Justicia [Capitulo 3]
Publicado en Mar 12, 2013
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CAPITULO 3.
 
 
Miranda colgó el teléfono, y se llevo la mano buena al tabique, para sobarlo con la esperanza de que el dolor se calmara, la cabeza le daba vueltas una y otra vez, en los bordes de sus ojos, había luces rosas y blancas bailando e impidiendo su vista, volvió a bostezar. Sintió el palpitante sentimiento de que había alguien viéndola desde atrás. Recordó que en la parte de atrás del cepillo que había comprado, estaba un pequeño espejo, esculco en su mochila hasta encontrarlo, quiso parecer natural al sacar el espejo y mirarse, detrás de ella había varios hombres viéndola, pero no eran el mismo tipo de hombres que en México, estos si que lucían Europeos, sintió una punzada en su espina dorsal, guardo el espejo y se dirigió al baño de damas, con elegancia bruta, sabía que en cuanto estuviera en un lugar cerrado, alguno de esos hombres entraría para hacerle lo que fueron a hacerle, pero Miranda estaba harta y dispuesta a todo para que esos hombres la dejaran en paz. Se pregunto, como es que tantos hombres la estaban buscando, y el por qué.
 
Entro al baño y se incursiono en una de las divisiones, esperando, al poco tiempo unos zapatos de hombre se asomaron por debajo de la puerta de ella, poco a poco Miranda se deslizo por debajo de la pared divisora de un baño con otro, y el hombre empujo fuertemente la puerta con una de sus piernas, abriéndola bruscamente, se mostró incrédulo de ver la gaveta vacía, sus brazos se relajaron mientras sostenía la pistola, Miranda salio apaciblemente de la otra gaveta.
 
-¿Me buscabas? - El hombre reacciono alzando la pistola, y apuntando hacia la frente de Miranda, ella fue más rápida e hizo un movimiento ágil que dejo al hombre con la cara contra la pared y Miranda sosteniéndole el brazo en su espalda, fuertemente, sintió como la herida de su brazo, gritaba y ardía de dolor. Empujo con más fuerza al hombre.
-¿Quién te envió? - Miranda gruño las palabras, y al ver la mirada confundida del hombre, supo que él no sabía, ni lo que estaba haciendo. Volvió a preguntar, pero en inglés.- ¿Quién te envió?*.- El hombre pareció entender mejor, pero se asusto aún más cuando Miranda hizo más presión sobre su brazo.
-La familia Bianchi!*.- Respondió con esperanza de que la chica no lo matara.- Me encargaron matar a una muchacha*.
- No sabes ni lo que es matar.- Gruño nuevamente. Miranda entendió que el brazo no le daría para más fuerza, y con el izquierdo, golpeo la cabeza del hombre contra el azulejo, solo para dejarlo inconciente. Tomó el arma y dejo al hombre caer al suelo, reviso cuantas balas quedaban, y vio que el cartucho estaba completo, se rió un poco al sentirse mareada nuevamente. Notó un papel saliente del saco del hombre, se acuclilló y lo tomó, desdoblándolo, admiro su rostro observando fijamente, se veía como si la foto tuviese mucho zoom, y delante de ella se encontraba una cabeza rubia y brillante, nuevamente sintió la nostalgia pellizcarle la mente. La foto la habían tomado antes de disparar contra Tamara y ella, cuando hablaban sobre los problemas en los que se había metido su amiga. Así que la gente que había disparado había enviado a buscarla, pero si ese hombre era enviado de una tal “Familia Bianchi” y los hombres de México eran obviamente de algún tipo de cartel, entonces había más de una persona que la quería muerta, y no solo en México si no también en Italia, sintió como si le cayera agua helada en la espalda, entonces ¿en dónde estaría segura?, temió por su vida. Recordó el auto, que supuestamente la recogería.
 
Mientras salía del baño cojeando la pierna y sin control del brazo derecho, se balanceaba con esfuerzo hacia la puerta, su vida estaba en peligro y el sentía el corazón en las orejas, porque tenia miedo de perderla.
 
