiraré la sangre corriendo por las venas,admiraré tu corazón repercutiendo con el mío,una y uno en la noche con la lunaque siempre reflejará el explosivo sol.En esas serenas nochesnos invadirá la pasión más cándida,con corazones de fuegonos cobijaremos para lograr el milagrodel nacimiento gestado en tus entrañas.Nos iremos detrás de los pasos del cirujaque ronda los tachos de basura,entraremos a una Iglesia cuando esté vacía, o saltaremos a través de la montaña,y en su planicie buscaremos el esconditeirregular del puma o, en la planicie o en lo camposadyacentes llegaremos por fin al árbol,que abrió el bosque esa noche que acabó sangrandocomo corazoncitos de ruiseñores enamorados.
 Supe que durante la rebelión musulmana (1932-34), a través de los tumultuosos acontecimientos ocurridos en el Turquestán chino, un hecho reveló la corrupción que prevalecía entre los funcionarios de la antigua ciudad de Si-an, cuando por orden del gobernador y para complacer a un oficial manchuriano de visita, detuvieron sin preámbulos a una joven cuentista y famosa cantante de las casas de té.Esa noche, la joven actriz narró a los comensales de la casa-jardín de altos muros una fábula, acompañada - como era costumbre- por un tamborcillo que apenas repercutía en bajo, con lo cual lograría a cambio la promesa explícita de su libertad. Sin embargo, igualmente fue deshonrada por el impaciente  y grosero oficial manchuriano y días después se la halló ahogada en el hermoso lago del Oeste. La fábula que ella narró fue la siguiente: " Siglos antes de la formación del Imperio Chiu, la codicia y el odio demencial conducía a las tribus pobladoras de los valles y de las montñas de Wu, a matarse despiadamente entre sí. Como cada tribu ansiaba construir su propio Imperio, las luchas fraticidas no cesaban. Por lo tanto, luego de vencer en muchos combates, la tribu Chiu consiguió predominar en aquella vasta región. Quizá la crueldad demostrada por los guerreros en la matanza de sus enemigos, se debió a la actitud intemperante del espíritu de la montaña del Oeste, que influía en aquel cielo, en aquella tierra y en todas las cosas que allí existían. Lo cierto es que de pronto el cielo y la tierra se cubrieron de fuego, las aguas se disiparon de los ríos y lagos profundos, los fértiles valles se volvieron agrestes y quienes se aventuraron desaparecieron en las grandes extensiones resecas, arenosas. En ningún cauce se represaban las aguas porque no se formaban en el cielo incandescente cúmulos que atrajeran la lluvia. Sólo podían divisarse cumbres azulinas en las alejadas montañas del Este y a quienes se dirigieran hacia allá, los aguardaba el antiguo desierto donde medraban escorpiones, serpientes venenosas y monstruos de ojos salientes y horribles colmillos.De a poco se sofocaba la vida y en las aún frías cavernas, los sobrevivientes escuchaban el rugido de los vientos huracanados de arena hirviente que con estruendos pavorosos se arremolinaba en las cañadas y en los insondables precipicios.Como los arrogantes hombres de la tribu Chiu no sabía hacer otra cosa que combatir, miraban azorados sus armas y armaduras ahora inútiles. De nada habían servido los ritos y sacrificios vestales, los clamores en las sombías auroras no eran atendidos por el espíritu de la montaña y el oráculo al fin fue consultado. El dictamen fue escueto al encomendarles perseverar en ambas adhesiones al fuego. Entonces uno de los Jefes advirtió que sólo existía un hombre capaz de interpretarlo: se llamaba Kung Tsui, pertenecía al estado de Liu y era el consejero más estimado del Imperio. Solicitaron su presencia y Kung Tsui descendió de su retiro en las montañas Mao-Yi.Al llegar, observó con mucha atención el penoso espectáculo de aquella región desvastada. En las umbrías cavernas, atendió a esos hombres bárbaros que le hacían incontables peticiones y les respondió en estos términos: "¿ Cómo puedo yo saber la clave de este dilema entre lo alto (Li) y lo bajo (li)?"_ Al menos quítanos la perplejidad y dinos si te bastará un reino a tu disposición y así te ocupes de este grave asunto- dijo uno de los exasperados Jefes._ No suelo cobrar por mis servicios. No sé argumentar ante espíritus airados u hombres orgullosos. Mi vida es vagar sin rumbo y ocasionalmente beber con amigos a la orilla del río en las noches de fulgurante Luna. No obstante si obtengo algún éxito alumbrando sus mentes o si suspirando ruidosamente consigo que el espíritu de la montaña me tome en serio, estaré satisfecho con volver a contemplar de nuevo el torrentoso río donde saltan los peces blancos.Dicho esto Kung Tsui  se inclinó ceremoniosamente ante los representantes de la tribu y atendió en silencio las restantes preguntas._ Por favor, ¿dinos en qué forma te enfrentarás al espíritu de la montaña?