En una sociedad basada en la idolatría a la insensible superficialidad, no hay mayor satisfacción que sentir cómo te acorrala la angustia.
Parece una paradoja, pero no es el caso. Una gran parte de los jóvenes viven esclavizados a las modas, quimeras que conllevan cierto aislamiento de la humanidad. Solo veo personas preocupadas por ganar seguidores en las redes sociales, complejos ocasionados por no disfrutar de una "vida" tan maravillosa como la de los famosos y niños sin ilusión por alcanzar los sueños. Ya no existen verdaderos anhelos, sino ansia por ser un mero calco de otro. Hay almas que se han transformado en espejos.
La ilusión ha sido desterrada de los cuerpos y se ha dejado en barbecho. Estamos asistiendo a la mitificación de la ignorancia.
Por este motivo, me siento "afortunado" por poder sufrir en silencio y por seguir expresando mi espíritu con versos. No me avergüenzo de amar la cultura, la historia y el arte. No siento miedo a ser rechazado por no rendir culto al analfabetismo predominante.
No dejemos morir nuestra esencia; pues, sin ella, tan solo somos eco.