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El fuerte estruendo de las puestas de acero abriéndose fue lo que me despertó cuando un fuerte chirrido acompañado de gritos y groserías avanzaba por el pasillo. Me incorpore de inmediato, escondí el plato de comida debajo de la banca y me tire al suelo para seguir limpiando un con un trapo sucio. Mis manos están tan heladas que casi no puedo sentirlas, el plato de comida me ayudó un poco a calmar el hambre. Si no fuera por Doris no sé que seria de mí en este lugar, es la única persona amable que trabaja en esta cárcel. Tengo los pies mojados y llenos de barro al igual que mi vestido y mi delantal que esta lleno de agujeros. Me incorporo para dejar pasar a los guardias con un prisionero que para mi sorpresa no esta forcejeando como es lo usual, el tipo lleva una capa negra con una capucha que no deja ver su rostro, tiene las manos esposadas y sucias. Los guardias lo arrojan sobre la celda y la cierran con candado. Uno de ellos escupe hacia abajo y se largan riendo y diciendo groserías. Observo con detenimiento a la persona que esta en la celda desde atrás de un pilar, esta sentada sobre una banca al lado de un charco de agua, tiene la cabeza agachada y las manos sobre el regazo. Esta muy tranquila. Demasiado. De pronto levanta la cabeza y deja salir unos risos negros desde el fondo de la capucha, sus largas pestañas se levantan dejando a la vista sus grande y profundos ojos negros, tiene los labios secos y partidos a pesar de que tiene la cara mojada, como si hubiese estado llorando, su tés era morena. Empieza a mover la cabeza, examinando el lugar con detenimiento, hasta que de pronto sus ojos se detienen en mí. Su mirada es severa y peligrosa y hace que entre en pánico y me alejo corriendo del pilar, tomando mis faldas con las manos y tratando de no chocar con nada en a oscuridad, hasta que me detengo cuando llego al siguiente pilar y me apoyo de espaldas en el. Se supone que no debo tener contacto con ningún tipo con los presos. Asique después de todo era una mujer, nada fea, pero en muy malas condiciones. Era muy misteriosa. Sierro los ojos y recuerdo su mirada desafiante y comienzo a sentir la boca seca. mi pulso ya esta volviendo a la normalidad. Mi trabajo aquí es mantener el lugar relativamente limpio, es un lugar muy húmedo en cualquier estación del año pero sobretodo en invierno, cuando es peor porque la humedad y el frio se unen y casi logran que muera de hipotermia. A los presos suele pasarles muy seguido, siempre están sacando cadáveres de las celdas unos mueren por hipotermia y otros de hambre. Aquí la comida es una vez al día pero hay que ser cuidadoso porque puede venir un preso más fuerte que el otro y le arrebata la comida de las manos. A mi me alimenta Doris tres veces al día clandestinamente, nunca nos han sorprendido pero han estado bastante cerca. Busco la banca mas seca que encuentro y me dispongo a dormir, pero un leve chirrido no me deja conciliar el sueño, un ruido que no es normal. Me levando y comienzo a caminar muy despacio hacia la fuente del ruido llego a la parte donde el túnel da una vuelta y me escondo detrás de la pared y empiezo a buscar el ruido de nuevo. Mi vista se detiene sobre un preso en especial, es un anciano muy delgado y alto. Esta agachado e intenta sacar las bisagras de su celda. Ahogo un suspiro y me tapo la boca con la mano entonces el preso me ve y empieza a forcejear la celda hasta que por fin la derriba. El corazón se me sube a la cabeza y luego baja traspasando el suela hacia el subterráneo. Me quedo muy quieta tratando de pensar con claridad y sin darme cuenta estoy caminando hacia a tras. Empiezo a buscar mi silbato en los