_  Se dice que has estado ayudando a muchos en calamidades semejantes...Finalmente cuando se agotaron todas las inquietudes respondió a estas últimas diciendo:-¿Acaso puedo yo saber todo? ¿ Cómo saben si eso que dicen no es lo otro?Kung Tsui fue desdeñado por la tribu Chiu que creyó preferible rogar falazmente al espíritu de la montaña, prometiéndole difusas ofrendas. Pero aquellas interesadas peticiones irritaron aún más al disconforme espíritu que esta vez castigó a la región con un diluvió que duró cien días.Cuando la tribu estuvo a punto de extinguirse, Kung Tsui se dirigió a la cima de la montaña del Oeste. Al subir entrevió la espesa figura de rostro alunado, de grandes ojos ceñudos y caústicos, y se arrodilló expresando contricción por su deleznable condición de mortal. Luego exclamó: " ¡ Oh, magnífico espíritu! ¿ acaso te debemos mayores ofrendas por esa tormenta que originó un océano? _ Ninguno de mis poderes podrá ser imaginado o comprendido por tontos mortales.¿ Acaso podría yo hablarles de mi razonable cordura?Entonces estalló su carcajada que derribó una avalancha de rocas hacia el precipicio.Kung Tsui dijo: " Es cierto. Somos infinitamente pequeños ante tí que eres infinitamente grande. En consecuencia ignoramos si el cielo ardiente como la sangre de un joven inmortal y ahora sombrío, presagiante como la morada del Dragón, volverá a ser un día luminoso y claro, armonioso y benigno."_¿ Cómo te atreves, odioso consejero, a enseñarme rectitud y excedes así mi paciencia?Tronó en todos los ámbitos su voz, se sacudieron los cimientos de los volcanes y muchos hombres y animales de las cuevas y cavernas fueron devorados por la roca líquida. Kung Tsui tuvo que permanecer a sus pies y al calmarse aquel holocausto, dijo con mayor humildad:- "¡ Gran dueño y Señor...laten mis sienes y tiembla mi voz pues desafiando tu poder cometimos ofensas contra tí! La soberbia de la victoria contra los hermanos fue la causa de la ruina de los Chiu. Ahora te ruego me escuches: Pronto retornaré al vacío, pero quiero decirte que mis temores no sólo alcanzan a los miserables súbditos indignos de tu aprecio, aún sobrevivientes, sino a la contradicción que creo advertir en tu designio."El espíritu de la montaña contempló al consejero con expresión curiosa y este agregó: " Sería vano para mí querer hallar la causa de tu ira, tan superfluo soy. Por lo tanto me ofrendaré y rendiré culto al ordenador de la vida, aunque sostenga que mi ofrenda será precaria. La tribu Chiu ha llegado al punto muerto de su camino. Han rezado y sus ruegos no convencieron a tus evasivos oídos. No contienen la virtud. No hay pureza de corazón en sus voces falsas y ahora viven en la extrema aflicción y el dolor. ¿ Cómo podrían complacerte?"_ ¿ Y qué pretenciones tienen mis estúpidos sirvientes de la tribu Chiu más que esa vida desgraciada que les he regalado por mi propia voluntad? ¿ Y cuál es la contradicción que atribuyes a mi pensamiento?_ La naturaleza dispuso una vida larga a la tribu Chiu, pero tu dispones una vida corta a la tribu Chiu. Anoche recibí este notable conocimiento que originó mi confusión: ¿ Quién posee el poder de la vida la naturaleza o tú, o eres tú la naturaleza  y yo un estúpido ignorante que no sé interpretar mi sueño? Agradecería me aclares el significado y entonces mi ofrenda de una canción compuesta especialmente para tí halagará tus oídos._¡ Me agrada eso, me agrada eso!- dijo el espíritu de la montaña frotándose las hinchadas mejillas con los dedos de afiladas uñas. Y después de acomodarse a gusto en la roca que asomaba al abismo, se expresó en esta forma: Al fin lo opuesto se une. Entona esa canción con este laud de seda y te complaceré a mi vez.En un tono regular y desapasionado Kung Tsui recitó:" Dime espíritu de mis tristes sueños,¿ dónde está el rocío otoñal,dónde el bosque, dónde el río y los jardines?¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujadorecibir el aliento de las floresy ver amantes en el sendero!¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujadoque valles y cañadas, montes y hondonadas,se ciñan y refulgan con cada primavera!El complacido espíritu de la montaña del Oeste se movió en nubes de nieve, sobrepasó el estruendo de los rayos, atrajo el Arco Iris, abrió con soplos de brisa los cielos y revistió con vivos colores el valle de los Chiu. 
