Mi primera vez
Publicado en Sep 24, 2009
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Es invierno. Una pertinaz llovizna, impulsada por el viento, fustiga sin misericordia los cuerpos que se atreven a recorrer el camellón de la Buena Esperanza.  En el autobús abarrotado, después de un par de codazos y varios empellones, contemplo junto a la ventana el ocaso de un típico atardecer decembrino.
Las gotas, como fúgidas pinceladas, resbalaban juguetonas sobre el cristal de mi habitación, cuando ella y ese hombre atravesaron la calle tomados de la mano.  Sentí rabia, golpeé  la pared con todas mis fuerzas, una lágrima de dolor e indignación marcó el final de mi primer amor.
El autobús se detiene de repente. Los pasajeros desaparecen con rapidez en medio de la multitud. La lluvia deja de caer. Brotada de las entrañas de aquel hervidero humano, la veo subir: su larga cabellera negra, salpicada de refulgentes gotitas, se balancea con gracia, como al son de una imaginaria melodía de amor.
Era una mujer hermosa, claro, estaba lo de la diferencia de edades, lo de su novio fornido y con cara de pocos amigos, y, quizás lo más importante en su concepto, ella era mi profesora de inglés y yo un niño de ocho años.
Parece flotar en el aire, nuestras miradas se cruzan por un instante, sus ojos  penetran en mi hasta lo más profundo, me arrellano en el asiento y cruzo los dedos mientras concentro toda mi energía en un solo pensamiento. Parece funcionar, se detiene, mira a su alrededor durante unos cuantos segundos que se me antojan eternos y, finalmente, dirige sus pasos hacia la silla vacía junto a mí. Siento una oleada de calor.
En Carimagua, mi pueblo, las apuestas sobre mi futuro estaban divididas. Dada la ausencia de relaciones amorosas conocidas y confirmadas en mi vida, había dos posibilidades: formaba parte de la nueva tendencia homosexual del mundo moderno, o estaba haciendo votos para la vida clerical.
Me mira despreocupada, casi con disimulo; sus senos, aprisionados, se asoman insinuantes bajo la blusa, mientras luchan con desesperación por alcanzar su libertad. Voltea de nuevo la mirada; me ruborizo al sentirme descubierto. Sonríe.    Se recuesta hacia atrás, uno de sus gloriosos muslos emerge a través de la abertura de la falda, miro de nuevo con curiosidad. Algo despierta entre mis piernas: no soy un mariquita, tal vez un cura de esos que visten con elegantes trajes importados, que mitigan su sed con vino francés y perdonan los pecados con penitencias en especie. Un aroma dulzón inunda el lugar. Me siento mareado, el olor se hace más fuerte, tengo náuseas.
"Déjenme bajar", grité desesperado. El mundo se nubló ante mis ojos. Mis manos se soltaron del tubo de la rueda infantil al que me hallaba aferrado. Me hundí en un hoyo negro. Cesaron las risas.  Desperté en medio de una habitación muy fría. Una luz brillante caía sobre mis ojos. La cabeza me dolía. "Trauma craneoencefálico leve sin complicaciones", la voz del médico retumbó en mis oídos. 
Froto mis ojos con fuerza, ella sonríe coqueta, enderezo mi espalda y aspiro profundo. Abro mi portafolio y comienzo a revisar con pretendida importancia algunos documentos que debo entregar antes de las seis. Miro el reloj: aún tengo tiempo. ¡Que diablos, después de todo es mi primera vez!
Un guiño, que habría pasado inadvertido si no hubiera estado atento al menor movimiento de su rostro, y una tímida sonrisa, me transportaron al interior de un sueño. "¿Podríamos conocernos un poco más?", por fin me atreví a decirlo. "Eres alguien muy especial, disfruto mucho de tu compañía, pero..." allí estaba esa maldita palabreja que había aprendido a odiar: " No quisiera perder tu amistad, no sé, tal vez más adelante..."
De nuevo aquel intenso olor. Me siento embriagado por una dulce somnolencia. Acaricia mi rostro, me mira con ternura, casi con amor. Sus manos se deslizan con precisión bajo mi ropa, me dejo llevar por el placer.
Un beso. Creí que nunca llegaría a experimentar aquella sensación de tener unos labios tan cerca. Su lengua, húmeda y babosa, se agitaba frenética dentro de mi boca. Sentí náuseas. Camila Fierro no era lo que podría decirse la fantasía sexual de un hombre, sin embargo la primera conquista nunca se olvida.
Intento acariciarla. Se hace a un lado con gran agilidad, me toma por los brazos, sus manos, cargadas de erotismo, juguetean sobre mi piel, afloja el cinturón y corre el cierre, siento frío. De nuevo, intento dominar la situación, pero mi cuerpo no responde. 
Me encontraba sumido en un trance, nunca había conocido a una mujer así. Apreté su mano con firmeza, tomamos un par de copas, no podía esperar nada de su parte pero disfrutaba de su compañía. Una mujer corriente, aunque no del todo mal, sin embargo, tenía algo especial en su sonrisa, siempre que la veía terminaba contagiado con su optimismo.
Estoy a su merced. Con un movimiento calculado y preciso se monta a horcajadas sobre mi pelvis mientras desliza mi pantalón hacia fuera. Afloja con delicadeza la pañoleta de seda gris que adorna su cuello y me ata al barandal con fuerza, como la deseo.
Siento una  extraña excitación: miedo y placer al mismo tiempo. Acerca sus labios y me besa, un beso largo, cálido, lleno de promesas. Nuevamente, el aroma. No puedo contener el sueño, un sopor profundo y sensual me envuelve lentamente, hago un gran esfuerzo y abro los ojos, la miro una vez más, quiero guardar para siempre la magia de aquel instante.
Despierto sobresaltado en medio de los endemoniados gritos de aquel hombre. No había mencionado que estuviera casada. Me duele la cabeza, me levanto y trato de correr, pero alguien me tira hacia atrás. Él está a mi lado, me sacude con fuerza y me llama por mi nombre, estoy desconcertado, siento frío, fue mi primera vez y quizás también la última, volteo a mirar con resignación esperando lo peor.
Es una noche de invierno, y allí estoy yo, semidesnudo y atado a la baranda de un autobús del servicio público mientras el conductor intenta hacerme volver a la realidad. El portafolio, mi billetera, mi flamante vestido azul y mi dignidad han desaparecido.
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Foto del autor Juan Carlos Morales - Ruiz
Textos Publicados: 11
Miembro desde: Sep 19, 2009
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Descripción

Cuento

Palabras Clave: amor pasin sueos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (2)add comment
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doris melo

Es un cuento profundamente elocuente y poetico , las pinceladas y las descripciones logran darle al texto un caracter poetico . El lenguaje es uno muy claro, transparente empapado de cultismos. Es todo una joya como literatura en cuanto a la forma en que el narrador describe y vive los personajes nos lo transmite. Saludos
Responder
September 24, 2009
 

karina

me quede sin palabras...wow¡
Responder
September 24, 2009
 

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busy