Nunca es
Publicado en Aug 20, 2009
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Desde el ómnibus que lo conduce de vuelta a casa, el paisaje conocido de campos interminables, pequeños caseríos, lagunas, puentes sobre arroyos y ríos, no le distraen del motivo de su viaje. Siente una urgencia visceral de estar al lado de Eva, su amor.
 Ella, no sabe de su  regreso, la intención, es sorprenderla.
 
 El pueblo que lo vio crecer, cercano a Bahía Blanca, no supo o no pudo apreciar las notables condiciones  del joven  Francis, dibujante y caricaturista. “Nadie es profeta en su tierra”. Cansado de golpear puertas sin obtener resultados, decidió enviar sus  trabajos a editoriales de la capital. Pasaron meses hasta que alguien creyó en su talento. Enseguida, se mudó y empezó a colaborar en revistas y también en un diario. De esto hace cinco meses, cinco largos  meses en que satisfacer las  necesidades básicas, estar al tanto de las noticias para motivarse, y la adaptación a este importante cambio de vida ocuparon  su tiempo. 
Los fines de semana, después de poner orden en el cuarto, sus papeles y la ropa, hace caminatas interminables en las que descubre lugares increíbles de esta inefable y desordenada ciudad.
Junto a Eva, sería completa su felicidad, por el momento  es impensable.
La joven, carga sobre sus hombros una  historia que siente como un estigma, y al confiársela, despertó en Francis una inmensa ternura. Hija de una niña- madre, demasiado inmadura, para asumir la responsabilidad de  criarla, la dio en adopción a un matrimonio sin hijos, Lidia y Guillermo, ella, una mujer neurótica, exigente y perfeccionista, él un militar de carrera que construyó la gran residencia que soñaba poblar con una numerosa descendencia. Nada de eso pasó, agotado los intentos y profundamente desilusionado, por razones de trabajo, empezó a viajar con frecuencia. Fue un alivio, le resultaba insoportable encontrarse con la agria cara de su mujer cada día más obsesiva con el orden y la limpieza, sus objetivos de vida. Inevitablemente, volvía los fines de semana. Un sábado llegó decidido a ejecutar un propósito gestado cuando se enteró que no tendrían hijos y consolidado al paso de los años. Cambiar la mansión por un departamento en la ciudad. Tendría que vencer la dura resistencia, que seguramente, le opondría Lidia, que amaba  su residencia sobre todas las cosas.
Al llegar, la vió sentada en su sillón favorito, junto al hogar, absorta, con un pequeño envoltorio en su regazo. Pensó que había enloquecido de soledad y se sintió culpable.
Se acercó a su esposa despacio, conteniendo la angustia que lo embargaba. Ella levantó la vista cuando advirtió su presencia y  tendió los brazos ofreciéndoselo. Era una criatura de pocos días. Temerosa, casi suplicante, le contó a su marido que la trajo una mujer desconocida y tan desesperada que la creyó capaz de arrojarse al paso del tren, se lo juró, si no le recibía a la recién nacida. Cuando Lidia se recuperó de la sorpresa, la mujer había desaparecido. Guillermo, llamó a su abogado y amigo y también a un pediatra de su confianza. Relaciones mediante, después de comprobar el excelente estado de la niña, la adoptaron legalmente. Lidia se esmeró en la crianza, Guillermo se convirtió en padre de un día para otro y fue de los mejores  a pesar de su carácter estructurado. La llamaron Eva.
 Al término de sus estudios secundarios debió postergar sus anhelos para convertirse en enfermera de su progenitora que viuda, inválida y de mal carácter requiere de  todas sus energías para su atención y el cuidado  de la casona .que habitan.
 Francis, sonríe y evoca la imprevista  circunstancia en que la conoció:
Su primo, Gerardo Mayorga, volvió al pueblo apenas recibido. Desplegó su flamante diploma de médico en las renovadas instalaciones que su padre, el tío  Alberto, le dejó vacantes. Con  juvenil entusiasmo, se hizo cargo de la salud de los  vecinos.  Se casó con la espigada novia de la adolescencia y  antes del año, se convirtió en padre de mellizos.
En tren de visita a una  paciente, se encontraron y  Gerardo, le pidió que lo acompañara.
 El viaje duró alrededor de media hora en su traqueteado  jeep. En el trayecto, aprovechó para desahogarse, su vida familiar, era un caos. Tenía necesidad de contárselo a alguien. Marisa, su mujer, no pudo recuperar su elegante figura después que nacieron los gemelos, eso agregado a su naturaleza  desconfiada, la habían llevado a convertirse en una  celosa arpía. Se cansó de su odiosa  costumbre de revisarle los bolsillos, de entrar  al consultorio sin llamar, intempestivamente cuando se le ocurría. Llegó a seguirlo cuando hacía visitas domiciliarias para pescarlo infraganti, cosa, que por supuesto, jamás ocurrió.
Por sus constantes escenas, no le quedó alternativa, se vio obligado a despedir, muy a su pesar,  a la última  secretaria, escultural y muy bonita, por añadidura. Esto último, fue la gota que  colmó su paciencia, al recordarlo, la sangre, se le subió a la cabeza y apretó el acelerador con rabia.
 Francis, no pudo disimular una  sonrisa, conocedor de la fama de mujeriego de su pariente. Este alcanzó a percibirla  cuando llegaron a destino, muy oportunamente, para evitar una incómoda explicación.
El relato, se interrumpió.
Llegaron a una casa señorial, rodeada de un amplio parque con palmeras datileras, jazmines y rosales, dividido por un sendero de ligustrinas que conducía a la entrada principal.
En el amplio porche, los  sillones de ratán  eran una invitación al descanso.  Francis, sacudió la campana  y al momento salió a recibirlos una muchacha delgada, de pelo y ojos oscuros. Saludó  y  con un gracioso ademán,  los invitó a pasar al interior.
Gerardo, precedido por la joven,  fue a cumplir con su deber, Francis, se entretuvo en  observar  armas antiguas,  monedas y medallas, todo prolijamente dispuesto en vitrinas, y ordenado con  rigor  de coleccionista. 
 
