• haydee
lisset
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  • País: Argentina
 
   Sin duda, era Amor Platónico, lo que ese joven sentía. Cuando ella se le acercaba, él, presto, se retraía. Supongo, la idealizaba. No era lo que ella quería Y por más que lo intentaba, él siempre se le escurría. Era una de avanzar y otra de retroceder Y en esa doble función, se agotaba la ilusión,  la paciencia  y  la pasión de esta  bonita mujer. Terminó por comprender, lo imposible de su intento el  día que descubrió al jovencito del cuento con minifalda, tacones, peluca de blondo rizo apretando al encargado en el hall del entrepiso  
no era amor platónico...
Autor: haydee  194 Lecturas
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Lo que sucedió aquella tarde, marcó mi vida. A partir de ahí, no busco explicaciones para  ciertas cosas que suceden, ignoro a qué atribuirlas  y no intento darles un significado mágico ó milagroso, simplemente, las acepto y me  satisface haberlas experimentado. Llevo en mi dedo anular, la prueba irrefutable  de lo que viví.  Pasó mucho tiempo, pero todavía, cuando debo enfrentarme a una situación difícil o dolorosa, aprieto entre mis manos este delicado anillo, entonces,  me invade una sensación de paz y sosiego...   .   Mi primera maestra, fue mi madre. Eran los años dorados en que merecía toda su dedicación. Como hija única, consentida  y mimada,  igual  que lo fue ella, la veía como  una hada  maravillosa que vivía pendiente de mis necesidades y también de mis caprichos. De mi parte, correspondía a la altura de las circunstancias y me esmeraba para alcanzar cada una de las metas que me fijaba. Cuando fui mayor, recién  tuve conciencia de mi egoísmo, que en esa época ya se insinuaba y creció a medida que fueron desarrollándose los acontecimientos. Todo lo que se me antojaba, lo conseguía. Estaba muy conforme con ese estilo de vida y ni por casualidad me ocurría pensar que pudiera cambiar. Pero como todo lo bueno tiene fin, tuve que asumirlo y resignarme a las vueltas de la vida. Cumplí siete años. Desde ese momento empezaron a cambiar muchas cosas y algunas me alarmaban porque tenían que ver con la figura de mamá, menuda y delicada.  Cada vez que  su breve cintura  se ensanchaba, llegaba un nuevo hermanito. Nació Aníbal, el primero. Se ganó ese nombre porque papá admiraba al Aníbal cartaginés,  personaje valiente y decidido que había tenido en jaque a los romanos durante mucho tiempo, su campaña con elefantes  y guerreros, a través de los Pirineos y de los Alpes, fue una gesta valerosa aunque terminó con la destrucción de Cartago y  su suicidio en Bitinia.  Yo, veía a nuestro Aníbal, tan diminuto e indefenso, en su cuna y   me parecía  que el nombre le quedaba demasiado grande.  Siguieron dos niños más, con muy breve intervalo, el mínimo requerido en estos casos. La familia, se volvió numerosa de repente. Mi vida, cambió como la de todos los que habitábamos  aquélla hermosa vivienda perfumada de jazmines.  A toda hora se escuchaba llantos de niños. Las personas que ayudaban en casa, corrían de aquí para allá, el médico, pasaba más  tiempo con nosotros que con  sus propios hijos, él mismo lo decía.  Mamá había cambiado, estaba muy  delgada y consumida, no se la oía reír ni cantar. Para que mi educación no se resintiera, papá, contrató una profesora que todos los días a las ocho en punto de la mañana, se hacía cargo de mi educación.. A las doce, servían el almuerzo, que compartíamos juntas, después si mamá lo autorizaba, salíamos a caminar, o me llevaba hasta el parque para jugar en las hamacas. A las cinco de la tarde, el maestro de piano, llegaba con los brazos cargados de partituras. Era un hombrecito calvo, muy nervioso y siempre apurado, tenía alumnos repartidos por toda la ciudad. Me enseñaba solfeo, ejecución, composición, la correcta posición  del cuerpo, de las manos, de los dedos y me torturaba con las escalas. Una tarde, concluida mi clase de piano, fui a descansar a la galería, mamá daba el pecho a  Joaquín de dos meses, su última adquisición, acerqué mi rostro al suyo para besarla y sentí húmeda la mejilla. Sorprendida y alarmada, porque nunca la había visto llorar, pregunté cuál era el motivo. Con la voz  quebrada,  contestó  que debía   hacer un largo viaje. - ¡Qué bueno! exclamé, voy a preparar mis cosas. Entrecortada por los sollozos, su respuesta me detuvo en seco. –  No es necesario, viajaré sola. Había notado, con infantil desazón, que a medida que nacían mis hermanos, mis demandas y mis gustos ya no eran satisfechos como cuando era  hija  única. Mis padres casi no reparaban en mí, y  en ocasiones, ni siquiera tenía, como en años anteriores mis vestidos impecables, colgados del perchero. Tampoco me preparaban mis comidas preferidas y para colmo de males, mamá tenía intención de irse sola a  vaya a saber dónde.  Fue la gota que colmó el vaso. Llené una valija con ropa, algunos libros y juguetes, mi muñeca preferida y un frasco de colonia inglesa, regalo de mi madrina. Mandé a Panchita, la muchacha encargada de la limpieza, a buscar un coche y salí a la galería con mi valija. En el zaguán, me topé con papá que llegaba muy nervioso. Me preguntó a dónde iba. -Aquí ya no se puede vivir, contesté, hay demasiados niños llorones y ya que mamá se va sola, yo también. Esto último lo dije en actitud desafiante. Me arrebató la  valija de las manos y la estrelló contra la pared. El impacto, hizo que se abriera y desparramara  todo por el piso. El frasco de colonia cayó al suelo estrepitosamente junto a mi ropa, vidrios rotos y el fragante contenido estúpidamente desperdiciado. ¡Tanto que la dosificaba para hacerla durar y ahora se escurría entre las baldosas!  En ese momento, odié a mi padre por su  violenta actitud, después, todo sucedió tan rápido, la enfermedad de mamá, su muerte y  la nueva  vida con los abuelos, que tras enterrar a su hija única, se hicieron cargo de sus cuatro nietos, una calamidad que no les dio respiro ni tiempo, para elaborar su  duelo.  La triste mañana  que velaban sus restos, fui a buscar leche tibia para Joaquín, mi hermanito menor, oí a Herminia, la  cocinera, decir, refiriéndose a mi padre, que no soportaría dormir sólo ni una semana, su comentario se truncó bruscamente a mi llegada. . Confieso que  me hubiera gustado saber más, consideraba a mi padre un hombre fuerte, seguro y sin temores y lo que había oído, echaba por tierra esa consideración, de todos modos, no me atreví a preguntar, esa mujer, al decir de mamá, cocinaba como los dioses, razón por la que permanecía en casa,  pero su lengua era de temer. Contra mi deseo, no pregunté nada, pero quedé  muy intrigada.  Meses después, encontré explicación a  sus dichos. Mi padre, de nuevo dispuesto a contraer nupcias, para evitarse las complicaciones que seguramente le acarrearían tres niños pequeños y una hija algo mayor, se desentendió de sus cuatro vástagos y los cedió a los abuelos. Recién advertí la catástrofe en que nos sumía la muerte de mamá, cuando debimos abandonar nuestra  hermosa residencia, en la ciudad de Jujuy. Dentro de sus amplias y luminosas habitaciones y en sus jardines donde el persistente aroma de las flores y el trino de  los pájaros embargaba los sentidos, había transcurrido mi vida desde que tenía memoria.  Los abuelos, que vivían a pocas cuadras de nosotros, decidieron trasladarse a su finca de Uquía, cercana a Humahuaca.  Allí había mucho espacio y todo lo necesario para que sus nietos pudieran vivir bien. La realidad, era que abuela, dolida por la actitud de  papá, temía que nos cruzáramos con su nueva mujer, en una pequeña ciudad era muy posible, lo consideraba una afrenta y su orgullo, no lo podía  tolerar. En esos días, cumplí diez años. La  muerte de mamá, me hizo madurar de golpe, junto a mis hermanitos, contenidos y cuidados, viajamos a Uquía A papá, lo perdoné,  antes que padre era  hombre, como dijo la cocinera, no lo podía evitar. Sin embargo, debo reconocer, que costeó los mejores colegios para nosotros, sus hijos y constantemente se preocupó por nuestras vidas, aún cuando lo veíamos muy poco.   