Cuan largos eran los besos
En las horas apresuradas
Los segundos como ríos de lava se desplegaban
En la oscuridad eterna de los gemidos
 
Con qué ansias
Uno y otra se solapaban
En angustiantes abrazos aguerridos
En caricias frescas en las sabanas nubladas
 
El agitamiento de los sudores compartidos
En los sonidos dementes de guitarras olvidadas
Las miradas idas entre las sombras
La imperiosa necesidad de unir las voces en una
De adentrarse en un país olvidado en las horas del día
Entregados a una cimiente furtiva
Febril
Y única
 
Mientras, afuera,
Las horas negras escurrían sus cantares
Y perdían la novedad las aves matutinas
El frío viento sureño recorría ignorante
Las calles empedradas de mentiras
 
Mientras, adentro,
Sudores de cuerpos amantes
Batalla entregada en ansias extasiadas
Mordidas en rincones obtusos
Palabras obscenas dichas al oído más próximo
 
Dejan en las horas sin marca
La marca de las horas a solas
De esas miradas alegres
De esos besos únicos
De ese idioma de a dos
Que se crea
Entre las sábanas de los amantes furtivos...