bolsillos de mi vestido cuando choco con una escoba a pollada en la pared y esta cae estruendosamente al piso. Entonces empiezo a correr y el preso comienza a perseguirme maldiciendo. Si me atrapa me matara. Si escapa también me mataran. Encuentro el condenado silbato y lo soplo con todas mis fuerzas una y otra ves, conduzco al preso hacia otro túnel que es sonde esta la puerta por donde salen los guardias. Ya no me quedan fuerzas para seguir soplando o corriendo y comienzo a disminuir la velocidad a medida que llego a la puerta. Alcanzo a dar un ultimo soplido al silbato cuando el preso me agarra por la cintura me pone un cuchillo al cuello. -¿Hacia donde me trajiste?- me grita al oído el preso.- Me vas a sacar de aquí o si no te mato. Las lagrimas caían por mis ojos, su aliento era fétido y me daban nauseas. Entonces oigo el estruendo la las puertas de acero abriéndose violentamente dejando escapar una caravana de hombres uniformados. El preso me suelta y caigo al suelo y veo que comienza a correr mientras una lluvia de balas choca contra su cuerpo. Me tapo los ojos y me hago un ovillo en el suelo tratando de que las balas no me vean. De pronto todo queda en silencio y los guardias se acercan al cuerpo inerte y ensangrentado del preso para llevárselo a rastras del lugar. -Bien hecho rata.- dice un oficial de alto rango.- aquí tienes un hueso como recompensa por lograr que casi te maten.- me aventa un hueso de pollo al suelo que cae junto a mi y se larga riendo, pero antes se da la vuelta me mira seriamente.- No olvides limpiar este desastre. Todos se retiran y apagan la luz, yo me levanto del piso y me seco las lágrimas. Me dirijo hacia los implementos de aseo para recoger un trapeador y un balde. Al día siguiente me levando de mi banca con la espalda adolorida, quizás solo dormí cuatro horas. Mi estomago ruge y me agacho para buscar el baso con agua que dejo Doris la noche pasada. Me bebo toda el agua y dejo el baso escondido. Siento que la puerta de acero se abre muy despacio, lo cual es extraño ya que los oficiales siempre la abren de un golpe haciendo ruido y hablando fuerte. Me levanto de la banca y camino apegada a la pared para ver que sucede, cuando veo que entra Doris con una bandeja en las manos, siento alegría y preocupación al mismo tiempo ¿si la vieran haciendo esto? Nos degollarían a las dos. Doris me mira y suspira aliviada, comienza a caminar más rápido y se sienta junto a mi en la banca -Creí que no estarías aquí brillitos.- Doris suele llamarme brillitos por que mis ojos siempre brillaban a las luz, creo que es porque siempre los tengo llorosos. -Yo también Doris.- dije con simpleza. -Te traje algo.- dijo poniéndome la bandeja en el regazo. Había un plato de sopa de verduras caliente, un trozo de pan y un baso con agua. -Muchas gracias Doris.- dije de verdad agradecida.- ¿Por qué eres tan buena con migo? -Ay brillitos!... no puedo soportar que traten así a una niña tan bonita como tu, no puedo quedar de brazos cruzados. -Pero podrían atraparte… -No pienses en eso. Solo disfruta tu comida, ya tengo que irme. -Gracias de nuevo Doris no sé que aria sin ti. Doris me acaricio la mejilla con la mano y se fue corriendo. Yo tome la bandeja y me fui hasta una banca que estaba más lejos de la entrada, más cerca de la celda de la mujer con la capa negra. Me senté y comencé a engullir la sopa, ¡Dios! Doris cocinaba tan bien… De repente miraba de reojo a la celda de atrás y la mujer seguía sentada en la banca de su celda con la cabeza a guachada, era escalofriante. Cuando termine comencé a comerme el pan pensando en nada. El resto del día fue barrer los túneles mientras cantaba una canción que solía cantarme mi madre. Ella