Ese mes murió mi alma con tu alma,fue una canción de violines que treparoninfiernos, ocultas miradas se abalanzaronrenuentes a la desesperanza y al jugar conlas emociones, al caer inadvertidamente,sube la cumbre, transforma una musa,rompe cualquier lustre de piel desaforada.Ese fue el mes: tu alma murió con mi alma.  
Luego de la presentación formal y mientras Ludiana se ausentó hacia el tocador, M.O. dijo a su amiga Lucy Prat:- Estoy asombrado con la cordobesa amiga tuya, nunca imaginé una mujer tan fascinante...Aunque disimuló su contrariedad este comentario no podía ser del agrado de Lucy Prat, pero esa noche de reunión se sentía capaz de no alterarse y dispuesta a dejar todo lo que la disgustase con tal de ostentar su habitual rol de anfitriona, que la hacía deslumbrante y requerida aún a sus 50 años, ( aunque esa misma noche se haría añicos ) y dijo en tono pretendidamente enigmático:- Sé elegir mis amistades.M.O. que sentía un vértigo y cosquilleo inesperado y prácticamente insoportable cada vez que veía a la joven de ojos centelleantes, quiso agregar algo pero enmudeció cuando la vio venir hacia ellos. Se destacaba la expresión sensible de su bello rostro mientras su menuda silueta serpenteaba entre las parejas que bailaban, estrujándose y agitándose como desorbitadas maracas. Y él percibió de nuevo lo anterior, de nuevo sintió el ánimo sobrecogido al notar aquel magnetísmo atemporal de Ludiana - develamiento que lo complacía- y en su cabeza de pelo color zanahoria rondó la idea de que la joven que esquivaba hábil y sinuosamente el embarullado enjambre, no encajaba de ningún modo en aquel ámbito vulgar y ruidoso. En realidad ya lo había pensado antes al recibir el primer saludo cuando encerró su manita suave en su propia mano opulenta y tal pensamiento continuó luego al acodarse en la barra a beber, cuando tuvo el pálpitode que ya no podría quitar a la pequeña cordobesa de su enfoque mental. Ahora la contemplaba como reverenciándola desde todos los ángulos posibles y en ese atento fisgoneo también entendió que bastaba con sus delicados movimientos de gacela para eclipsar a las restantes presencias femeninas, las cuales  solían rivalizar para preponderar en esas reuniones que desde dos años antes Lucy Prat programaba sistemáticamente en cada una de sus residencias, esta vez en su casa-quinta de Pilar.Entretanto Rob Torres - el rudo amante de Lucy Prat que solía oficiar de barman y animar esas fiestas usando un remilgado espiche de mal gusto-, no quiso perder la ocasión de acotar ramplonamente:- Ese bombón provinciano que trajo Lucy,¿ no merece voltearse? ! Se me hace agua la boca con sólo verla ¡M.O. lo miró de reojo, a punto de sublevarse. Sin embargo refrenó su ganas de responder aquel idiota; fingió no escuchar y se limitó a terminar su bebida.
