El Sol Poniente
Publicado en Dec 06, 2010
Cuando el sol se pone suele hacerlo dejando un poco de sangre muy roja
en el firmamento. Para mi esa sangre que antecede a la quietud de la noche es, simplemente, la reiteración de un pacto. Uno que Dios hizo con el mundo hace muchos años. Con el que nos dice a nosotros, los que tenemos el privilegio de observarlo, que el rojo en el horizonte es como la vida que se detiene por un momento; que sigue un frío que nos pide que tomemos un descanso en el camino; sigue, también, una noche que oscurece los objetos pero no los anhelos. Porque esos van a renacer al día siguiente. Y ese nuevo amanecer empieza justamente como termina el anochecer: con sangre de renovación y con un suave calor de promesa. En estos momentos en que estas lejos de mí, pienso en ese carmesí que inunda mis momentos porque sé que estás pero sin estar. Pero, a fin de cuentas, reflexiono, eso no es lo que importa. Lo que importa son estos pensamientos. Que pueden o no ser importantes para alguien más. Pero lo son para mí. Espero que lo sean un poco también para ti. Que sepas que así como en el pasado inspiraste cosas bellas en mi mente ahora inspiras un sentimiento de nostalgia apagada. Una que no se puede dar el lujo de convertirse en eje de mis momentos pero que a veces me hace repasar con sobriedad lo que está dentrás de ti, detrás de mí y detrás de nosotros: ese sol. Mañana regresará el calor del sol para mí, cuando se aleje, tal vez, para ti. Y esa es parte de mi reflexión en tu recuerdo. La memoria de tu sonrisa. La memoria de tus brazos que me abarcan y que no puden dejar de tocarme cuando estás cerca de mí. La alegría que me provoca ese instinto de vida que me manifiestas cuando estamos solos y juntos. El sol se acaba de poner. El sol acaba de salir. Esa es la maravilosa realidad que compartimos. Esa es, tal vez, la razón por la que establecimos este pacto sagrado en donde solamente vale voltear a ver el horizonte. Sin importar si es de día o es de noche. Sin importar si es un preámbulo o una sencilla declaración de vida, alegría y amor. Los pequeños momentos que llenan mis días cuando estás aquí se llenan de tu recuerdo. La carencia de esos mensajes tan suaves que me recuerdan un pétalo de rosa que cae a mi lado. Que se convierten en un súbito chasquido en mi cintura que vibra porque tú lo has decidido así. El timbre de tu voz alegre que me da la bienvenida con un "Hola" que más bien suena a "¡Vive!" y que hace que aprecie como no imaginas tu armoniosa manera de enfrentar el día a día. Mi voz se convierte en parte del milagro que has podido obrar en mis momentos. Al que no quiero llamar hechizo, porque en este momento "hechizo" me suena como a algo que has impuesto en mí. Y es, justamente, todo lo contrario. Acojo tu alegría, tu belleza, tu vida, tu armonía y la paz que me brindas con mi voluntad y con mi corazón. Así que las frases, a veces apresuradas, que intercambiamos entre dos espacios que nos hacen suspirar, se vuelven parte del pacto; parte del enlace de voluntades que nos hacen ser lo que somos. En una especie de tobogán que nos hace reír en cada una de sus vueltas. Que nos llena de alegría y que nos asombra. El sol poniente en la almohada de nuestros sueños se vuelve el sol naciente al volver la cara después de un sueño reparador. Que, para ti, se llena (según me has dicho) de mis imágenes. Sábete que tú no estás en mis sueños porque estás en mi vigilia. Y creo que si no te recuerdo en mis sueños es para compensar el privilegio de recordarte como fuiste hace años, como fuiste hace poco, como fuiste hace una semana y como eres hoy. Porque no necesito verte para verte porque el sol que nace usa su luz para iluminar tu rostro para mí y me permite verlo siempre. Aunque estés del otro lado del mundo. Porque tú y yo sabemos que las almas gemelas coexisten en un espacio que es inespacial y en un tiempo que es atemporal. Nace el sol para mi y con él vuelves a nacer tú. La niña que se hizo mujer. Que como niña no fue del todo mía. Pero que como mujer lo ha sido de una forma maravillosa que me hace voltear al sol y sonreír para el mundo, para Él y para ti.
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