En una  cristalera, delicadas figuras de marfil, de distintas procedencias,  en otra, porcelanas, frágiles, antiguas. En fin, el mobiliario, los adornos, los cuadros acapararon su atención. Era como estar en un reducido museo.
Una  voz  lo sacó de sus cavilaciones. -¿Toma un refresco? - ofreció  la  joven,  portadora de una bandeja con vasos de limonada. –Le agradezco.-  dijo  Francis, sediento en ese día muy caluroso, luego de beber, la felicitó por los objetos atesorados. 
 -Pertenecen a mi madre. -  respondió sin entusiasmo.
 Observó, con curiosidad de artista  las manos delicadas, perfectas y le expresó su deseo de dibujarlas, levantó la cabeza sorprendida, entonces, descubrió el color de sus ojos, de un azul profundo. Un ligero rubor, tiñó sus mejillas,  para esconder  su  turbación fue a correr las cortinas, la habitación quedó en penumbras,  Francis pudo apreciar su talle delgado y esbelto y la armonía  natural de sus movimientos. –De cuerpo entero, corrigió. 
-Voy a pensarlo-dijo ella sin pestañear.
De regreso, Gerardo comentó la visita. Una paciente tan difícil, mencionó el sacrificio de  Eva, víctima de una madre desconsiderada. Después tocó otros temas  sin reparar en su primo  abstraído, en secretos pensamientos.
Volvió a verla al cabo de un mes, en el pueblo. Cargaba un bidón de nafta  que, más tarde comentó, usaría para remover la cera de los pisos. Francis, se acercó a saludar y diligente, ofreció su ayuda,  aseguró el cierre de la tapa y lo depositó  en el baúl del auto, después de recomendarle tomar precauciones para evitar accidentes. – Los vapores son altamente combustibles. Asegúrese, cuando decida hacer el trabajo, de tener  las ventanas abiertas y cerrados  los calefactores o cualquier artefacto que pueda producir combustión. ¡Sería muy lamentable,  que por un descuido, estropeara su belleza.! 
Sus palabras, sorprendieron y halagaron a la muchacha, no era frecuente, ser objeto, de tantas y tan delicadas atenciones.
Sonrió y en voz  baja dijo: -Estoy dispuesta  a ser su modelo–  Al momento, Francis, no  entendió  a lo que se refería,  ella agregó:
-Mañana, después del almuerzo, estaré libre, no  es necesario que llame, lo espero.
Se presentó con su caja de trabajo a las dos de la tarde.  Cumplió lo prometido, salió a  su encuentro, rodearon la casa y entraron por los aposentos de atrás. Subieron  por una amplia escalera de roble, hasta  el salón donde iba a realizar el trabajo. Era una habitación bien iluminada, con piso de madera  y cuadros en las paredes. En el centro, una  otomana, una silla tapizada de pana  marrón y una mesa pequeña eran todo el mobiliario. Desplegó los útiles sobre la mesa, ella, con naturalidad,  abrió la túnica  y quedó como vino al mundo. Con  la misma naturalidad se recostó en el diván 
No podía concentrarse, se puso muy nervioso, ella  ignoró su turbación y comentó:
 - Estará acostumbrado a ver mujeres desnudas.
Carraspeó un – Por supuesto- secándose el sudor de las manos  y maldiciendo por dejar trasparentar sus emociones.
Hizo algunos bocetos que no lo conformaron. El artista, no pudo despojarse de su condición  de hombre, tampoco ella  ayudó, levantó los brazos, sus pequeños pechos, redondos y firmes, descubrieron los pezones en actitud  desafíante.
Convinieron sesiones de dos horas, nunca antes destruyó tantos bocetos, ninguno le pareció aceptable. Sobre la hora, comenzó a guardar todo, se sentía torpe, inepto.
Ella, se vistió con la misma naturalidad con la que se desnudó y en silencio lo acompañó hasta la puerta. Sus palabras de despedida fueron – Mañana a la misma hora-
Al día siguiente reunió  fuerzas y  volvió, procuró vencer  esa molesta inseguridad,  sólo que  esta vez, fue distinto.  Eva, tenía puesto un sencillo vestido, color lavanda. Tranquila, silenciosa, fue a sentarse junto a la ventana. La luz, a sus espaldas,  creaba sobre  la negra cabellera, un luminoso efecto de nimbo. Los ojos,  entornados, bajo los delicados párpados, sombreados por oscuras y sedosas pestañas, las manos cruzadas sobre el regazo. Era la modelo ideal.  Francis, logró captar ese instante, con maestría, hizo gala de su talento y profesionalidad.
Quedó muy satisfecha con  el  dibujo  y  pidió que  le eligiese un marco apropiado.
Volvió a la semana, esperó largo rato oculto detrás de una añosa palmera.
 Cansado y abatido se disponía regresar sin haberla visto, cuando llegó con su madre en un auto de alquiler.
El conductor  ayudó a  sentar a la señora  en la silla de ruedas  y luego se marchó.
Antes de abrir la puerta, Eva, advirtió su presencia. Con un gesto,  indicó que la esperara.
Oscurecía  cuando apareció por los fondos, le tomó de la mano conduciéndolo por las escaleras, esta vez, fueron a su  dormitorio, allí se sintió segura y  pidió disculpas por la demora. Vio el trabajo ya concluido  y  manifestó su  aprobación llenándole de besos. Se  sintió algo confundido pero muy satisfecho,  después se dejó llevar por su  entusiasmo. 
En esa muchachita, de apariencia frágil, se ocultaba un volcán.
Se vistió  para retirarse, ella suplicó: - Me gustaría mucho que te quedaras, necesito hablarte. En el momento que te vi por primera vez supe que estábamos destinados... 
- No quiero que  tengas problemas con tu madre- respondió Francis.
- Ella no se va a enterar, sufrió mucho tiempo de insomnio, pero hoy, vencí finalmente su  resistencia, aceptó  que  tu primo le recete unas pastillas que la sumergen en un sueño
profundo. Al dormir lo suficiente, va a recuperar la tranquilidad y  yo la mía. Es hora de que empiece a pensar en mí.
Pareció lógico su razonamiento y  muy oportuna la actitud de Gerardo.
Esa noche maravillosa, fueron ellos, los insomnes. De madrugada, Eva,  fue a ver a la madre que  seguía  profundamente dormida.
Francis se marchó después de compartir un desayuno reparador,  antes, prometió que volvería esa misma noche,  entonces ella advirtió – Entrarás solamente, cuando haya luz en la ventana de mi habitación. Eso significa que mi madre duerme, y yo estaré  esperándote  para dedicarte todo mi amor y mi tiempo. La puerta trasera estará abierta para ti.
Añadió: -Mamá, es muy  estricta y exigente, no permite que tenga amigas ni  que persona alguna  entre a su casa si no es por una necesidad imperiosa, como cuando necesita al médico. Gracias a las pastillas, tendré mayor libertad  para mí... para nosotros corrigió llenándolo de besos.
La vida del muchacho se transformó desde aquél día, desapareció ese pesimismo habitual y comenzó a encarar el futuro con  esperanza y  determinación. Con entusiasmo, creó, hizo caricaturas de  personajes  descollantes  históricos y actuales y agregó comentarios surgidos de su desbordante imaginación. Mandó todo por correo electrónico a diarios y revistas de la capital.
 