 Apegado a tus labios de moluscoy a tu piel como hiedra desvaída,o como la enamorada del muro,recojo mi sed de mis cenizas,caigo de mí mismo y transcurren las horas.Por esas horas encanalladas, por esos labios resecos, le pondré el pecho a la aurora.No importa que me retuerza de pavor, ni que zumbe tu recuerdo en el silencio,no importa que no recoja orquídeas fogosas cautivo de tu pelo, de tus manos y de tu boca.¿ Acaso importa que mi soledad se marchite sola?Ya tus senos no lloran el amor precario,ya tus piernas no aprietan el viento guardado.Ya obtuviste el blasón de mi vida.Ya lograste lacerarme con tu látigo. , 
Tal vez repercutan voces,en el lodazal vacío.Tal vez a un ritmo infrecuente,redoblen y desfilen en un infinito caos. Tal vez, entre restaurantes sucios,la pradera se desgaje mortecina,la naranja voz del poniente,se desgaje como un eco hacia unvuelo infausto la memoria del pasado,se desgajen hacia un vuelo infausto rostrosindistintos, rostros que ahora pasan,enfocados como culos de botellas que sólo pasan, sólo ven y sólo miran.y sólo tal vez invocaré otros nombres,morosamente sin prisa y sin pausapara que repercutan en fragantesrelámpagos y en mentadas añoranzas. 
 Yo estaba en medio de una roca...¿ Perdido en el mar?Yo estaba en medio de una roca y preguntabaa Dios donde estaba.¿ Adónde estaba El?Yo estaba en medio de una rocay me preguntaba si Dios estaba ahí.¿ En la roca?Yo estaba parado en esa roca inmensa como el Universo pero de prontosólo quedó tan solo el crepúsculo de fuego.¿ Anochecía?Sí; y las nubes fogueadas volaban en derredordel mar. Un Delfín nuboso siguió a otro Delfíny a otro y a otro que ya eran grises internándoseen las sombras: todos los Delfines fueron perseguidospor un pato deformado...¿ Y Dios? Dios estaba ahí.
 ___Sinfonía Fantástica. Opus.14___ 1er.Acto: Ensueños y Pasiones. _ ...Ese extraño pesar de mi alma, ese silencio de mis horas solitarias que solamente son recuerdos.¡ Oh pensamientos inquietantes!¡ Oh pensamientos felices...!Y po fin te vi y mi alma se colmó de felicidad y desaparecieron mis angustias,¿podré verte de nuevo?Solo podré descifrar mis estados anímicos si consigo que estés junto a mí. Sí, estoy enamorado de ti ¿ imaginarás acaso la fiebre que me tortura si no puedo verte de nuevo? Mi alma incendiada se consume mi amor:¿ puedes adivinar mi hondo reclamo?¿Y aquel extraño silencio o aquel hondo pesar que derrota una y otra vez mi alma enamorada, tiene algún significado?¿ Me buscas? ¿ Acúdes si te necesito? Recién divisé en la niebla tu ceñida figura y sé que estaremos juntos y seremos libres para amarnos... Pero ¿ qué es esto que me inquieta?¡ Oh, celos, oh amargos pensamientos que dañan mi cordura! ¿ Qué rival te posee y te quita de mí?¿ Eres tu mi amada, quien golpea la latente puerta de mi corazón para calmarlo? ¿ Pero dónde estás? ¿ Por qué se fuga tu imágen? ¡ Oh, niebla cegadora, sal de mi vista...no impidas que pueda verla, no vuelvas mi sospecha odioso rencor!¡ Ahí estás amor mío, por favor no te alejes, te imploro que no te alejes ! ¿ Quién es él...juro que lo mataré! ¡ No soportaré que engulla tu aliento a través de esos besos despreciables!¡ No, no soportaré que te bese, no soportaré que le sonrías y le coquetees!¡...Oh, amor mío, perdona mi reproche! ¿ Sabés? te amo sin condiciones y renunciaré a tu amor aunque sienta la más terrible desolación; rezaré al Altísimo y me refugiaré en El después de pedir perdón por haberte ofendido con mi injusto reclamo...__Segundo acto: Un Baile.