"La Cazadora" (Relato)
Publicado en Nov 04, 2013
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 "La Cazadora" es siempre implacable, pero sobre todo impecable, en su forma de trabajar limpia, serena, natural, rotunda y contundente; con su cuerpo escultural, su mirada atrapadora y ese estilo siempre inconfundible que la hace ser como una verdadera diosa. Todas sus presas caen al primer disparo de su sonrisa. Enredados en sus propios e innobles deseos concupiscentes son prisioneros de su afán desmesurado por poseerla cueste lo que cueste aunque haya que traicionar a quien sea. Y eso "La Cazadora" no lo perdona. Cambiando de lugares estratégicos de la gran ciudad como por arte de magia, es su magia encantadora la que la convierte en vengadora del Destino. 
 
- ¡Bonita cazadora, preciosa! ¿Dónde la has comprado?
- Es un regalo de mi mejor cliente, caballero...
 
Es entonces cuando la víctima comienza a emocionarse y ella lo siente rápidamente. 
 
- ¿Tu mejor cliente? ¿A qué te dedicas, preciosa?
 
Lo de preciosa lo ha oído tantas veces que no le afecta para nada; aunque hace como si le entusiasmara escucharlo y, con total rapidez, dispara todo su encanto femenino. 
 
- Soy representante... 
- ¿De alguna productora cinematográfica tal vez?
- Algo parecido pero mucho más emocionante.
 
Cuando la conversación llega hasta este punto, el victimario ya está entregado a ella sin salvación alguna. 
 
- ¿Como cuánto de emocionante, encanto de mujer?
- De una compañía... 
- ¿Una buena compañía?
- Una excelente compañía...
 
Ahora ella siempre deja la frase sin terminar para que la imaginación de sus presas vuele más allá de lo que ellos pueden controlar.
 
- Con mis debidos respetos, chavalilla... ¿qué clase de compañía?
- Usted qué cree... 
- Supongo que de primera categoría. 
- De primera categoría preferente, caballero. 
 
El caballero en cuestión ya está envuelto del todo en la red que ella le ha tendido de manera tan natural que no hay ninguna posibilidad de escape. 
 
- ¿Puedes sacarme de dudas, preciosa?
- Si usted se empeña...
 
El doble lenguaje de "La Cazadora" siempre surte el efecto que ella desea. 
 
- ¡Yo po tí me empeño hasta la bancarrota si es necesario!
- ¿Usted lo cree necesario de verdad? 
 
El donjuan, castigador de mujeres por excelencia, se siente ufano y dicharachero. 
 
- Como dijo Enrique IV de Francia, París bien vale una misa. 
- ¿Y cuántas misas cree que valgo yo? 
- ¡Mil misas del gallo a lo Amado de Assís!
 
Los que se las dan de tener mucha cultura son sus preferencias porque es en el terreno donde mejor se desenvuelve "La Cazadora".
 
- ¿No cree usted que son demasiadas misas para un sólo amado?
- Me he quedado corto ante una divinidad como tú. ¿Eres representante del Olimpo?
 
Ella ya sabe que no se le va a escapar.
 
- Represento a una compañía de cazadoras.
- ¿De cazadoras calientes?
- Totalmente calientes por dentro...
- ¿Qué clase de compañía es esa?
- ¿No se lo imagina usted?
 
Esto es lo que más enerva a los donjuanes castigadores de chavalillas indefensas que comienzan a desbocarse sin final. 
 
- Te imagino cazando como una diosa. 
- Por ahí van los tiros, caballero... 
- ¿Una armería tal vez?
- Mucho mejor que una armería.. 
- ¿Mejor que una armería completa, chavalilla?
- Muchísimo mejor aunque le parezca increíble... 
- Me encanta lo increíble, bombón. 
- Digamos entonces que es una compañía de safaris completos. A pesar de que me vea tan dulce suelo ser despiadada cuando las pieza se me pone a tiro. 
- ¿Y qué hay que hacer para ser una pieza ante tanta belleza junta?
- Dos mil. 
- ¿Dos mil dólares?
- Dos mil euros es mucho más exacto. No soy de Wichita. 
 