Próximo el año lectivo, tuve  que convencer a mis abuelos y  también a papá, de la urgencia  de ingresar a un buen colegio donde continuar los estudios, irregulares, mientras duró la enfermedad de mamá. Elegí  el Colegio del Huerto en la ciudad de Jujuy, donde mamá había cursado los suyos. Siempre tuvo  fama de albergar a las niñas y jóvenes de las familias tradicionales de la ciudad. Era una buena razón, más que  suficiente para que aprobaran mi petición. Sería en calidad de interna, le aclaré a mi padre para evitar que se opusiera. Ansiosa, con el equipaje listo, me despedí  de abuelos y hermanos y  viajé en tren, acompañada por la hermana de mi abuela que tenía la misión de llevarme hasta el mismo colegio.  La Abadesa, una mujer alta y de severo aspecto, me recibió con un discurso que remató con su frase predilecta: “Las puertas de esta casa son tan estrechas para entrar, como anchas para salir”  Después de darme  instrucciones, órdenes y consejos me acompañó hasta el dormitorio que iba a compartir  con otras niñas más ó menos, de mi edad.  Así comencé una nueva  y  provechosa etapa.  Mi carácter sociable, hizo posible una rápida integración. Generosamente, mis compañeras, me pusieron al tanto de la rutina. Recuperé el tiempo perdido y me afané en asimilar  las enseñanzas impartidas. Teníamos muchas horas dedicadas a meditar y orar. Mi naturaleza activa e inquieta no era compatible con tan pasiva actitud. Esa obligación excluyente, me aburría tanto que ideé una manera de evadirme, sin evidenciarlo. Ponía cara de devota y dejaba vagar mi imaginación, repasaba mentalmente las lecciones, inventaba y adaptaba cuentos para relatárselos más tarde a mis compañeras. Así, en apariencias, cumplía las condiciones exigidas en  ese sagrado recinto. La educación y la instrucción  que se impartía, eran de excelente nivel y lógica consecuencia  del  esmero  y dedicación puesto por maestras y profesoras. Al terminar el año lectivo, volví a la casa de mis abuelos  a  pasar las fiestas en familia. El reencuentro con mis hermanos fue  emocionante y también algo fastidioso. Me trataban respetuosamente por la diferencia de edad y  por lo que significaba, para ellos, estudiar y vivir lejos de casa. Rivalizaron por mostrarme todo lo que aprendieron  durante mi ausencia. Al principio, la ansiedad, los  puso insoportables. Conté hasta diez, y  recordé lo que mamá hacía en estos casos, atendí al que menos se puso en evidencia.  Les di a entender, que no era cuestión de gritar sino de mostrar educación y compostura.    En la extensa propiedad, por donde corrían cristalinos arroyos que bajaban de la montaña, tenía mi abuelo su molino al que acudían los agricultores de la región a llevar el grano para la muela.  Mi tarea, en tiempo de vacaciones, como nieta mayor y  responsable, consistía en cobrarles, de acuerdo a la cantidad de cereal que  traían a moler. También,  clasificar la fruta, duraznos, ciruelas, manzana y uvas que se daban en abundancia. La mejor, era para la mesa, la madura para hacer dulces y mermeladas y una cantidad se separaba para  consumir seca. Concluida mi tarea, después de rendirle cuenta al abuelo, de lo recaudado, me perdía en la cocina, ahí aprendí de Encarnación, la cocinera salteña, que siempre acompañó a mis abuelos,  a cortar el durazno como se pela una naranja, hasta el hueso y preparar muñecas, que  dejábamos secar, no era muy difícil en un clima tan desprovisto de humedad, también charqui, finas tajadas de carne de llama  que cortaba y salaba para que resistieran  hasta el momento de su consumo. Ya, en ese tiempo, curaba los cuartos traseros  de  ese camélido que, estacionado convenientemente, sabía como el jamón de cerdo. A la hora de la siesta, me gustaba  verla preparar el pan. Lo hacía una vez por semana para toda la familia. En una gran batea, disponía la masa, previamente leudada, con  sus  hábiles manos la golpeaba y estiraba hasta que quedaba lisa y suave, entonces, cortaba un trozo y con ella, me dejaba preparar muñequitos para mis hermanos. Los colocábamos en chapas engrasadas, separados porque nuevamente tenían que leudar, como el resto del pan antes de cocinarlos. No había mucha leña para el horno porque los árboles de la zona, son escasos,  el cardón, es un gran cactus con el que se fabrican muebles y se revisten paredes, pero no tiene gran valor calórico. El abuelo, con un peón, iba en busca de la leña que le dejaba en la estación, la gente del ferrocarril.  El marido de Encar, como la llamábamos para abreviar, Paulo, era arriero, lo veíamos al  regreso  de sus prolongadas andanzas, ella, que conocía sus gustos, lo esperaba con un pastel muy sabroso, que nos invitaba a paladear, una especialidad, de masa dulce, cubierta de merengue y con un relleno semejante al de las empanadas, de carne de llama ó de gallina. Aguardábamos impacientes el momento en que lo sacaba del horno crujiente y  apetitoso, y lo desmoldaba sobre una de las antiguas fuentes de plata de mi abuela. Era todo un ritual, mientras el pastel se enfriaba, el relato de alguna de sus historias, nos hacía más soportable la espera. Paulo, después de  guardar el ganado y  asearse, se  arrimaba a la cocina. Con  el sombrero en la mano, en el quicio de la puerta, saludaba primero a los patrones, mis abuelos, quienes lo invitaban a pasar, a su mujer y  después  a los niños que alborotábamos a su alrededor. No tenían hijos, siempre  traía alfeñiques, tabletas de  miel  u otro sencillo presente.  El aroma, delicado y apetitoso, de la comida invadía todo, como anticipo del placer que enseguida, íbamos a compartir.  Recuerdo aquélla  vez que el deseado pastel, como nosotros, esperó en vano. Paulo, no llegó, ni los regalos ni su humilde presencia asomándose a la puerta de la amplia cocina.  Días interminables pasaron hasta que otro arriero, trajo la infausta noticia: Paulo se había desbarrancado  en un difícil paso de la cordillera. Sus restos no pudieron ser  recuperados. Encarnación buscó unos pantalones y camisas que le pertenecieron en vida y les dio sepultura junto al pastel que tanto le gustaba y  ninguno de nosotros se atrevió a comer.   Volví al colegio ansiosa y feliz por reencontrar a mis  amigas  De todas ellas, Delfina, la más querida, despertó, apenas la conocí, mi admiración por su delicada, etérea belleza, no parecía de este mundo, la dulzura y el buen carácter eran el sello de su personalidad.  Noté su extrema delgadez, apenas comía, repartía entre nosotras, eternamente hambrientas, sus alimentos y también las golosinas que recibía de su  casa. En el grupo que formábamos, además de centrar la atención por su natural sencillez, un halo, intangible y misterioso  la rodeaba, algo que en ese momento yo no tuve la capacidad de analizar, pero sí de intuir. Un par de años menor que ella, buscaba  insistente su compañía  para  encontrar un refugio en la dulzura de su  trato y de sus palabras cuando la nostalgia embargaba mi alma.  A veces, creyéndose a salvo de miradas indiscretas, la observé traslucir  un estado de paz y felicidad que no eran terrenales. Como ante la presencia de algo misterioso e inasible, no me atreví a perturbar. No he vuelto a ver esa expresión,  en  persona alguna, al cabo de mi larga vida. Una noche, en mitad de  un sueño profundo, desperté y la vi de rodillas, con el rostro en éxtasis, iluminado por un rayo de luna, ya no pude dormir, esa visión conmovió mi alma. Al día siguiente, en un momento de recreo, propuse en tono de broma, pero movida por un extraño, desconocido impulso, hacer un pacto. La que muriera primero, debía, de algún modo, manifestarse y contar lo que sucedía en el más allá. Un silencio profundo, mezcla de temor  a lo desconocido y de trasgresión  a las rígidas normas del colegio, siguió a mi propuesta, el sonido de la campana, nos volvió a la realidad. Luego de formar filas,  entramos al aula, ellas cabizbajas y pensativas, yo firme en mi decisión. Esa noche, después de  las oraciones, tomadas de la mano derecha, con la izquierda sobre el corazón,  juramos  cumplir lo pactado. Terminó el año y comenzó otro. En el acto inicial del ciclo lectivo, nos enteramos de algo irreparable, la muerte de Delfina. Mis compañeras, que conocían la entrañable amistad que le profesaba,  se  sorprendieron al verme tan serena.  En ese momento, me pareció algo  natural, era un ángel de paso y no éramos dignas de  tenerla entre nosotras. Ya al conocerla tuve la certeza de lo inasible. Rogamos por su alma y todas lo hicimos con profunda y sincera devoción, convencidas de que alguien  con sus calidades, debía estar bien en el lugar que Dios le hubiera asignado.   