• Eugenio Y. Krez
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La bruma de los sueños  En el mundo atemporal de los sueños Me encontré dentro de un campo Inundado de la bruma del ayer. Atrapado por los velos del olvido.   Recorrí con la mirada El campo yermo del deseo, La niebla del pasado que se ha ido. Pisé las lágrimas del césped del adiós, Inevitable.   Ansioso te busqué. Busqué tu rostro, Aspiré el aire en busca de tu aroma, Palpé el espacio circundante, Esperando tu calor Y no te hallé.   Quise tender mi anhelo, Quise decirte que allí estaba, Quise sentir tu pulso rojo Y tu mirada tibia. Decir tu nombre. Pero Nada.   A lo lejos oí una luz pálida, Murmurando una salida. Sentí la promesa de la esperanza De un pasaje milagroso Que me acercara a ti. Que me dijera cómo.   Temblé el misterio del miedo que se esconde En los rincones del final anticipado. Crispé las manos del coraje inevitable Que rompe el cristal de la ilusión. Clamé las ansias del regreso A la inefable efigie del amor.   Mis pasos me llevaron vacilante, Mis ojos se negaron a decirme, Los aromas del recuerdo No quisieron seducirme. Y pude, apenas, sospechar tu silueta Insinuada tras la bruma de tus sueños.   La luz de tu figura perforaba La frígida neblina misteriosa. Entonces mi alma se llenó de la promesa. Mis ojos se llenaron de esa luz. Por fin vislumbré el faro de tu alma, De tu ser, De tu emoción.   Me llamó hacia tu esencia. Iluminó la ruta que va Del vacío de tu ausencia, Al manantial de tu verdad.   A lo lejos intuí el destello de tus ojos. La paz de tu ilusión. Las perlas milagrosas que guardas en tu pecho, La llama que promete un nuevo pacto. Y en todo eso, tu sonrisa.   Tus labios insinuándose en la bruma. Tus manos prometiendo una caricia. Tus pasos llevándote hacia mí. Tu voz pidiéndome un indicio.   Por fin tomé tu mano. Sentí, por fin, esa emoción. El suave roce de tus yemas Llenas de magia, Y de ilusión.   En las caricias de tus manos Se esconde una promesa. En el arroyo de tu abrazo La frescura de tu ser. En tus labios una sonrisa Llena de ayer, de hoy, de renacer.   La bruma de tus sueños se esfumó. Las luces del milagro nos inundan. La realidad de hoy ahoga el pasado Que el tiempo nos negó. La vida es hoy. Es con nosotros.   La bruma es solo un sueño Que dura para siempre. Hasta que el renacer desgaja su presencia Y la Vida hace girones su hoquedad. La bruma de los sueños es solo un sueño. Y tú me has hecho despertar.
Suave, cálido, largo y húmedo. Lleno de mi calor. De ese que te gusta. Que te dice cómo te quiero y cuánto te disfruto. Que va acompañado de mi sonrisa, al principio, Y luego con la sombra de mis ojos entornados que se enreda con la sombra de los tuyos. Que sirve como la cuna de mi abrazo. Como el complemento de mis brazos que te envuelven queriéndote dar todo en un instante. Que saben que eso no es posible y se tienen que conformar con darte un poco cada vez. Un beso que se entretiene con tus labios y se convierte en un suave y cuidadoso mordisco. Que degusta tu labio de abajo como si fuera un dulce rico aunque sabe que no lo es; Sabe que es un atisbo de tu bella sonrisa escondida en el momento de la caricia                                                                                         \de mis dientes con tu piel. Un beso que explora tu paladar con su lengua y que te paladea y deja que tú lo paladees. Saborea tu saliva que se decanta en un instante y se convierte en un jugo delicioso Que da fe de tu vida y del instante compartido en la comunión de cuatro labios Que se convierten en uno. Un beso que juega a las muñecas con tu lengua y con tus dientes y con tu suave sensualidad. Un beso que no acaba de terminar nunca porque en él subsume la inocente sabiduría De saber besar con el renacimiento de aprender a hacerlo, Cada vez que te besa. Un beso dulce y salado al mismo tiempo. Que quiere decirte que cada día que amanece se parece a tus ojos Cuando se abren llenos de vida cuando está por terminar ese beso. Un solo beso. Que dura para siempre pero que nunca alcanza a durar. Porque uno de esos besos se convierte en una promesa, Un pacto Y un momento de gratitud. Ese beso te mando. Solo uno.  