Pronuncia "bichita" con tanta gracia que esto es lo que la hace encantadora ante los que se atreven a acercarse a pocos centímetros de distancia. Esto y la tierna sonrisa con la que acompaña su dulce manera de hablar. Y entonces es cuando caen como frutos maduros. 
 
- ¡Puedo decirle a mi esposa que se tome unas cortas vacaciones!
- Pues no se corte usted tanto con las vacaciones. Dígale a su querida esposa que se tome unas vacaciones más bien largas. 
 
El atrevimiento de "La Cazadora" la hace más bella todavía ante los ojos de los "mirlos blancos". 
 
- ¿Puede ser cierta tanta felicidad?
- La insistencia no puede convertir una mentira en verdad... 
- Pero es que es necesario mentirla.
- No lo digo yo. Lo dijo Franklin Delaney Roosevelt... 
- ¿Sabes más frases ingeniosas?
- Tengo una buena colección de ellas... 
- ¡Regálame los oídos, por favor, diosa mía!
- Por ejemplo, Plutarco ya avisó que las arañas atrapan a las moscas pero dejan huir a las avispas. 
- ¿Además de ser todo un bombón tienes también carrera universitaria?
- Lo siento. No puedo ser completa. Sé que es un defecto. 
 
El morbo añadido, que ella maneja con excelente soltura y naturalidad, hace perder del todo la cabeza de sus víctimas. 
 
- ¡Al contrario! ¡Es mejor con una chavalilla universitaria!  
- Un compañero de aventuras me enseñó que el conocimiento de las cosas es el camino exacto para saber cómo son las cosas y que, precisamente por eso, cuando miramos al mundo con los ojos internos de la introspección es cuando la persona se encuentra más cerca de alcanzar la sabiduría.
- ¿También universitario?
- También universitario. 
- ¿Y tengo que luchar contra él?
- Viva usted el día de hoy y no se preocupe del mañana. 
- ¿También te lo ha enseñado ese compañero de aventuras universitarias?
- Me ha enseñado muchas cosas más pero esa no; esa viene en la Biblia. 
 
El caballero se siente cada vez más atraído por el imán de "La Cazadora". 
 
- ¿Dijiste dos mil euros?
- Dije dos mil euros si le parece justo... 
- No me gustan las chavalillas que rebajan el precio de sus servicios. 
- Es que no lo estoy rebajando...
- ¡De acuerdo!
 
La víctima, ya satisfecho del todo, saca la billetera y deposita, en aquella preciosa mano derecha que ella ha extendido con gracia y elegancia, los dos billetes de mil que "La Cazadora" guarda tranquilamente en su bolso de piel de cocodrilo sin tan siquiera mirarlos y como no dando importancia alguna al asunto. 
 
- Entonces... ¿con quién estoy hablando?
. Con el Señor Diputado Don Lucio Luciano Del Sol y Luna. 
- ¿No le importaría volver a repetirlo un poco más alto?
- ¡Con el Señor Diputado Don Lucio Luciano Del Sol y Luna y además soy también banquero!
- ¿Y dónde vive usted, señor diputado y además banquero?
- En la Calle de los Desamparados, número 13, primer piso y letra A. 
- ¿Ha dicho usted letra A de Antílope?
 
El juego de palabras, que ella siempre usa con fingida ingenuidad a través de su angelical rostro, es lo que siempre termina por entontecer del todo a sus rivales. 
 
- ¿Cuándo? ¿Cuándo puede ser?
- ¿Cuándo puede usted hacer desaparecer de la escena a su querida esposa?
- ¡Mañana! ¡Mañana mismo y a las ocho en punto de la noche el campo estará totalmente abierto!
- ¡El número ocho es mi preferido señor diputado y además banquero! Excelente. Me encanta la cacería a campo totalmente abierto. 
 
La nueva osadía final de "La Cazadora" hace sucumbir por completo a los que se creen más inteligentes que ella. 
 