Nos preparábamos para terminar el año lectivo. Prefería estudiar sola, así me podía concentrar mejor, evitaba distracciones y me abocaba a los temas que más me interesaban. Una tarde de examen, lo terminé antes que mis compañeras.  Después de entregarlo  para su corrección, salí del aula. Mis pasos me condujeron  a la capilla, solitaria a esa hora. Una desconocida  atracción  me llevó frente a un altar secundario. Allí vi a Delfina, tal como esa noche  en que súbitamente desperté. Su rostro bellísimo, iluminado por un rayo de luz que se filtraba por el vitral. Con  expresión de  serena felicidad, giró la cabeza lentamente hacia mí y sonrió con su dulzura habitual. Delfina  cumplía lo pactado.     Me encontraron horas más tarde, absorta, apretado entre mis manos, sin recordar cómo llegó, el delicado anillo con sus iniciales. La madre superiora, se alarmó al ver mi extrema palidez, según  lo que me dijeron. Verdaderamente, me sentía muy bien, más aún cuando para volverme a la realidad,  me notificaron del resultado sobresaliente de mi examen  lo que consolidó mi ego y  me gratificó por la dedicación y esfuerzo puesto en el estudio. Fui sometida a un  examen médico y después al meticuloso interrogatorio de la abadesa en presencia de mi padre y el cura párroco. Me limité a decir lo que  relaté, sin mencionar el anillo. El  buen doctor, aconsejó que un mes de vida familiar, en compañía de los míos,  sería  el cable a tierra para  alejarme de tan extrañas divagaciones. Mi cable a tierra era mi recuerdo y el anillo de Delfina. Preparé mi equipaje, como tantas veces, avalada por mis profesoras que atribuían mi estado a  un exceso de estudio. Nada más alejado de la realidad, pero en fin, anticipaba mi regreso para encontrarme con mis hermanitos  y abuelos a los que extrañaba  muchísimo.  Aproveché esos días de descanso para visitar a la madre de Delfina en compañía de mi abuela. Viajamos a su casa de Yala, un lugar encantador a unos cincuenta Kms. de la ciudad de Jujuy.  Nos recibió emocionada y conmovida. Habían llegado a sus oídos, algunos  rumores que deseaba confirmar. Me retuvo entre sus brazos, que me recordaron a los de mamá. Ante su insistencia, volví a relatar lo que ya sabía, pero quería escuchar de mis labios.  A ella, le conté todo. Cuando abrió el estuche con el anillo, que llevé para dejárselo muy a mi pesar, lo acercó a sus ojos  para ver hasta el  mínimo detalle. Desapareció el color de sus mejillas. Estupefacta, perturbada aunque convencida de su legitimidad, sacó fuerzas de su dolor.  Con los ojos húmedos  contó que al aproximarse el fin, Delfina, pidió ser  enterrada con su anillo. Ella misma, se encargó de dar cumplimiento a su última voluntad. Los que asombrados, escuchábamos, nos sumimos en un  prolongado silencio. En  tácito acuerdo, al no encontrar una explicación racional, aceptaron el hecho.  Al despedirnos, ya más tranquila, su generosidad, me permitió  conservarlo. Desde ese día, lo considero mi talismán, la evidencia de un Pacto Sellado. Jamás me separé de él. Lo considero mi bien más preciado.  He dejado instrucciones para llevarlo conmigo el día de mi muerte.  Deseo que mi voluntad sea respetada  
El Pacto
Autor: haydee  1356 Lecturas
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De físico armonioso y rostro franco y agradable, lo veo a diario en mis visitas al pueblo. Saluda con natural simpatía  y  yo, que soy sensible a lo bello y a lo bueno, no puedo menos, que sonreírle y  en tono de broma, aceptar sus encubiertos piropos. Nunca llegaremos a nada. Entre nosotros hay diferencias, entre otras, de edad, insalvables para mi, diga él lo que diga. Estoy acostumbrada a la libertad y a decidir sobre mi vida. Ni en mis peores momentos de debilidad aceptaría  compartirla con alguien,  además de  soportar lo que la relación   en pareja conlleva. Sin embargo y a pesar de todo, admito que su presencia y sus palabras  despiertan en mi,   sensaciones adormecidas, no muertas y son un bálsamo  en  los días que prefiero refugiarme en la soledad. Hoy me trajo unos rosales del vivero de su propiedad. No los había encargado ni  tenía en mente plantarlos. Con la cantidad de hormigas depredadoras que pululan en el parque, es como incitarlas al vandalismo. Me  persuade que están genéticamente tratados con un producto especial que ahuyenta a los insectos dañinos, en especial a las hormigas. No muy convencida, le indico el lugar donde deseo que las coloque. Antes de que pueda arrepentirme, ya cavó los fosos, vino con las herramientas  en su camioneta, es decir que el muy ladino, daba por descontada  mi aprobación. Se niega a cobrarme, insisto y amenazo con hacerlos sacar  y llevarlos de nuevo al vivero si se empecina  en su actitud. Estoy enojada, me reprocha  por no saber aceptar un regalo de amistad y buena vecindad. -Eso si, un café, me vendría muy bien, - dice y después de acondicionar sus  pertrechos, me pide autorización para entrar a la casa y lavarse las manos. Le indico el lugar y salgo a calentar el agua. El aroma del café recién molido, se esparce por los ambientes. Lo sirvo en la terraza que da al río. Lo veo muy de ganador y ya  preparo mi jugada para bajarle los humos. - Puedo venir mañana? Me pregunta cuando lo acompaño  hasta la puerta. - Por supuesto, le respondo-  Tendrás ocasión de conocer a mi  pareja que llega, precisamente, esta noche. Saluda con un movimiento de cabeza, sube a la camioneta y arranca con una violenta picada. Lo se, soy cobarde, no quiero, no me atrevo a perder esta libertad que amo más que a cualquier otra cosa en la vida. Me siento de nuevo en la terraza que da al río.  El aroma a café, flota casi imperceptible en el atardecer otoñal.  
Libertad condicionada
Autor: haydee  1141 Lecturas
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   Será que al pensar en ti, se aligera el corazón y ya tengo una razón, para sentirme feliz. Y si escucho lo que dices, otra razón, voy teniendo. Tus palabras son el eco de adorables sentimientos. Si una canción, me dedicas, otra, ya estoy añadiendo, para completar la grilla de mis carencias  de afectos Y si te acercas a mi… ya no se lo qué pensar Se agita mi corazón y comienza a repicar. Y junto a tu corazón, ¿Qué mejor concierto, habrá? Ven,  muy juntito hacia  mi, resolveremos los dos ¡Lo que haya que resolver para sentirnos mejor!  
Razones
Autor: haydee  288 Lecturas
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   Y vendrá, un día cualquiera y quizás la esté esperando, O tal vez, por distraída, cualquier cosa, esté pensando. Y ese día, ha de buscarme, yo no le pondré objeciones. Se que no es de las que esperan, acepto sus decisiones.. Partiré sin olvidar, que aquí, dejo mi pasado, la vida que yo elegí….y los seres más amados. Es desafío vivir y morir, una condena, Pero el que acepta vivir y vive una vida plena, dispuesto sabrá acatar,  porque otra cosa no queda. Antes, durante ó después, llegará la “Quitapenas”
La Quitapenas
Autor: haydee  415 Lecturas
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  Ahora estaba dispuesto a concluir la relación. Su mujer, lo sospechaba por algo que él descuidó. Para no complicar más, la difícil situación, salió de sus oficinas con gran determinación. En el auto, masticaba  las posibles implicancias.  Los reproches, los lamentos, alguna que otra amenaza…. Barajaba argumentos para poder refutarlas. Reconoció “algo” de culpa. Despertó en Leona, un amor, que a esta altura del partido, de sus manos escapó. El, para ella, era su vida, la razón de su existir,  Nada de lo que dijera, de él, la haría desistir. Iba a ser dura, la puja. Tan enamorada estaba  que dijo, se iba a tatuar, su nombre, sobre una nalga con un corazón herido por una flecha plateada. ¡Y cómo lo extrañaría, si apenas él la llamaba, ella  ya estaba dispuesta, para lo que se le antojara! Mascullando reflexiones,  hasta la casa llegó de la amante, condenada, a perder su condición. Mientras aparcaba,  atento, vió a Leona, que  abrazó a un señor,  que la esperaba  frente a un  lujoso  auto sport.  Juntos subieron,  al coche, que entre muchos, se perdió. Se quedó como atontado, no lo podía creer. Comprendió cuánto la amaba. ¿Qué le pasó a esta mujer? Unas lágrimas, amargas, no podía contener. Arrastrando su desgracia, se metió al bar de la esquina. Se mandó cuatro fernets, tres whiskys, varios tequilas…  y tambaleando se fue... sin saber para dónde iba.