Un Solo Beso
Autor: Eugenio Y. Krez  750 Lecturas
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El Secreto de tus Manos Quiero descubrir el secreto de tus manos.Las tomo entre las mías para que me cuenten.Acaricio con suavidad los dedos que esbozanPalabras secretas.Que dibujan en el éter la melodía de esas notasY han llenado de palabras luminosas el universo. Acaricio la palma de tu mano,La intensidad de la vida convertida en calor,La sabiduría vuelta caricias.La serenidad sorprende a los díasAtrapando  la luz de las estrellas y el calor del sol.¿Es ese el secreto? Tomo tus manos, las envuelvo, quiero que me cuenten.Quiero que me digan su secreto.Quiero hacerlo mío.Para compartirlo con el mundo. Es el corazón el que descubro.Es el corazón cálido que sabe hablar.Es el corazón que pone en las manos las palabras,Son las caricias cálidas que hablan de amor. Yo las tomo y las hago mías.Abrazo esas manos para guardar su secreto.
La Libélula es para Ti   La libélula dirigida con el invisible mando de la imaginación, Vuela  sostenida con su aleteo veloz Guardando siempre el equilibrio, la mesura. Toma su tiempo para moverse hacia adelante; o hacerlo hacia atrás Su luz dirige su camino, parece que siempre sabe a dónde ir.   Siempre que te encuentres una libélula, Si, tienes la suerte de que te mire, Mírala tú Y déjate llevar al mundo que miran esos ojos de mil cristalinos. Porque ya recorrieron una  vida.   Renacen cada día y miran el mundo Como lo hace un bebé cuando ve por primera vez la luz Y quiere atraparla desde el primer instante. Luz de ilusión, luz de amor y de ternura.   Siempre que se te acerque una libélula Y puedas sentir el suave viento que produce su aleteo Viento ámbar, Viento cálido, Viento húmedo de lágrimas Pedacitos de alma. Ser alado, Color de viento, Abraza las chispas invisibles Del amor. Envuelve la luz de mar azul y bebe el rocío de mis labios. La libélula cuida el gran secreto. Ella lo sabe, Tú lo sabes, Yo lo sé.
                                                     Mantra                                        O el Trayecto del Quelonio Místico   el Trayecto del Quelonio Místico marcó el paso del Tórrido sentir Que se cobijaba en el Manto del Tibio Querer Mítico de ayer. su Trazo en el camino Quedó Marcado al Tiempo Que se Manifestaba el despertar de un nuevo día.   Trémulos mas enriQuecidos, dos seres lo Miraban. Todo lo Que hizo, entonces, fue Meterse en la Túnica del cariño Que hoy Mecía sus vidas. Tuvieron Que vislumbrar el Misterio que, Tras la Quirilidad temporal, les legaba la Música de los Tiempos Que no Merecieron terminar.   esa Tortuga Que se Movía en la arena parodiaba un lento Torbellino Que, Murmurante, se alejaba. su andar Traicionaba el suave Quejido de una Melodía que irradiaba Ternura casi Quimérica; casi Misteriosa.   Todo lo Que veían en esa Marcha era armonioso. Todo lo Que había en el Mar al que volvía, majestuoso. su lento caminar Terminaría, Quizá, por Merecer un final de luz. Traicionando, en aQuel pausado Movimiento, un destino de Tal brillo Que el Mundo esplendería.   el Tamiz de su Querella Mágica solo dejaba pasar, (Tendiendo puentes Que, adorMecidos, lo acoTaban) un sonido Que Musitaba un “Te Quiero”. Más profundo que cualquier Temor Que hubiera podido Mermar su devoción. porque Trajo una fe Que nunca podría Morir.