me arropaba y me besaba la mejilla antes de acortarme en mi cama y se quedaba con migo cantándome hasta que me durmiera. Estaba tan cansada que me recosté en la banca y me quede dormida. Desperté con un vuelco en el corazón al sentir un ruido que yo conocía muy bien. El chirrido de anoche. No otra ves no. Me levante muy despacio y comencé a caminar con el silbato en la mano con las lagrimas escociendo en mis ojos y mi labio inferior temblando. Di la vuelta al túnel y allí estaba. La mujer parada enfrente mio con la capa negra y la capucha en la cabeza mirándome, su celda estaba como cuando ella llego, no había nada fuera de su lugar. Mi vista de desvió hacia su mano que cargaba un cuchillo. Hasta aquí llegue. Pensé yo la angustia se apoderaba de mi, tenia miedo, siempre vivía con miedo. -Debes volver a tu celda por favor.- dije entre sollozos, no se como ni porque o de donde saque fuerzas para decir esa estupidez. -¿acaso siempre vas a estar llorando?- dijo con una media sonrisa en su boca. Su voz era serena y y suave, casi melódica. Era una muy joven. -Por favor….- me puse en su camino con el silbato en el pecho y un nudo en la garganta -tanta belleza, tanta inocencia…-ladeo su cabeza mirándome con pena.- yo te conozco. Di un paso hacia atrás y apreté el silbato de metal en mi mano. Yo nunca había visto a esa mujer. -Como sea, se me acaba el tiempo y no me dejas pasar niña. -No puedo dejarte pasar… si lo hago me mataran.- dije con mas firmeza de la que esperaba. - Si no me dejas pasar te matare yo dulzura.- dijo agachándose para mírame yo era unas dos cabezas mas baja que ella. No me quedaban opciones, tenia miedo, moriría de todas formas. ¿Que hago? Y de pronto vi la mejor oportunidad de mi vida e hice algo impensable. Le mostré el silbato y lo arroje al piso. -Llévame contigo.- suplique, era mi única salida. -Ha! Seguro me gustaría llevar un bulto bajo mi brazo para que después vayas y me delates. -No… yo puedo ayudarte, conozco una manera de salir de aquí sin que nadie nos vea.- dije a modo de suplica. Su rostro se puso tensó y me miro desafiante. -¿como sé que no me llevaras directo a una trampa? Lo pensé durante un momento y entonces comencé a subirme las mangas de mi vestido para mostrar mi brazos, a pesar de estar sucios se distinguían muchas manchas de color morado y algunas verdosas y unos que otros rasguños. A veces cuando los oficiales se emborrachaban algunos se ponen violentos y se desquitaban conmigo. -En mis piernas hay más. Y en el futuro habrá mucho mas para mí si me quedo aquí. No quiero seguir aquí, por favor llévame contigo… puedo serte de mucha ayuda. -De acuerdo, pero harás todo lo que yo te diga. -Dalo por hecho. - entonces ¿Cuál es tu camino para salir de aquí? -por aquí. Me dirigí hacia donde estaba mi banca y seguí de largo, hacia la puerta de acero, y apenas estuvo a la vista sentí que sus pasos dejaron de seguirme. -No te preocupes no te guio a la puerta.- le asegure pero no parecía muy convencida. -Muéstrame adonde vas. Empecé a caminar de lado sin perderle la vista hasta que llegue a la pared. Estaba a unos diez metros de la puerta de acero. Empecé a tocar la muralla y abrí una puerta camuflada, adentro había un poso que ocupaban los oficiales cuando estaban de turno antes de que llegara yo aquí. La mujer se acercó con el cuchillo tenso en la mano mirándome sin expresión alguna. Miro adentro y salió inmediatamente retrocediendo por el hedor del cuarto. -Hay que entrar, en el techo hay una tabla suelta que lleva a un entretecho, a unos dos metros de aquí hay mas tablas sueltas que seria el piso del establo. -¿en la cárcel hay un establo? - ahí se guardan los caballos de los oficiales. Podemos salir