Ir por Lana....
Autor: haydee  276 Lecturas
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La mujer, mayor pero muy vital, se movilizaba ayudada por un trípode con el que se desplazaba  por la planta baja, de su hogar, dispuesta por ella  misma, limpia y confortable. Hacía un mes, unos  obreros bolivianos, terminaron de renovar  dos dormitorios con sus respectivos baños, en la planta alta,  a la que ella, por su incapacidad manifiesta, no podía acceder. Ese día esperaba, ansiosa, la llegada de sus dos nietos, provenientes del interior, a quienes estaban destinadas las nuevas instalaciones y que ocuparían en los próximos seis años, mientras durara la carrera universitaria. La estridencia del timbre, la  llevó  hacia la puerta principal. Los muchachos, abrazaron  a la abuela que correspondió con igual efusividad. Pasaron al desayunador donde una mesa con especialidades, les ofrecía una apetitosa bienvenida. Satisfechos, la señora los invitó a subir el equipaje  para que se ubicaran en el lugar que les estaba destinado. Esperó, orgullosa, que bajaran para escuchar sus comentarios. Había invertido sus ahorros para brindar a sus nietos la comodidad y el confort que merecían por el  buen desempeño escolar. No tardaron en bajar. Sus caras, no eran reflejo de lo que ella esperaba, sino de total contrariedad. - ¡Abuela,  creímos que el piso ya estaba habitable! - Mañana vendrán  del service a colocar el AA.¡ Es lo único que falta! - ¡No abuela. Arriba es un desastre! ¡ Las paredes picadas, los baños, desarmados, todo el material y los cerámicos sin desembalar!. La mujer palideció presa de un terrible malestar. Los inescrupulosos de siempre, cometieron otra canallada, aprovechando la credibilidad y la  indefensión de una discapacitada.
El Fraude (REAL)
Autor: haydee  246 Lecturas
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En el estrecho sendero, que a tu casa me llevaba, tuve siempre que evitar, piedras, palos y hasta  ramas. Era tan grande  mi amor que todo yo lo sorteaba,  sólo por llegar a ti y escuchar unas  palabras. No eran palabras de amor, que era lo que yo esperaba, sólo tus necios caprichos de jovencita malcriada. Tus desplantes, tu mal genio, la  endurecida mirada, que en tu rostro de azucena, iban dejando sus marcas. Era tan grande mi amor que todo lo soportaba tan solo por permitirme  que de rodillas, te amara. Así fue pasando el tiempo y humilde, yo lo aceptaba. Un día que te excediste en destruir mi esperanza, con el corazón partido, volvía para mi casa. Sobre el puente, miré el río. Deseos no me faltaban, de terminar con mi vida y hundirme en la correntada. Tan grande mi decepción y mi decisión tan clara que fascinado quedé, apoyado en la baranda, con los ojos concentrados en las turbulentas aguas. No sería mi destino, ni era  la hora señalada.  Una voz que yo creí que del cielo me llegaba, dulcemente me decía –“ Me acompaña hasta mi casa? Se escapó mi lazarillo tras una perra encelada, y  me ha dejado perdida, sola en mi oscura mañana.” Era un ángel, una virgen, alguien que Dios me mandaba para volver a la vida y olvidar a aquélla ingrata que desangraba mis venas y a mi alma martirizaba. En ella encontré el amor, la dulzura que buscaba, la comprensión y el cariño que tanto necesitaba. Ante el mundo  y de rodillas, pedí que Dios, me dejara, ser su eterno lazarillo,  era todo lo que ansiaba besar el suelo que pisa, comprenderla y ayudarla y jamás abandonarla, por una perra encelada.
Antes y Ahora
Autor: haydee  324 Lecturas
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Estaba decidido. No iba a volver con las manos vacías para tener que soportar el desprecio y las burlas de su mujer y sus cuñadas. ¡Esas arpías que se odiaban entre si,  pero se aliaban para atacarlo cuando regresaba  derrotado!. Definitivamente, no tenía pasta para vendedor. Eran las once de la mañana, tocó el timbre, una mujer  asomó la cabeza por la ventana y preguntó qué quería. Desgranó las fórmulas aprendidas a través de los días, sin pausa, ni tregua. Ensalzó las cualidades de lo que ofrecía explayándose a medida que sacaba uno a uno los artículos para la venta. Ella cerró el postigo y lo dejó con su discurso inconcluso. Arremetió contra la puerta con sus toscos zapatones y empezaron a saltar astillas de la madera. Sin vecinos próximos, ni curiosos, aprovechó para desahogarse de tantas broncas acumuladas. Se escucharon gritos y  apareció la mujer, por una puerta lateral, enarbolando un palo con el que asestó  golpes en la cabeza y espalda del frustrado vendedor. La sorpresa del ataque, no le dio tiempo a reaccionar. Cubrió su herida cabeza con las manos y soltó un grito lastimero. Ella, asustada dejó caer el palo y volvió con una palangana  con agua y una toalla. Despatarrado, sobre  el cordón de la vereda, se dejó limpiar el corte sangrante de la frente.  Lo hizo pasar a una habitación pulcra y luminosa. En los antepechos de las ventanas, tiestos con plantas y flores ponían una nota de color. Le sirvió una bebida refrescante, ocupó la silla frente al hombre y con voz pausada habló:                                                                                     - Hace seis años que soy viuda, vivo de la pensión que me dejó mi marido. No molesto a nadie, no tengo hijos y vivo sola, no me falta nada pero tampoco puedo darme el lujo de comprar lo que no necesito. Usted se enojó y me rompió la puerta. Yo me enfurecí  y le rompí la cabeza.  La ira es uno de los siete pecados capitales y hemos  permitido que se adueñara de nosotros. Ahí están las consecuencias, mi puerta y su cabeza rotas, los dos perdimos. Bajó la cabeza  y  añadió con la voz entrecortada: -“Me siento avergonzada…. y arrepentida”  El hombre carraspeó, sorbió de su vaso y en voz baja, agregó:                                                                                  -Tiene toda la razón. Pero no reaccioné así  porque usted no quisiera  comprar. Estarían rotas las puertas de todas las casas, si así fuera.  Es muy largo de contar, además no tiene porqué saberlo, es mi vida, mi privado infierno. -Bueno, ya estoy mejor. No hay de que preocuparse, no fue nada serio.  ¿Tiene martillo y clavos? Soy muy bueno para arreglar cosas. Debí seguir el oficio de carpintero, como quería mi padre. Le voy a dejar la puerta mucho mejor de lo que estaba. Después la cepillo y con un par de manos de impregnarte quedará como nueva.   Ella salió a buscar lo que el hombre le pidió,  después  entró  a la cocina  a preparar algo sencillo para invitarlo a comer. Quién sabe…. pensó De reojo, mientras lidiaba con las herramientas, la veía trajinar en la cocina y por una vez,  se sintió feliz y comenzó a silbar, como en mucho tiempo, no lo hacía. – Quién sabe…. Se escuchó decir.
Quién sabe.....