La gente la observaba extrañada de su extraña forma de caminar, y ella los ignoraba, se aferraba a su mochila y sintió un repentino deseo de fumar, solo fumaba cuando realmente estaba nerviosa o preocupada. Afuera frente a la puerta estaba una camioneta grande y negra de la que salio un hombre calvo y gigantesco, que llevaba en el saco blanco un extraño símbolo de un Lirio y una espada, lo reconoció, supo que ese era “su recogedor”. Se trago sus deseos de dormir, de descansar, de gritar y de fumar, caminando un poco más recta, tanto como las heridas le permitieron, le dirigió una mirada a aquel gran hombre desde su baja altura, y frunció el ceño, estirando la mano, con gran esfuerzo.
 
-Miranda Santiago, mucho gusto.- El hombre la miro durante unos segundos, y poco a poco pero firmemente estiro la mano hacia Miranda, estrujando su mano y dedicándole una seca sonrisa.
-Stephan. Señorita, por favor.- Pronuncio un perfecto español, y soltó la mano de Miranda, señalándole que entrara al auto. Ella lo hizo.
 
*Florencia, Italia* *Conversación en Italiano*
 
-¡Lo sentimos mucho jefe! - 3 Hombres altos y en trajes negros, se coordinaron para decir las palabras y agachar sus cabezas ante Miguel Bianchi, el jefe de la familia.
-Chicos, chicos…- Se levanto de la silla detrás del escritorio y recorrió con la mirada a sus hombres. - ¡¡¡ERA TAN DIFICIL MATAR A UNA MUCHACHITA!!!- Grito con todo el poder de su garganta, los hombres se tensaron de la espalda.
-Pero, Migi, ¿Qué tiene una chica, para ameritar tanto interés de tu parte? - Una joven de rostro porcelana, mandíbula fina, piel blanca, ojos verdes y el cabello rojo, miraba al jefe desde el otro lado de la habitación, sentada en un sofá de piel roja.
-Retírense.- Les ordeno a los asustadizos hombres. Y una vez que se fueron de la habitación el volteo su azul mirada hacia ella.- Querida… -Suspiro.- Esa chica es la siguiente en la cadena de la familia Giglio, ¿recuerdas? La misma que mato a 5 de mis hombres y dejo la mitad de mi cuerpo marcado.- Gruño, y frunció el ceño. La pelirroja se levanto de su cómodo asiento y tomo una botella de vino, que abrió con delicadeza y sirvió en dos copas, estiro una hacia el jefe, y sorbió de la suya, inclinándose para ver la foto que estaba sobre el escritorio, la tomo e inspecciono el rostro de Miranda.
- ¿Por qué Giglio la escogió? No parece gran cosa.- Miro incrédula la foto y luego volteo a su lado, donde ya se encontraba el jefe.
- No lo sé, pero, si lo hizo es porque es alguien grande y peligrosa.- Miguel mantuvo su mirada en la foto, observando los profundos ojos de Miranda.- La quiero muerta.
 
* *  *  *  *
 
Cuando bajaron a Miranda del auto creyó que por fin podría descansar un poco, pero la hicieron caminar por estrechos bordes de varios ríos, hermosos en verdad, y nunca se habría imaginado que una ciudad podía estar sobre el mar y hecha entre pequeños ríos. Sintió el metal del arma rozarle la piel de la cadera, la llevaba entre su pantalón y su piel, y el enorme hombre de ojos grises que se había presentado como Stephan, la dirigía hacia un lugar en especifico, detrás de ella iban dos hombres, vestidos de una manera extraña, y mirando hacia todas partes. La cabeza de Miranda zumbaba una y otra vez, y las luces bailaban en sus ojos, muriéndola y casi impidiéndole agarrar el paso.
 
Empezaba a caer el sol, y el estomago de Miranda a gruñir, perfecto algo más de lo que preocuparme, caminaban silenciosos y cruzaron un puente, entrando a una casa de fachada rosada, grandes ventanas y puertas, además de sus dimensiones exageradas, era la casa más grande que había visto en todo lo que había recorrido. Una bucama recibió a Stephan y le quito el saco dejándolo en un blanco traje de negocios, los hombres detrás de ella dejaron sus sombreros en el perchero y finalmente Miranda pudo observar que eran lo suficientemente iguales para pensar que era gemelos, los observo hasta que se retiraron hacia otra habitación, Stephan guió a Miranda hacia una habitación al final del pasillo principal, tocó la madera de la puerta bien barnizada, y una dura y aterciopelada voz dio un “pase”.
 
