Voy a escribirle una carta,
que la abrira Dios sabe cuando,
preferiría que cuando el tiempo,
me haya poblado de canas...
Todos queremos mil cosas,
yo solo me permito amarla,
no como un gran caballero,
de nobleza con armadura plateada.
Simplemente como un lacayo,
que ansía la hora señalada,
en que se cruce conmigo,
para poder, nuevamante, admirarla.
Yo no se, si tal vez merezco,
en esta condicíon humana,
ser acredor de sus besos,
de su amor, de su esperanza...
Pero tal vez algún (lejano) día,
viera a este poeta sin palabras,
que le escribe mil poesías,
pero después, se las guarda...
Que llegó al punto mismo,
de la idolatría hacia esa dama,
que ni sabe que él existe,
y él existe, porque la ama.
Acaso llegará un (lejano) día,
en que mis intenciones sean develadas,
por el descuido casual,
de quien hoy no encuentra palabras...
Para decirle, mi dueña, mi reina,
la que le da vida a mi alma,
que desde que un día la vi,
me envenenó de esperanza.
Hoy termino de escribir,
otra vez, otra vez la carta,
que jamás se la enviaré,
a usted... a usted, mi bella dama.