- Para ser una universitaria, con lo racionalistas que son todas ellas, tú sin embargo vas muy directa al corazón.
- Espero que el suyo no sufra demasiado. 
- Tengo un corazón muy grande, pequeña. 
- Cuanto más grande es el corazón de un hombre más me gusta tratar con él. 
- ¿Entonces?
- Entonces espero que sea verdad. 
- Tengo un corazón muy grande pero es que la vida...
- La vida es muy sorprendente... ¿no es cierto?... a veces hay corazones que no se abren para nadie aunque sean muy grandes... ¿verdadero o falso?
- Verdadero, verdadero, verdadero...
- Entonces nos veremos mañana si Dios quiere. 
 
Ella no ha mentido en ningún momento. "La Cazadora" no necesita mentir. Por eso siempre termina sus contactos con lo de "si Dios quiere", Y eso la hace más apetitosa e interesante. 
 
- ¿Universitaria y cristiana al mismo tiempo?
- Universitaria y cristiana al mismo tiempo. 
- ¡¡Genial!! ¡¡Si eres universitaria y cristiana al mismo tiempo resulta todavía más genial!! 
- Pues entonces, caballero, si Dios quiere mañana veremos a qué clase de genialidad se está usted refiriendo. 
 
Y ya no hay más. "La Cazadora" se introduce en su Ferrari de color rojo, último modelo, y lanzando un besito al aire en dirección a su víctima, pone el automóvil en funcionamiento. 
 
- ¡¡No me olvides, por favor!!
- ¡Espero que usted tampoco me olvide nunca, señor diputado y además banquero!
 
Y el Ferrari se pierde por la Gran Avenida mientras "La Cazadora" busca otro lujoso lugar de la gran ciudad donde repetir la misma escena; hasta que, al terminar con el cupo de los diez diarios, regresa a su domicilio. 
 
- ¡Hola, cariño, ya estoy de vuelta!
- ¿Tan pronto, Diana? ¡Cada vez lo haces mejor y más rápido!
- No olvides, Joseph, que cada día soy más guapa. 
- Y más sexy también. 
- Por eso cada día caen más deprisa. Toma. Aquí tienes los veinte mil euros diarios. 
 
Ella saca el dinero de su bolso, Joseph lo coge y, sin contarlo, deja todos los billetes sobre la mesa porque lo que está deseando es abrazarla. Y la abraza amorosamente. 
 
- Ya no necesitamos más, Diana. 
- Pero si todavía puedo conseguir mucho más, Joseph... 
- Hoy ha sido la última vez. No puedo ni debo ser el culpable de que te descubran. No me lo perdonaría jamás. 
- Perdona, Joseph, pero cada día soy más guapa y más sexy. No tengo ninguna clase de miedo y sé cómo arreglarme adecuadamente para ir cambiando día tras día. No me van a descubrir nunca hasta que crea que ya es suficiente. 
- Pero es que resulta que  ya tenemos lo suficiente para irnos a vivir a nuestro paraíso natural. 
 
Ella sonríe ligeramente después de que él la besa con profundo amor en la boca. 
 
- ¿Por qué sonríes, Diana?
- No es por maldad de ninguna clase... pero me estoy imaginando la cara de panolis que se les pone a tantos lanzados caballeros corteses cuando se encuentran con la petición de divorcio exprés presentado por sus queridas mujeres después de que yo contacto con ellas.
- No lo siento en absoluto, Diana, no lo siento en absoluto porque sólo estamos haciendo justicia social. 
- El mundo cambia de piel continuamente, Joseph, y por eso todos  ganamos... 
- Menos los que se ponen a tu alcance. 
- ¿Y ellas? ¿Qué sucede con ellas? ¿No sufren todas ellas? ¡Ha sido una idea genial tuya esta de incorporar una cámara oculta en las solapas de mi cazadora. Todos creen que es el pin identificativo de una compañía de organización de safaris.
- Por eso no lo siento en absoluto, Diana. Pero ya todo acabó. 
- Entonces... ¿nos vamos de verdad a vivir a las Islas Cocos?
- Exacto, chavalilla. ¡Nos vamos a vivir los dos juntos a las Islas Cocos gracias a tus encantos naturales! ¡El Cónsul General australiano nos ha otorgado ese privilegio después de que te presenté ante él la semana pasada!
- ¿Y no te da miedo ir conmigo donde hay tantos cocos?
 
A Joseph le entra la risa. 
 
