Merienda
Publicado en May 09, 2013
—¡Alguien! ¡ayúdenme! ¡por favor! ¡auxilio!
Gritaba con una desgarradora voz que despertó facciones de mi inmóvil rostro mientras arrastraba a su inerte novio. Deslizándolo hacia la habitación helada, comencé a recordar aquella niña de color canela, su piel llena de esperanzas se volvió fría en un instante. Un hueco en el estomago y un aliento agrio me instaron a regresar en sí y acercarme a ella: —¿Usted me va a violar, señor? Me preguntó con una mirada que perforaba toda resignación, su vida se quería escapar por sus brillantes ojos, rojizos y húmedos. Lo que me provocó responderle con una sutil voz a la par de una sincera sonrisa: —No, señorita. Yo sólo soy un caníbal. Emman.
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