Recorro un mundo lleno de luz. Con cielo azul y nubes muy blancas que parecen borlas de algodón. Estas son suaves y me llenan de paz y tranquilidad. El paisaje es indefinido. Solamente se sienten presencias de vida pero no se distingue nada concreto. Parece como si estuviera inmerso en una realidad alterna. A lo lejos veo una figura femenina. Su rostro se difumina en la distancia. Alcanzo a percibir su sonrisa. Apenas se deja ver y luego se esconde (parece) entre las flores de un jardín lleno de rosas rojas y otras flores violetas. Corre ligera y me invita a seguirla. Voy tras ella. Tiene una figura esbelta. Sus formas femeninas se insinúan bajo su ropa suave y ligera. Sin querer se escapa de ella una risa que campanea con suavidad. Su sonido me dirige a ella. Sé que me acerco porque alcanzo a percibir su olor. Un olor subyugante y bello. Con él deja su huella en los testigos verdes que le sirven de cómplices y de compañeros de juego. Me acerco tanto pero no puedo verla. Apenas escucho el sonido de su respiración. Entre juguetona y apurada. Entre agitada y alegre. Cuando parece que llego a ella me encuentro, de repente, frente a un lago de aguas azules. Sin saber por qué me lanzo de cabeza en él y siento la deliciosa caricia del líquido en mi cuerpo. Para mi sorpresa me encuentro desnudo. Descubro que el líquido está ricamente templado y me acoge con un abrazo de intimidad y no me deja salir de sus pliegues. Cierro los ojos y dejo que el agua me abarque. Y, de repente, me doy cuenta que estoy en el seno de la esencia de una mujer que juega conmigo. Comulgo con su risa, con su tibieza, con su suavidad, con su humedad y con su delicia. La tomo de la mano y, por un momento, confundo su cuerpo con el lago y con el mundo. Me vuelvo uno con ella. Que se ha convertido en el cáliz de mi savia. Que me recibe y recoge mi calor y, ahora, mi humedad. Disfruto su sabor de mujer y, sin saber cómo, estoy otra vez nadando en el agua tibia del lago aromático que me embebe. Aspiro el aire que inunda el ambiente líquido. Vivo la dualidad del aire revivificador y el agua revitalizadora. La tomo entre mis brazos. Por un momento regresa su presencia de mujer. Luego vuelve a ser una presencia ominisciente. Llena de luz. La siento ondular en la suave corriente. Me meto en ella y alcanzo a percibir el placer de sus rescoldos de olor a magia. El espejismo de su liquidez se escapa de entre mis dedos. Jalo con fuerza el líquido que me envuelve y ahora es, por primera vez, explícitamente hembra. Abarco su piel de seda satinada con mis brazos y empeño mi afán de hacerla mía. Y, súbitamente, estoy otra vez en el campo iluminado y encapotado de nubes blancas y siento su sabor en mis labios y cierro los ojos para no pensar en nada más que en su suavidad. En eso, de la nada, surge una pléyade de mariposas que me agobian con su número. Unas violetas, otras azules, otras rojas y, al final, una mariposa amarilla que parece voltear a verme antes de perderse en el cielo que nunca termina. Arriba de nosotros. Volteo decepcionado porque se ha ido. En ese momento siento sus manos entre las mías. Alcanzo apenas a abrir mis ojos para recibir un beso en el que se confunden nuestras esencias. Se mezclan en él nuestros deseos y nuestros líquidos testimonios de vida. Cierro lo ojos y sueño. Abro los ojos y vivo. Las alas de la mariposa.