por la puerta trasera sin que nadie nos vea. Me miro por unos segundos meditando mi explicación. Trago una gran bocanada de aire y se tapo la mitad de la cara con su manga y entro. Ayude a quitar la tabla del techo con un palo y le señale un saliente de barro de la pared para que se impulsara. Y así lo hizo. Mientras ella intentaba subir al techo yo mire por la puerta para ver si venia alguien y empecé a pensar en Doris. ¿Qué seria de ella? Encontrarían la bandeja que estaba detrás de la banca y ese seria su fin. Esta prohibido alimentar a los presos en sus celdas. Básicamente yo también era una presa, no estaba allí porque yo quería. De pronto comencé a sentir risas muy fuertes acompañadas de forcejeos. Tuve un mal presentimiento. -rápido.- dije en un susurro a la mujer cuyo nombre no sabía aun. -Ya esta.- dijo y por un momento no la vi mas. -Hey ¿estas ahí? Por favor no me dejes, los oficiales están viniendo…- no podía creerlo. La angustia me carcomía desde adentro hacia afuera.- ¡Por favor! No me dejes me van amatar…- las lagrimas salían desesperadamente por mis ojos y yo veía que ella estaba tardando mucho.- No te vayas… De repente la puerta de acero se abrió de par en par y unos cuatro oficiales entraron con un preso esposado, retrocedí alejándome de la puerta con las manos en mi boca. Una vez que vieran que ella no estaba en su celda me encontrarían y me matarían, después de todo eso parecía ser el final de mi sufrimiento. Mire hacia el techo suplicando porque ella se decidiera a ayudarme, al parecer algún ángel me escucho por que, desde la oscuridad, una largo brazo bajo para salvarme l vida. Apoye un pie en el saliente y tome su mano, me aferre a ella como si fuera una parte de mi q8ue quisieran arrancar. Me comenzó a subir cuando escuche los gritos de los oficiales. -¡Se han escapado! -¡Deténganlas! Dios mio puse una mano en el techo que ahora se convertía en mi suelo tratando de impulsarme lo único en lo que podía pensar era en salir de allí. Sentí los pasos apresurados acercándose, y por fin vencí la fuerza de gravedad y logre subir los pies al entretecho. Allí estaba la mujer de la capa negra mirándome con esa mirada desafiante. Yo le devolví una mirada asustada mis ojos llorosos y preocupados penetraban en ella y hacían florecer la culpa de casi dejarme morir después de haberla ayudado. Rápidamente tome la tabla faltante en el techo y la puse en su lugar, de pronto todo se fundió en el silencio. La mujer me hiso una seña para que guardara silencio poniendo lentamente un dedo sobre su boca. La puerta del cuarto se empezó a abrir de apoco hasta que se detuvo. -Vallan al establo.- dijo un oficial en un susurro que, gracias a dios, alcance a oír. La mujer y yo nos miramos al mismo tiempo como si nos comunicáramos por la mente las dos supimos al instante que había que hacer esto rápido. Empecé a gatear por el entretecho tocando la superficie de arriba tratando de encontrar la tabla que estaba suelta, ya había estado aquí antes, una vez trate de escaparme fue como a los dos días de haber llegado a este lugar empecé a subir por aquí pero algo salió mal. Estaba escabulléndome en el establo y un caballo empezó a relinchar y a hacer un gran escandalo, me acerque para calmarlo pero el me empujo y me golpeo muy fuerte. Caí de espaldas al suelo y el aire que había en mis pulmones se hizo escaso, no podía levantarme, apenas podía respirar. Entonces llegaron los oficiales y me atraparon. Me llevaron a uno de los túneles y me golpearon y arrojaron desechos, comida, barro y otras cosas. Me dijeron que si volvía a intentarlo me matarían. Encontré la tabla suelta y la retire de su lugar, asome la cabeza para ver si venia alguien por nosotras, pero no se veía nadie mas que los caballos. Salí del entretecho y me encontré en la casilla de un caballo, las paredes de la casilla rodeaban a un caballo blanco desde su cuello hasta la mitad de las patas. Me agache para ayudar a mi compañera . Le ofrecí la mano y ella la tomo, su mano era morena y estaba helada. De repente su rostro se tensa y abre los ojos como platos. Logro escuchar el estruendo de la madera rompiéndose debajo ella y los gemidos de un hombre maldiciendo. Oh, no. -¡Me agarro la pierna, no puedo soltarme!