Un hombre pelirrojo con un par de lentes puestos en la inocente cara estaba frente al escritorio sosteniendo un par de papeles.
 
-Fran…- Llamo al jefe, justo antes de que Miranda entrara a la habitación, Francesco volteó el rostro dejando a Miranda apreciar su cabello contra la luz de la ventana frente a la que estaba parado. Sin embargo ella no quito el rostro firme y seco con el ceño fruncido. El pelirrojo volteo el rostro hacia ambos, y miro a Miranda mostrando algo de rubor en las mejillas, pero Miranda lo ignoro.
-Jefe, la he traído, como ordeno.- Stephan le dio un pequeño empujón a Miranda para que avanzara un paso. El hombre giro su cuerpo sin quitar la mirada de encima de ella.
-¿Qué no eras castaña? - Menciono con una voz algo burlona. Y en un castellano perfecto.
-Tuve que cambiar un poco mi apariencia, para salvar mi vida. La que creo se puso en peligro por aceptar la propuesta de Tami.- La voz de Miranda se quebró cuando menciono a su difunta amiga.
-Así, que ella esta muerta.- Pregunto con una depresiva voz, y viendo hacia el piso.
-Ella esta feliz.- Respondió Miranda con el conocimiento de saber que su amiga ahora estaba con su amado.
-Tienes razón.- Por un momento la cara del jefe se ablando, para después ponerse floja como solía estar.- Así que tu eres Miranda Santiago, o como se te conocía de niña Miranda de la Cruz.
 
Miranda crujió sus dientes al escuchar el apellido que aquel hombre le había ofrecido, y frunció aún más el ceño, las estrellas otra vez aparecieron.
 
-Vine aquí porque mi difunta amiga me lo pidió, eso es todo.- Escupió las palabras con un asco y un orgullo de piedra.
-Lo sé.- El jefe extendió una suave sonrisa en su boca.- De ahora en adelante eres mi responsabilidad. Yo también le prometí cosas de Tami.- Los recuerdos de Francesco fueron un flash en su mente.- Hoy comienzas a ser una Giglio. Soy Francesco Giglio, el sexto jefe de la familia Giglio. Y tu serás la líder de mi división especial de Justicia, Bienvenida Miranda Santiago.- Ambos dibujaron sonrisas soberbias en su cara. Mientras el jefe se acercaba con la mano extendida hacia Miranda, el pelirrojo y Stephan se hacían a los costados, para ver el pacto entre jefe y subordinado. Miranda en su último esfuerzo estiro la mano adolorida, y adormecida, apenas estrujando la de su nuevo jefe. Cuando se liberaron, el notó una sustancia viscosa en su mano, y la miro con curiosidad, la identifico como sangre, no de el, de ella. Lo último que vio Miranda fue la cara de su nuevo jefe incrédula ante la sangre proveniente de ella.
 
* *  *  *  *
 
-Ya esta estable, había perdido mucha sangre. Trato de atenderse las heridas con analgésicos, su mochila esta llena de vendas. Sin embargo Jefe, creo que debería de saber que la libreta de Tamara esta en posesión de la señorita Santiago.- El alto hombre de ojos castaños y cabello rubio miró la espalda del jefe. Francesco se mantenía viendo hacia fuera de su ventana, atento a las balsas que cruzaban el río, ligeramente volteo la cara para ver al doctor de la familia.
-Gracias, Alphonse. Creo que yo también tengo que descansar.- Miro al doctor por el rabillo del ojo.- Crees que este en condiciones de ser transportada pronto. Sabes que no podemos quedarnos mucho tiempo en esta casa.- Su voz sonaba monótona, pero en el fondo el jefe de la familia Giglio se preocupaba por todo subordinado suyo, y sabía que esa era la razón de ser una familia grande y unida.
-¡¿Como va evolucionando?!.- El doctor soltó un bufido, al cual el jefe respondió con curiosidad.- Jefe, déjeme decirle que allí tiene a una gran mujer, recibió dos impactos de balas hace más de un día, peleo con esos hombres y viajo de México hasta acá! Una persona normal no hubiese sobrevivido, pero ella, aún en estas condiciones logró llegar aquí y ahora esta evolucionando de manera increíble, tiene un gran organismo.- El doctor sonrio, como si Miranda fuera la séptima maravilla médica.- Así como va, podrá transportarse incluso mañana.
 -Gracias, Al. Se que tiene una gran vitalidad.- El jefe sonrio débilmente y el doctor la acepto dando la vuelta para retirarse.
-Si, me lo permite, por hoy me retiro.- Dijo dejando la oficina- Buonanotte, Giglio.*
-Buonanotte, Alphonse.- Susurro al aire, viendo la ventana.
 
