• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
 No soy mensajero de la tristeza ni de la luz,ni del Sicomoro que asoló a Venecia,no soy descubridor del misterio quecala en el espanto o en la sonrisa ni transijocon la realidad que desborda el mundoni olvido los cabellos blanqueados,ni las miradas dulcificadas después del dolor.No soy un amante desprejuiciado,ni amo por amar a las estrellas,ni caigo derrotado por tu engañocon el alma que se soltó de la lunauna noche predestinada a beber sin sed.Por eso siempre amaré la libertad y el vino que destila de tu mansa piel,pero no seré un loco porque acepte la derrota,o quiera ampararme en el fracasoo porque recorra desiertos de soledado emprenda peregrinajes absurdosy quiera de repente lanzarme a tus brazosdonde alguna vez besé el lunar que sucumbió.No quiero ser rapsoda de historias del pasado,ni espero comprendas cuánto admiro el cielo hoy o mañana cuando despierte ensayando una sonrisapara que el azar me revele el destino de los díaso el castigo de los días,o la nueva textura de los días,o de los miedos de los días y de la sangre que nunca,nunca se enfría. 
 Palpar el amor, apropiarse del amor,es pecar con vileza, es amar las curvasacolchadas de sus caderas,Es la impudicia del vouyerista,que la cobardía no detiene,porque si te detiene mueres de espanto,Entonces.Es preferible la reivindicación pública.Es conveniente excusarse por tamaña culpa,Es preferible la miserable confesión del alcahuete,a la infamia de quien no se abre las venaso que asistas a tu propio funeral borracho y promiscuo,a que abras tu boca como un pescadoy mires de reojo a los infieles,apresurando el paso como un tunante,arrepentido como energúmenopor haber herido con gran placera los fieles votos ante el altar.¡Pero Chito, que nadie juegue este partido!¡Qué nadie pierda la sensatez,ya que dejar a una por otra emputece!Encarajina, emputece y complica.Entonces.Mejor ponerse a salvo en la virazón,y nunca caer en el proceloso amor.No sea el caso que se enreden las entrepiernasy todo quede en su justo término.¡Cuidado pues: Eso no se hace!¡Cuidado que Romeo y Julieta,una vez más, depusieron sus armas.
El vuelo colorido, moroso y alegre de las mariposas en la Plaza Mitre.La mañana dulce que acompañóel néctar de tus labios en el césped,la silenciosa respuesta que acudió lenta,la Iglesia que visiona el pasado y el porvenir,el repique de campanasy las fragancias que me llevaron a tu ladoel día restallante y el río tumultuoso,Tu grito ahogado y las manos tiesas,y, cuando ya no estás,las desvaídas notas intentando calentar mis horasaunque tampoco te sepa en la oportuna estrella.
Singular y espasmódico el oleaje,dispuesto asaltarnos con fiereza,con garras que el tuétano desgarra,macerando de fantasmas el olvido.Con dientes que injurian incoherencias,con gargantas que ríen roncamente,con besos que fatigan a mis besos,dispuesto a saltar los alambrados,y a quemarnos con la luna abiertay a yacer en las raíces del encuentro,donde mueren las palabras sin aliento,donde los pechos sangran con el rudo frío,donde la muerte se pudre hasta el hastío,y las muestras de valor se pierden,en ásperas nostalgias y dulces sueños,compartidos por dos almas solitarias, fuimos ávidos de pura fiestaal pequeño cuarto de tu vida,este año del señor... dos mil nueve.
 Prendido a mi corazónque sólo a ti te ama,desde la calle hormigueante,me detengo ante tu casa.Las flores de tu balcón,me saludan con prestancia,¿Acaso habrá otra vida detrás de esa ventana?Una sospecha traviesa,entristece tu cara blanca,¡no temas amor, no temassi en la hermosa madrugadaimaginas flores falsas!Que nadie perturbe tu amor,y si en todo caso algo pasaimagina solo esto:la góndola enamoradacon una pareja de mirlosy un barquero barba larga.
No creas que hoy es simplemente hoyhoy es ayer vestido con otro ropaje.Lo singular es que para nada importeel mañana ni que hayas renunciado a ti misma,porque tu recuerdo se impone en este vaivénde infinitos movimientos callados.Así las cosas, sólo es la ruina mencionadala que paciente hila tu cuerpo desde siempre.
Vaivén
Autor: alberto carranza  756 Lecturas
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No deseo llenarte de ramos de fucsias,robados en aquellos jardines de Quilmes,No deseo que mis poemas endebles,respiren sinsabores sobre tus ojos mojados,sobre tus aterciopleados instantes de paz.No deseo ser un galán atormentado,por abyectos via crucis de celos idiotas,que enceguezcan pupilas radiantes,como torpe enamorado de una aventura feliz.Mis miserias son tan pobres y tantasque crujen en mi cerebro del sueño,y me condenan a despertar en soledady me condenan a caminar como una víbora.Pero ten cuidado del prado que relucey que en un instante empalidece mi ofensa.¿ Sabes que es un prado de otra vida?¿Sabes que ambos conversamos en una quietudinmensa dentro de un universo adimensional?Es que mi amor , aunque evapore el cielo, nunca fue falsía.Mi amor de harapos tiene el esmalte gustoso de tu boca,y aunque me quede sin palabras o muera por tí,ante tu inesperado encanto de cisne con llanto, no derramaré una lágrima que moje tu alma clandestina,sólo entregaré fucsias robadas en los jardines de Quilmes.
Sólo sentí por ti un rebelde y atronador amory mi alma te acompañó donde fuiste,con mis entrañas locas y furiosas, di revueltas por no poder estar junto a ti.Sólo sentí amor y nada pude hacer,nada, apenas esperar ansiosamenteque comprendieses que el juego terminó.Fui un coyote que aulló en la noche,fui con mi espanto hacia otra existencia,ahora nada espero de tu mutismoy sobre la mansedumbre del prado ya nunca resonarán mis pobres ecos niya nunca responderán a mis requiebros,tus dulces y encantadoras palabras.Nada exigí y ahora no me consume ningún reclamo.Dejo a mi nostalgia desahacerse en  los silenciosdejo a  mi nostalgia estrellarse en el abismoen infrecuentes horas por el hastío castigadas,y dejo que de pronto caiga yo en la cuenta,que jamás, nunca en el fondo hubo nada.Que ya no caiga yo postrado si acaso,te presentas un día a mi miserable mirada.Ya esas fotos estan partidas, quemadas,mi  sufrimiento se ha trucado en consuelo,es nostalgia, es splint, es liftof es hilo de nada,y en estos casos asesina con su llaga.
Miríadas de veces, como trémulas hojas furtivaslos dispersos Cisnes cautivaron el aire denso,procuraron el jolgorio abrazador del ritoy arrasados por el instinto incomparablecon ojo avizor treparon la premura incierta.Porque los Cisnes perciben en su cortejo,la infalible música un festejo de aromas,y cuando cimbran sus largos cuellosy ensayan sus aleteos majestuosossus escaramuzas invitan a esmerilarla búsqueda, incesante búsqueda que nunca se sustrae del amor incierto.Una demorada efigie del lago trasparenteexcita su instinto, reflejado en su eleganteplumaje sumergido en aguas pasionaleshasta derrotar la penosa muerte que si seensaña, parezca un ballet inolvidable.
 Ese murmullo que llena la soledad nocturnaese murmullo que distrae mis soledades,  y que como un tenue canto abriga mi almao que acompaña la brisa matinal y luegoal sol que le da brillo a las flores que colorean las mejillas del verdoso jardín;ese murmullo que trae un viento inesperado,columpiando un anhelo fortuito y lejanoy que semejante a la seda se pega a mislabios,que acaricia mi frente con sus sones mágicos,ese murmullo apaciguador de mi añoranzaes  de tu voz que se apoderó para siempre de mi corazón amada...
 Algo de la infinita trama del amor reluce en losvaivenes esporádicos de la barca de aquel pescadordeshabitado por la herida que derrotó su alma.Fue por eso que atrincherado en la costa de marfil,lo sedujo una sirena inviolable que subrepticiase deslizó hasta el espigón leonado y lo atrapóhasta llevarlo a la ignorada profundidad en la quede nada valía boquear, ni combatir los repentinoslabios embriagadores, labios desconcertantesdurante el caos seductor, labios inaprensiblescomo carcajadas de Dios quien al final es quien decide el  intrincado juego del todo y la nadaquien decide el principio o el finaldel pescador que tantea el bello fruto prohibido,y que sin darse cuenta se postula hacia el furordel ser y el no ser más que otro mortal de pieltajada, de rostro incoloro, de revueltos cabellos,devorados por inusuales caricias, consumido duranteel raro acople a sabiendas que las cenizas ya no podrán ser sopladas en la superficie  que atañe a los mortales,ya que queda dicho que lo irracional es aguja de plata,y que ese corazón irreverente ganó algo nuevo y punzantealgo sutil y escurridizo.Ya que ese rostro herido de lágrimas y desecho, de temores vagos y circustanciales al volverse canto de pájaro es ensueño,y al volverse indiferente extiende sus alaspues olvida las penas de un alma ya deshabitada... 
¿ Y qué  puedo decir yo si soy escuetoigual que el tiempo que ha fraguadoolvidos en un recinto de espejismos,en las espesas flores de un  laberinto,espesas de aliento, espesas, pensativas en los inútiles secretos de los diosesde tan sólo el supuesto Olimpo...?¿Y qué puedo decir yo si soy sombra,sombra entre las sombras que se vancurtiendo en la inquieta noche sin vernada más que árboles muertos, tumbasde pájaros, edades sin tiempo...?¿Y qué puedo decir yo si apenas tejo en el procurado silencio y rotulo unos versosunos versos que plasmen la sucia torre,esa del pedestal durante el alba cercanadonde sin darme cuenta de a poco me pierdo...?¿ Y donde sin darme cuenta reclamo algúnconcierto? ¿Y donde sin  darme cuenta golpeo mi frente  porque pretendo oir senderos relucientes,crujientes de hojas... donde ahogar suspiros del viento frescotendido sobre el aroma del vasto silencio?
Habría que fijarse que durante el pleniluniocayeron despojos mudos en círculos abiertospor los sedientos sonidos de seres asustados.Habría que atender a los lirios que llegaronese atardecer de manos abiertas implorandoque tu cuerpo dejó ya de ser gris y viento.Habría que notar en esta amarga sensaciónimagen de este pálido crepúsculo platinado,las murmuraciones desgarradas en las playas.Habría que disimular la servidumbre de los sentimientos para entender la soledad triplicadaque se derrama en los montones del amor que yace.Habría que contemplar en tus entregas vanaslos resabios de tus besos amarrados a la obedienciade lo trivial, de lo banal al decorarte en el espejo.Y habría que sentir en este peso rezagado de la vidatu disimulada altivez de caprichosa niña enlutadapor la brevedad con la que aspira a  la cordura...  
Ese murmullo manifiestoen el fuego consumido,que distrae la soledadde mis noches y es ligeroaleteo de alondra es de tuvoz que siempre de mi escapa.Ese murmullo etéreo de floresy brisa trasvasada entrepedestales y antiguas casas,es de tu voz que apaciguala mañana.Ese murmullo que amanececon el sol y acaricia con susavia es de tu voz quenunca se cansa.Ese sedoso murmulloque a mis labios rescatay diligente se agiganta,que trepa montañas,que desciende hondonadas,es el eco de tu voz, amada.
Murmullo
Autor: alberto carranza  839 Lecturas
                No te expliques ciertas cosas.        El amor no  se explica.        No se explican las hazañas,        ni el temor, ni la vergüenza,        ni las parábolas ni las metáforas        ni siquiera la pequeña diferencia        que nos diferencia y distingue.         No te expliques ciertas cosas,         la ignorancia no se explica         ni la roca que inmoviliza el rostro         del tiempo o de las monedas         que volteándonos tiramos en la fuente         de la discordia indefensa.          No se explica el placer de verte,         la nostalgia no se explica,         ni las costumbres ni los halagos         encuentran explicación que sirva.          No te expliques ciertas cosas,         de las horas perdidas o del árbol         partido infinitamente por los rayos,          ni la flor marchita, ni la alegría          de la danza ni la sinrazón de tenerte.