Autor: haydee  1030 Lecturas
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Juan Javier y Juan José, dos hidalgos españoles, uno era de Pontevedra, el otro, de Barcelona. Javier, de niño, miraba, al Atlántico, impetuoso, invitándolo a viajar sobre el oleaje espumoso. Dejar la antigua Lambrica, de fenicias factorías, a su Virgen Peregrina, a sus muy profundas rías, para internarse en la mar con su brújula por guía.. Juan José, en el otro extremo, con vista al Mediterráneo, nacido en el casco antiguo, creció mirando los barcos, que desde el puerto, zarpaban hacia los mares lejanos.  Sus claros ojos tenían, profundidades de océano. Quiso el destino cruzarlos, en Flandes, un día cualquiera. Ambos iban por trabajo, en tiempo de frío y nieblas. El viento del mar del Norte, castigaba sin piedad y los jóvenes entraron a protegerse en un bar. Salieron sin conocerse, entre la ventisca helada partieron  luego sus barcos sin que cambiaran palabra. Meses después, en Manila, el destino los juntó,  mirando el mar de la China, panorama de color. Juan Javier, tenía un encargo y en un comercio encontró, el mantón para la virgen que al partir, le prometió. Juan José, quedó encantado y para su madre, encargó,  otro igual  y con su carga, salieron juntos, los dos. Uno partió hacia el oeste, el otro allí se quedó. Inescrutable, el destino, al  Callao, los convocó, sobre el Pacífico calmo que en él los depositó. Su juventud la pasaron sobre barcos y en la mar, Sus mejillas se curtieron por el viento y por la sal, por los soles, por los fríos y el tiempo con su impiedad, cegó la luz de sus ojos, surcó de arrugas, la faz. Eligieron su camino, viven en tiempo de paz, Arrostraron mil peligros y  el destino  los perdona. Javier volvió a Pontevedra y Juan José a Barcelona.  
Destinos de MAR
Autor: haydee  844 Lecturas
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Se abría paso, la luna, entre nubes tormentosas,salían, ellos, del río, de las aguas rumorosas testigos de sus gemidos y sus febriles retozos. Sobre las finas arenas, de la playa, se tumbaron, extenuados de placer, sin ánimo de más gozos, colmados de sensaciones, turbadoras del reposo. Rechazó, ella su abrazo, él herido, se sintió. ¿Tan voluble, es la mujer, tan de repente, cambió, de pasión incontrolada  al desdén  abrumador? Se incorporó, despacito y de frente, así le habló: -Oyeme bien. No confundas. Amor, no sentí jamás. Nunca  acepté compromisos y esta, no es la salvedad.  Vinimos los dos al río y nadie, nos obligó. Volveré por mi camino y por el tuyo, lo harás, Fue muy hermoso tenerte, pero eso, se terminó. Y tenlo siempre presente, no me quieras encontrar.  Desecha las intenciones, si se te ocurre indagar,.” Se cubrió con el pareo y en las sombras, se perdió.  
No confundas.....
Autor: haydee  615 Lecturas
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BRINDO!
Autor: haydee  446 Lecturas
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Aquí, en el salón de Julia, del barrio, de Santa Rita, se bebe, baila y alterna, con mujeres de la vida. Allí está Rosendo Juárez, guapo, de los respetados es el matón, de un caudillo, una luz, para el cuchillo, por  valiente y peleador, es de los más admirado. Sin llamar, ni ser llamado, entra Francisco Real, Su actitud provocadora, crea un hondo malestar. Aparta a los que se acercan , intentándolo, parar. Se  va derecho a Rosendo, al que acaba de ubicar. Dispuesto a dejar en claro lo que busca averiguar, si la fama de Rosendo, es mentira ó es verdad. Todos quedan expectantes, por saber qué pasará. Rosendo, nada responde, tampoco quiere pelear. Su mujer, la Lujanera,  pone el cuchillo en su mano, A aceptar el desafío, ella, pretende, obligarlo. Por la ventana, él, lo arroja, al arroyo Maldonado. Por cobarde, lo abandona y  abraza a su retador. La Lujanera a Francisco, le ofrece su corazón. Cabizbajo, oscuro, Rosendo, se traga la humillación. El malevaje que anida en un propio del lugar, avergonzado y dolido no lo puede soportar. Sale tras de la pareja y al rato, se lo ve entrar. Regresa La Lujanera, arrastrando al compañero que en sus brazos agoniza, por un chuzazo certero. Policías de a caballo, llegan a hacer la inspección. El cuerpo del  tal Francisco, en el arroyo, se hundió. Los presentes se retiran, ya se acabó la función La afrenta ya está vengada y Rosendo se marchó El verdugo ha castigado al que a su ídolo mató.
 POR ESAS CASUALIDADES QUE SE DAN EN NUESTRAS VIDAS, SIN HABERLO PROGRAMADO, SIN QUE NADIE SE LO DIGA, SIN MEDIR LAS CONSECUENCIAS, QUE ESE AMOR, LE ACARREARÍA, PORQUE AÚN NO ERA SU AMOR, NI OTRA COSA PARECIDA. Y SIN EMBARGO, NACIÓ Y CRECIÓ DÍA TRAS DÍA ARRAIGÁNDOSE  EN SU ALMA Y CAMBIÁNDOLE LA VIDA, QUIÉN SABE PARA SU MAL, ELLA, CONFORME VIVÍA. AHORA, EN SU PENSAMIENTO, SÓLO PARA ÉL, HAY CABIDA. A VECES, QUIERE ARRANCARLO, VOLVER A SER LA TRANQUILA, LA QUE PASABA SUS HORAS,  TAL Y  COMO ELLA QUERÍA, DUEÑA DE TODOS  SUS ACTOS, DE SU TIEMPO Y DE SUS DÍAS, DE TODOS LOS SENTIMIENTOS QUE ALBERGABA Y DISPONÍA. AHORA,  NADA ES IGUAL. EL CONTROL QUE ANTES TENÍA, HA ESCAPADO DE SUS MANOS QUE SE HAN QUEDADO VACÍAS, COMO SU MENTE DE JUICIO, SENSATEZ , SOBERANÍA,  SOBRE SUS ACTOS,  QUE ANTES DOMINABA Y SOSTENÍA. ENTRE TANTAS CIRCUNSTANCIAS, QUE PARECEN, NEGATIVAS, SURGE SU AMOR, COMO UN FARO, COMO UNA TEA ENCENDIDA Y ELLA CORRE HACIA ESA LUZ, SIN DESVIARSE Y SIN QUE INSIDAN, NI TEMORES NI RECELOS, SÓLO UNA COSA, PODRÍA DESVIARLA DE ESE CAMINO Y ALLÍ SI,  SE DETENDRÍA. SER LA CAUSA DE UN DOLOR, DE UNA PENA, DE UNA HERIDA…..
Sin Programar
Autor: haydee  781 Lecturas
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Aunque no me lo digas, cuando ya no me quieras, lo sabré por detalles, esas cosas pequeñas, que  ustedes, los varones, nunca tienen en cuenta.Cuando en el vaso, mueran, mis flores más lozanas,que a prisa  se marchiten y corté en la mañana...la  brisa de la tarde, no tendrá la dulzurade tu mano al rozarme, plena de honda ternura,ni el rocío nocturno,  sobre mi oscuro pelo,para darme tu beso, el que yo siempre espero.Y los árboles, todos, perdido su follaje, agobiados y mustios, dejarán ver así,la angustia y la tristeza, en que me habrá dejado,la amarga y cruel certeza, saber que te perdí.
Aunque no lo digas
Autor: haydee  313 Lecturas
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El gordito de mi cuadra, que es gentil y cariñoso tiene una  mala afición, la de comer como un oso dispuesto a la hibernación. Además de ser goloso. Este gordito gentil, responde al nombre de Paco Se enamoró de una flaca nombrada como Isabel. Es muy linda, la flaquita, toda hueso, sobre piel Como él está enamorado, la ve linda y la ve bien Esto último, yo lo dudo, pero prefiero callar y que nadie me señale como causa de su mal. Isabelita es callada, huraña y un tanto arisca. Un día de viento fuerte, Paco, supo que era bizca, cuando puso al descubierto, bajo el pelo, su carita. Ese pelo que le cubre hasta su bella sonrisa. Bueno, de bella…. diremos que hay muy poco por decir Le faltan algunos dientes, pero nunca se enteró. Si casi no come nada, nunca en falta, los echó. De todos modos, se llevan… diremos, bastante bien El parece lima nueva  y ella, yo quiero creer que está muy enamorada ¡ quién lo pudiera saber!
Una pareja.....