- ¡Jajajajaja! Contigo no me dan miedo ni los cocos ni los cocodrilos! Eres más peligrosa para todos ellos que si estuviesen jugando a la ruleta rusa. 
- Sólo que si juegan conmigo no falla el disparo. 
- Quien juega contigo pierde la oportunidad... 
- ¿Qué oportunidad? 
- La oportunidad de poder contárselo a sus descendientes. 
- Por cierto, Joseph, es preciosa la cazadora que me regalaste. 
- Es la moda de los últimos años... pero en las Islas Cocos no la vas a tener que usar... 
- ¿La puedo llevar como recuerdo?
- La puedes llevar no sólo como recuerdo sino, sobre todo, como asunto de conciencia. 
- Entonces vámonos ya, con la conciencia tranquila, a nuestro paraíso natural Joseph. 
- ¿Sabes una cosa, Diana? ¡Eres digna de una portada especial en Telva! Tu estilismo te proporciona un toque como de otro mundo.
- Sí. Lo sé. Pero mejor lo dejamos para cualquier otra década... 
- Eso es. De década en década vivimos mucho más y mucho mejor. 
- ¿Lo dices por los diez pardillos que caen cada día?
- ¡Jajajajaja! No son tan pardillos como crees, "Cazadora". No seas tan ingenua. Pero cometen el pecado mortal de que se creen más inteligentes que vosotras. Su vanidad les hace pensar que las mujeres guapas y sexys sois mentalmente inferiores. Y esa es la única verdad que les hace caer en las ratoneras. Al creer que todas vosotras sois inferiores bajan la guardia... y no hay peor cosa que bajar la guardia en pleno combate... 
- Pues si eso es la única verdad... ¿dónde están los anillos de compromiso?
- ¡Creía que no me los ibas a pedir nunca, Diana!
- ¿Y que me asalten los cocos en las islas? ¡Nada de eso! ¡Prefiero ir prevenida!
 
Joseph abre el cajón de¡l aparador que hay en el salón y saca la cajita. 
 
- ¡Aquí están! Si crees que vas más protegida con el anillo puesto yo también creo lo mismo en cuanto a mí. 
 
Ella coge la cajita, la abre, y queda admirada por los dos anillos de oro con diamantes que brillan bajo la luz del mediodía. Joseph saca el de ella y se lo coloca en el dedo correspondiente. Después ella le coloca a él el que le corresponde a él. . 
 
- ¿Cuándo es el viaje?
- Ya mismo, "Cazadora", ya mismo. Y no te poeocupes por el equipaje porque no llevamos equipaje. Nos vamos limpios del todo ya que todo lo podemos comprar cuando lleguemos allí. 
- ¿Y qué hago con el Ferrari?
-  Tengo algo mejor para ti...
- ¿Un caballo salvaje?
- ¿Cómo lo has adivinado?
- Porque lo he leído en tus ojos. Recuerdo que te conté que soy una enamorada de los caballos y, mirando a tus ojos, me he visto galopando a tu lado por la orilla del mar. 
- ¿No te preocupas porque sea salvaje?
- No. Lo domaré en menos tiempo que empleo para desplumar a un pardillo de esos que se creen gavilanes. 
 
Los dos se quedaron mirándose fijamente. En los grandes y hermosos ojos de ella surgió como una pequeña luz blanca.
 
- ¿Qué te ocurre, "Cazadora"?
- Siento un poco de tristeza... 
- ¿Por dejar esta gran ciudad?
- No. Además de eso es que lo siento por la distancia que ellos mismos se han buscado... 
- ¿La distancia con sus queridas mujeres? ¿De verdad crees que las aman? ¿Si las aman por qué las engañan tantas veces con tantas queridas amantes? Si las amasen de verdad...  ¿por qué se fijan tanto en ti y en chavalillas como tú para intentar poseeros? 
- Porque son cobardes... 
- Exacto, "Cazadora". La cobardía es mirar para otro lado como si nada hubiera pasado y, en esta vida, el arte de los engañadores es no reconocer su cobardía hasta que ellas se enteran de toda la verdad. 
 
Diana hundió toda la belleza natural y angelical de su rostro en el pecho de Joseph.
 
