• Roberto Munyau
robmun
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  • País: Argentina
 
Nueva York. Oficina muy importante, cercana al edificio de Naciones Unidas. - Hay que fabricar más armamento. - ¿Más todavía? - Sí, más. - ¿Para qué? - Por el problema de los países árabes, medio oriente, Corea, la OTAN… en fin, somos los gendarmes del mundo ¿no? - ¿Y quién va a soportar el gasto?... ¿nosotros? - De ninguna manera ¿para qué tenemos la Reserva Federal? - Pero esos fondos hay que reponerlos. - Emitimos. - ¿Y la inflación que podemos generar en los Estados Unidos? - La exportamos. - ¿A quién se la vendemos? - A los del patio trasero. - ¿Aceptarán? - Sí, seguro. Hay que decirle al Tío Sam que los llame de a uno y los reciba con la mejor de sus sonrisas y la chequera en mano, vas a ver cómo toman los créditos sin chistar. - El tema va a ser cobrarles la devolución de los créditos. - No te hagas problemas, los van a devolver con creces. - ¡Pero si no tienen dinero! - No queremos su dinero, nos interesan sus recursos naturales: agua, petróleo, gas, minerales… en fin. - ¿Y si alguno de ellos se rebela y no acepta? - Le declaramos la guerra preventiva, argumentos no nos van a faltar y si no los tuviéramos, los inventamos. - Pero una guerra es muy costosa. - Para nosotros la guerra es una inversión planificada. - ¿Planificada? - Claro. Primero los invadimos, luego los destruimos y después los reconstruimos. Todo con dinero proveniente de la inflación, de la que hablábamos al principio… finalmente, los endeudamos. - Pero todo eso significa muerte. - Si no los matamos nosotros, los mata la pobreza, así que durmamos tranquilos. - ¿Y con esos recursos qué hacemos? - Los traemos para acá, los comercializamos y destinamos una pequeña parte, para que los disfrute nuestra gente… Vivimos en un país democrático. ¿No? - ¡Genial! John… ¡Genial!   Poco tiempo después... Buenos Aires. “La Nación”, 20 de noviembre de 2001, sección economía: “Seguirá en 2002 el ajuste de salarios y jubilaciones” “La Nación”, 28 de junio de 2003, sección economía: “Se adeudan US$ 136.967 millones ”.  
AMOS
Autor: Roberto Munyau  210 Lecturas
Desde tiempos inmemoriales,  el hombre se ha planteado la disyuntiva de elegir uno de dos caminos posibles, para llegar a la verdad de su existencia y la del universo que lo rodea. Los que optaron por el sendero de la fe, a través del cual encontraron una respuesta válida según ellos, adjudican el origen y la existencia del universo y la de ellos mismos a un dios creador. Para los teístas, ese dios no sólo creó el universo sino que también le atribuyen la autoría de las reglas morales y éticas (Biblia, Corán); castiga a los pecadores y premia a los buenos; subordinando la conciencia del hombre a los mandatos divinos. Tienen la convicción de que todo tiene su origen en dios y recurren a las escrituras, según ellos sagradas e incontrastables, para documentar sus aseveraciones. Suelen recurrir a métodos racionales (Tomás de Aquino), para demostrar la congruencia de sus dichos pero cuando la razón plantea dudas respecto de sus creencias, inmediatamente buscan refugio en la fe y así mantienen incólumes sus argumentos. El sustento de la fe, es el dogma y por eso necesita del discurso permanente para mantenerse en el tiempo. El de la razón es el pensamiento crítico. La fe y la razón no transitan por el mismo camino, como pretenden los teístas (Tomás de Aquino: Summa contra Gentiles) y ni siquiera marchan en la misma dirección. Por cada paso que avanza la ciencia, las religiones retroceden uno o más.  El de la razón es mucho más arduo, con más escollos pero más certero; necesita de la ilustración (Según Inmanuel Kant: ilustración es la emancipación del hombre de su autoculpable minoría de edad. Para ello se trata de que el hombre se atreva a pensar por sí mismo, a valerse de su razón, para dejar de concebirse como menor de edad, como alguien que está bajo tutela; en otras palabras: como un súbdito). Lo que la fe no puede demostrar racionalmente, lo convierte en verdad absoluta a través del dogma. La ciencia, en cambio, da pruebas de su verdad utilizando la razón como herramienta fundamental. Carlos Marx decía: “La religión es el opio de los pueblos” y cabe preguntarnos: ¿o el somnífero? ¿o el atajo que evita el camino del conocimiento? La búsqueda de la verdad no es fácil; es una aventura que implica el riesgo de equivocarse y volver a empezar; pero vale la pena. Sólo el hombre libre de dogmas es capaz de realizar esa búsqueda. Desde siempre, las religiones a través de la fe, exacerbaron el egocentrismo del hombre haciéndole creer que el universo había sido creado para él (Biblia, Capítulo I: Génesis 2, 7). Hoy, gracias a la investigación científica, sabemos  que es un ser minúsculo frente a la magnificencia de la naturaleza. La ciencia aún tiene muchas respuestas pendientes, pero persiste en la búsqueda de la verdad. Valga la reiteración: el camino de la razón no coincide con el de la fe; es arduo, trabajoso y riesgoso. No goza de la comodidad de las verdades reveladas, pero evidentemente es el único que nos puede aproximar al conocimiento del universo. 