Autor: haydee  236 Lecturas
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  . Lo que había visto era suficiente para confirmar su sospecha. El, un ser pensante  tenía que hallar una salida. Esa mañana, Daniela, su mujer, partió antes que él. La acompañó para cerrar el portón de la entrada. Ella, nerviosa y apurada, tropezó con la rama que el viento nocturno desgajó y enganchó su fina media. Prefirió no decirle que se le habían corrido varios puntos de la pierna derecha. Estaba muy apurada. A la tarde, de vuelta de su trabajo, Carlos,  buscó en el freezer algo para cocinar. Se tiró sobre el sofá  con el control en la mano, dispuesto a informarse con la tv. Apareció Daniela, radiante, con esa carita de ángel y ese cuerpo de diabla. Le dio un beso ligero en la mejilla, él recordó su media corrida,  que ahora, para su sorpresa, estaba  en su pierna izquierda. -¿ Fuiste al podólogo, Daniela? – preguntó con los labios apretados. - ¡Estuve todo el santo día en el trabajo, estábamos tapados, no me moví  de esa odiosa oficina! Lo postergué para  el jueves próximo-. Y se encerró en el baño. -¡ No, creo que no irás, tampoco a la oficina, de aquí directo al infierno!  Demasiado furioso, Carlos, se dispuso a tomar una medida extrema. Sacó la cuchilla que prefería para cortes especiales y  la hundió con furia en el trozo de carne que se empezaba a descongelar. Recordó a su madre,- “ Eres el ser más indeciso e irresoluto del planeta” Nadie lo conocía como ella.    
El más indeciso
Autor: haydee  354 Lecturas
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Y ya no quise escucharle,  sus palabras, me dolían, refriéndose a la otra, aquélla a quien él quería, por la que estaba dispuesto hasta a quitarse la vida, en caso de no lograr, lo que su amor perseguía. -Si no te quiere, acoté, ni es su culpa, ni es la mía. ¡No se quiere por mandato ni por mera cortesía, se quiere, porque se quiere y se deja de querer cuando el amor se termina, y no hay nada más que hacer!. No tengo porqué escuchar, la pérdida de tu amor, Deja que siga su vida, que será mucho mejor. Dentro de muy poco tiempo, seguro, la cruzarás, Ella, del brazo de otro y tu, con otra, andarás Sin rencores ni amarguras, plenos de felicidad. - ¡No me estás hablando, en serio, Ya no te quiero escuchar,! contestó y se fue dolido, sin siquiera saludar. Lo encontré, al cabo de un tiempo, muy cambiado, lo encontré,   con el brazo, envolvía, el talle de otra mujer. Le sonreí y se acercó junto con  su enamorada Nos tomamos un café, no dejó de acariciarla y decir las mismas cosas  a que estoy acostumbrada y repite de memoria cuando transcurre esa etapa de desear y conquistar  a la mujer esperada. Y no quise recordarle lo que le vaticinara, cuando enojado, se fue,  por decirle unas palabras...
El Amigo Enamorado
Autor: haydee  264 Lecturas
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En un museo de Francia, se exhibe la fina daga, que concitó mi atención con su sencilla elegancia. La frialdad del metal, contrasta con el empeño, del orfebre que ideó el   artístico diseño. Nada hacía suponer, tan leve, fina y ligera, que hasta la ciudad de Ur, su historia, me condujera, en la antigua, legendaria  y primitiva Sumeria. A su rey, Mes Kalam Sar, un orfebre, le obsequió,  en el día de su boda, la daga que diseñó.Quién pudiera imaginar, que al cabo de pocas horas, en el pecho, de la novia, la daga, se iba a estrenar.
El obsequio
Autor: haydee  265 Lecturas
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En el cielo, amenazante, las nubes se desplazaban. En oscuros remolinos, sobre si mismas, giraban. Por un momento, el silencio y la visión, embargaban al corazón de temores, de miedos y desconfianzas. Y no era sólo por mi, a mi pequeño, llevaba, abrazado contra el pecho. Con su manita apretaba un mechón de mis cabellos , que el viento, le arrebataba. Mi corazón, junto al suyo, mi temor le  trasladaba, sin poderlo contener. Sus ojazos, reflejaban, todo lo que yo sentía, la misma desesperanza. Un silbido, escalofriante, de otra dimensión, venido,heló la sangre, en mis venas y laceró mis oídos. Un furioso torbellino, se movía a mis espaldas, absorbiendo  y arrojando, lo que a su paso, encontraba. Apreté fuerte a mi niño y de rodillas, caí, cubriéndolo con el cuerpo y sentía tras de mi, una fuerza incontenible, imposible de eludir. Ni se el tiempo que pasó, no lo podría decir. El silbo, no se escuchaba, cuando los ojos abrí. Desolación y silencio tras su carrera dejó.La furia de aquel tornado, nuestras vidas, respetó. Con mi niñito dormido, le di gracias, al Señor
El TORNADO
Autor: haydee  227 Lecturas
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Siempre me espera el camino, en su cambiante paisaje. Las flores que trajo la lluvia, hoy, me ofrecen su homenaje  engalanan el sendero que hasta el Edén, me conduce.  La profusión de colores y delicados  perfumes de madreselvas humildes  y  campanillas azules, se brindan al visitante que llega hasta aquel refugio. No es muy sencillo llegar, alguien quedó en el camino, Otros tantos se volvieron sin haberlo conocido. Quien sabe hacia dónde va, siempre llega a su destino Hay que poner voluntad  y  el obstáculo, es vencido.
El Refugio
Autor: haydee  253 Lecturas
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  Sobre el polvo del desierto, bajo el sol que los fulmina caminan para encontrar a la tierra prometida. Descalzos, los pies heridos de tropezar con guijarros y arrastrar la triste carga de sus cuerpos lacerados. Nadie los quiere ni acepta. En cada lugar, son parias, los rechazan, los excluyen,  como apestosos los tratan. Van quedando en el camino, débiles y moribundos, ancianos y niños laxos sin cabida en este mundo. Carroñeros  sobrevuelan, la fatídica reunión. Cuando la quietud se imponga, comenzarán su labor. Se ha agotado la esperanza. No habrá mañana para ellos Hasta la luz se ha extinguido en sus tristes ojos negros.     
Exodo
Autor: haydee  289 Lecturas
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   Pasa el río bajo el puente, bramando con la crecida, Arrastra todo en su furia  y en sus ganas contenidas. Residuos, muebles, basuras, todo el agua se lo lleva Voy corriendo sobre el puente para arrojarle mis penas.     
La crecida
Autor: haydee  752 Lecturas
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Aquél año decidimos pasar un par de meses en Bariloche. Mi esposo, cirujano cardiovascular, había llegado a un punto en que le era imposible superar el estrés causado por el exceso de trabajo. Las presiones, los viajes y conferencias a las que periódicamente, era invitado, le absorbían tiempo y  dedicación que prefería brindarla a sus  pacientes. No fue fácil convencerlo para que delegara, momentáneamente, sus responsabilidades. Su natural generosidad, le abrió posibilidades a muchos jóvenes médicos, que apenas recibidos, fueron tentados para formarse en su especialidad y  en las nuevas técnicas  renovadas continuamente. Tras conversar, meditar y convenir, depositó su fe en el equipo que lo acompañó en todas las intervenciones. Aliviado, después de tomar la decisión, hizo de cuenta que su objetivo, en adelante y por sesenta días, iba a enfocarse en hacer lo que más le gustaba, para lo que había esperado diez largos y agobiantes años. Estábamos en el mes de abril, comenzando el otoño que prometía ser muy especial. Habíamos contactado con una inmobiliaria que nos llevaría a elegir el lugar ideal, mientras, nos alojaríamos en una hostería donde, años atrás, pasamos nuestra luna de miel. Hicimos varias paradas, el camino, en general, bueno pero había otros de ripio en que debimos estar muy atentos para  evitarnos inconvenientes. La confortable hostería, muy renovada, con  ampliaciones y  mejoras, daba cuenta del empeño  de su propietario por  superar la oferta, en ese maravilloso y privilegiado lugar de Río Negro, En la inmobiliaria, nos consiguieron una cabaña  en la zona de Llao- Llao, frente al lago Nahuel Huapi. Desde cada ventanal  descubríamos  las bellezas de un paisaje privilegiado, donde la naturaleza, competía consigo misma para brindarnos su esplendor reflejado en las serenas aguas del lago. Los días pasaban demasiado rápido, para mi gusto. Alejados, ambos de nuestras habituales tareas, nos adaptábamos a una vida sin presiones y sin la rigidez  esclavizante de los horarios. En mis diarias caminatas, descubrí un bosquecillo de cerezos  y me dediqué a  cosechar los frutos. Preparé una cantidad en alcohol y  en  confituras para  regalar a mis amigos. Teníamos un bote con motor fuera de borda y salíamos a  pescar y a recorrer el extenso lago. Hicimos excursiones al bosque de arrayanes, esos maravillosos árboles de corteza canela rojiza, que al filtrar los rayos solares, por su intrincado ramaje, crean visiones fantasmagóricas y figuras espectrales. Es, único en el mundo y fue declarado monumento natural, preservado para las generaciones venideras. El recorrido de este parque nacional, se hace por senderos entablonados y es celosamente protegido por los guardaparques.  En otras salidas recorrimos los campos de lavanda, las reservas naturales, donde el ciervo rojo  pasea  majestuoso, criaderos de truchas,  asentamientos mapuches y los numerosos puertos y  rincones increíbles de ese sector de nuestra Patagonia maravillosa. Con sólo la visión del entorno, nuestra permanencia, estaba justificada, en plenitud. Día a día, el cambiante tono de los bosques, en el otoño, creaba una sinfonía de colores de impresionante belleza. Es el momento preciso en que el espíritu humano comulga con el esplendor de la naturaleza y  siente la gracia inefable de poder compartir ese  incomparable privilegio. Nuestro tiempo de vacaciones se acortaba y llegó, como debe ser, el tiempo de regresar. El viaje, con música de Mozart, como fondo, lo hicimos en un conmovido silencio.  Me hice la firme promesa de volver. Las imágenes grabadas en la retina, todavía me acompañan  y  las traigo a mi pensamiento para contrarrestar  situaciones desagradables, inevitables en nuestro cotidiano trajín.