- No son como nosotros, Joseph... 
- Te entiendo, Diana. No son como nosotros... 
- Espero que algún día sus caras sean más humanas y que salga a relucir toda la verdad para que no sigan usándolas como objetos que, después de ser usados,  arrojan sin piedad alguna al cubo de la basura de los olvidos. 
- Supongo que lo que te pasa es que tienes compasión, "Cazadora", y esa compasión me la transmites a mí. ¿Te arrepientes de ello?
- Nunca jamás. Hay un buen momento para todos. Y para nosotros ha llegado ya el buen momento que nos merecemos. 
- Si tuviera ahora enfrente a alguno de ellos le diría ¿me ves?. Pues esto es lo que soy. No hay más. Así que no eches la culpa a ella. 
- Gracias, Joseph. Eres un gran tipo. Un tipo bueno y muy inteligente a la vez. 
- Un día vi a uno de esos hombres reírse mientras la engañaba. Desde entonces aprendí que la fidelidad es el principio de la felicidad porque ambas palabras empiezan por la efe de la fe. Otro día, por contra, vi a una mujer dándole bofetadas a su engañador durante quince segundos exactos. Fue la otra cara de la misma moneda. 
- Por eso jamás te seré infiel, Joseph, y tú jamás dejarás de serme fiel a mí. 
- Lo sé, Diana, lo sé. Yo viví desde la infancia subido al escenario de los adúlteros: pero tampoco te he traicionado nunca y no te traicionaré jamás. Como dice la canción, yo sólo pasaba por allí... 
- ¿Lo dices por "La mordaza"?
- Exacto. Captar la verdad es mucho mejor que cualquier otra experiencia. Sé la historia de un tipo genial que recogió algodón, educó perros y probó con la Ingeniería; pero un día se introdujo en la esfera de la vida. 
- ¡Jajajajaja! Por eso me interesa seguir siempre a tu lado. 
- ¿Crees que ese tipo era yo?
- No lo dudo ni por un minuto. Digamos que ese tipo eras tú. 
- De acuerdo, Digamos que ese tipo es como yo. ¿Te parece mejor así?
- Sí. Digamos que ese tipo es como tú. Es el tipo de hombres que me atraen. 
- La verdad siempre se inventa, "Cazadora".
- De Antonio Machado. 
 
Se dieron un beso largo, largo, largo... 
 
- ¿Cuándo regresaremos, Joseph?
- Cuando todo lo que viva en esta gran ciudad sea para el bienestar de los que ahora sufren. Cuando los ciudadanos y ciudadanas de este lugar no tengan que soportar las mentiras, los engaños y todas las demás ataduras; sino que sean valientes de verdad. Cuando la vida aquí sea de una forma pacífica al servicio del bienestar social que sirva para llenar de luz todos los rincones de los barrios bajos que hemos conocido. Cuando no se cometan tantas mentiras con el falso amor libre bajo las luces de las estrellas. Cuando todos y todas agradezcan de verdad los esfuerzos que personas como nosotros hemos llevado a cabo durante años. 
- No sé por qué te hago caso pero me gusta cuando sueñas paseando bajo esa Luna a la que tanto cantas. 
- Entonces apaga y vámonos, como diría mi abuela materna si estuviera aquí entre nosotros. 
- ¡Jajajajaja! Supongo que eso quier decir... 
- Que te he amado siempre solamente a ti. 
 
Ella apagó la luz del salón y los dos salieron, cogidos de la mano, a la calle, pasaron de largo junto al Ferrari, subieron en un taxi y se dirigieron hacia el Aeropuerto.
 
Las Islas Cocos les estaban esperando... 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Miembro desde: Jun 29, 2009
2 Comentarios 365 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Relato.

Palabras Clave: Literatura Prosa Relato Narrativa Guión Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (2)add comment
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José Orero De Julián

Saludos, Silvana. Muchas gracias por leer y comentar. A veces una palabra de aliento sirve para escribir muchas palabras de agradecimiento. Un abrazo amistoso, Silvana.
Responder
November 05, 2013
 

Silvana

Entretenido, buenos diálogos y buena ironía de la vida para esos cobardes humanos.
Saludos
Responder
November 04, 2013
 

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