¿FE O RAZÓN?
Autor: Roberto Munyau  462 Lecturas
Otoño. Atardecer. Lluvia. Cuarto. Vidrios empañados. Penumbra. Silencio. Vos… y yo.
VOS Y YO
Autor: Roberto Munyau  198 Lecturas
Cuando el último financista doblegue al último político y el último político traicione al último ciudadanoCuando el último sindicalista venda al último trabajador y el último gobernante deje morir al último hambriento Cuando el último miserable explote al último esclavo y el último opresor convenza al último ingenuo Cuando el último atentado mate al último niño y el último misil caiga sobre la última ciudad Cuando la última bomba destruya la última escuela y el último tanque aplaste al último soldado y el último disparo termine con el último enemigo De qué garganta saldrá el último grito de libertad
EL ÚLTIMO GRITO
Autor: Roberto Munyau  198 Lecturas
Anthony Christopher Rollsroyce, era un soldado británico que se encontraba a las órdenes del general Jhon Whitelocke, cuando la escuadra inglesa llevó a cabo la segunda invasión de Buenos Aires. Según cuenta la historia, el cinco de julio de 1807, los ingleses sufrieron varias bajas y entre ellas la de Anthony Christopher Rollsroyce, quién murió sufriendo gravísimas quemaduras, provocadas por el aceite hirviendo que arrojaban los criollos desde los techos. A partir de ese momento, su alma reencarnó muchas veces en otras vidas. Fue ratón, lombriz, perro, vaca, hasta que se le dio por el reino vegetal. Renació como  árbol, zanahoria, batata y por último, ya en el siglo veintiuno, papa. Lo curioso no fueron sus vidas, tan variadas, sino sus muertes, siempre precedidas por procesos sumamente traumáticos. De ratón murió atrapado por una trampera. Siendo lombriz fue cortado por la mitad, colocado en un anzuelo y luego devorado por un pez. Cuando perro, lo atrapó la perrera y lo mandaron a la cámara de gas.  Luego, como vaca, terminó sus días en un frigorífico. Su vida más larga fue cuando renació árbol, duró ciento ochenta y siete años, pero finalmente lo talaron, porque el dueño del campo decidió dedicarse al cultivo de la soja, que era mejor negocio. Al renacer en zanahoria lo arrancaron de su mundo subterráneo, para pasar a formar parte de una exquisita ensalada “primavera”. Luego, siendo batata terminó en un puchero a la española de puta madre. Y cuando renació en papa fue a parar a la cocina de un restaurant. Lo pelaron, lo cortaron en bastón y lo depositaron en una bandeja al lado de la freidora. -¡Marche una milanesa con fritas!- dijo el mozo Dicen que desde la fuente, misteriosamente, se escuchó un grito desgarrador: -¡shit!... ¡again hot oil! ¡fuck you!... ¡Argentines sons of the bitches! ¡Noooooooooooo…!
Sentía la mano de su dueño más pesada que de costumbre. A pesar del ronroneo y el  movimiento del cuerpo, la mano continuaba sobre su lomo. Finalmente pudo liberarse. Saltando de la cama, fue hacia la cocina para buscar el tazón de leche fresca. La frustración de no encontrarlo lo fastidiaba. Dirigiéndose al cuarto de nuevo, esperó pacientemente, reclamando con su maullido, el tazón de leche fresca. Pero su amo permanecía inmóvil. El ruido de la cerradura hizo que se refugiara en un rincón detrás del placard. Los gritos de la encargada de la limpieza, los llamados telefónicos, luego las conversaciones de algunos desconocidos, lo atemorizaron tanto que permaneció oculto. Por último el chirrido de las ruedas de una camilla. Luego el silencio.  Sigilosamente fue otra vez hacia la cocina, pero el tazón de leche fresca seguía ausente. Los maullidos fueron más agudos y la nueva frustración aumentaba su fastidio. De regreso en el cuarto y resignado, de un salto volvía a instalarse en la cama. ¡Qué sorpresa al verla vacía! Casi, como cuando no encontró su tazón de leche fresca.   

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