Cristales bicelados
con salpicaduras de gotas
como burbujas adherentes
en un gran ventanal
con soportes de hierro
de una pared 
recubierta en madera de ébano,
embriagados mis sentidos
en el aroma intenso
de esta llovizna
arrastrando la brisa
de un atardecer húmedo
a la quieta serenidad
de este salón
de acogedora armonía.
Observo a través de los cristales
como el mundo gira ajeno a mi
con la lluvia mojando rostros
y el paisaje saturándose
del matiz brillante
que el agua dibuja en sus entrañas.
Y etérea estoy 
sentada en un sillón
que moldea mi figura
en esta soledad
con melodías de una vieja vitrola,
mientras mi taza de café humeante
se siente cálida en mis manos,
sucumbiendo
al intenso aroma 
a madreselvas
que trepan el jardín de invierno
de esta vieja casona,
y su perfume embeleza mi olfato
 de otra fragancia 
penetrando mis sentidos
con la fuerza del ser,
hurgando mi fortaleza.
Chocolates, fresas y espumante
fueron nuestro manjar de anoche
 con lumbre de velas fragantes
y tú deslizándote sobre mi cuerpo
en un juego de lúdico placer.
Es ya casi el crepúsculo
y aún estoy bañada en esencias
expectante en  este sillón,
acurrucada en esta quietud
pretendiendo que la lluvia no me lave
tu aroma
ni el encanto de tenerte tan cerca...
desbordada aún en sensualidad
mientras tú  duermes tu serenidad
en la penumbra de mi lecho.
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