En el aura del destello
y en secreta poesía
el numen de la ambrosía
desciende de tu cabello.
Ese donaire tan bello
—en júbilos y portentos —
llena todo los momentos
de cadencias amorosas,
de fragancias y de rosas,
de relentes y de alientos.
 
 
La fulgencia de tus ojos,
el redil de tu mirada,
parecen una alborada
en inéditos antojos.
Aquí postrado, de hinojos
—en el arpa del deseo —,
el presente devaneo
eleva su breve canto
complacido del encanto
de tu núbil centelleo.
 
 
Son tus labios y tu boca
manantiales de frescura,
donde reina la ternura
en ecos de magia loca.
El cariño se desemboca
en un preludio poseso
y el corazón vive preso
en tiempos de primavera,
esperando la quimera
en el ensueño del beso.
 
 
Esa piel lozana y pura
es compendio de atributos
muy altivos e impolutos
en fragante donosura.
Un crisol de galanura
estalla con alegría,
resumiendo poesía
en anhelos y retazos,
entre vínculos y lazos
en la tímida elegía.