Mientras Ruben Nuñez estuvo en prisión, rumió empecinadamente esos chismes escuchados desde siempre en los precarios fondines de la villa miseria Itaí. En las tristes noches carcelarias llegó a obsesionarlo la idea de que él también merecía hacer suya a la legendaria Negra Timbó aunque ni siquiera la hubiese visto una vez; tampoco los murmuradores que aseveraban sin el menor empacho que la codiciada y sedosa mujer morena tan sólo entregaba sus encantos a quienes se hacían de fama y de poder, sin abandonar jamás la villa miseria Itaí.En el verano, cuando el laberinto de asentamientos y casillas heterogéneas se desbarataban de mugre, los malvivientes eran fácilmente reconocibles porque no saludaban a nadie. Quienes los habían visto nacer, crecer y medrar como atorrantes, vituperaban aquella desconsideración pero se tragaban cualquier reproche porque era preferíble admirarlos y elogiar sus ostentaciones ( ya fuesen los poderosos motores de sus automóviles malhabidos ya las dudosas adquisiciones de la tecnología moderna, mayormente inservibles en esas viviendas precarias, en su mayor parte carentes de luz y de agua corriente.) Lo singular de estos malandras consistía en pasar casi todas sus vidas entregados a gloriosos desenfrenos: apostar ilegalmente era religioso. En sus discretos tugurios no hacían otra cosa que timbear e improvisar reuniones dedicadas a organizar kermeses o pialadas destinadas a entretener a los habitantes en un descampado criollo, a las cuales le seguían bailantas en el estropeado y bullangero club. Y por último, al anochecer, se dedicaban beber como esponjas para finalizar sus parrandas de dioses del pequeño olimpo, en los prostíbulos que proliferaban en varios puntos de la villa.Al evadirse de la cárcel, Ruben Nuñez tenía diseñado su plan para conquistar a la Negra Timbó. Pero durante el periodo furtivo le fue imposible concretarlo. Al asediarlo la policía usó documentación trucha y, en la etapa más virulenta de la persecusión, lo encubrieron gente de la villa a fin de eludir eficazmente las razzias.Las semanas en un aguantadero fueron similares a las del encierro carcelario. Debió privarse de todo por lo que retornó a la masturbación y a las súplicas a la virgencita de Itaí. Ni bien cedió el acoso policial le donó a la capillita un pedestal de laja y una cobertura de vidrio que mejoró la apariencia de la madre protectora. A los encubridores los abasteció de mercaderías que apenas lograron atenuar los males sempiternos de la pobreza. Nuñez no era realmente solidarios con ellos sino que cumplía pagando por sus servicios. Con las joyas y el dinero robado a buen resguardo y disponible antojo, solamente le urgía llevar a cabo su plan de conquista de la mujer morena.Siendo la villa Itaí desproporcionada y laberíntica, las averiguaciones sobre el paradero de la Negra Timbó resultaron contradictorias; incluso las que realizó en los prostíbulos - donde requirió magro placer-, fueron insuficientes. Descartó por lo tanto que la mujer legendaria en el amor precisase de aquella profesión para vivir y se sintió confundido por la incertidumbre.Antes de recabar datos precisos en los de Lucas Ramirez (ex-compinche de correrías y ex- marido de la Negra Timbó), cuando lograba dormir, lo hacía con un ojo abierto y sin dejar de musitar el nombre de la anhelada mujer morena.Para llegar a la vivienda, Nuñez atravesó pasadizos legamosos y el pantano de los sapos. Detrás, había un terreno resbaladizo donde los mocosos de Ramirez jugaban a la pelota y en forma oblicua se incrustaba la pocilga de sendos ambientes. Se dispuso a entrar  dándose cuenta que Lucas Ramirez sobrevivía a su peor época._ Parici mentira tanto año, ché..._ dijo Lucas, y aunque apenas se reconocían se dieron un abrazo entrañable.A diferencia de Nuñez, Lucas Ramirez era corto, patizambo y rechoncho: tenía la cara pulposa-   "mi geta" - decía él - y arrebatada por el exceso de vino. La mirada entrecerrada, oscura, se había vuelto apagada y la boca, repleta de saliva y con dientes podridos, había perdido la costumbre de la sonrisa. Parecía un rostro esculpído a puñetazos.La mujer de esos días, apodada " La crenchuda" ( por su pelo de puercoespín) era peor que el marido, mejor dicho, se veía más desolada, aunque la visita de Nuñez la puso contenta. Este, al verse saludado y festejado por el enjambre de mocosos, se sintió una mosca blanca entre moscas negras, pero no por el matiz de su piel sino porque  imaginaba el cercano porvenir de dicha que se auguraba para sí mismo junto a la mujer morena.Pero antes de indagar por ella, desparramó en las manitas percudidas caramelos y chocolates._ Te veo bien Lucas_ dijo sin sentirlo._ No como en aquillos año...¿eh?En la piecesita, donde Lucas encendió una vela y extrajo de un sucucho roñoso su botín, le explicó que de la venta de ese equipo de C.D de un vehículo trabajosamente desmantelado dependía la susbistencia de su familia. Movió compugido su cabezota al decir:- " Ya no me dan la pierna pa, fanar...ya no tengo reducidor ni posibilidá de pelecheo" y lagrimeó flojamente. Nuñez eludió el mal momento preguntando si acaso " El Lulo" estaba preso. _ Pior. Lo sacramentaron en una batida de antiyer. Sin él los di esti setor estamo jodido..._A Nuñez le fastidiaba las llorosas explicaciones del compañero seguramente destinadas al mangazo; además no quería dilatar el motivo de su venida y ya no soportaba los vapores hediondos que fluían del apisonamiento de tierra. Se tapó la nariz con un pañuelo impecable, como si sonase una mucosidad e intrigado preguntó si acaso habían enterrado a alguien. Lucas, certero y perspicaz por un instante, indicó el pantano adyacente como emanador de los efluvios insoportables. En el mismo sentido, Nuñez preguntó si todos cabían en el miserable reducto en el que estaban y el otro repuso:" Cabimos todos, ché y si hacer frío nos calentamos culo contra culo".Entretanto, en la cocina " La crenchuda" revolvía afanosamente un guisado. Nuñez aceptó a disgusto la silla insegura ante la mesa casi servida y puso el resto de su esperanza en que se iría pronto._ ¿ Y vo, tiné reducidore, Ruben?_ Hay dos disponibles en el norte, te doy las direcciones_ le entregó el papel con un croquis desparejo  y supuso que se daban las condiciones para ir a lo suyo.Lucas guardó el papel con los preciados datos de sus salvadores y sorbió feliz su vino chasqueando la lengua. A pesar de sus reiteradas negativas a la amable invitación, Nuñez no pudo eludir el temible guisado. La familia ante la mesa vacilante conformaba un bloque parloteador que deglutía  sin posibilidad de indigestiones. Al rato decorcharon la tercera botella de vino y la crenchuda sirvió la segunda vuelta del masacote que ni bien aterrizó en los platos fue consumido. Las entrañas de Nuñez se rebelaron; tuvo que beber en abundancia para lograr digerirlo._ ¿ Así que vo también andá desbochao con la Negra?- comentó Lucas cuando entendió la causa de la imprevista visita y exclamó: " Tá, gueno, ché - aflojó el cordón que sujetaba sus pantalones galvanizados de mugre y dijo socarrón-,¿ Quién iba a decir que vo te preocuparía por esa hembra?_ ¿Por?_ Por que saben que juí el marido y vario pelotudo vienen todo lo año averiguar por ella...Considerándose otro " pelotudo", Nuñez se sintió humillado. Los ojitos de ratones satisfechos auscultaban sus reacciones y silenció una imprecación: " ¿ Por qué me miran así hijos de puta?"Para colmo la crenchuda, celosa de la mención que se hacía en sus narices a la Negra Timbó, lo miraba bizca y con enquina. Nuñez abandonó la cuchara sobre la porción del duro y frío masacote, que esta vez le sirvió con bronca y de prepo, y se esforzó por mostrarse de nuevo amistoso._ ¿ Y vos por qué la dejaste?_ Le errás, ché, con ella es jorzoso irse. Eso sí, aunque la cosa ande pa, la mierda, le cumplo con la pendeja..._ Ah, tiene una ratona tuya...- concluyó Nuñez decepcionado. No captaba del todo el significado de la explicación._ Ahí son varia...Una es mía.- Aclaró Lucas y chupó agradecido el cigarrillo invitado por Nuñez._ Parece complicado- dijo éste y fumó con desperación, queriendo ahuyentar su repentino decaimiento._ Para nada, ché. Lo elogio que se hacen de la Negra son menore que la realidá...Atracado de guiso, martirizado por retortijones y la sangre rebotándole en las sienes, Nuñez volvió a su casilla infernalmente descompuesto. No obstante, ningún malestar podía disminuir la felicidad que sintió al saber donde vivía la mujer morena.Pasaron unos días hasta que, con el cabello pulcro e impecablemente vestido, trepó los espaciados peldaños  que desembocaban en el mirador de la amplia vivienda de la Negra Timbó. Esta era atípica. Aislada y de gran solidez, estaba demasiado bien construida como para pertenecer a la villa miseria que, desde el mirador que la circundaba, se diferenciaba a la distancia atiborrada de chapas y cartones.La casa de dos plantas, había sido ensamblada sobre un vigoroso y secular entramado de quebrachos previendo las crecidas del río vecino; como testimonio se podían ver las marcas seglares de las inundaciones que nunca mellaban la dura madera.Desde la amplia y alta galería enrejada, se le reveló a Nuñez aquel panorama de viviendas precarias de Itaí. A partir de la extensión enlomada y verde se formaba la gigantesca cuenca que las contenía. Lo más sorprendente para él fue descubrir que el deplorable e inextricable amasijo de casillas conformaban una colmena inmensa  estrictamente centralizado en ese sitio donde ahora estaba, entonces murmuró: " La Negra Timbó es la Abeja Reina de este gigantesco panal" y por un rato quedó deslumbrado cavilando en esta formulación inédita.Pero de repente tuvo ganas de irse de allí; no podía evitar la conternación, la perplejidad y  el miedo. Pero tomando aire y coraje siguió esperando que alguién atendiese sus reiterados llamados pues desde que había llegado no hacía otra cosa que golpear con los nudillos sobre la gruesa puerta infructuosamente. Por suerte, oyó que desde la ribera serpenteante, detrás del recodo arbolado, provenían voces suaves y rientes. Con impaciencia se dirigió hacia el umbroso recreo y al irrumpir en el grupo de jovenes morenas en cuclillas quedó azorado. Rodeaban una mesita plegable y jugaban a los naipes. El saludó a todas y cada una tendiéndoles su mano con exagerada cortesía, balbuceaba su propio nombre al presentarse y  no cesaba de disculparse por ser inoportuno al estar ellas semidesnudas. Y de pronto se sintió como un ganso que quiere evaporarse en una carrera al disloque o, más bien, como un gaucho ebrio al apearse del caballo. Ebrio de ver tantas caritas de mentones proporcionados, de ojos redondos, grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad; ebrio cuando algunas de esas ninfas morenas corrieron hacia la  adyacente orilla para llamar a la madre a quien Nuñez entrevio, al asomar el espléndido torso de la superficie leonada del río; ebrio al advertir que la mujer morena era más sensual de lo aventuradamente soñado y ebrio al notar que la faz atezada lo contemplaba con ojos entornados y de esas pupilas de fuego provenía una brisa impiadosa y también una frialdad metálica al decirle sin la menor emoción: " Sé quien sos. Conocí a tu padre muy bien. Es una lástima que haya muerto ya que todavía no saldó su deuda conmigo."Si bien tal comentario lo aturdió, enseguida su mirada empelotada se enganchó a la ingravidez del cuerpo moreno que emergió de las aguas por completo y se dirigió hacia él. Nuñez fue irremediablemente atrapado por la belleza de los senos que se balanceaban como oscuras palomas salidas sorpresivamente del pajonal e irremediablemente atrapado por esos ojos ambar y por esos labios de miel. Pero antes de emerger del todo, los brazos habían gravitado sobre la cabeza redonda y los dedos finos escurrieron la cabellera que chorreó y se fue deslizando como un pesado plumaje sobre el espléndido arco de su espalda. Nuñez, atónito,cohibido, inútilmente luchó por salir de una especie de cortocicuito. Sin cesar se preguntó que habría tenido que ver su padre con "semejante preciosidad de mujer." La mujer morena, ya junto a él, le tendió la mano que entró en la suya como una  tibia joya palpitante, plena de juventud. Pero "La  Abeja Reina"- (así la llamaría siempre en su interior)-, continuó con la pormenorizada evaluación - vivaz y despiadada-, como si el desasosiego del visitante no requiriese conmiseración. Nuñez percibió de inmediato la peculiar fragancia que emanaba de la mujer morena. Sus olores eran sutiles: a sol que entibia, a agua de manantial que escurriéndose en gotitas adornaban con huidizo brillo su piel de caoba, y además olía a los ábolados que los rodeaban como si siempre hubiese aflorado de sus frondosidades. Y al quitar de su mano torpe, la pequeña mano palpitante y decirle que era un gusto que se hubiese acordado de visitarla, Nuñez se fijo a la sensación del huérfano abandonado a un trance durante más tiempo del que cabría soportar._ Bueno- dijo la Negra Timbó- ahora se vuelve posible de que el hijo se haga cargo alguna vez de la deuda impaga del padre...