"Pero creo que mi soledad debería tener alas"
Alejandra Pizarnik

I

Ahora que te han noqueado, que lanzas aves de sangre, que vomitas tu alma, envuélvete en un papel arroz para fumarte toda la noche, para lanzarte, hecha humo, hasta aquella luna, distante, lejana, estúpida, a la que dedicaste tu vida. Tus pechos firmes, tu pubis de triste miel, la saudade que tomabas cada mañana, tu licuado de nervios y pastillas ¿dónde quedaron? Enterrados bajo el agua de un pozo llenado por tus lágrimas. Quedaste convertida en algunas palabras que todavía recito. Pero has sido vencida, pronto morirás, o ya estás muerta. Quizá estés sobre tu cama, masturbándote con un cuchillo, haciendo música el infierno.
Convertiste en arte, no lo dudes, las formas de la melancolía. Sólo a ti te vi cabalgar en un caballo onírico con el culo al aire. Hiciste erótico el llanto. El mundo renació en tu mirada. Y (podré confesártelo ahora), cuando me mirabas, con esa puñalada de percepción carmesí, hacías de mis tripas una flor. Ahora, maldita hora ahora, en esta oscuridad, busco los últimos ecos de tu voz. Busco todavía tu brujería, ese ataráxico danzón, que me convertía en pluma, hoja y poesía. Te invoco en este aquelarre, en esta orgía medular, para que aparezcas semi desnuda, con tu garrafón de palabras, para ahogarme dentro de ti. Ven. Voy. ¿Eres yo? ¿El espejo que me refleja? Quiero sacudir el hielo de mis botas, dejar de estar aquí fumando tu último beso, quiero dejar de llorar, pero me rompiste por dentro, me rompiste cuando te rompiste, Alejandra.

II

Lo que te pasa -le dije- es que tu muñeca, sin un ojo y desgarrada, está, en aquel rincón, tejiendo el Otoño