ÁRBOL, BRINDO POR TI

No había necesidad de llegar tan lejos
disputándole a las palabras
algo que tuviera sentido
sin que por eso
se levante una ceja.

Bastaba con poner el ojo atento
y observar a las hormigas
teniendo claro
mis limitaciones para escuchar
esa música con la que marchan.

Ahora, aquí, bajo la sombra,
sueño con una copa que levanto en brindis
por algún motivo desconocido
y por el descanso de las hojas
que se sueltan de los árboles.

Por su puesto que mi brindis está contaminado
con la contradición de mi pensamiento.

El árbol podría botar todas sus hojas
y cancelar de inmediato mi brindis,
por lo que he pensado en una negociación.

Amo sus hojas al levantarse de la sombra,
amo sus recuerdos vivos y su jubiloso grito.
Amo también al viento que le honra con su saludo,
y en especial, cuando recoge de la lluvia
el mensaje misterioso de las aguas.

Yo le ofrezco al árbol el brindis de mis lágrimas,
le pido que acepte mi nostalgia de la nieve
y que crea que no tengo un hacha oculta entre mis manos.

Ojalá me escuche, yo le tengo un cariño extraño
y por eso brindo por él.

!Árbol, nunca abandones mi paisaje!

Yo quiero ir de plaza en plaza
camino en camino, incluso,
más allá de los desiertos de mi memoria fragmentada,
para agradecer tu hermosa madera,
por esos nudos gloriosos y sus vetas abiertas  
por el aroma y canto de tus hojas.
Y ahora no sé qué podría ofrecerte
salvo el tiempo de las horas
para visitarte con un chorro de agua
e imaginar la música de Haendel
mientras tú sonríes.