Triste navidad
Publicado en Dec 19, 2009
Todas las puertas estaban cerradas con candado y pasador, las ventanas estaban cubiertas con tablas clavadas a las paredes, las luces apagadas, sin música y sin comida.
No, en esos tiempos no se podía celebrar la navidad con tranquilidad en aquellas casas. Los sonidos que provenían de las calles, entre balas y bombardeos, sólo causaban pánico entre los pobladores de este lugar. Sin embargo, una familia, la única entre millones, aunque no se atrevía a salir para disfrutar de la noche navideña ponía la música a muy bajo volumen y sentados alrededor del árbol adornado, iluminados únicamente por las luces de este, esperaban que la media noche llegara. -¿Por qué no podemos salir, papi?- Le preguntó el mayor de los niños a su padre. No tenía más de cuatro años. -Santa Claus no nos puede ver afuera o pensara que no lo estamos esperando- Respondió el hombre con la voz quebrada. -Tapen sus oídos con esto y duerman, Santa no los puede ver despiertos- Ordenó la madre entregándole un par de tapones a cada uno de los niños. Ambos infantes se conformaron con dicha respuesta y se acomodaron en el regazo de sus padres. Ellos debían dormir mientras sus padres recibían a Santa con una sorpresa. Por eso las luces estaban apagadas y la música a bajo volumen, era una sorpresa para Santa. El padre y la madre apenas y podían soportar aquella terrible situación. Cada que la casa vibraba por los disparos en la calle ellos aferraban a sus hijos para cubrirlos tratando de que estos no se despertaran. Justo cuando el reloj estaba por marcar la media noche el padre, alterado por haberse quedado dormido, abrió los ojos y no sintió el calor de su hijo entre sus brazos. Se removió inquieto hasta que lo vio a unos cuantos pasos cerca de la puerta, con un regalo entre las manos y la expresión llena de felicidad. Pero había alguien más frente a él, un hombre alto, fornido y de barba blanca y abundante. Santa Claus no era, podía estar seguro de eso. Un grupo de luces del árbol titilaron y por un segundo pudo ver lo que había enrollado en la cintura de este intruso; algo rojo con un cinturón negro lleno de...cables verdes y rojos. En ese momento el hombre recordó quien era él en aquella bélica sociedad. Un iraquí católico involucrado en la política de un país musulmán. El sonido del papel regalo rasgándose lo trajo a la realidad. Claro que los latidos de su corazón pronto lo dejaron sordo. El niño sacó una especie de control remoto de la caja; más bien, un cubo negro con un enorme botón rojo. -Alí, no toques eso- Pidió el padre en voz baja para no despertar ni a su esposa ni a su otro hijo -Alí...deja eso donde lo encontraste- Repitió pero el niño ni siquiera se giro. Así como los tapones de los oídos no le dejaban escuchar los disparos y las bombas, mucho menos le dejaría escuchar los ruegos de su padre. El intruso le miró y con esto le indicó que ese era su juguete, -Por Alá...- Susurró este cuando Alí presiono el botón. La media noche sonó en el reloj y la bomba explotó llevándose como primera víctima a un niño feliz porque había llegado la navidad a su casa.
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raymundo