El amor que produce esos cambios es mágico.  Nunca, antes sintió  tanto valor, tanta confianza en sí mismo.  Consiguió lo que se proponía al cabo de unos meses, el contrato de una importante editorial. Sus ingresos, no le permitirían, al menos en los primeros meses, viajar seguido, para verla.
Eva, derramó muchas lágrimas, al conocer su decisión de alejarse, pero luego comprendió que era la única posibilidad de llegar a estar juntos en un futuro no muy lejano.
 Fue muy duro pasar estos cinco meses sin sus caricias, sin el calor de su joven cuerpo, ya se había acostumbrado a  visitarla varias veces en la semana. Sólo una vez, la ventana permaneció a oscuras y tuvo que regresar desolado.  La señora, se había negado a tomar  la dichosa pastilla.
Hoy, después de cinco meses de ausencia, adelantó el trabajo para tomar unas breves vacaciones.  Va a recuperar el tiempo perdido. Cuenta los minutos que los separan.
Llegará al pueblo a las veintitrés hs. dentro de diez mn.  Sin demora, correrá hacia la casa de Eva.
Estos largos meses de ausencia, han sido reveladores para él. Ahora sabe que su vida, sólo tiene sentido a su lado. De sus anteriores relaciones afectivas, guarda sólo un fugaz, diluido recuerdo. Nada que le conmueva ni  le perturbe. El sacrificio de esos cinco meses, de soledad, confirmó la decisión de unir su vida a la de Eva. No admite otra posibilidad. La sorprenderá con su propuesta. Le lleva un anillo. No fue fácil encontrar lo que tenía en mente,  debió recorrer muchos lugares, pretendía  algo único, digno de la destinataria. Fino, delicado, diferente. Cansado de ver escaparates  sin hallar lo que  quería, finalmente, una tarde de domingo, en Belgrano, descubrió una feria artesanal. Le habían recomendado  ver a Claudia, talentosa  y hábil orfebre.  Precisamente, estaba armando su puesto. Debió esperar a que terminara de ubicar sus creaciones.
Su ojo clínico para apreciar la belleza, reconoció que había llegado al lugar indicado. Entre una variedad  de diseños, descubrió lo que imaginó. En oro blanco, con una gema artísticamente engarzada, la piedra, del mismo color de los ojos de Eva, azul oscuro, profundo, insondable. No dudó, ni por un momento. Le hizo grabar una dedicatoria en el reverso: Francis Mayorga a Eva Hervé “Para Siempre”   ni más ni menos, lo que se había propuesto.
 