- Y dándole la espalda, se alejó para secarse con un toallón que pendía, con otras prendas, de la rama baja de un sauce. Mientras eso hacía empezó a mirarlo con otra expresión, una expresión conciliadora suave y dulce. Al caer en cascada el cabello abundante ya seco, ocultó de su rostro oval las pequeñas orejas. Se puso la bata blanca y le sonrió. Por encima de sus labios espesos, la pequeña nariz  anhelante le prestaba mayor expresividad y encanto. De pronto su fisonomía se volvía sociable y al volver hacia él, el cuerpo flexible onduló con la rítmica animación de sus caderas maravillosas. Ajenas a estos pormenores, las hijas ya habían dejado el juego de naipes y se alejaban hacia la cercana vivienda. La madre las siguió. Se marchaba sonriendo una vez que le dijo a Nuñez que la esperase. Sensibilizado por las siluetas eróticas que se iban en fila india, Nuñez esperó pero inquisitivamente.  En primer término le pareció raro una mujer joven pródiga en hijas mayormente núbiles. Le pareció singular que tuviese un cuerpo tan firme y elástico y que sus formas fuesen estrechas y sin señales de los murmurados combates lúbricos con un sin fin de hombres, a través de varias décadas. Por otra parte, lo aguijoneaba la relación que había tenido con su padre y apremiado por deducciones inconclusas aumentó su abatimiento aquella deuda heredada que, de ser mínima, no le hubiese ella reclamado y de tratarse de una cifra cuantiosa afectaría su propia seguridad, indudablemente. Memoró el recibimiento, su propio estado de pánico y su percepción del misterio en la mirada de una mujer bellísima y que a la vez y por instantes relampagueaba con rayos de malignidad. Entonces retornó su apremió por escapar y no volver ya nunca. Pero al ella reaparecer sonriendo como se había ido volvió a motivarse su pasión que suponía oculta. La Negra Timbó trajo un termo y los implementos para matear. De modo que sentados a la margen del río, debajo de los sauces llorones, el tiempo empezó a detenerse y Nuñez rogó a la virgencita de Itaí que la mujer a su lado tuviese el alma simple de cualquier mujer.Empezaba a resfrescar y debajo de los árboles, se respiraba el clima apropiado a la confidencia desapasionada. Así lo supuso él.Y también supuso su propio control a pesar del ansia loca de revolcarse en la cama que fantaseaba por el sólo echo de verla a su lado. El elixir afrodisíaco que emanaba la Negra Timbo ( La Abeja Reina), lo entristecía, era demasiado poderoso para no caer en el deseo frenético e incontrolable. Embargado por la emoción atropelladamente la interrogó sobre su pasado. Y cometió una burrada._ Deberías desprender las larvas de la debilidad- dijo ella reprensivamente.Nuñez tragó saliva. ¿ De qué hablaba? Ella pausadamente le explicó que los cuerpos humanos tienen un imán para absorver las ondas negativas creadas por la mente. ( ¿ Ah, sí?- dijo él.) Y la envidia, las mentiras y todas las debilidades y defectos originan esas larvas que se adhieren a la irradiación natural de nuestras pieles.(!.............!- él quedó mudo.) Y ella luego se puso hablar de los problemas y dificultades por los que atravesaban los habitantes de mi " villa" y codificó las enfermedades endémicas y la indigencia que la asolaba e insistió en aquella vieja idea de encabezar un fondo asistencial para empezar a revertir esos males.Visiblemente conturbado, Nuñez tuvo la sensación de la felicidad y la desdicha al mismo tiempo. Por primera vez, experimentaba el amor y se sentía inepto, sobrepasado. El era un tipo forjado a los ponchazos, con un carácter hecho de colgajos morales, disponible a la pobreza espiritual ¿cómo entonces, operar alguna audacia, algún refinamiento para que ella lo admirara? Nuevamente lleno de pánico la escuchó agotar aquel tema de la pobreza de los villeros y sólo al hacerse la charla más íntima le volvió el alma al cuerpo.  Sin embargo, la pícara idea e intención de lograr una caricia, un roce prometedor, se diluyó a medida que ella repasaba las vicisitudes de su pasado. Oscilando entre la inquietud y el desaliento, él pujó para que el tiempo que allí parecía inconsistente, pasase con rapidez. Al centelleo de los ojos infinitos de la noche la mujer morena calló y se dispuso a partir._ Ya es hora- dijo- pero vení cuando quieras, me gustó charlar con vos.Se alejó cadenciosamente, como si sus formas onduladas modificasen la penumbra.Y Nuñez desanduvo la turbiedad de las callejas de la villa miseria todavía asustado. Asustado por el frío repentino y la noche cerrada y por el vaho que se enroscaba en sus piernas ya invisibles: su interior era puro susto. Llevaba consigo, impreso en sus asustadas retinas, el cuerpo desnudo de la mujer morena. En el corazón se le habían grabado los ojos nocturnos y la susurrante voz del final de la charla y como el poeta que jamás soño ser, iba musitando: " Abeja Reina de mi alma." Y encadenado aquel susto que duraba y aquel amor que sólo se siente una vez en la vida, arribó a su vivienda. Por la noche, sin sueño, recordó la narración que la Negra Timbó hizo de su pasado. Durante la pubertad tuvo maridos y amantes que terminaron por serlo. Ellos originaron la leyenda de sus atributos amorosos sobrehumanos, si bien ninguno fue capaz de mantener con ella una relación fructífera.Según su versión " una vez saciados desaparecían inexplicablemente." Podía conjeturarse crueldad y desaprensión en los innumerables rostros anónimos que la mujer morena denominó " mis hombres...lo hombres de mi vida", e imaginando toda clase de injusticias y abyecciones Nuñez los deploró, aunque probablemente él hubiese cometido los mismos agravios.En realidad había entendido casi nada de la real hondura de los padecimientos de la Negra Timbó. Y al desandar repleto de aquel susto por los intersticios malolientes y brumosos de la villa miseria donde había nacido, tenía el presentimiento que ese estado amoroso que sentía no desaparecería jamás. A medida que avanzaba esa noche insomne, le escoció reconocer su ineptitud ante la sobrada experiencia de ella. Con destreza sorprendente escapaba a cualquier control y esa cualidad elusiva aumentaba su necesidad de certeza menoscabándolo. No era de macho aceptar un papel inferior, hubiese sido no tener las bolas bien puestas y todavía padecer por eso.. Y quiso creer que ella había ignorado que lo descolocaba con facilidad, prefirió creerlo porque en su mundo hostil no cabían las sutilezas. Pero, recordó, mientras retornaba a su vivienda medio muerto de susto,  que se confesaba que esa Abeja Reina era peligrosa y que ya no debía  volver a verla. Pero en su cuarto, esa larga noche sin cerrar los párpados más que para rememorar la espléndida desnudez de la mujer morena, se sumergió en la almohada, artificio inventado para calmar un tanto su pasión y la  fantástica excitación que lo abrumaba haciéndole pronunciar palabras de amor.Por varios días anduvo irresuelto, incapaz de decidir qué hacer. La desventura de la oclusión se arraigó en tal forma que comenzó a desquiciarse. Clausuró sus salidas. Imaginó que estaba preso de amor y eludió a lo guapo los gritos de sus pares que lo invitaban a la parranda porque consideró inútil pretender descargarse en los prostíbulos, a los que antes era concurrente asiduo.Finalmente los aplazamientos de sus salidas y cavilaciones cedieron. Un ramalazo de aliento vigoroso le llenó repentinamente el ánimo y se preparó para visitarla de nuevo. Había comprado muchos regalos, muchas finezas que atiborró el baúl de su poderoso Mercedez Benz y el día de la primavera golpeó con ímpetu la puerta del mirador. La Negra Timbó lo recibió fríamente. Observaba a su pretendiente que ardía como una brasa, rodeado paladinamente de tributos y le cerró la puerta en la cara.El incidente debió olvidarse; por lo menos Nuñez perdió concciencia de esa metida de pata y ella, no creyó meritorio mencionarlo la vez siguiente. Pero las faltas de ubicuidad de Nuñez no cesaron. Exageraba su modocidad, rebuscaba las palabras para agradecer las invitaciones a cenar y, en las charlas de sobremesa, derramaba el anís e invariablemente hacía añicos alguna rara porcelana oriental. Contrito por sus torpezas, solía huir bajo algún pretexto, llevando consigo el sentimiento de lo malogrado. Muchas veces, es cierto, intentó revertirlo proyectando su propia desvalorización en aquella extraña familia de la que era, después de todo, el hazmerreir. Pero el propio menosprecio había ya tocado fondo y en las noches se manifestaba a través del ensueño patológico:un amasijo de alucinaciones eróticas que llegaron aterrorizarlo. La mujer morena actuaba en esos sueños partiendo de una feroz y frenética lucha sexual para al final metamorfosearse en araña tejedora de la pegajosa red donde él quedaba definitivamente atrapado. Despertaba de esos sueños temiendo enfermedades como un hipocondríaco. Las incursiones on´piricas, durante el día lo ponían  de mal genio y furiosamente se desquitaba rompiendo objetos valiosos contra las umbrosas paredes de su cuarto. A puertas cerradas  ensayó fabular algún modo de persuación que conquistara  a la mujer morena y la hiciera suya para siempre. De ello resulktó la disposición a entregarle la vida, su dinero malhabido y a ser su esclavo. La única condición era que se le entregara  sin restricciones de horario sexualmente una vez. Sölo una. Y al soñar la noche siguiente que eso ocurriría se sintió completo, sublime, elevado. Sin embargo todas aquellas ensoñaciones a duras apenas atenuaban los delirios de su pasión y resignadamente volvía al mirador , y se conformaba con ver y escuchar a la Negra Timbó quien por enésima vez y con idéntico tono, susurrante y conmovedor, le narraba la ingrata versión que el nunca conseguía entender porque estaba pendiente de los roces de su mano en la mano de ella y de sus olores enervantes.Las desalantadoras alternativas terminaron abruptamente la noche que la mujer morena le dijo: " Ruben quiero que seas mi marido. De acá a dos meses nos casará Ivanof que entiende de esta cosas.Nuñez sintió un alivio inconmensurable ...y curiosidad. Pero dejó de lado la pregunta( de por qué debía casarlos el jefe gitano en una carpa y no el cura en la Iglesia como Dios manda), porque estaba enloquecido con aquella revelación de su amada: " La Abeja Reina por fin me demuestra su amor" murmuró para sí, y atrevidamente le pidió un beso para sellar el compromiso. Recibió un abrazo y un beso apasionado que lo electrocutó animicamente, y luego medio flojo y estúpido, tal cual él lo esperaba pero mucho más. Sin embargo su futura consorte enseguida pasó a otra cosa. Consideró primaramente los preparativos para la boda que debía ser fastuosa. Por su lado, el novio, generosamente dispuesto, le cedió toda iniciativa al decir: " Mi amor, hacé lo que se te antoje". Por supuesto no se percató de su imprudencia; las apatencias de innovar de su futura esposa contenía ribetes maníacos y, como nunca antes, la vivienda se sacudió hasta los quebrachos.  