Letras, debería regalar no sólo a tus posturas sexuales agarrado a tu cadera, sino algunas veces a tus lunares, algunas veces a tus cicatrices dejadas por la vida, algunas veces a esos exquisitos volúmenes que se mueven al compás de nuestro trajín como eróticas bailarinas, ofrecidas a la libertad de mis manos que sujetan tu piel y hasta tus huesos, los cuales se doblan en las coyunturas que permiten dibujar la forma de un corazón por el doblez de tus largas piernas al viento cuando logran unir los dedos de las puntas de tus pies, mientras yo erguido  me convierto en una flecha que te hiere de placer con  mi erección en el centro rojo vivo del orgasmo que retardas cuando te volteas y tu espalda me convierte en un animal que busca desesperado un húmedo refugio entre un paisaje de  dos redondas nalgas; tracioneras de mi quietud de honorabilidad, pues en ese momento me convierten en un depravado, quien te recorre de nuevo lentamente desde el tacón largo de tus zapatos que despiertan  las caricias de todos mis sentidos, observando toda tu exquisita figura, saboreando lo más íntimo de ti, pellizcando suavemente tus pezones para escuchar el último suspiro que me vuelve  hacer  tu caballero que no te regala flores, sino su vida...