El nio del mar
Publicado en Apr 08, 2013
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 Ese niño misterioso caminaba por aquel muelle, ese olor a húmedo, ese olor a sal que cada tabla putrefacta contenía. Escuchaba como las olas chocaban suavemente con los palos de aquel desolado muelle que solo el tiempo sabia de el, maltratado y azotado por aquel tiempo que nos saca en cara lo mucho que hemos gozado de la vida. Esas olas débiles, esas olas que gritaban en una lengua que solo ellas podían entender. Sus ideas y pensamientos se dispersaban en el triste y grisáceo entorno que lo acogía y sus sueños lentamente cedían a aquel maltrato visual que el niño misterioso observaba. Su desolado alrededor lo acompañaba en su caminata a la orilla del muelle, ese acto de presencia que sentía en su mente virgen de hechos, de su escaso conocimiento de la vida, la persona que podía ser a futuro, no era parte de sus objetivos. Las manos en el bolsillo y la cabeza gacha, creándose un mundo ficticio, jugaba con su mente, su mente que se había desarrollado en un mundo de lamentos y arrepentimientos. Abría sus ojos solo para ver la realidad, esa realidad creada a base de mentiras y secretos que quedaban agonizando en cada esquina fría de su mente.
El ultimo paso para llegar a su destino. Esa orilla que por años le había causado tanto temor, ahora era solo el final de un dantesco muelle. Su mirada se internaba en lo más profundo del extraño mar tratando de imaginarse un mundo sin fin en aquellas frías aguas. Su rostro se desfiguraba con el movimiento de las pequeñas olas y junto con aquello su enojo. El mar, perfecto para algunos, una pesadilla para otros. Esa mente joven sintiendo como sus manos débiles rozaba aquel lomo líquido y frío del inmenso mar, percibiendo un pequeño cosquilleo en la palma de su mano. Curaba sus heridas sin que se diera cuenta, como el olor a sal recorría su piel blanca que expulsaba juventud de sus poros, pero no era más que un triste juego de su mente, el mar seguía ahí, tan serio como siempre, tan cruel como siempre.
Un paso en falso, fue una cuestión de segundos, los años habían influido en las maderas de aquella baranda. Apoyo su brazo en ella, pero esta cedió. Sus esperanzas de superación cayeron y junto con ellas sus recuerdos de su corta vida. Sus ojos marrones observaban por última vez esos cielos despejados, esa luna que en muchas ocasiones lo inspiraba a escribir bellas poesías en esas noches de espesa bruma, donde su imaginación podía atravesar esa ventana roñosa de su habitación y ver más allá.  
Ya sumergido en un mundo acuático sin fin, sus manos las movía violentamente tratando de sujetarse de algo que sabia que no existía, fue solo una cuestión de inercia. Sus ojos se cerraban lentamente y sus fuerzas cedieron ante la desesperación. Sus buenos recuerdos se transformaron en un barbitúrico que le impidió el paso al dolor. La imaginación se hundía, al igual que sus ideas y pensamientos, sus brazos y piernas inertes y sus ojos se cerraban a medida que se sumergía cada vez más.
Ese muelle que por tanto tiempo amo, ese muelle que con oídos intangibles escuchaba los lamentos del aquel niño misterioso, sus pasos eran como tatuajes en las maderas sucias y resbalosas, como sus brazos rompían las brisas marinas de la tarde, cuando el sol dejaba de observarlo y se escondía tras esa cortina de agua salada.
Los años pasaron y los pasos del niño misterioso se escuchaban en las tardes, cuando el sol se ponía,  sus huellas quedaron impregnadas y el tiempo se resigno ante tanta pasión por ser recordado. Ahí estaban las huellas soportando las miradas de aquellas personas ajenas a su historia, esas miradas de reojo que a veces hieren.           
Despertó sintiendo frío, despertó sin extremidades y su cuerpo no lo sentía, pero su fe, sus esperanzas seguían intactas, flotando en esas olas débiles que tanto observaba. Con el pasar de las tardes entendió que el era el mar, su mente y conocimientos amplio, su tristeza y su alegría era tan grandes como su cuerpo y ahora se hacia notar.
Pero bastó una tarde para darse cuenta que su alma seguía observándolo desde el muelle. Ese rostro pálido, esas lágrimas que recorrían sus mejillas rojizas, esas manos en el bolsillo, esa timidez que lo caracterizaba del resto de las personas.
Su alma, la veía tan distante, tan imposible hazaña, que rabia sentía, quería su imaginación de vuelta para fingir por momentos que podía llegar alcanzar tan hermosa alma que le correspondía por derecho. Gritaba y gritaba, pero era un lenguaje distinto, un lenguaje rechazado por las personas que lo observaban como algo sin vida.
Días, tardes y noches paso en un estado de pensamiento profundo, su tranquilidad era absoluta, y su alma resignada lo observaba con ojos llorosos. Estrellas que solo le hacían compañía de noche y una luna que seguía observándola con ojos intangibles.
Una tarde la rabia se hizo presente y las ganas de obtener lo que el quería salieron a flote después de tanto tiempo. Su enojo provocaba que chocara contra esas piedras y que cada gota se deslizara por sus ásperos cuerpos.
No tenía brazos, pero podía formarlos de alguna forma u otra, impactaba con gran violencia esas maderas putrefactas del muelle que tanto amo, intentaba aferrarse a ellas con toda su fuerza, pero se desvanecía, solamente gotas llegaban a los pies de su hermosa alma. Chocaba y chocaba con ímpetu, sus brazos eran como enredaderas que se desvanecían en la acción. No quería darse por vencido y siguió intentando sin importar nada. El sol iluminaba sus esfuerzos, pero ya resignado se escondía tras la misma cortina, y los brazos inagotables seguían aferrándose en vano. Las estrellas solo observaban  y la luna cerraba esos ojos ficticios sabiendo el cruel destino del mar. Los años pasaron y sus brazos seguían rompiéndose, heridas que se habrían, pero que sanaban rápidamente.
Su amor por su alma sigue hasta el día de hoy, llorando mientras que aquel muelle amado sigue aguantando sus fríos y fuertes golpes. Esos ojos marrones siguen llorando por sus esfuerzos.
         
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Foto del autor Sebastian Sick Pereira
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Descripción

Palabras Clave: El nio del mar

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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