A la parte superior no se la podía convertir en una residencia pero si prestarle esa apariencia  y, de tal de modo, se construyeron buhardillas y ventanales y se cambiaron los techos de chapa por tejas azules que llegaban hasta los aleros de la galería y el mirador donde se adecuaron manuelines ( pequeños observatorios elegantes), y en las inmediaciones verdosas se cambió el cesped por un parquizado tipo oriental con un lago central donde se vieron maravillosos peces de colores, de todo tamaño. El amplio recibidor de la casa  recibió los honores del cine y, en igual forma la cocina que se copió integramente de una película norteamericana pero mucho mejor. La sala de estar, espejada en el fondo, lució con nuevos tapices, Chifonier, juegos de muebles laqueados, vitrinas y repisas con minaturas orientales, porcelanas Meissen y Satsuma Imperial. En las paredes se colgaron cuadros europeso de J. Navarro, Zuluoga y Boudin entre otros.Al volver de la ceremonia, efectuada en la carpa del jefe gitano, que recibió por la consumación espiritual de la pareja una suma grandiosa, tuvieron una recepción magnífica y atípica. Los trescientos invitados en su mayoría vestidos con extravagancia, suspusieron que el festejo duraría dos días o más; pero se llevaron un chasco. Al cantar los gallos de medianoche, se paralizó la orquesta de cuerdas gitanas y se retiraron de las mesas de mármol los manjares y las bebidas. La Negra Timbó en reserva, escoltada por todas sus bellas hijas, mostró una ves más su  carácter decidido y violento. En primer lugar exigió a su marido que dejase de disparatar y beber; enfrentó fulgurante a sus ex-maridos safados y borrachos y los echó a puntapiés. Cuando volvió a su aspecto calmo, pidió al resto que se fueran.Al cabo de una hora, en el silencio de la habitación de la mujer morena, la línea flexible y ondulante de su cuerpo de caoba fue reconocido por las ansiosas manos de Ruben Nuñez. Como aseguraban los murmuradores la Negra Timbó era una luchadora incansable en las lides amorosas. Nuñez probó la plenitud de sus aromas y alimentado por su aliento fue envuelto en  el deleite supremo del crispado y sistemático ir y venir de las caderas lunares. En amortiguado resplandor de la lámpara la contempló antojo y absorvió muchas veces el sofisticado filtro erótico sin notar el paso de las horas y de los días y creyéndose el rpimer hombre que recibía los dones de esa mujer superdotada en lo sensual.Pero inesperadamente, la inconmensurable plenitud fializó. Fue al promediar el verano. Amanec´pia y su mujer, luego de los espasmos y tensiones del amor, se dirigió al ventanal a sistir al nacimiento de la sangrienta aurora. Desde allí, poco después, despertó a Ruben Nuñez para decirle, con voz imperativa aquella letanía escuchada y jamás olvidada por cada uno de los ex-maridos." Querido, amor de mi vida, todo se cumplió en mi corazón. No nos veremos en este lecho nunca más - y agregó señalando su vientre levemente hinchado_ Cuando ella nazca llevará tu apellido. La verás cuando quieras siempre que aportes para su sustento y el mío...                                 
¿ Qué será eso que a mi venasvuelven locas como el rayoy ebrias como el vino?¿Qué será eso que hieremi alma y fatiga mis sienesencadenada alados designios?¿ Qué serán estas nochesde pesados deseosde simientes que pujany ebrias como el vinose refugian en mi mente? 
 " Sin ilusiones el mundo  pierde toda la belleza para transformarse en una pobre bolsa llena de harapos".
Si puedes dar y recibir en cada instante,en cada momento y en cada latido......¿Qué más puedes pedir a la azarosa vida? 
 Son dos polos de una situación dada:lleno de incertidumbre el cazador esperahaber apropiado el lazo para cazar su presa, pero esta es lider en escapes , no sólo su instinto, su olfato, su vista,que brilla asombrosamente en la oscuridad  es infinitamente desarrollada...¿quién será entonces el cazador?El enigma es parte de la vida, la astuciapertenece a la inteligencia y un sesgo demayor o menor hace la diferencia Sin embargo lo que parece una lucha sin cuartel,termina siendo una sorpresa inédita...
 Yo estaba en medio de una roca...¿ Perdido en el mar?Yo estaba en medio de una roca y preguntabaa Dios donde estaba.¿ Adónde estaba El?Yo estaba en medio de una rocay me preguntaba si Dios estaba ahí.¿ En la roca?Yo estaba parado en esa roca inmensa como el Universo pero de prontosólo quedó tan solo el crepúsculo de fuego.¿ Anochecía?Sí; y las nubes fogueadas volaban en derredordel mar. Un Delfín nuboso siguió a otro Delfíny a otro y a otro que ya eran grises internándoseen las sombras: todos los Delfines fueron perseguidospor un pato deformado...¿ Y Dios? Dios estaba ahí.
Intemperantes vientossacuden los manzanos y es porque la tierraestalla lastimada,es cuando la fraganciade este amor es arrasaday cuando tus hermosos ojosinvaden mi nada...O también cuando doy revueltas, abro puertas,sacrifico ventanas,lanzo imprecacionesen las noches frías, solitarias.Hasta que de prontobrilla de nuevo esa Venuslejana y tejo y retejocon manos afiebradasla trama de este amorque jamás acaba...
Esculpió rostros transfigurados encalmas.Esculpió una estatua que provocóel escarnio,y apenas lo hizo con su sóla mirada.Esculpió la vida como  creandoun alma.Esculpió la noche de una sólacamada.Y esculpió el amor incendiadoque ya no se apaga.. 
 Apegado a tus labios de moluscoy a tu piel como hiedra desvaída,o como la enamorada del muro,recojo mi sed de mis cenizas,caigo de mí mismo y transcurren las horas.Por esas horas encanalladas, por esos labios resecos, le pondré el pecho a la aurora.No importa que me retuerza de pavor, ni que zumbe tu recuerdo en el silencio,no importa que no recoja orquídeas fogosas cautivo de tu pelo, de tus manos y de tu boca.¿ Acaso importa que mi soledad se marchite sola?Ya tus senos no lloran el amor precario,ya tus piernas no aprietan el viento guardado.Ya obtuviste el blasón de mi vida.Ya lograste lacerarme con tu látigo. , 
Tu misterioso sendero essendero sin alabanzas,metamorfosis de tus palabrastransformadas en trampas y en saña.Y es la flor de Lis grabada a fuegoen los innumerables hombrosen los impasibles juegos del amortan imprecisos en sus tardanzascomo el arminio domesticadocomo el clavicordio cuyos sonespartieron de la estación y murieronen el aire puro como muere el variopinto de flores sin ningunatardanza.
El adormilado traqueteo deja el paisajey se concentra en la mente en suspensión.Ojos abombados  ven lo desconocido,es inútil que queden huecosy sin palabras.El tiempo se deslizará hacia el mutismo.Una rosa té y un pájaro azulquedaron atravesados por la espinapero no extrajeron una gota de sangredel corazón en llamas.
 Si mi mente no declara que estoy lleno de ternura,si mi mente sin aliento no se expande con las llamas,en la desprejuiciada vidriera en que transcurres y pasas,incitándome a borrar aguijones y vestigios de embriaguez,embrutecido al dispersar el vaho tenaz de esa ventana, en la que veo mi basta piel ahogada en una palidez mortífera,como  mis canas y otros perfumes ebrios y amorosos,  que provocan ganas de pensar a gritos lo que el silencio, impío y el hastío sin nombre no declara.Y cuando este ciclón de revueltas en la montaña, con su furioso resoplido huraño de despojos queinútilmente espantado tropieze con el alma ya acosada, Y habiendo ya hecho las demandas más extrañas,las más cautivantes, las más gratas y despreocupadas,y si por fin, tan sólo caben señales opacas de senos cálidoscomo hojarasca que enceguecen mi párpados que cantan:deberé dejar mis brazos rotos con mis palmas porque " ¡Nunca verás tu sueño cumplido aunque te deshagas!"Entonces con un enjambre de enjoyados ojos en tenaz silencio,cuando tu cuerpo gentil y terrible se incline negando,cuando tu cabello se desgrane en polvo golpeando mi frente,o cuando sensibles y harto seductores hotiguen mi espanto,deslumbrando este amor que pugna con el maldito silencioy evoca un nombre que zarandea sin tregua tu ausencia,un nombre recóndito,un nombre desbastador como el Océano... que me hará exclamar un anatema con ruido de clavos y cadenas:¡ Hay de vos, elixir encantador que barres mis sentidos!¡ Hay de mí, perdido como estoy con este maldito papel en un desierto!.
 No te atrevas acunar la indolencia,que es una fatídica daga que muere conmigo,y si lo haces espero un rayo impúdicocuando la daga aguzada traspase mi corazónhasta helarlo como la cúspide de esa montaña.No creas que lloro por nada,salvo en el crepúsculo pleno de gloriososproyectos y largas confidencias.Sobre mi inerte carne complaciente,languidece un cincelado contornoque es tu dulce faz ante mi parca mirada,es entonces cuando centellean aprensionestemores y alegrías como espigas mojadas.La lluvia de esta noche me pone ante tu dolorpues la tormenta ha vuelto fantasmal la noche,mientras que espero con el corazón abiertoque tu risa no se mezcle con mi lágrimas.
Se descalzó la adversidad repentinay en su firmes, pudorosos contornos,tropezó con esas baldosas que mojaronel rocío invernal.La alzada voz del sombrío vendedor dechupetines,  el fulgor con que frota sus gastadas manos,el carrusel de pasos torpes de los cartoneros,el aire terco que oscila y deslumbra tus ojos,fueron testigos de tu enojo conmigo.Sobre el desnudo paisaje de árboles,emergen destellos salvajesque malévolos te acercan a mi vaho,misterioso horror pues alguien tambiénte acerca mi cuerpo enfriado por tu cuerpode espectro nocturno.Y surgen temores compartidos,lúgubres miradas emplea la monotonía,para achicar la distancia de sueños incoloros.Y esa desmesura preanuncia perfiles de coronaamorosa, desdichada... de ti que ya no sabesamar la ternura.
 Deberías ver cada mañanael imprevisible recorridodel Colibrí que supera todamirada con su veloz aleteo.Deberías ver su ansioso yhuidizo sondeo de la corolaque también supera el hastío.Pero hoy, por singular percancese topará con la tramposa,esa refulgente vidriera quelo doblega,lo aplaca,lo ciega,lo acosa y que,cuando caedesprende de él plena belleza.Y ya que ante tamaño ultrajenada hay que pueda yo hacer,me quedaré solo, mudo testigotriste ante el yaciente plumaje. Tal vez resurgas bello Colibrí,  y vuelvas de pronto al nuevo día y sin turbarte libarás de mi estambreserá ese el día en que mi corazónobtenga de nuevo ardiente coraje. 
