AUSENCIA
Publicado en Mar 29, 2013
Me convertí en el rocío de las hojas anochecidas, me desnude tras las ventanas de los aguaceros diminutos, apresuré los pasos entre autos veloces que en la noche navegan como locos pedacitos de luces. Salí del bullicio de las voces que los fantasmas interpretan en la tierra que te sostiene. Te buscaba como si los crucigramas se hubieran agrandado y ahora fueran edificios y murallas.
Estaba tejiendo en las casillas de las aceras el pensamiento como un siniestro galopar continuo y me moría en la duda de que estuvieras perdida en los altos y escondidos brazos del olvido, tuve una arropada y escalofriante neblina quemándome el alma, quebrándome las manos, los labios se desgarraron en la bruma y se me secó la voz llamándote desde lo más profundo, y no te vi, no estabas, volaste como la golondrina de mil estaciones. Sostuve el lazo de la horca como un vagabundo incrustado en los lienzos del casi amanecer, entumecidas las piernas corrieron por todos los laberintos y no se detuvo la lagrima que la desesperación tatúa en el rostro mientras gritas de rabia indomable y miedo irrazonable al lamentar arrancar la flor sin que ésta se despeine en pétalos y sin compasión como el peor de los furtivos miré al cielo cuando nadie contesta. Solo el señor de los periódicos, agazapado detrás de su estanquillo, renombra las noticias a mi pasar, el humo encarnecido que delibera entre la brisa madrugadora y yo me hace ver que somos los únicos personajes de la gran obra de la soledad, bendecida en tu ausencia.
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