Fantasía
Autor: Eugenio Y. Krez  360 Lecturas
Cuando el sol se pone suele hacerlo dejando un poco de sangre muy roja en el firmamento. Para mi esa sangre que antecede a la quietud de la noche es, simplemente, la reiteración de un pacto. Uno que Dios hizo con el mundo hace muchos años. Con el que nos dice a nosotros, los que tenemos el privilegio de observarlo, que el rojo en el horizonte es como la vida que se detiene por un momento; que sigue un frío que nos pide que tomemos un descanso en el camino; sigue, también, una noche que oscurece los objetos pero no los anhelos. Porque esos van a renacer al día siguiente. Y ese nuevo amanecer empieza justamente como termina el anochecer: con sangre de renovación y con un suave calor de promesa.   En estos momentos en que estas lejos de mí, pienso en ese carmesí que inunda mis momentos porque sé que estás pero sin estar. Pero, a fin de cuentas, reflexiono, eso no es lo que importa.Lo que importa son estos pensamientos. Que pueden o no ser importantes para alguien más. Pero lo son para mí. Espero que lo sean un poco también para ti. Que sepas que así como en el pasado inspiraste cosas bellas en mi mente ahora inspiras un sentimiento de nostalgia apagada. Una que no se puede dar el lujo de convertirse en eje de mis momentos pero que a veces me hace repasar con sobriedad lo que está dentrás de ti, detrás de mí y detrás de nosotros: ese sol.   Mañana regresará el calor del sol para mí, cuando se aleje, tal vez, para ti. Y esa es parte de mi reflexión en tu recuerdo. La memoria de tu sonrisa. La memoria de tus brazos que me abarcan y que no puden dejar de tocarme cuando estás cerca de mí. La alegría que me provoca ese instinto de vida que me manifiestas cuando estamos solos y juntos.   El sol se acaba de poner. El sol acaba de salir. Esa es la maravilosa realidad que compartimos. Esa es, tal vez, la razón por la que establecimos este pacto sagrado en donde solamente vale voltear a ver el horizonte. Sin importar si es de día o es de noche. Sin importar si es un preámbulo o una sencilla declaración de vida, alegría y amor.   Los pequeños momentos que llenan mis días cuando estás aquí se llenan de tu recuerdo. La carencia de esos mensajes tan suaves que me recuerdan un pétalo de rosa que cae a mi lado. Que se convierten en un súbito chasquido en mi cintura que vibra porque tú lo has decidido así. El timbre de tu voz alegre que me da la bienvenida con un "Hola" que más bien suena a "¡Vive!" y que hace que aprecie como no imaginas tu armoniosa manera de enfrentar el día a día.   Mi voz se convierte en parte del milagro que has podido obrar en mis momentos. Al que no quiero llamar hechizo, porque en este momento "hechizo" me suena como a algo que has impuesto en mí. Y es, justamente, todo lo contrario. Acojo tu alegría, tu belleza, tu vida, tu armonía y la paz que me brindas con mi voluntad y con mi corazón. Así que las frases, a veces apresuradas, que intercambiamos entre dos espacios que nos hacen suspirar, se vuelven parte del pacto; parte del enlace de voluntades que nos hacen ser lo que somos. En una especie de tobogán que nos hace reír en cada una de sus vueltas. Que nos llena de alegría y que nos asombra.   El sol poniente en la almohada de nuestros sueños se vuelve el sol naciente al volver la cara después de un sueño reparador. Que, para ti, se llena (según me has dicho) de mis imágenes. Sábete que tú no estás en mis sueños porque estás en mi vigilia. Y creo que si no te recuerdo en mis sueños es para compensar el privilegio de recordarte como fuiste hace años, como fuiste hace poco, como fuiste hace una semana y como eres hoy. Porque no necesito verte para verte porque el sol que nace usa su luz para iluminar tu rostro para mí y me permite verlo siempre. Aunque estés del otro lado del mundo. Porque tú y yo sabemos que las almas gemelas coexisten en un espacio que es inespacial y en un tiempo que es atemporal.   Nace el sol para mi y con él vuelves a nacer tú. La niña que se hizo mujer. Que como niña no fue del todo mía. Pero que como mujer lo ha sido de una forma maravillosa que me hace voltear al sol y sonreír para el mundo, para Él y para ti.
