Todas las puertas estaban cerradas con candado y pasador, las ventanas estaban cubiertas con tablas clavadas a las paredes, las luces apagadas, sin música y sin comida.No, en esos tiempos no se podía celebrar la navidad con tranquilidad en aquellas casas. Los sonidos que provenían de las calles, entre balas y bombardeos, sólo causaban pánico entre los pobladores de este lugar. Sin embargo, una familia, la única entre millones, aunque no se atrevía a salir para disfrutar de la noche navideña ponía la música a muy bajo volumen y sentados alrededor del árbol adornado, iluminados únicamente por las luces de este, esperaban que la media noche llegara. -¿Por qué no podemos salir, papi?- Le preguntó el mayor de los niños a su padre. No tenía más de cuatro años. -Santa Claus no nos puede ver afuera o pensara que no lo estamos esperando- Respondió el hombre con la voz quebrada. -Tapen sus oídos con esto y duerman, Santa no los puede ver despiertos- Ordenó la madre entregándole un par de tapones a cada uno de los niños.Ambos infantes se conformaron con dicha respuesta y se acomodaron en el regazo de sus padres. Ellos debían dormir mientras sus padres recibían a Santa con una sorpresa. Por eso las luces estaban apagadas y la música a bajo volumen, era una sorpresa para Santa.El padre y la madre apenas y podían soportar aquella terrible situación. Cada que la casa vibraba por los disparos en la calle ellos aferraban a sus hijos para cubrirlos tratando de que estos no se despertaran.Justo cuando el reloj estaba por marcar la media noche el padre, alterado por haberse quedado dormido, abrió los ojos y no sintió el calor de su hijo entre sus brazos.Se removió inquieto hasta que lo vio a unos cuantos pasos cerca de la puerta, con un regalo entre las manos y la expresión llena de felicidad.Pero había alguien más frente a él, un hombre alto, fornido y de barba blanca y abundante.Santa Claus no era, podía estar seguro de eso.Un grupo de luces del árbol titilaron y por un segundo pudo ver lo que había enrollado en la cintura de este intruso; algo rojo con un cinturón negro lleno de...cables verdes y rojos.En ese momento el hombre recordó quien era él en aquella bélica sociedad. Un iraquí católico involucrado en la política de un país musulmán.El sonido del papel regalo rasgándose lo trajo a la realidad. Claro que los latidos de su corazón pronto lo dejaron sordo.El niño sacó una especie de control remoto de la caja; más bien, un cubo negro con un enorme botón rojo. -Alí, no toques eso- Pidió el padre en voz baja para no despertar ni a su esposa ni a su otro hijo -Alí...deja eso donde lo encontraste- Repitió pero el niño ni siquiera se giro. Así como los tapones de los oídos no le dejaban escuchar los disparos y las bombas, mucho menos le dejaría escuchar los ruegos de su padre.El intruso le miró y con esto le indicó que ese era su juguete, -Por Alá...- Susurró este cuando Alí presiono el botón.La media noche sonó en el reloj y la bomba explotó llevándose como primera víctima a un niño feliz porque había llegado la navidad a su casa.