___...Y ahí estás danzando admirablemente. ¡ Mi espíritu se aquieta por tu expresión plácida que se eleva con la danza! Mis ojos absortos en tus movimientos admiran tu pies transparentes...¡ Te acompañaré pórque debo decirte mil palabras bellas para olvidar mi tumulto....tomaré tu cimbrante cintura y danzaremos mientras te admiro y me siento orgulloso de ti...¡ Oh, dulce embriaguez de este mundo rutilante! ¡ Oh, belleza inigualable de este momento en que nos amamos!_3er.Acto: Escena en el Campo__ Eso sonidos armoniosos  que apaciguan  son de los pastores con su música; el aire es cálido y las hojas se mecen con la apacible brisa llenado nuestros ojos con este paisaje por donde la luz penetra las copas de los arbolados...allá, en la planicie verdosa, estan ellos enfrascados en sus rítmos pretendiendo dejar un mensaje bucólico para siempre; curiosamente calman mi ánimo, apaciguan mi fiebre y mientras atisbo figuras lejanas del monte, te veo por fin...me acercaré discretamente, con extremo sigilo pisaré las hojas del sendero mullido y al reconocerme seguramente tus labios latirán acelerados pronunciándome y nos besaremos y habrá una promesa: inclinándome te ofreceré mi corazón para siempre ...¿ Para siempre? ¡ Oh, corazón mío que enturbias mi deseo, qué te propones?¡ Oh piel estremecida por feos pensamientos...! ¡Oh, duda extrema que acosas mi mente fatigada... Irás de nuevo con él? Mis pensamientos me hacen concebirte tan cerca y tan lejos...¿ Por qué escapas, amada...? ¿ Por qué estás ahora a su lado? ¡ Mi pecho se angustia! ¿Por qué sonríes a mi rival y me hieres cruelmente? Esa música que se ha vuelto discordante no cesa en su desarmonía de llenar los prados hasta que anochece y todo se vuelve presagiante y mi voz reclama entre las sombras donde nada es reconocible. ¿ Dónde estas amada ahora que te necesito y mi pena agobia como una pesada cadena engarzada a mi cuello? ¡ Oh, soledad compañera indecente que destruyes mi ahelos! ¡ Oh, infinita tristeza que hace trizas mi corazón al pensarte perdida entre los sátiros del bosque!_4to-acto: Marcha al Cadalzo__ ¡ Qué hice! Mi culpa terrible me conduce al desvarío, merezco la condena..Ellos me acusan, me llevan, los habitantes contemplan  torvamente el carro que me conduce; los habitantes...estúpidos que nada saben...y no puedo sin embargo soportar sus acusadoras miradas, con sus maliciosos pensamientos aturden mi cerebro como si los oyese...un rumor maligno recorre la marcha doliente hacia la plaza principal...¡ Pérdoname amada mía, aunque yo mismo no pueda perdonarme! ¡ Dios he faltado a tu orden, he ensuciado mi amor! ¡ Amada, ausentes están tus labios y tu sonrisa, tus ojos ahora nada transparentan o  ¿acaso respiras y me devuelves a la vida?_ 5to acto: Una noche de aquellarre_¡ Malignos seres, incubos horribles, dejadme en paz...No depende de vosotros devolverme mis sentidos! ¿ Dónde estoy? ¿ Es este el engañoso infierno? ¡ Ya he sido castigado por la justicia divina y aceptaré mi destino!¡ Rian estúpidas criaturas infernales...! ¡ Déjenme déjenme! ¿ Tu, quién eres tu maligna criatura que imitas a mi amada y quieres bailar conmigo? ¡ No bailaré, no, Tu no eres aquella a quien yo amo y ha muerto por mi mano vengativa! ¡ Vete...tu engañoso parecido por momentos me hizo creer...no quiero poseerte pálido y vulgar reflejo de mi amada! ¡ Quiero irme de aquí, quiero alejarme de estas criaturas ridículas! ¡ Oh, cuánto horror...Oh, amada mía nunca volverás! ¿Y esos sonidos diabólicos de donde provienen? ¡ Horrendos dejadme en paz...!
