Llueve, y una tormenta aguerrida doblega mi alma.  Ráfagas insistentes traen más de lo mismo y me sujeto de lo que queda, poco, comparado con la nada.
En el espacio infinito busco un cobijo, un resguardo; más me mojo, me mojo, con agua  salada. Agua  que quema las semillas, que no fecunda esta tierra devastada.
Llueve, y a mi refugio lo he desconocido; en un lugar extraño se ha convertido, con goteras enormes que de mí no se han compadecido.
Mojada, helada, el viento de otoño ha  podado  las más bellas ramas; arrancadas fueron llevadas. Quedé sin brotes, sin esperanzas.
El sol saldrá para otros, el horizonte  de ellos se lo ha comido. Arcos enormes, multicolores ¿dónde se han ido? Yo los he conocido y ahora perdida, de pie o hecha un ovillo, tengo frío.