En el mundo de pronto hubo otro diluvioy esporádicos vaivenes detienen las marchas de sueños rotos, sueños huecos y sin  tasa en dirección que remarcan despoblados,hererogéneos contornos y mudas alabanzasen un recorrido de flores, un pasadizo bello donde los peregrinos van dejando afanosashuellas sin medir distancias, huellas que yahoradaron mi espalda de raros matices,de arabescos que armaron de a poco esteMandala...Ya debería aparecer algo que imperiosamentenuestras almas proclaman... Por ejemplo, mis besos en tus besos,rebrote por derecho que nuestras almas reclaman,asombrosos perfiles del amor que aún apaciguadonunca calla...
 Padeces de malos humores puescomo ojitos sueltos te embozas,subyaces en la noche sublunar,como máscaras superpuestas,vas buscando en ese camino inciertola venganza de la barbarie.Nunca te muestras en tu lealtadpues proyectas de tu euforia loclandestino de tu pobre condición.Y haces usos del lenguaje para regulartu inopia y aunque te descubras anteel pequeño altar, encarnas voces delas furias, pobres brujas anémicas,de singulares odios, de singulares brindis,que llagan la paz con cristales rotos,ante la redoma del homúnculo,ante lo efímero del Fausto eternizado,ante el pudor Werteriano, singular,único, muerto de amor y eternizado
Descendí hasta tus palmas y te extendiste plena,descendí hasta tu ternura y la acorraló el desencanto,descendí hasta tu ruina e imperiosamente la sedujoel vértigo y el desgajado miedo de los campanarios.Esa aciaga noche arreció una llovizna incierta¿acaso lo recuerdas?¿ o permanecías cruel y prisionera?Descendí de nuevo y signado inicié mi viajey amado por tu dolor aspiré tu raro aroma,asi que ya no supe si en el rescoldo de una esferaalguien ( que no soy yo)presintió días de calmade una feliz primavera.
 Despues de la tempestad emocional que había arreciado desde la noche del sábado a Ludiana le hubiese gustado hallar un equilibrio pero se hallaba descolocada y con su sensibilidad a flor de piel. Cada vez que  sondeaba en sus pensamientos buscando un centro que la identificase con su vida hasta el viernes anterior fracasaba; se sentía repleta por el cúmulo de impresiones azarosas desde que la madrugada del Domingo se había entregado en cuerpo y alma a M.O.Quizá influyese el que hubiese vivido durante años ajena a esa clase de tentaciones. No tenía compromisos, no aceptaba entablar ninguna relación, permanecía libre de toda debilidad en ese sentido, lo cual significaba que prefería vivir en soledad, prefería abstraerse en sus estudios y en su trabajo, ensimismarse en el hermoso silencio de sus largos paseos alrededor del lago o  durante los dias feriados dedicarse a contemplar los estremecedores paisajes de la serranía cordobesa. Las relaciones amorosas le habían parecido hasta entonces algo abstracto, algo prohibido, algo tabu, por lo tanto no las pensaba para sí misma; directamente no la entusiasmaban y se hallaban ajenos a su enfoque del porvenir. Pero de repente  el amor se había presentado complaciéndola de un modo inesperado. El alma aterida se había encendido de una forma insólita y al descubrir aquel secreto, su vida se revertía con una sensación maravillosa que bullendo en su sangre la transformaba en una mujer profundamente feliz.
Segundos antes de beber la lejaníase despertó el sol en la ventana.Desarmonía en los ojos siempre clamany un sinsabor: único secreto develado.Espinas que extraen jugosos pleitos,viejos paisajes hundidos en la barca,al crearse lapsos de soledad angustiadadel mayor amor con dolor en llamasse desconcertó nuestra memoria.Así jadearon emociones extinguidas,Así, enlutaron la melancolía perenne,y en esos lapsos de repetida memoria,de cuadros repintados y corazones tristes,fundidos en el hastío al fin vimos la nada
Lapsos
Autor: alberto carranza  699 Lecturas
Te enjugas lágrimaspero ¿miras hacia atrás?Con plumas en nuestras manos sonreíamos.Pero ves también, en ciertas humillaciones,desconsoladores gestos de venganza.Luego llegó el tiempo donde se presentóla muerte, esa macabra,con el sudario que se extendió a tus piesla dejaste ir y ella pasó de largo, irritada.Luego pasaron años,¿te acuerdas del paseo de tarde firme?Con los últimos rayos del solentramos al aeroparquey fuimos felices corriendo por la pista.Después vi el pánico en tu mirada y escapamos.Aquella visita selló nuestro último encuentro.
Tarde firme
Autor: alberto carranza  793 Lecturas
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 Los  Piolas.                         Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda?  y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones  y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos  blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro  ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su  "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó  el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir),  su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado  mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta.  El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre...   
Los Piolas
Autor: alberto carranza  1165 Lecturas
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 El amuleto:                      autor Alberto Carranza Fontanini.¿ Qué haría su querida esposa, aprovechando que estaba sola esos días en el chalet? Con ese malévolo interrogante El Dr. Olivares despertó en su cuarto de residente del hospital zonal, antes de lo habitual. Durante el trajinado día anterior los rasgos amados de Diana sitiaron su cabeza; no dio un sólo paso sin ser acaparado por su imagen indignada y finalizó con sus pensamientos en descalabro. En la cama su mecanismo de relajación no funcionó enseguida; pensaba en ella con los ojos puestos en cualquier punto del techo y a veces, al entrar en soñolencias,reaparecía aquella incomprensible pesadilla.En el baño fue presa de una loca exaltación; con la esponja rezumando jabón frotó mil veces su cuerpo hasta dejarlo abarrotado de espuma. Observando ese resultado singular en una gran espejo que había en la contratapa del placard, le pareció risible exhibir su cuerpo parecido al de un gallo emplumado que encima aletea los brazos y cacarea como esas aves. Era gracioso y rió como reirían sus colegas de cirugía si lo viesen en una postura tan extravagante. Pero el moverse en ese registro de alteraciones absurdas, no repercutió para atenuar su malestar. ¿ Qué no haría con tal de quitar de su atribulada cabeza la obseción por Diana? ¿ Pero era posible arrancar del alma su amor por ella? Hubiese querido olvidarla aunque fuese por unas horas pero esa idea lo acobardaba.Hubiese significado entrar el juego inflexible del desapego emocional pero la maldita idea aniquilaba tal deseo. Aun con el presentimiento de que la relación se iba a pique, lo empecinaba una morbosa aficción aquel amor ya de por sí desdichado. La mañana anterior, mientras preparaba su maletín, se evidenció que la relación se hacía trizas. Aquella discusión de antes de salir afectó a los dos profundamente. Ella aprovecharía ese día para salir a pasear y él armó un drama por eso. No era raro que no pudiese reprimir sus sarcasmos y que ella, harta de ser humillada, se hundiese en el mutismo como si no le importase dar ninguna explicación. Solía dejarlo ir sin decir palabra, sin embargo esta vez fue diferente. Diana explotó, lanzó una andanada de recriminaciones que al fin ( al partir él hacia el hospital), se canalizaron cuando algo contundente se estrelló contra la puerta. Las ofensas  habían rebasado cualquier límite durante este episodio que saturó la tolerancia. De allí en más Diana no requería pretexto para no repudiar su matrimonio.Naturalmente, al desapercer su ofuscación, el solía arrepentirse:   "Volví hacerla sufir- decía- merezco su desprecio"¿ Podría vivir en adelante sin ella? Esa pregunta abría un futuro aciago que lo atormentó sin intermitencias; reprobó sus agravios, sus arranques injustos y maliciosos; después se dulcificó y volvió a pensar en ella con la ternura de siempre.Al finalizar su higiene y limpiar el vaho, el espejo reflejaba un rostro de facciones febriles en recurrente. Había insulsez en la penosa soledad que vivía en esos instantes y al afeitarse pareció acompañarlo otro juego, el traidor juego de avizorar minucias de la edad: insoslayables vestigios como las entradas en las sienes, las patas de gallo, las bolsas amoratadas debajos de los ojos, las arrugas en las comisuras y la incipiente papada; conteo insensible, la misma insensiblidad que empleaba en las intervenciones quirúrgicas cuando predominaba en sus ojos azules imprevistamente huecos de causas, la visión de lo transitorio. Visión que avasallaba al ponerlo al tanto de la impiedad del tiempo. Nada permanecía, la vida menos que todo, menos que un libro,menos que un mueble o que un papel. Obtenía de esto, irrefutables pruebas en el quirófano.A cierta edad se aguanta lo fácil que es morir. Vista desde cierto ángulo la vida dura un soplo. Y de repente desfilaron por su mente los cuerpos que respiran entroncándose a la confimación de algo también inexorable: la diferencia de edad entre Diana y él. Era sencillo entender que ese fue el principal disparador que convirtió el matrimonio en un desastre. Lo que diez años antes lo sedujo ahora transformándose en motivo de sus celos, lo corroía.Cierto día, paseaban por el centro, observó el indisimulable interés que la esbelta figura de su mujer provocaba en otros hombres (machos más jóvenes codiciaban a su hembra), y al volver desencadenó la terrible escena de celos. Desde entonces todo se agravó. Solía recriminarle por usar un vestido más ajustado o más corto o si el prolijo maquillaje la hacía más atrayente; y cuando ella salía y demoraba en volver, con mala fe la acribillaba a preguntas. Si ella decía con franqueza que había ido de compras con su mejor amiga y luego tomaron el té en una confitería céntrica, él como un posesos deducía: " miente, se vieron con el amante en un sitio discreto".El asunto de la asincronización de edades (y otras asincronías que consumieron el funcionamiento armonioso de la pareja), lo tenía trastocado. Incoherencias y periodos de encono agudizaron el malestar de Diana que un día no pudo más y dijo: " te detesto" y lo puso emocionalmente contra la pared.No obstante sus arrepentimientos El Dr. Olivares no sabía disculparse y la convivencia se volvió hostil en extremo. En esa tirantez el matrimonio perdió fuego. Al preguntarse cómo habían cambiado tanto el uno con el otro lo sorprendió que no se conocieran: ni Diana a él ni él a Diana. Fue una iluminación repentina, dolorosa y amarga, comprender que la pasión , el decurso de las emociones y las afinidades, se habían volatilizado. El Dr. Olivares sintió nostalgia por aquellos años en los que compartían  sobre todo las pequeñas cosas forjadoras de felicidad. La voz de Diana se modificó, se fue agriando y resonó continuamente despectiva. Sin embargo, la tensión embellecía sus rasgos que ahoran miraban con encono y  él comprendió que con cada enfrentamiento se abría paso el mecanismo de la destrucción. El Dr. Olivares lamentaba estas reflexiones, pues aunque todo hubiese empeorado la llama de amor revivía cada noche en su cuarto de residente y no obstante - siempre lo inexplicable- revocaba cualquier intención de confesárselo a Diana.Vio en el espejo su rostro recompuesto. Le quedaban minutos para terminar de vestirse y bajar. Luego empezaba el strees. La cirugía exige prodigios: eficacia suprema o ser eficiente y meterse a fondo en el tema. Una vez abajo se cercioró que llevaba aquel amuleto regalo de su madre al recibirse, lo tanteó en el bolsillo de su chaqueta y se sintió mejor. Recorrió de prisa los pasillos hasta el quirófano. Allí, se destacaba la cabeza chata del cirujano ayudante inclinado y meneándose ante el gigante de 150 Kg yaciente sobre la camilla. El anestecista, sobreexcitado, sacudía la cabeza y miraba preocupadamente su equipo. Ambos suspiraron aliviados._ ¿ Qué hacemos con este elefante ,Doc.?El Dr.Olivares fijó sus azules en ambos. Abrirían el enorme abdomen y extirparían la vesícula con la mayor rapidez posible. Apretó su amuleto y se dispuso para la incisión. ( La vesícula tapada eclosionó y un paro cardíaco respiratorio alejó para siempre el aliento de la vida).El Dr. Olivares se dijo: " me abandonó" como si el amuleto se hubiese ido para siempre. Pero eso decía el Dr.Olivares cuando un paciente se le iba de las manos. El grupo, consternado, observó el enorme cuerpo inmóvil. Cuando sucedían estas desgracias eran reemplazados por otro equipo de cirujanos. El Dr.Olivares, quitándose el barbijo con un gesto de fiereza terrible, salió batiendo puertas. Esa noche contaría a su confidente nocturna su frustración. La enfermera, ya a punto de jubilarse, viéndolo abrumado y exhausto respondería con  inusitada lucidez: " Está bien Doc, cálmese, no fue su culpa. En vez de comer un lechón al que no dejó carozo, hubiese sido más saludable que el pobre hombrote hubiese cenado churrasco con ensalada...pero igual, tarde o temprano, hubiese tenido un ataque y nadie, grábeselo, nadie hubiese podido salvarle la vida..."El experimentado Dr.Olivares se sobrepondría. En realidad la aprensión que tuvo con el amuleto solía distraerlo de otra realidad. Pero al volver a su cuarto de residentes volvió a su mente el asedio. La noche anterior se reiteraba. Le costaría dormir pero cuando cerró los ojos obtuvo aquella pesadilla que no podía nunca sintonizar.La mujer que caminaba a su lado por la playa era sin duda Diana. Caminaba a su lado sin voltearse hacia él que con ansiedad y casi a la fuerza le tomó una mano intentando vencer su indiferencia. Pero ella continuó inaccesible en dirección al mar. De pronto ya no caminaron por la arena sino por calles crepusculares y ella se soltó de la mano y paulatinamente se fue alejando hacia otra parte. En ese lugar había estacionado un auto negro que sugería una carroza fúnebre. Queriendo prevenirla él gritó, pero la voz del sueño  tiene horribles efectos o no suele ser clara y,otras, es imposible de emitir o carece de sonido. La vio alejarse y a su paso sus hermosos cabellos ondularon con el súbito viento; entonces la calle ya no fue calle sino playa blanca como  la luna y el mar negro como la noche que los rodeaba. 
