Estuve al ladito del mar,
practicando matemática,
solozándome como los niños,
rotulando sentimientos.
Taciturno no lo miraba,
mientras yo valoraba
las protecciones
de los caracoles muertos
o lanzaba piedritas
contra otra piedra,
calculando he imaginando
fórmulas de física
con la velocidad, la fuerza
líneas rectas y parábolas
con el objetivo
de dar en el blanco,
después empecé
a escribir letras profundas
que llegaron fulminantes a mi cerebro
y a pesar de su tamaño
desaparecieron intempestidamente
al ser llevadas por una ola
 al fondo del océano.
Olvidando lo que había escrito,
irritado y sorprendido
levanté la cara
para reprocharle su osadía,
pero al ver la inmensidad azul
tuve vergüenza
de mi soberbia,
al sentirme
más grande
que el universo.