Y entonces sentí unas ganas enormes de llorar,
cuando te fuiste aquel día,
sin importarte siquiera
cuanto te he querido,
todos estos años, 
pero no lloré.
 
Entonces sentí una inmensa pena,
un dolor muy suave,
y sonreí sin saber porqué
entonces sentí de nuevo latir mi corazón,
y un deseo inmenso de volver,
a vivir mi vida como en otros tiempos,
cuando aún tu no estabas,
conforme a mí, en libertad absoluta.
 
Pero en ese mismo instante,
sentí que me moria,
porque a pesar de todo el intento,
de retenerte, de vivir junto a tí
en tu ocaso,
con tus quejas y tu deseo de cariño,
 entendí que te perdia,
a pesar de haberme entregado a tí,
en alma, cuerpo y espiritu.
 
Sentí  de pronto,
que flotaba en el espacio,
en busca de mi destino,
y que al volar sobre las nubes,
tratando de buscar respuestas
a mi soledad,
se aplacaba el dolor de siglos,
dolor de piedras , de espacios.
 
Ese dolor que marchita,
y da verguenza.
Entonces me senté
en la punta de una de las estrellas del cosmos,
y entendí por fín,
porqué tu no me haces falta
y entonces por fín llore...