El Sol Poniente
Autor: Eugenio Y. Krez  354 Lecturas
  En algún lado está alguien que me oye y me entiende. Que sabe del privilegio de la soledad, de la belleza de las visiones únicas y de la forma en que éstas nos alejan del gran océano. Alguien que comprende que los valles solamente se pueden ver desde lo alto pero que para tener esa visión hay que subir por paredes y sortear vacíos y arriesgarse a resbalar y saber que cada titubeo debe compensarse con una marcha renovada y que cada desánimo debe degustarse como si fuera el más fresco de los vinos. Debe estar dispuesto a entender que, a cambio de elocuencia de la gran visión desde las alturas, se pierden los detalles, se confunden los sonidos y, a veces, deja de entenderse el habla humana que queda abajo, muy abajo.               A veces se siente el aire que silba contra la cara en el ascenso. Otras se siente el frío en las mejillas que lo agradecen con un rubor que es, más bien, una declaración de gozo y rebeldía que de aceptación.Aunque en los momentos de descanso, el rubor encendido se vuelve parte de una sonrisa cálida. Pero las másde las veces la subida es ardua. Y es, como todos sabemos, casi interminable. Subir y seguir subiendo seconvierten en el pretexto y el casi único motivo. Y cuando se alcanza a ver, a lo lejos, la cumbre del monteque se alza ajeno a nuestros afanes, se intuye que uno no está ni un milímetro más cerca del punto más altoque el mismo primer día de la escalada.        Entonces solamente queda sonreír. Guiñarle un ojo al ave que reencarnó y nos observa, atenta, desde un poco más arriba. Reconocer sus máscaras. Saber que si a veces se disfraza de mariposa, o de tortuga, o de águila o de conejo que (misteriosamente) ha llegado hasta los cuernos de la Luna, es porque prefiere seguir cautivándonos con su profundidad. Hacer conciencia de que su olor a campo y a flores solamente nos puede hechizar un poco más y hacer que caigamos (como dicen los ingleses) en amor con la vida. Que las lentejuelas que se pone por la noche (y que parecen estrellas) las viste para invitarnos a soñar y obligarnos a pensar en el ser lejano que encarna nuestros anhelos y nuestros misterios y, en ocasiones, nuestros más deseados deseos.               Seguimos subiendo. Sin saber si la cumbre que intuimos al andar nos acerca a la cúspide o simplemente es un canto de sirena. ¿Quién sabe? Tal vez el aire de la montaña suena como la melodía de una soprano con cola de pescado que, no conforme con vivir en las profundidades, se ha transformado, transportado, transmutado y ahora, también, nos habla desde las esquinas del desfiladero en las alturas, convertida en canto.                Seguimos soñando. Deseando que el sueño sea inacabable. Sabiendo, empero, que algún día terminará el camino y nuestros pasos dejarán de tener sentido porque, simplemente,el camino se habrá agotado. Deseamos que la arenita que pateamos (sin querer) en nuestro lento avance por la ladera, se quede quieta por un momento. Para que el caminante que sigue tras nosotros, pueda detenerse un instante y admirar la quietud y la armonía de su acomodo en los resquicios de la vereda que hemos hecho para ella. Como un tierno recién nacido que huele a vida nueva e inunda el aire de la montaña con sus olor de promesa y de suavidad y de recién estrenada melancolía. Así pensamos de nuestros primeros pasos. Así pensamos de los pasos recién dados.               En algún lugar está esa alma que comparte mis deseos, mis sueños, mis esperanzas, mis inquietudes, mis preguntas, mi soledad, mi amor por la vida, mi irresponsable falta de temor, mi inacabable optimismo, mi irrefrenable declaración de fe. En algún lugar pensará en mí sin saber que existo; sin saber quién soy. Sin sospechar que subo la montaña y cada vez me alejo más. Pero sabiendo que, como ella, tengo un sueño que me dice que al llegar al pico voy a encontrar un espacio lleno de nada. Ahogado en la libertad de la conquista. Que en la siguiente montaña, no lejos, la veré sonriendo. Preguntándose quién es esa alma que la saluda a lo lejos. Y sabrá, conmigo, que su saludo nos acercará de súbito y podremos fundirnos en el abrazo del reconocimiento. Podremos renacer. Podremos enlazar nuestros dedos y nuestros momentos y nuestros temores y nuestras manos. Y así seguir subiendo. 
En Algún Lado
Autor: Eugenio Y. Krez  340 Lecturas
El Sueño   La luna despierta vigila mi sueño.Su tibia luz envuelve mi cuerpo recostado en la arena.¿Con quién sueña la Sonrisa del alma que tiene los ojos cerradosE ilumina a las estrellas?¿Con quién sueña la Paz que mantiene el cuerpo inerte?¿Qué escucha la dulce Melodía del vaivén de las olas?¿Con quién sueña el Corazón gozoso que siente la brisaSobre su rostro, de frente al mar?¿Con quién sueña la Ternura inscrita en todo su cuerpo?¿Con quién sueñan sus Manos que acarician la arena?¿Con quién sueñan sus Labios silenciosos?¿Con quien sueña en el Silencio de la noche,Solo iluminada por la cálida luna? Te escondes detrás de la ternura de un beso,Para no perturbar el sueño.Eres tú.Solo tú y tu cariño 
El Sueño
Autor: Eugenio Y. Krez  326 Lecturas

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