El micro, llega a destino. Apura el paso que acorta la distancia que los separa, tiene alas en los pies.
Imagina su sorpresa al verle, ni se le ocurrirá pensar que está tan cerca. Se emociona anticipando el momento de colocar el anillo en su  dedo anular.
Quiere acallar los aturdidores latidos del corazón. Que nada sospeche. Entrará a su cuarto por la puerta de atrás, como siempre, y la cubrirá de besos. Si está dormida, creerá que es parte de un sueño, pero al sentir su  pasión, la urgencia del sexo, se brindará dócilmente  al placer del amor, como tantas veces. En esta larga ausencia, su imaginación febril, recreó los intensos momentos vividos, el deseo, corre por sus venas como un potro desbocado.
Está frente a la casa, el familiar canto de los grillos lo recibe, atraviesa la cerca para evitar el  chirrido del portón, camina despacio. Luna nueva, está muy oscuro y se orienta por la posición de los árboles. Levanta la cabeza para ubicar el cuarto, testigo de  sus felices horas. Hay una luz en la ventana. Se enteró que estoy aquí, piensa  anhelante. Ebrio, sin haber bebido, frena el impulso de subir al paraíso donde ella espera ansiosa, sedienta, como él.
Apoya el cuerpo desfalleciente en el desparejo tronco de una palmera, el cansancio del viaje, la espectativa, el deseo contenido, obran como  una fuerza negativa que procura doblegarle.
Alguien se acerca y abre el portón. Se dirige con paso seguro y con evidente conocimiento del lugar. ¿Será un ladrón?  Podría abalanzarse sobre él, tiene de su lado el factor sorpresa. Entonces, la sombra se  desvía hacia la puerta del fondo, allí muy cerca oye la voz  y el apasionado recibimiento del que tantas noches fue destinatario. Ardientes  promesas y  palabras  dichas entre caricias y besos, las mismas que lo convirtieron en el ser más feliz. En su cabeza todo es  confuso, su mente, un  torbellino de pensamientos más oscuros que esa noche cerrada. Avanza como un autómata, siguiéndolos  hacia la escalera tan conocida.
 