La casa ya estaba oscura, y el último siempre en subir a dormir, era el jefe, siempre se quedaba haciendo papeleo sobre algo, trataba de no hacer ruido con los pies.
 
-Jefe…- Susurro una voz férrea y áspera de hombre, a la que Francesco volvió la cabeza.
-Hey! Teo!- Aunque emocionado aún seguía susurrando, miro sonriendo a su amigo.- ¿Qué haces despierto?
-Es que, en México es de día, aún no me acostumbro al cambio de horario.- Dijo con una sonrisa efusiva en la cara. Borro la sonrisa y dirigió la vista al suelo.- La chica que llego en la tarde, ¿es la líder?.- Pregunto algo penoso.
-Si, su nombre es Miranda, pasaré a verla antes de irme a dormir. ¿Vienes?.- Pregunto amigable.
-Consiente o no, quiero conocerla.- Respondió animado y en un tono un poco más alto que el susurro.
-Conciente te daría miedo.- Ambos soltaron una risita.- Tiene el ceño fruncido y una voz gélida.- Dice aún sonriendo
-¿Estas seguro de que es una chica?.- Se burló, con una risa algo sorda y controlada.
-Vamos.- Anima el jefe
 
Suben las escaleras hasta el tercer piso, y abren la segunda puerta del pasillo, encuentran a una muchacha pequeña, delgada y durmiente, sobre la cama, conectada a varios aparatos, el pip de una maquina macaba las pulsaciones de su corazón, que sonaba calmado.
 
Francesco aprecio el rostro que había visto muchas veces en una foto, una foto que le había dado Tamara, había admirado a la misma Miranda aún antes de conocerla, todas esas historias que le contaba Tamara, sobre la pequeña regordeta y fea niña que perdió a sus padres en un asesinato al que solo ella sobrevivió, se decía a si mismo, que si el hubiese tenido una vida como la de ella, no soportaría vivir, al menos sus padres, habían muerto de una manera más o menos buena, y a una edad en la que el comprendió las cosas mejor.
 
-Dijiste que no parecía una chica.- Teo estaba perdido en las curvas de natación que tenia el cuerpo de Miranda.
-No parecía.- Francesco volteo el rostro hacia su amigo y lo observo incrédulo.
-Oye, ella es tu líder. No lo olvides.- Dice con un poco de egoísmo. El se fija más en los rosas labios que posee la chica. Igual debemos de irnos, ella debe de estar cansada.
-Si, ahhh si, claro!.- Teo parecía claramente hipnotizado por la belleza femenina de Miranda.
 
Sacaron sus cabezas de la habitación y se miraron el uno al otro.
 
-Cuando podremos conocerla oficialmente?.- Pregunta Teo, con la mente más firme
-Alphonse, dijo que se esta recuperando rápidamente, así que tal vez eso sea en unos días. Una vez que nos transportemos a la sede, allí estará todo más tranquilo, y tendrán opción de conocerse.- El jefe marco sus fieros ojos en Teo.
-Fran ¿Quién le disparo de esa manera?.- Por un segundo Teo sostuvo el brazo de su jefe y le lanzo una mirada preocupada.
-La misma gente que asesinó a Al y Tami. Los Bianchi.- Susurro, como si el nombre estuviera prohibido pronunciar.- Pero creo que es suficiente por hoy, hay que ir a dormir.- Se escucharon ligeros pasos alejándose de la habitación de Miranda.
 
Los Bianchi, ellos son mis enemigos. Miranda había escuchado todo atentamente 
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Foto del autor Daniela Cedeo
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Descripción

Ahora Miranda sabe quienes son enemigos.

Palabras Clave: Justicia Mafia Rencor

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Spngen

Derechos de Autor: D.N Cedeo


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