Aquél año...
Autor: haydee  204 Lecturas
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  Hoy soñaré que en tus brazos,  mañana despertaré. Quizás, sienta ese fracaso de  la ilusión, que sólo eso, es, pues no quedará, en mi cuerpo la huella de tu querer, ni en mi boca tus sabores,  ni tu perfume en mi piel, ni las sábanas revueltas, con la esencia de tu ser.   
Sólo eso...
Autor: haydee  506 Lecturas
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  No se cuál será mi vida, lo que tenga por vivir Lo que tenga por gozar, lo que tenga por sufrir… Sólo se que el conocerte, me abrió las puertas del cielo Y con eso ya me basta para lo que esté viniendo. Puede que yo, sea tu amor y  con eso, soy feliz ¡Qué más podría querer, que otra cosa he de pedir!  
Gracias a TI!
Autor: haydee  940 Lecturas
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JUAN CRUZ
Autor: haydee  244 Lecturas
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Hoy ha llovido y salieron, las ranitas a croar, Es un coro muy ameno que nos viene a acompañar. El follaje de las plantas, luce en todo su esplendor, la lluvia las ha lavado y la brisa las secó. Mecen sus ramas, los árboles, al ritmo de la canción, las impulsa un  viento suave, que entre sus hojas pasó, empujando a las gotitas,  que la lluvia repartió, por el frondoso ramaje y a la tierra las volvió. Los niños salen al parque pero ahora no podrán, balancearse en las hamacas  ni lanzarse en tobogán. Los charcos que se han formado no los dejan acercar. Mañana, cuando se sequen seguro, van a  jugar.  Hermosos, limpios, radiantes,  los juegos, esperarán.
Después de la lluvia...
Autor: haydee  220 Lecturas
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Era yo una adolescente, cuando me dijo mi abuelo, muy apegado a esta nieta, su alegría y su consuelo. - En la vida, haz lo que debas,   Jamás lo dejes de hacer.   Nunca esperes, nada temas.   Es de débiles temer.   Si algún peligro, percibes,    reflexiona y piensa bien,   antes de las decisiones,   el peligro hay que vencer. Perdona si alguien te hiere. Es de personas de bien. Alimentar los rencores, siempre los hizo crecer. Antes de partir, me dijo: -Cree en Dios y en él confía Porque de él viene lo bueno y  lo malo de esta vida.
PARA UNA NIETA
Autor: haydee  253 Lecturas
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Como tantas otras veces, salió a esperarle al camino, con un vestidito blanco, mantilla de encaje fino, zapatos de tacón alto y anillo de compromiso. El que un día él, le obsequió con un radiante zafiro. Chavales que la conocen, se acercan a festejarle, ¡Ole, por la linda moza! ¡ Bendita sea tu madre! Sonríe a sus conocidos, jamás les hace un desaire. Camina hacia la estación, el tren no tarda en llegar. Los viajeros se dispersan, pero el que espera, no está. Es tarde, todos se fueron, ella, sigue en su lugar. Su vestido, está arrugado, la mantilla, deslució, el zafiro del anillo, lentamente se opacó. El tren ha vuelto a partir y sigue esperándolo. Llega a buscarla su  madre, tras sus pasos, dócil, va. La acuesta en su tibia cama mientras le canta la nana, que de niña, la arrulló. Pero ya no es una niña, es una mujer mayor. Dulcemente se ha dormido. El sueño le dibujó, en la boca, una sonrisa, que despierta, no logró, al escuchar sus palabras y el sonido de su voz, en amoroso mensaje que el oído registró: - “Vuelve a esperarme, mañana,  que yo vendré a la estación”.
Vuelve a esperarme....
Autor: haydee  231 Lecturas
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Partí sin mirar atrás, sólo recuerdos, llevaba, Recuerdos de algún amor, amor que se deshojaba entre el polvo del camino y el viento de la mañana. En el viaje, comprendí, lo mucho que yo dejaba. entre las frías paredes de aquélla casa cerrada. Dejaba mis ilusiones y buena parte de mi alma Sin poderla reprimir, una lágrima, brotaba, y otras más iban cayendo, sin que pudiera hacer nada. Una niña  que observó, a su madre, preguntaba: ¿por qué llora la señora? ¿será porque nadie la ama? ¿Si le ofrezco mi muñeca, se aclarará su mirada? Y me la llegó a dejar sólo por verme calmada. Sonreí de la ocurrencia, entre lágrimas saladas. Ella se puso contenta, al ver que ya no lloraba Le devolví su muñeca. El camino, me esperaba
Sin Mirar Atrás
Autor: haydee  1037 Lecturas
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Corren tiempos de zozobras en esa Roma, sitiada, por el ejército etrusco, que a su rey, Porsena, acata. Pretende rendir , por hambre, a la ciudad asolada. Cayo Mucio, joven patricio, sobre sus hombros se carga, la misión de asesinar al etrusco, que amenaza, con exterminios e incendios a la Roma, que es su patria. En el campamento etrusco, impacientes, por la paga,  mientras esperan, festejan, mil soldados, la jornada. Un puñal bajo su manto, como un ráfaga, helada, en la alegre confusión, en Cayo, nadie repara.. Sigue directo a la tienda, allí, supone, encontrar al rey. Aferra en la mano diestra, el fatídico puñal Se arroja sobre el maldito, a quien rodean, soldados. Sin que medie, una palabra, la vida le ha arrebatado. Enseguida por los guardias, el joven es desarmado. A la amarga realidad, por su error, se ve, enfrentado. El rey continúa vivo, ha matado a un  secretario. Asume, Mucio, su falta, no haberlo reconocido.  Porsena, fuera de sí, ordena – ¡QUEMARLO VIVO! Listo, está para morir. El fallo, ha aceptado, altivo. Extiende su mano diestra y en forma de autocastigo, la deja que se consuma, al fuego del sacrificio. Impresionado Porsena, le dice: -¡VETE! Ya tienes tu merecido. Admirado del valor de CAYO MUCIO, El PATRICIO.    