La urgencia del deseo los hace imprudentes. Las puertas quedan abiertas.
De la habitación, le llegan  susurros, gemidos. Imagina sus cuerpos palpitantes, sudorosos, enlazados. Vacila aturdido, siente naúseas, lo que antes fue maravilloso, sublime ahora es repugnante, grotesco. No es él, el protagonista masculino.
 
Contiene el deseo furioso de golpear hasta que le sangren los nudillos. Va por más.
 Un recuerdo súbito lo lleva hasta el placard  donde se guardan  los implementos de  limpieza, sabe bien dónde encontrar  lo que necesita.
 Levanta el recipiente lleno de nafta, derrama el contenido sobre el piso y la puerta del dormitorio que cierra despacio con dos vueltas de llave y  arroja un fósforo encendido. Una explosión,  y el inmediato resplandor  del fuego, le aseguran  el éxito de su  cometido.
Corre, corre, hasta alejarse de ese lugar maldito, de pronto se detiene, el rostro descompuesto, vuelve la mirada,  sus ojos  reflejan  las llamas que danzan consumiéndolo  todo, es una  visión fantástica en  la negra noche.
 
Se escucha gritar con voz sarcástica, brutal que no reconoce como propia:
-¡Es lamentable que por un descuido estropees tu belleza!-  después se quiebra en llanto.
 
En la ruta, detiene  un ómnibus. Busca en el  bolsillo dinero para abonar el pasaje, sus dedos  rozan el pequeño estuche, un escalofrío recorre su cuerpo. Siente la imperiosa  necesidad de alejarse, poner distancia, dejar todo atrás.
 Son escasos los pasajeros. Están dormidos.  Se sienta  y procura  ordenar el caos de su mente.
El cansancio, las emociones vencen su resistencia, no tarda en caer en un sueño inquieto, pródigo en  visiones dantescas.
El conductor del camión que se acerca de frente, se ha adormecido en ese tramo recto, monótono. El chofer del micro, se adelanta al  que lo precede, cuando ve el camión que se desplaza, hacia su carril.  Para evitar el choque frontal, con una brusca maniobra, sale de la ruta. Dando tumbos se precipita por la abrupta pendiente, hasta quedar  aprisionado entre los  árboles del barranco, que se descuajan bajo su peso.
Amanece, el aullido ensordecedor de las sirenas de ambulancias y  coches policiales,  hiende el aire. No hay supervivientes  entre los pasajeros del micro. Eran ocho, con el conductor. En la ruta trabajan los médicos, auxilian a los heridos del ómnibus que venía atrás. Una tragedia.
 Llega la policía judicial, constata las  defunciones y ordena la identificación  de las víctimas.
 
 
 
 
  Ana  Duarte, oficial de justicia, observa muy interesada, el anillo que se encontró en el bolsillo de uno de los occisos. Está dentro de una bolsa de plástico junto a  sus otras pertenencias. Con ayuda de una lupa lee la dedicatoria grabada:   Francis Mayorga  a Eva Hervé“Para siempre”.
-¡Qué coincidencia! - exclama-  Escuchó las noticias de la mañana, en la radio de su auto, cuando venía a  trabajar. Una joven mujer, con ese nombre, Eva Hervé, junto a su  amante, de apellido Mayorga, médico rural, y la madre,  incinerados  en la residencia, de las afueras del pueblo.
Suponen que  el incendio fue provocado. Se detuvo a  una mujer, en los alrededores,  presa de un ataque de nervios. Resultó ser la esposa engañada. Aparentemente, todo cierra, “crimen pasional.”
 Ana, observa la joya, empieza a atar cabos  y  saca  sus propias conclusiones. A veces, un detalle, como éste, puede hacer tambalear lo que parecía estar resuelto.  Tiene en sus manos algo que puede cambiar esta historia.  Los ojos intrigados  y  suspicaces de sus compañeros, la siguen, cuando resuelta, desaparece con la bolsa de plástico, tras  la puerta del despacho  de su inmediato superior.

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Miembro desde: Aug 13, 2009
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Descripción

Amor, pasin, una promesa se rompe y los acontecimientos precipitan la tragedia.

Palabras Clave: Trgico desenlace.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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rafael r b veroes. (trinobanderas)

SALUDOS HAYDEE,QUE BUEN TRABAJO,TE FELICITO!..capturas el interes de tu lector,y vive cada emocion que logras desatar,sin duda,tu arte te alcanzara...albricias!!!.CINCO ESTRELLAS PARA TU ESCRITO.
Responder
August 27, 2009
 

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busy