Caminemos juntos, de la mano; me dijiste,
Confía en mí, no te sueltes; me suplicaste.
Frágiles y adolescentes emprendimos nuestro viaje,
valles ocultos sembrados de miedos y de deseos,
cimas empinadas coronadas por besos apasionados,
llanuras suaves, llenas de caricias atrevidas, a veces desmedidas;
ráfagas tibias robadas del manantial de nuestros  alientos.
Complementados recorrimos  disparatadas y serias aventuras,
las hubo de todos los colores y sabores,
experiencias únicas, que construyeron nuestra historia.
Hubo altares que conocieron de sacrificios,
hubo abismos que tentaron con celos desmedidos,
hubo aciertos y desaciertos; alegrías y lamentos,
y seguimos a la par, liberando batallas y ganándolas.
Los años nos sorprendieron inseparables e incondicionales,
con fuego en el cuerpo, necesitados de caricias como siempre,
crecimos y maduramos, y en esos largos años aprendimos…
aprendimos a  separar lo propio  de lo nuestro,
a  respetar los tiempos para la pareja y los personales,
a discutir sobre un tema cuando no soplen fuertes vientos,
y a escuchar aunque en un principio no se esté muy  dispuesto.
Aprendimos de lo bueno y de los avatares,
de nuestros padres y de nuestros hijos,
y seguimos sin soltarnos la mano, confiando;
transitando un  camino que elegimos juntos
que siempre quisimos que fuera el mismo.