El amuleto
Autor: alberto carranza  723 Lecturas
 Cierta tarde del invierno pasado Alcira ( la de los ojos almendrados, rostro ansioso y tics contagiosos), se precipitó hacia lo de su vecina y amiga Isabel para que le prestase esa novela de posesión demoníaca. Aunque Isabel se jactaba de haberla leído de cabo a rabo y, para demostrarlo faroleaba ante sus vecinas haciendo grotescas representaciones de la poseída por el demonio, tenía la sospecha de que aquello no era del todo cierto y lo más notable es que Alcira no se equivocaba: en cada ocasión en que Isabel metía sus fascinados ojos en la primera página de la truculenta historia caía invariablemente en un sopor alucinado por cerca de una hora y nunca podía continuar con la lectura.Esa noche, sin embargo, cuando Alcira tuvo el libro en sus manos y logró llegar a la mitad del  total, le pasaron cosas muy extrañas: lo pelos se le erizaron, los ojos de almendra se volvieron redondos como pelotas de tenís y la mayor parte de esa noche la pasó en una especie de agonía mortal salpimentada por sacudones de rana epiléptica, cosas que asombraron a Luciano, su esposo, y le dejaron un recuerdo inolvidable. Al otro día, dopadol de por medio, se presentó de Isabel le tiró el libro a la cara y le espetó "¡ Por qué no me dijiste la verdad, nena!" y se quedó mirándola iracunda. A su vez, Isabel  creyó vérselas con una gata candunga y, a sí misma, como una ratita acorralada en un rincón del comedor, sólo alcanzó a decir en su defensa: " Nunca, desde chiquita cuando ibamos al colegio, nunca pude dejar de mentir." Alcira creyó que la había puesto de rodillas, pero Isabel con astucia se escapó a otra habitación y apareció de pronto con la cruz de agades que levantó ante su amiga y dijo mascullando: ¡ Atrás, atrás, hija del diablo...!Aunque algo desconcertada ante la cruz simbólica, sin embargo Alcira, flexionado su codo izquierdo y calzando su mano derecha en el hueco de forma despectiva, sin inmutarse, respondió:-  ¡Tomá, tomá y tomá! A ese triple gesto, casi obsceno, le siguió una risotada ronca,arcana, ancestral, de la maldad en su elemento.Pero Isabel no estaba dipuesta a conceder territorio al influjo de perversidad que se le venía encima con todo el peso ( Alcira era bastante gordita y se balanceaba peligrosamente cuando debía pelear), y escapó hacia el círculo criptográfico dibujado prolijamente en el living.  Metida en esa improbable protección, Isabel lanzó alaridos bestiales y seguidamente invocó el socorro de extraños santos. Por fin vio el eficaz resultado. Su maleducada amiga, que la había seguido con presteza, no tuvo otra salida que desparramar su apreciable cuerpo en un oportuno sillón._ ¿ Pero ché- dijo Isabel ya calmada- vos estás rayeti o tu marido te cagó a palos?También más calmada Alcira repuso:- Es que por causa de tu maldito libro anoche me dio escalofríos y no lo dejé dormir...La culpa es de ese atorrante- agregó señalando el best- seller que ahora permanecía muy quietecito sobre la mesa lustrosa.- ¿Y lo leiste ? preguntó Isabel._ Bastante..._ ¿ Será cómo yo la cuento, ché?Contemplaron azoradas el libro; Isabel propuso que lo mejor sería leerlo en grupo, después se achicó y dijo que lo mejor sería guardarlo para siempre en algún baúl de cosas intocables. Entonces, Alcira, nuevamente eufórica, dijo:- Mirá, a mí me tiene entripada ese pasaje donde la protagonista se hace pís. Fijate: Mientras el tipo que quiere exorcizar a la tunanta se dispone a enfrentar al demonio, el aire huele a azufre, la poseída vomita, se vuelve odiosa, repugnante, los ojos son vitriolo, las uñas puñales de bruja, el color de la cara verde roñoso cuando vuelve a vomitar el líquido asqueroso, purulento... de repete levita y sale de ella una forma cusí-cusá que se acerca y envuelve al tipo que la quiere exorcizar y...mirá: se me puso la piel de gallina cuando llegué a esa parte...Juntas, sentadas en el sillón principal, acordaron por fin reunir a las demás vecinas, pero primero maniataron al best- sellercon cinta aisaladora, no fuera cosa que los personajes huyesen de la novela sin sus previos consentimientos.Al salir vieron a Luisa ( la del régimen de la luna) que venía tiritando con idéntico interés._ Iba a tu casa Isabel- dijo- porque hace una semana me prometiste que ibas a prestarme el libro del exorcismo y hasta hoy nada de nada..._ ¿Si? No me acordaba. Además ahora ibamos a buscar a Gabi._ ¡ Ah, confabulaban!_¿ No entendes ,nena? Ninguna de nosotras estamos en condiciones de leerlo completamente..._ Sí, así es- dijo Alcira refiriéndose al libro- nadie puede estar  a solas con el atorrantito..._ Entonces estará bien que lo leamos todas juntas- coincidió Luisa.Alcira- portadora del best -seller que sujetaba contra sus abultados senos como si fuese un gato mañoso dipuesto a escapar, rubricó esa afirmación y las tres apuntaron resueltamente hacia los departamentos de las demás vecinas, ubicados uno detrás de otro,atados en forma de chorizos. Al fondo de todos vivía la primogénita de Alcira casada recientemente pero cuando iban a entrar, como una tranca humana, se enquistó Doña Carmen, la curandera más temida del barrio, que las frenó y dijo taimadamente:- ¡ Pero m'ijas. adónde van tan apuradas! ¿ o acaso andan matufiando?- la buena mujer tenía un acento agudo-peculiar, podría decirse similar o parecido al de una chancha que azoraba a cualquiera._ Mire, doña Carmen- dijo Luisa tomando coraje- hoy nó, hoy nó que- re-mos metiches._ ¡ Ajá!- repuso la mujerona y como era una insobornable sembradora de contrariedades, volvió a la carga-¿ Y puede saberse qué les pasa que ultimamente no se dignan a visitar mi humilde consultorio?_ Es que al Julio lo echaron de la fábrica y tengo que vigilarle el gasto del vino- dijo Isabel justificándose._ A mi me cayeron los parientes de Entre Ríos, que se devoran la comida y los restos como si fuesen hormigas y no tengo plata para la consulta- dijo en el mismo tono Luisa.Entretanto por el cuerpo monumental de Alcira, circulaban ondas heladas que al arremeter contra sus poderosos senos la hicieron empalidecer igual que un día de nieve.  Por supuesto se espantó y espantó a las otras, menos a la curandera que preguntó con sorna:- ¿ Y a vos que te anda pasando?_ Le duele el estómago- intervino Luisa-_ ¡Já! ¿ No te dolerán las tetas de apretar ese libro? _ No sé, no sé...- dijo Alcira atacada de repente por un chuchazo de frío que la hizo tambalear. Al vibrarle su dentadura postiza y luego el resto de su corpachón, temió padecer un cataclismo y por poco no tira el best- seller y sale disparada como una loca. Debieron contenerla entre las tres._ Si nos deja pasar de una buena vez, iremos hacerle un té de boldo en lo de la hija- dijo Luisa airadamente. _ El boldo no sirve- afirmó rotundamente la curandera- puede ser la angélica con manzanilla de colombo o cuasia, puede ser la nencia o el hinojo,o el condurango de congorosa con un cahito de pasionaria...¡ Pero, dejáme ver Alcira: Miráme fijo..., así:- ¿sabés lo que tenés, tenés un julepe de la gran puta! ¿ Decíme, no estarás preñada del séptimo, che? En tus ojos de garbanzos cocinados hay señales fatídicas...¿ por qué no venís por el consultorio?Todas miraron a la curandera con terror y Doña Carmen, muy conforme con ese terror impuesto por sus conceptos irrefutables, hizo una veña socarrona y se fue. Las tres amigas, recorrieron el pasillo hacia el fondo como una exhalación. En el departamento de Gabi, se armó una especie de gallinero y, en lo de Ramira Ciendedos, un rato después, también._Les voy a leer a este mierdoso hasta que reviente- dijo corajudamente Ramira Ciendedos a las cuatro mujeres desparramadas y expectantes en los sillones de su casa amplia y aireada. Pero en cuanto leyó el primer renglón del segundo capítulo, las vociferaciones del marido en el garage la hicieron desistir. Los pequeños rufianes ( así les decía el padre), metían las manitas en la camioneta recien pintada de rojo y negro. Rolo despotricaba contra los hijos y clamaba por su mujer.Ramira salió entonces a corregir a coscorrones a los vándalos que no lograba educar y los enanos pusieron pies en polvorosa hacia la calle. Entretanto las cuatro amigas, frecuentando palpitaciones y arritmias, esperaban a Ramira que retomó la apasionante lectura demostrando su buena dicción y dotes interpretativas. No obstante en el tercer capítulo, devorada también por la ansiedad, se deslizó en un sillón a causa de un misterioso espasmo en la lengua. Decididamente tomó la posta Luisa que abandonó asqueada en el sexto roud,en ese pasaje que describe las imundicias más repugnantes. Fue esa la señal para la gran mateada con tortas fritas. Aunque atragantada por la rapidez con que las devoró Isabel dijo: - ¿ Será cierto que el demonio para demostrar su presencia rebuzna como un desquiciado?_ Sí, porque el demonio en muchos casos es un buen hijo de puta- repuso Luisa._ ¡Les digo: desque que agarré ese libro no sé más quien soy...me dan vahidos, la sangre me circula por otro lado y alguien me sacude toda...!- dijo Alcira_ Para mí, los demonios son espiritus inferiores que se te filtran por el aura- dijo Ramira muy segura de sí._ No deberíamos seguir leyendo esa basura ¿ qué mierda nos deja? - agregó Gabi, la más jóven._ ¿ Y por qué no llamamos a tu marido a ver qué opina- dijo Isabel a Ramira Ciendedos.- Rolo, es supersticioso- repuso ésta.Pero fue en su busca y volvió con el hombretón que de inmediato las increpó.._ ¡ Qué carajo hicieron? ¿Para qué trajeron a ese acá- grtió mirando el libro con recelo-¿ Y nuestros hijos Ramira? ¿no pensás vos? Hacé el favor meté a los rufianes en el baño y traé EL COSO-ESE al patio._ ¿ Qué vas hacer?_ Ustedes trajeron la desgracia a mi casa y yo haré que la desgracia se vaya a otro lado- dijo Rolo amoscado._¡ No es para tanto!- exclamaron las cinco mujeres._ ¿ Ah, nó? ¡ Ramira. qué me dijiste que dijo esa bruja de Doña Carmen cuando la vió,¿eh? Bueno sepánlo bien: ESA JAMAS LE ERRA...Afuera el tiempo se había puesto de perros, de un modo prematuro había oscurecido, de un modo impensado el frío hacía tiritar, y Ramira, ya con miedo, le acercó el beste-seller a la cara del marido que desencajado gruñó: " Tiralo ahí, entre esos papeles y traé nafta".  Ella, desde el garage volvió con un bidón.El best-seller fue abierto con el mango de la escoba entre el montículo para quemar que había preparado en el medio del patio. Una llamarada incadescente prefiguró el temible libro que empezó arder casi con felicidad._ El fuego te va a poner en tu justo lugar- dijo Rolo reflexivo.- Está bien, dijo Alcira- pero desen las manos..._ Hay que danzar alrededor, de espaldas y con los brazos levantados._ dijo Isabel._ ¿ Y éso, por qué?- preguntó Luisa._ Cuando el hijo de Cuca, padeció un embrujo, tuvieron que quemar su ropa y bailar en círculo alrededor de la fogata...- dijo Isabel.Sin advertir que un hilillo de fuego serpeaba en dirección al garage, giraron todos ritmicamente en torno del best-seller encendido hasta que yació chamuscado. Solamente el Título permaneció incólumne._ El degenerado todavía quiere resistir ¿eh?- opinó Rolo._ Pijoteaste la nafta, Rolo- dijo Ramira Ciendedos- echále un poco más.El obedeció a su mujer que empezó a ayudarlo a sacudir el bidón con nafta. Una llamarada repentina amenazó socarrarle las cejas a los dos. Luego, apartados, todos asistieron a la consución del best-seller. Proyecciones desusadas brotaron sin embargo de él y se recortaron hacia ellos que se apartaron más y más hasta que escucharon la tremenda explosión que provenía del garage donde estaba la camioneta recien pintada en rojo y negro.
