Tendremos que resistir varios días más, mientras alguien llega. Usted y yo solos, papá. Juntos aunque nos disguste. Si quiere lleno la alcoba con lechuzas de las que a usted le gustaba oír por las noches. Desde la semana pasada se acercan confiadas y el sauce está lleno de ellas. Se las consigo pero me toca dejarlo solo mientras las traigo. Puedo prender una vela para no seguir a oscuras, tanto tiempo a oscuras, aunque debemos acostumbrarnos. Si quiere busco sus gallos de pelea, llamándolos por sus nombres como usted me enseñó y lleno la habitación con sus cantos y sus saltos. Se los dejo subir a su cama. Si no quiere, nos quedamos usted y yo solos y puedo entreabrir una de las ventanas para mirar el camino. Si hubiéramos alcanzado a perdonarnos, estoy seguro que ninguno de los dos lo habríamos hecho, papá. Toda nuestra vida llenos de odio y resentimiento y mire ahora…
Si quiere, invento la manera de traerle su caballo y lo ensillo junto a su cama, para que se huelan y usted relinche y le hable. “Para usted son más importantes los caballos que los hijos”, recuerdo a mamá gritándoselo. No voy a poder llenarle la alcoba con su mujer, sus otros hijos y sus nietos. A todos se los llevaron cuando usted estaba en el pueblo. Si quiere lleno la alcoba con luciérnagas para que nos alumbren un poquito mientras sale el sol, si es que amanece para nosotros dos.

Le soy sincero, papá, lo acompaño no por cariño sino porque usted es capaz de levantarse y volver a las mismas, con esa astucia que tiene para convencer gente pobre, alborotarlos contra el gobierno. Se lo advertí: “Aunque sea mi padre no se lo puedo permitir, yo recibo órdenes”. Pero usted no me prestó atención y mire pues a la que llegamos. Tendremos que quedarnos solos mientras alguien viene y descubre los cadáveres.