Fui la cima de la montaña más empinada que supiste escalar;  la heroína de tus sueños más deseados, el agua dulce en  tu boca sedienta, el mar profundo y desconocido que navegaste como un capitán experto, el caramelo de tus días amargos y la caricia que calmó las heridas de las espinas que encontraste.
Fui la sombra fresca que te abrazó en el desierto de tu vida; el manantial puro que reflejó tu alma para que  la leyeras y te comprendieras. El diccionario de las mentiras que encontraste en rincones sin salidas, la enciclopedia sin peso que disipó tus complejos; las manos seguras que te nombraron monarca en cualquiera de mis reinos.
Fui la incondicional amiga que te regaló besos, la amante dormida en el lecho de tu pecho, los brazos tibios que asfixiaron a tus miedos, la musa de mil poemas y el destino de millones de “te quiero”.
Fui la que recibió rosas en los días aquellos, la que sorprendida ante un repentino  invierno,  conoció tus errores y comprendió tus arrepentimientos. La que perdonó tu cansancio, las excusas y la presencia de nieve entre sábanas prolijas.
Fui la ilusa que creyó en el poder del tiempo, que rezó en las noches  por tu regreso en serio, por recuperar al aventurero; al que moría obstinado  por conquistarme, que juraba amarme más allá de la cima, en la cuesta abajo, en el  ladera de mi vida.
Fui lo que tú querías que fuera, el motivo de tu existir, el único amor, la dueña de tu vida… por eso hundo el puñal con obstinado orgullo, es mío tu corazón, no lo comparto, por eso lo destruyo.