                " De los actos más atroces emana la fascinación que nos mueve a reiterarlos"El atardecer de aquel viernes tenía los pensamientos en blanco y la violenta acción fue posible.Después, sólo cabía esperar agazapado la reacción del gentío que observaba el escenario dantesco desde el muelle. Bayron se movió con ellos cuando fueron obligados por los de prefectura a replegarse detrás de las vallas. Resultaba peligroso quedarse cerca de donde flotaban, trizándose en breves explosiones, algunos restos del buque petrolero.Más o menos a las siete, la arrumazón avanzó formando un techo relampagueante y amenazador. La humareda del buque medio desvastado ascendía lentamente en espiral hasta que una imprevista correntada venteó las huestes oscuras hacia el sur de la dársena impregnando la atmósfera con el acre olor del petroleo quemado. Lo siguiente fue anecdótico. El estallido final se expandió como reguero y arrasó las embarcaciones amarradas en las cercanías. Las víctimas ( demasiadas si se las comparaba con los escasos muertos incinerados en vida), fueron marinos sorprendidos en sus camarotes o en las salas de máquinas y muchos de ellos fueron rescatados de las fogueadas aguas por lanchones cuyas maniobras y ulular de sirenas encrespaban el aire. Los apostados en  el muelle clamaron indignados: querían justicia.Esa noche, al trepar las escaleras hacia su cuarto, Bayron se detuvo por un momento a escuchar los comentarios exaltados que otros pensionados le hacían a la Sra. Menghet y pensó con frío desprecio que era inútil especular sobre el móvil de la masacre y los incriminados; no ganaban nada porque la noticia en pocas semanas dejaría de incidir en la opinión pública sobrepasada por otros hechos terroristas que de modo incesante asolan el mundo. En su cuarto Bayron buscó evadirse de la espantosa soledad bebiendo copiosamente. De vez en cuando fisgaba por la ventana el estacionamiento de enfrente y por fin vio a dos tipos filtrados por la lluvia cruzándola para guarecerse en la entrada del centro comercial. Se inquietó pero los tipos quedaban en la mira, prácticamente no eran invisibles. Luego se desnudó y se metió en la cama. El exceso de alcohol hacía su efecto y la pesadez del sueño aumentó su angustia: merodeaba en el muelle bordeando las embarcaciones.Las quillas condensaban jirones boira que ascendieron por su cuerpo y ciñeron sus garganta como boas constrictoras. Despertó de golpe, sudado y con los músculos como piedras. Hurgó entre las sábanas pero halló el revólver en las ropas dispersas por el piso. Volvió a fisgar por la ventana; los tipos seguían allí al parecer atentos a quienes entraban y salían de la Pensión de la Sra. Menghet. Bayron se quedó inmóvil, prestando atención a los demás ruidos, al quejido de los escalones y a las voces que, de vez en cuando, subían. Pero nada sucedió. Una hora y pico después comprobó que los tipos ya no estaban. Se sentó a la mesa y mientras calentaba el gargero, repasó su llegada de tucumán una semana antes. Había bajado del tren y recorrió el andén con sigilo y en alerta al control policial que a esa hora era mínimo. En tucumán también debió ser precavido. Posadas había dicho " no se deje ver" y sonrió. Todo el tiempo se mantuvo al márgen: ni siquiera tuvo contacto con una mujer. Después de hacer estallar la guarnición no se arriesgaría, esperaría para volver subrepticiamente. Ahora, una vez cumplido el otro " encargo" y pensando en la fortuna que debía cobrar, volvió a sonreir. A Rosa la había llamado ni bien se instaló en la Pensión.Cuando intentó fijar la silueta de Rosa en la cama del hotel su memoria lo traicionó. Tres meses eran demasiado. La silueta se hacía imprecisa: tenía presente su expresión cohibida y anhelante, tenía presente sus muslos largos y tersos, pero la memoria de los momentos de pasión reaparecían borrosos. Puso el arma sobre la única mesa del cuarto. Había percibido- mientras aceitaba y frotaba parsimoniosamente el 38-, que los ojos se le desorbitaban y ardían como brasas. Los enjuagó un buen rato con el agua helada de la ducha, lo mismo hizo con su cuerpo que también ardía extrañamente. Después, en la cama, entró en un sopor del que saldría tensamente el mediodía siguiente.Rosa lució como en la primera cita dos años antes. Llevó al Lezama el mismo vestido de zarga azul Francia. Al acercarse a Bayron la sombra de Rosa, resaltó sobre el fondo de la pared del museo histórico. Rosa no tenía aspecto deportivo, no se destacaba por ningún ademán desafiante, pero sus pasos eran elásticos y a la vez reposados, su andar le prestaba una sugestiva elegancia. A Bayron le encantaba que aquellos movimientos en contraste insinuasen la sedosa pasividad femenina. Lo miró conturbada. Luego de un gesto amoroso,algunas palabras flotaron en el oído de Bayron procurándole alivio. Se mostró muy preocupada por él, y él pensó que el amor de Rosa no se desgastaba. Un leve reproche por su ausencia surgió en la cama del hotel alojamiento. Pero dijo arrepentida: " Soy una tonta" y unas lágrimas mojaron las manos de Bayron._ ¿ Qué hiciste todo este tiempo?_ Te esperé cada noche- dijo ella enjugándose las lágrimascon cierta tristeza. Rosa, en el Parque Lezama, había abandonado su mirada en los niños que alborotaban en los juegos distantes. Al llegar él le había preguntado por qué no se alimentaba mejor; al abrazarla con ternura apreció la excesiva delgadez y la besó apasionadamente. Sin decirle cuanto la amaba le había dicho piropos que ella interpretó como actos irrefutables de amor.Bajaron por el terraplén hacia la zona densa de vegetación. La llevaba de la cintura, aspiraba su olor y tanteaba con placer su armonioso andar. Abajo, la fuente enorme y cuadrangular se había sedimentado de mugre. Allí, el frío era inclemente y el sol alumbraba apenas. Se sentaron en un banco de cemento y mientras charlaron contemplaban los minaretes de la Iglesia Ortodoxa. Bayron sintió necsidad de volver a besarla con intensidad, con fuerza de posesiva; pero aflojó su abrazo y sus besos se hicieron mucho más suaves. Se daba cuenta de su propia brutalidad y esa no era la forma de estimular unos labios tembloros e inseguros. Rosa que ya empezaba a sosegarse, le contó su rutina en el Samovar; habló de prisa y entrecortado, diciendo que muy pocos turistas compraban antigüedades en esa época del año. El ruso- un hombre parco y siniestro, según su opinión-, lucía una condecoración de guerra y ostentaba un brazo ortopédico. Todo, en el vetusto Samovar, olía mohoso y el semblante de anteojos redondos, atisbaba con su único ojo a los visitantes que compraban y se iban rápidamente, quizá intimidados por su presencia...lo domingos, al salir de su trabajo en el Samovar, solía recorrer la zona del caminito...Bayron escuchaba a medias porque - al aludir Rosa a lo siniestro del dueño del Bazar- le remordió ser como era: no sabía explicarse que veía ella en un hombre de fondo cruel. Tal vez ese fondo despiadado y patético, inspirasen su compasión y su amor. En tal caso era una amorosa piedad mucho más fidedigna que algo real pero interesado.En el taxi, ella descansó la cabeza en el hombro de su amado. Se sentía dichosa y dijo con picardía: - Sería lindo ir otra vez a Escobar.El taxi recorrió Montes de Oca hacia el centro y Bayron veía con ojeriza el paisaje edificado de una ciudad que avivaba sus instintos más deplorables.Aun derruida, era preferible la casa de Escobar donde su hermano y él fueron criados. Habían ido a esa vieja casa con Rosa el verano anterior y en el invernadero hicieron el amor. Esos momentos lo compensaban cuando debía permanecer en las sombras. Recordó que al finalizar el acto amoroso, empecinados en apretar en sus almas esos instantes fugaces y esquivos, habían reído a carcajadas. Bayron se sujetaba ahora a ese nítido recuerdo pero un ramalazo de otro recuerdo lo suplió: sus padres muertos prematuramente llenaron ese espacio de su conciencia. Salieron del hotel alojamiento después de dos turnos y llegaron a plaza Constitución a la hora que la enjambre humano se desgaja en las enormes bocas de la estación de trenes y hacia todas partes con bestial desesperación.Casí todo el martes estuvo en el cuarto de la Pensión mirando desde la ventana el movimiento incesante de la avenida y del estacionamiento. Ese día el delirio informativo que daba cuenta del atentado en el Puerto, acreció. Por otros comentarios supo que todavía no se focalizaba a los responsables. A la hora de cenar, con las solapas de su gabán ocultando el perfil de su cara pétrea, frotando sus manos frías, entró al Fondín del Puerto. En ese sitio debía encontrarse con  Posadas. Una treintena de parroquianos (estibadores y marinos) empezaban a cenar en el ruidoso lugar. Los que más aturdían eran los que no había parado de beber cerveza y estaban a punto de embarcarse.Un fornido guardia, revoloteó donde estaba Bayron, tenía una expresión amigable y lo invitó con un trago. El tema salió muy pronto a relucir. El guardia comentaba pormenores del atentado del viernes y dijo: " Mancomunados con los de prefectura ya agarramos a dos sospechosos."