"La plazoleta"
Publicado en Mar 30, 2013
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“LA PLAZOLETA”
 
Suena a mote y sobrenombre, "La Borrasca".
 
Ahí llega “La Borrasca” con el paso ligero, puro hueso, la falda haciendo revoleos, pisadas sonoras, la cara enjuta, ceñuda, en los ojos negros un destello de amargura y los dientes largos para una buena mordedura.
 
¡Ahí viene la Borrasca! y el corrillo de vecinas se disuelve con frases de disculpa, el temor mete más prisa. Cada una a su casa, que si la plancha, la colada, las croquetas, los cristales. Todavía quedan varios metros para que alcance la plazoleta del jardincillo del barrio de extrarradio.
 
La plazoleta pregonera, con escasas sombras de unos árboles viejos que crecieron al riego del agua del cielo, senderos de tierra con zahorra y algunos rosales que lucen de colores sus rosas criadas a ritmo de estaciones, un pino hace el intento de crecer al otro extremo, sus hojas de aguja se mueren en el suelo, agujas de coser trajes en los bancos de cemento de la plazoleta de cuchicheos pregoneros. En el centro una fuente con el pilón lleno de restos y sobras de cuentos de comadreo, papeles heridos, latas de bebida y alguna jeringuilla enredada o escondida por alguien ya sin vida. El agua nunca hizo presencia al abrir el grifo de hierro traicionero. La hierba agostada, y algunos cardos daban cuenta de la presencia del verano. Cuatro farolas velan sin luz al césped muerto.
 
Falta menos, aprieta el paso “La Borrasca”. Las vecinas se van yendo, el paso largo y un impulso de llegar corriendo. La falda se enreda entre sus piernas de cigüeña, una tela estampada de flores diminutas, blanco sobre negro, la blusa negra de poliéster hace una bolsa de joroba en su espalda al rebufo de la carrera de sus pies sobre la tierra seca.
 
No llega, el corazón le late acelerado. No llega, las mujeres se dispersan y miran al frente, cada una un senderito, apuradas y con mucho tiento. Un niño rubio de piel morena hace dibujos sobre la tierra, en cuclillas, mueve un palo con destreza.
 
No le alcanzan las piernas el tramo que le queda. Con la mano se quita el pelo desordenado de la cara, el sudor empapa la frente de una sola arruga continua, de sien a sien, un surco continuo sin semillas.
 
Y se para, al segundo comienza a caminar lento, los brazos caídos, vencidos. Entra en la plazoleta, con un gesto recoge la falda y se sienta en un banco de cemento, una sombra con agujeros cae sobre su silueta haciendo un extraño juego de luces con movimiento.
 
Una silueta inmóvil, las manos sobre el regazo, la cabeza baja, los ojos clavados en el suelo repisado. Mira sus zapatos negros con polvo de días acumulado, zapatos bajos para andar ligera por todas las calles del barrio. Nunca fue guapa ni pretendió parecerlo. Para qué, si con sus jaranas y jaleos colma de aventura su vida cotidiana. Nació llorando, no hizo falta la nalgada del llanto para tomar del aire todo el sentido de la vida.
 
De a poco se van desdibujando los zapatos en la retina, mira más allá y pierde los ojos en la tierra reseca. Unas lágrimas caen lentas por las mejillas de cadáver, pálida como un espectro, las ojeras azuladas, las lágrimas siguen resbalando, las recoge el suelo y en la caída salpican manchas oscuras de tragedia.
A borbotones, los ojos ya no pueden con tanto peso, le caen a borbotones, una lluvia continua y silenciosa. Un mar entero.
 
Hoy solo venía a contar que le había llegado una carta de su hijo muerto.
 
Renata Ketten
Agosto 2012
Página 1 / 1
Foto del autor Renata Ketten
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Descripción

Relato

Palabras Clave: #B0C9DF

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: S


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Williams A. Hernndez

Excelente Renata!!!, muchas imágenes..mucho vivir...
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March 30, 2013
 

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