CAYO MUCIO, EL PATRICIO
Autor: haydee  283 Lecturas
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Hipólita, mujer guerrera, Reina de las Amazonas, monta ese bravo corcel  que obedece a su señora. Al llevar carga preciada, orgulloso,  corcovea, ella por corresponderle, con su mano, lo palmea. Mujer y bestia son uno, para todas las tareas. En este reino sin hombres, ellas son amas y siervas.  Por sobre todas las cosas, las más valientes guerreras. Aquí ningún hombre puede amar, vivir ni procrear Una sola vez al año, las Amazonas irán, a visitar sus vecinos y con ello, evitarán la extinción y el exterminio de su reino singular. Sus vecinos, los gargarios, impacientes de esperar. Las niñas que resultaran de ese encuentro, quedarán, al cuidado de sus madres, de ellas aprenderán, labores de campo, caza y el fiero arte de guerrear. Los varones son enviados al padre que lo engendró Y si no son aceptados, podrán  ser sacrificados ó peor, abandonados, sin ninguna compasión. Esos son los lineamientos de esta tribu de Mujeres Mutilan su seno izquierdo para que nada interfiera en  el uso de la lanza ni cuando arrojan sus flechas apoyando recio, el arco, sobre ese pecho de piedra. Ya salen las Amazonas a  mantener  su lugar, en un mundo hecho por hombres, sólo les queda, guerrear.    
AMAZONAS
Autor: haydee  385 Lecturas
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 Penélope, hermosa y prudente, pasa, tejiendo ilusiones, con hilos de fantasías y urdimbre de sinsabores. Su Ulises, ha de partir. De su destino, es el dueño, en afanes de aventuras, donde la meta, es un sueño. Con sus rudos marineros, enfrentará, sin temores, peripecias y quebrantos, desafiando a algunos dioses  y a otros, confiándose, para obtener sus favores. En un mundo tan convulso, de cíclopes, dioses, centauros,  Ninfas, sirenas, gigantes hechiceras y hasta faunos, en variada procesión, su sendero, van cruzando. Penélope, teje y desteje. No sabe qué excusa dar, a todos los que pretenden, a su Ulises reemplazar. Trajeron el ultimátum, no van a esperarla más. Disfrazado de mendigo, con su abultado carcaj No quedará ni uno vivo, ¡Ulises, vuelve, a reinar!   
Penélope, espera......
Autor: haydee  372 Lecturas
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Sus fuerzas comenzaban a flaquear. A sus dieciséis años, era la primera vez que sola, se enfrentaba a una situación semejante. El muchacho, con sonrisa seductora, se le acercaba peligrosamente. Le repetía que seguro, sus amigas, ya lo hicieron y  ella iba a pasar por  anticuada y mojigata si no tomaba una decisión. El tenía experiencias anteriores y agotó sus argumentos para convencerla, en su caso, era esta su primera vez. Volvió en su embestida, apremiante y seguro de alcanzar su objetivo. La chica empezó a transpirar y  sin fuerzas, dejó que el experto en ventas, levantara delicadamente su pié derecho para calzarle esa extravagante sandalia, que sin consultar a su madre, decidió comprar.  
La Decisión MICRORELATO
Autor: haydee  363 Lecturas
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  De una de mis caminatas, la mañana de un domingo, decidí cambiar el rumbo y evitar, siempre lo mismo.   Desvié por un bosquecillo de gigantes eucaliptos, me recibió una bandada de loros, que en el bullicio de protesta a mi intrusión, considerada, peligro, con su ruidoso clamor  hacían un estropicio. Procuraban alejar al osado y atrevido. De las ramas elevadas, colgaban sus grandes nidos con espinas que entretejen y que sacan de los pinos para intimidar, con ellas, a probables enemigos. En los días tormentosos, los he visto bambolear, dejando caer pichones, cuando sus padres se van en busca de un gusanito que el hambre les calmará.   Vi una pareja  de loros, muy juntitos,  se abrazaban. Sus pichones, habían caído, desde lo alto de una rama. Lamenté su mala suerte. Su dolor, paralizaba. Algo dije, si entendieron, no me respondieron nada.   Seguí por otro sendero para llegar a mi casa, El muro de calicantos, una gran mansión, rodeaba. Sobresalían del muro, desparramando fragancias, jazmines y madreselvas, paraguayitas rosadas y la hermosa buganvilla de oscuro tono escarlata. Una corpulenta higuera, cuyas ramas traspasaban y caían sobre el muro, logró que mi andar frenara Al ver los higos maduros la boca, se me hacía agua. Entre morir en mi boca ó estrellados  en el suelo, Si le preguntan al higo, dirá siempre, -¡ lo primero! Una voz, muy cerca mío, dijo:-¡Se arrepentirá! Llevándome otro a la boca, contesté – ¡Vamos por más! ¡Si tengo que arrepentirme, procuraré superar el pecado cometido, caratulado ROBAR! -Sabe usted lo que la gente, comenta de este lugar? Era un pequeño hombrecillo el que hablaba sin parar, con cara de duendecillo y  voz  de quien va a llorar Respondí: - Si me lo cuentas, voy a poderme enterar. - Lagrimeaba cuando dijo – Esta es la casa de un ogro y andar, suele,  vigilante, recorriendo  este lugar. Si descubre, que ha comido, sus higos, se enojará  y con oscuros hechizos su destino, hará cambiar. Es un Ogro tan malvado que procurará su mal. -La historia me ha interesado y aquí me voy a quedar. Comeré  sus ricos higos y me sentaré a esperar……Por si acaso, si aparece, algún higo quedará, con la más dulce sonrisa, yo se lo voy a entregar. (¡EL DUENDECILLO ES EL OGRO, NO LO QUIERO DEFRAUDAR!)
De todas mis conocidas, Camila, es la más ingenua, una lluvia de frescura, es su risa placentera. De dobleces, no conoce, es una mina sincera, al tratarla, se comprende, no existe quien no la quiera. A veces pasa por tonta, se lo dije alguna vez. Pero es inútil, decirle. ¡Nunca me lo va a creer! -No toda la gente es buena, muchos son aprovechados. Los que llegan a su puerta, son todos “necesitados”. Ella los atiende y brinda, lo poco que ahora le queda, -“Dios proveerá”, me dice, si trato de detenerla. -“Ama al prójimo”, Jesús dijo, no más que a ti, sino, igual. Responde, la muy ingenua, - “El , de mi se ocupará” Ha hipotecado su casa, de muebles sólo le quedan,  una estrecha y vieja cama, una sillita de estera,  una mesa de tres patas y de ropa, lo que muestra. Le llevamos hace días, utensillos, prendas nuevas, algunos muebles antiguos, esos de buena madera. Por una puerta, entraban, salían por la otra puerta. Quizás ella esté en lo cierto y yo, debo ser la ingenua. Se siente bien, despojada, de las cosas más superfluas, Libre como un ave libre,  sin ataduras terrenas.
La más Ingenua
Autor: haydee  579 Lecturas
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Asomada al mar profundo, de tu insondable mirada, quizás para descifrar, los enigmas de tu alma. Al emerger de esa sima, tan oscura, tan cerrada, fracasados mis intentos, emprendí la retirada. Y no me siento vencida, ni tampoco, fracasada. Sabré de ti, lo que quieras que yo sepa. Lo he comprendido y me basta. Es por eso que te quiero  y no te cambio por nada.
Tus Secretos
Autor: haydee  509 Lecturas
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Me preparo a viajar, sin bolsones ni maletas. Con lo puesto, mp3,  celulares y raquetas Las ganas de practicar, el saque con mano izquierda, algo que me cuesta un poco… Lo intentaré por mi cuenta. Seguro, me va a costar ya que siempre he sido diestra. Nuestro David y del Potro, tuvieron que abandonar. ¡ deberé tomar la posta! si no, quedarán desiertas, en las ciudades del mundo, fabulosas competencias. Desiertas de compatriotas, eso a mi, me causa pena. La ilusión nunca se pierde, si se pierde, alguien la encuentra y la lleva en bandolera como llevo mis raquetas, en un fantasioso intento de ganar la ensaladera.
TENIS
Autor: haydee  251 Lecturas
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Sobre los “Actos Fallidos”, que vulneran la intención, de quien trata de ocultarla, sin hallar explicación. De pronto se  manifiesta, en toda su dimensión. Brota en los politiqueros, hundidos en corrupción, cuando expresan lo contrario, a lo que dicta razón. Dejan flotando en el aire, la verdadera intención. En tramposos y tramposas, que algo tratan de ocultar. Del inconciente, no escapan, no se logra controlar. Burla la censura interna, la presiona y al final, en acto, gesto ó palabra, sin dudar, emergerá. Lo que en conciencia se calla, ó se desea  ocultar, la “Traición”  del subconsciente, desnudará  la verdad.
Actos Fallidos
Autor: haydee  258 Lecturas
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