 Si mi mente no declara que estoy lleno de ternura,si mi mente sin aliento no se expande con las llamas,en la desprejuiciada vidriera en que transcurres y pasas,incitándome a borrar aguijones y vestigios de embriaguez,embrutecido al dispersar el vaho tenaz de esa ventana, en la que veo mi basta piel ahogada en una palidez mortífera,como  mis canas y otros perfumes ebrios y amorosos,  que provocan ganas de pensar a gritos lo que el silencio, impío y el hastío sin nombre no declara.Y cuando este ciclón de revueltas en la montaña, con su furioso resoplido huraño de despojos queinútilmente espantado tropieze con el alma ya acosada, Y habiendo ya hecho las demandas más extrañas,las más cautivantes, las más gratas y despreocupadas,y si por fin, tan sólo caben señales opacas de senos cálidoscomo hojarasca que enceguecen mi párpados que cantan:deberé dejar mis brazos rotos con mis palmas porque " ¡Nunca verás tu sueño cumplido aunque te deshagas!"Entonces con un enjambre de enjoyados ojos en tenaz silencio,cuando tu cuerpo gentil y terrible se incline negando,cuando tu cabello se desgrane en polvo golpeando mi frente,o cuando sensibles y harto seductores hotiguen mi espanto,deslumbrando este amor que pugna con el maldito silencioy evoca un nombre que zarandea sin tregua tu ausencia,un nombre recóndito,un nombre desbastador como el Océano... que me hará exclamar un anatema con ruido de clavos y cadenas:¡ Hay de vos, elixir encantador que barres mis sentidos!¡ Hay de mí, perdido como estoy con este maldito papel en un desierto!.
 No te atrevas acunar la indolencia,que es una fatídica daga que muere conmigo,y si lo haces espero un rayo impúdicocuando la daga aguzada traspase mi corazónhasta helarlo como la cúspide de esa montaña.No creas que lloro por nada,salvo en el crepúsculo pleno de gloriososproyectos y largas confidencias.Sobre mi inerte carne complaciente,languidece un cincelado contornoque es tu dulce faz ante mi parca mirada,es entonces cuando centellean aprensionestemores y alegrías como espigas mojadas.La lluvia de esta noche me pone ante tu dolorpues la tormenta ha vuelto fantasmal la noche,mientras que espero con el corazón abiertoque tu risa no se mezcle con mi lágrimas.
                No te expliques ciertas cosas.        El amor no  se explica.        No se explican las hazañas,        ni el temor, ni la vergüenza,        ni las parábolas ni las metáforas        ni siquiera la pequeña diferencia        que nos diferencia y distingue.         No te expliques ciertas cosas,         la ignorancia no se explica         ni la roca que inmoviliza el rostro         del tiempo o de las monedas         que volteándonos tiramos en la fuente         de la discordia indefensa.          No se explica el placer de verte,         la nostalgia no se explica,         ni las costumbres ni los halagos         encuentran explicación que sirva.          No te expliques ciertas cosas,         de las horas perdidas o del árbol         partido infinitamente por los rayos,          ni la flor marchita, ni la alegría          de la danza ni la sinrazón de tenerte.
El amor fue doblemente lanzado a las furiasgriegas tanto como a los perros,y las cascadas apenas cubrieronaquel incendio.Los soles no pueden apagarse enmilésimos.sin fulgor las estrellas se fueroncomo durmiendoarrulladaspor extravíos que no comprendo.La plena claridad y su belleza secaronhasta el aliento.Estupores y desconciertos castigancon el venenoque va por dentro.Todo adorno a tu belleza es comovelase derrama y coagula.Simple certeza de brazos viejos.Al animal le urge la voracidady abrazado a tu piel se aferraal vientosin obtener perdón sino recuerdosde pupilas vencidas plasmadasy tachonadas en un desierto.
 Juntos esperamos volviese el perdón,pero tantas cargas nos pesan,tantas voces nos anidan,tantos ecos inundan nuestro jardínque sólo podemos mirar pasarla solitaria brisa de la mañana.Si voz amases esas mañanascomo yo las amo,hallaríamos espadas de silencioSi vos amases estos instantescomo yo los amo,tal vez sabrías que soy dos,unido por un hilo sutil,y por una sutil influencia, del que pide perdón siempre soy dos. 

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