- dijo con desesperación. -Por favor intenta soltarte.- Dije tirando de sus brazos lo mas fuerte que pude. La mujer hacia esfuerzos por soltarse del hombre que le sujetaba el pie pero era imposible. Retrocedí un poco y pude ver la cara del hombre que tenia sujeta la pierna con fuerza. -Golpéalo.- dije entre forcejeos. Ella levanto su pierna libre y la hizo colisionar con fuerza sobre el rostro del hombre. Por fin pudo soltarse y logre sacarla del agujero en el suelo. Ella se incorporo jadeando. -Y ahora que.-dijo mientras yo acomodaba la tabla en el suelo. -debemos salir por la puerta trasera.- Dije girándome hacia atrás. Comenzamos a correr en esa dirección, por el terreno grande y arido que estaba en frente de los corrales, pero nos detuvimos en seco cuando una caravana de oficiales apareció atravesando la puerta, pero ya era demasiado tarde nos habían visto y empezaron a correr hacia nosotras. Mi corazón latía tan rápido que lo podía sentir en todas partes de mi cuerpo, no podían atraparnos, no lo harían. No de nuevo. Comenzamos a correr en dirección contraria, ¿que hacemos ahora? Mire el rostro de mi compañera y pude ver que se hacia la mima pregunta. Tenia su boca media abierta y en sus ojos había preocupación, su expresión era triste. De repente su rostro se relajo y su boca se serró y comenzó a bajar la velocidad, yo esperaba que estuviera bien. Mire a todos lado para asegurarme de que los oficiales no estuvieran demasiado cerca, y no lo estaban pero en cualquier momento podían atraparnos. Me seguía preguntando que le pasaba a mi compañera, cuando de repente doblo en un ángulo recto. Se dirigía a los caballos. Claro. Empecé a correr detrás de ella, los oficiales estaban cada vez mas cerca, no habían pasado más de tres minutos desde que salimos del cuarto del pozo. Paramos derrapando sobre la tierra seca al llegar a un corral donde había un caballo negro. Ella abrió la cerca y subió al caballo con gran agilidad, ella parecía un fantasma oscuro con su túnica negra con capucha montada sobre una bestia demoniaca que también era de color negro. Yo seguía abajo y los oficiales estaban cada vez mas cerca, ella me miro con frialdad y me tendió su mano, yo la tome y ella me subió al caballo con más fuerza de la que pensé que tenía. Le ordeno salir al caballo y este se paro sobre sus dos patas traseras y relincho fuerte, casi me caigo lo que me hizo agarrarme mas fuerte de ella, yo solo me agarre a ella con fuerza y escondí la cabeza en sus ropas. Con los ojos apretados rogué por que no nos alcanzaran. -¡ia!, ¡ia!.- le gritaba ella al caballo, quien cada vez corría mas fuerte, las dos saltábamos a un ritmo constante sobre el caballo. Yo solo quería que esto terminara luego. Comencé a sentir estruendosos disparos y la gente comenzaba a gritar y a correr. Abrí los ojos y todo era borroso, mucha gente nos miraba. Pero yo no sentía el ruido de galopes de otros caballos. ¿Los habremos perdidos? Efectivamente, ya nadie nos perseguía, el ruido ya era menor en mis oídos, solo podía escuchar el ruido de las patas de nuestro caballo, que ya trotaba mas lento.
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