_ Me imaginó- repuso Bayron clavándole la mirada- que los mandarán al paredón.Al guardia le extrañó el exabrupto. Observaba el rostro sulfurado de Bayron con cierta indecisión, pero luego dijo muy seguro:- Pierda cuidado compañero, sean quienes sean pagarán como Dios manda."Bayron hubiese querido decir que no era cuestión Divina sino exclusivamente suya pero se rió de sí mismo. Por la húmeda opacidad de la vidriera vio alejarse al guardia en dirección a las oficinas del astillero férreamente vigiladas. Esperó a Posadas en vano. Esa noche frecuentó el insomnio. El miercoles lo llamó a cabotaje. " Salió muy temprano y no sé si vuelva- respondieron de la oficina. A la hora del almuerzo del día siguiente, se comunicó con Rosa a la casa. Ella insistió en que disponía de esa tarde para que pudieran verse. Insistió conmovedoramente. Bayron, suponiendo un muro que tenía que derribar para salir del suspenso en que lo había puesto Posadas dijo: " Ahora no Rosa, estoy en un asunto que espero cobrar..." Y anduvo toda la tarde vagando por la ciudad echando puteadas al mentiroso de Posadas. Esa noche retornó a la Pensión tarde e indescriptiblemente cansado.Recordó que el lunes, durante el trayecto hacia el hotel, Rosa lo abrazó sin prejuicios.Parecía empeñada en contagiarle su excitación y en vencer su estado imperturbable y ajeno. Impulsada por la pasión necesitaba compartir su amor y, en la habitación, al hundir él sus manos fibrosas en la masa de cabello sedoso, que al caer de lado volvía más sugestivo el rostro que lo asediaba, advirtió que Rosa lo amaría para siempre, aunque él dejara de quererla, aunque desapareciese de su vida.Después se durmió contra su cuerpo y él la contempló con admiración porque tenía presente su sorpresa cuando le prometió que se irían al Uruguay para empezar una nueva vida, " una buena vida" así le había dicho. La propuesta no era ilusoria.¿Por qué no llevar una vida común como los demás? Tendría dinero de sobra para eso..._ ¿ Me vas hacer tu mujer, flaquito?- dijo Rosa y frunció la cara cómicamente, pero enseguida quedó pensativa; prestaba atención al ronquido constante del pecho de Bayron que mientras dormía era convulsionado por la tos._ Rosa, mirá- dijo al salir- ya no quiero estar más en esta ciudad reventada.Rosa enmudeció, conocía la aversión de Bayron por Buenos Aires.Esa mañana, aguardando a Posadas en un café de Corrientes, Bayron pensó que  una vez finalizado " el encargo" debía irse de la ciudad o terminaría "boleta". Fue esa la primer entrevista con su contacto y Posadas había acentuado reiteradamente lo de "un trabajo limpio, sin señales"_ Fui cuidadoso siempre así que no me imponga condiciones- repuso agriamente Bayron. Y luego trató de suavizar su dureza invitando a Posadas con otro trago, que  este aceptó de buena gana. Los labios de Posadas eran imperceptibles y su faz cínica, aunque esa tarde se mostrase afable igual rezumaba desabrida._ Lo sé bien- dijo- los amigos comunes siempre hablan de sus "hazañas". No crea que tengo nada personal, le aclaro...pero sí exigencias de los que pagan. Ellos saben perfectamente a que se juega (extendió un sobre). Tampoco transigen en esto. Ahi va la mitad de lo acordado (vaciló un instante y lo miró con fijeza),¿ le parece que nos veamos cuando todo acabe y en el fondín del Puerto arreglemos el resto?Aclaró el día y la hora y se levantó. Estudiaban mutuamente sus reacciones. Bayron percibía la contracción de furia que los asemejaba. Más tarde se arrepentiría de haber aceptado aquellas condiciones. Las palabras finales de Posadas fueron: " Si surge alguna complicación acá tiene mi número de la oficina de cabotaje...ah, buena idea que haya pensado irse del País...Lo llamó otra vez el jueves. Posadas después de excusarse por no presentarse en el Fondín, describió en forma parca cómo estaban las cosas: " Nos bloquearon los fondos, clausuraron el astillero y la aduana-dijo- ¿ se dará cuenta que quieren sindicarnos?_ Será como dice, pero no por falla mía- replicó Bayron._ Es aconsejable esperar- agregó Posadas con voz extraña.Posadas se daba cuenta que todo se iba al diablo, una vez empezada la cacería caerían de a uno por vez. Esa noche la lluvia firuleteó en el adusto rostro de Bayron a medida que se acercaba al Fondín. Posadas había dicho además: " No hay que apurarse ni arruinar las cosas" Bayron abstraído contestó: " está bien esperaré."Antes llegar a las inmediaciones del Fondín, había divisado a "los perros de prefectura" diseminados en el rigor de la vigilancia. La figura alta de Bayron se desperfiló al entrar al recinto de marinos sedientos. Por la vidriera aventada con el guante, acechó la zona de embarque. Del lado opuesto, la niebla envolvía las edificaciones de la Aduana y sus oficinas. Como a las once de la noche, sin depertar interés en los parroquiano salió; se internó en la neblina, caminó costeando los galpones y respondiendo tardíamente a Posadas..." no arruinaré nada, resolveré el asunto a mi modo." Avanzaba hacia las oficinas de contornos borroneados oyendo la sirena del buque que partía. Al emboscarse divisó la custodia, charlando y fumando. Le fue sencillo urdir la manera de entrar sin ser notado. La falleba de la ventana balancín trasera de la oficina de pagos cedió con facilidad.Mientras compaginaba los códigos con el sensor para lograr abrir la caja fuerte empotrada en la pared, debajo del emblema caduceo, pensaba en Rosa, en su cara dormida y plácida del martes en el hotel por hora, cuando todavía no oscurecía y el cielo se apagaba con un celeste pálido. La tenía a su lado, con una pierna cruzada sobre las suyas y la mano, en forma alternada, descansaba en su regazo y en su pecho; el cuerpo aún ardiente de Rosa parecía desafiarlo con su ternura. Al salir del hotel, temiendo nuevamente que aquellos instantes se les escapara, estuvieron un rato abrazados, emocionados y felices.Verificó con el sensor hasta que los números coligaron y la abrió. Evitó valores y fajos encitados de pesos; guardó en el bolsillo interior de su gabán seis fajos de diez mil dolares cada uno.Al perderse en la dársena rumbo a la salida del puerto, tenía la certeza de haber muerto al guardía que lo había interceptado. Lo había visto boquear y al huir lo había visto oscilar sobre sus rodillas y caer como si la vida se le derrumbara. Desde ese momento comenzó la incertidumbre que ya no lo abandonaría. Se imaginó destinado a cruzar (en una huida interminable) un puente gigantesco, una fuga infinita sobresaltada por el recuerdo de Rosa.Hizo un largo trayecto en colectivo para llegar a la concesionaria de su hermano Julián López. Se parecían físicamente aunque el otro era menos flaco y desgarbado. Idéntica era la aspereza de la voz, el recelo al mirar y la serenidad al contabilizar los fajos de dólares que le entregó.Estaban a solas en un ala administrativa de la concesionaria._ Te hice en Tucumán hasta ahora...- dijo Julián cuando escuchó la voz de Bayron por teléfono un día antes. Ahora Julián guardó el dinero en un maletín y anotó la cifra en su agenda. " Es demasiado, sumándole lo que tengo guardado" dijo._ Bueno, ya sabés..., no debo tener sobresaltos en el futuro.Bebieron un  par de copas de grapa, silenciosos y fumando pensativos. De pronto Julián descruzó su larga pierna. Había acercado su rostro al de Bayron y lo escudriñaba._ Espero que de acá en más tengas cuidado- dijo- ¿ vas a ir con ella?_ Sí, dijo Bayron y un leve temblor vibró en sus labios- De acá a mañana necesito pesos. Saldaré la deuda impositiva de la casa de Escobar y te dejo a cargo para la venta. Julián preparó un cheque con una cantidad estimativa y otro para viajar e instalarse en el Uruguay. La suma era abultada e hicieron los cálculos. Bayron podría transferir del Banco Nación a  una cuenta que poseía en Montevideo.Estuvo recorriendo Escobar de un lado a otro porque no hallaba la escribanía de Esquivel reinstalada en otro punto de la ciudad. Se sentía mal. Los recuerdos de su niñez allí lo asfixiaban, presentía algo extraño, la imagen del puente por donde escapaba hacia la infinitud se bifurcaba, por un lado desmbocaba en una ciudad deslumbrante y por el otro en un valle desierto. Por lo que veo se hartó de mandarnos avisos- le dijo a Esquivel hijo. Estaba irritado, Matías Esquivel reemplazaba al viejo de espalda encorvada que había muerto un par de meses atrás._ Señor López, vea, me gustaría que entienda que mis avisos fueron amistosos. La vinculación de tantos años entre mi padre y su familia..._ Déjese de joder con todo eso y diga cuánto se debe..._ Esquivel hijo puso cara de desdicha: hizo lo que se le pedía como autómata. Sumó además los gastos de las reparaciones que se harían en la vieja casa a partir de ahí en venta. Fueron a inspeccionarla. Estaba ubicada a un par de Kilómetros de la Panamericana y Esquivel evaluó los daños: el interior enmohecido, descascarado, los ventanales sin vidrios, las tejas dispersas, el patio agrietado por la excesiva vegetación que invadía el frente bolseado... _¡ Estragos del tiempo!- dijo Esquivel- pero va a quedar flamante para la venta.Retornó a la Capital con el ánimo aplastado. El pretérito se volvía absurdo, carente de consistencia ningún hecho significaba algo. Los pasajeros que en cada estación trepaban al vagón pertenecían a una realidad que Bayron desconocía. La concepción de dos realidades se le impusieronde nuevo; en una se comunicaba de nuevo con sus padres; en la otra escapaba seguido por un rumor de voces incoherentes hacia la felicidad. La ultima visión que tuvo antes de caer en la inconciencia fue que sus padres lo observaban y se burlaban de él.En retiro se comunicó con Rosa. Ella notó su extremada agitación_ Nos vamos esta misma noche, Rosa- dijo_ Pero, no puedo estar lista en dos horas, Bayron, mejor dicho, puedo estar vestida, mi amor pero ¿ y las valijas? Dos horas más tarde se verían en Constitución. Irían en un taxi y abordarían el Ferry con tiempo de sobra. Quería comprar algún obsequio para Rosa y aquel sentimiento puro de felicidad se bosquejó de nuevo como una conquista impensada, como una emoción positiva, apenas presentida, apenas atrapada.No advirtió el impulso que lo hizo encaminarse al Puerto. El escenario se asimilaba a la noche del asalto a la oficina de pagos. Oía claramente las voces de los marinos que entonaban canciones y gritaban en el Fondín y los plasch de la superficie del río contra las quillas de las embarcaciones. Estuvo detenido en el muelle observando aquella superficie acuosa maloliente. Cuando avanzó hacia el embarcadero, presintió a sus espaldas las dos sombras amenazadoras y procuró responder a los disparos agachándose, sacando su reluciente 38. Enseguida se escuchó un plasch neto en el agua y, poco después, ante la aviesa mirada de los guardias, el cuerpo de Bayron asomó con el pecho destrozado.

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