Estamos juntos: ¿Sueño o realidad?
Publicado en Dec 24, 2012
Caía, caía, caía. No era vertiginoso. No daba escalofríos. Pero caía. Una caída rápida, oscura, silenciosa. Se sentía venir el final, pero no le preocupaba.
¡PAF! Abrió los ojos desorientada. Miró a su lado rápidamente solo para encontrarse con... ¿una nube?. Confundida observó su entorno. Al parecer había caído en una especie de lugar esponjoso y almidonado, pues la textura bajo sus pies era como si estuviera pisando algodón. Dio un paso con cautela, pero su pie se hundió sin previo aviso y casi pierde el equilibrio. Sin ningún lugar en donde afirmarse, tambaleó hasta suspenderse en el aire. ¿Estaba volando? Bien, esto era lo más extraño que hasta ahora le había pasado. El único consuelo de todo esto era la seguridad absoluta de estar soñando. Aunque claro, en realidad eso no le aseguraba nada. Sólo que no estaba cerca de su objetivo. Suspiró con fastidio estrujando un montón de algodón rosa entre sus dedos. Cómo odiaba esto. Ir a ciegas buscando algo o alguien entre miles de millones de sueños. Ese era el objetivo inicial pero... ahora tenía algo más importante que hacer. Encontrarse a ella misma. Había vagado por... ¿meses?. Quién sabe. Digamos que durante mucho tiempo. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Conocía los riesgos. Aún así se había lanzado en picada a una misión suicida. Y, he aquí, los resultados de sus acciones apresuradas. Perdida entre sus propios sueños, con la impotencia de saber que en algún momento pisaba la realidad, pero no lo percibía. Debía de estar muy atenta. Por lo menos, ésta definitivamente no era la realidad. A no ser que su casa se hubiese transformado en el hogar de los Ositos Cariñositos. Avanzó sin ánimos por esa extraña dimensión, consultando el "reloj" de su muñeca constantemente. No presentaba alteración alguna. - ¡Maldición! - se dijo. Al fin había llegado a un lugar en el cual no quería quedarse y el maldito artefacto decidía que era un buen momento para descansar. ¡No era justo! Oh, un momento. ¿Qué era ese sonido? Ahí está de nuevo. Era como de papel rasgándose. Curiosa, buscó la fuente de aquel desagradable ruido. Repentinamente, todo comenzó a caer. Miró su reloj y observó como sus decenas de manecillas giraban sin control. Sus párpados pesaban. Se dejó llevar. ¡PAF! Otra vez. Abrió los ojos acostumbrándose a la oscuridad del cuarto. ¿Era su habitación? Así lo parecía. Se sentó en su cama. Sí, esta era su casa. Esos eran sus libros, y aquella ventana por donde se colaba un débil resplandor plateado que bañaba todo de un extraño color grisáceo era la suya. Incorporándose con cuidado, agudizó sus oídos para constatar que ella era la única presencia en la habitación. ¿Un silbido? El viento. ¿Y ese golpeteo? La llave del baño que había dejado abierta al salir. Lentamente y sin producir ningún sonido, abrió la chirriante puerta del cuarto de baño. Todo estaba en calma. Se dirigió al lavabo y cerró con fuerza la manilla. Dio la vuelta y se dispuso a cruzar la puerta. ¡Plic! Una gota. ¿Eh? ¡Plic! Otra gota. El goteo se había reanudado. Con un escalofrío recorriéndole la espalda, volvió a traspasar el umbral. Caminó sin hacer ruido y se detuvo haciéndole frente al espejo. Éste le devolvió una mirada inexpresiva, con alguna emoción contenida. Su pelo castaño oscuro se confundía con el fondo ennegrecido de la pared trasera, oculta por las sombras. Sus rizos caían sin orden ni concierto por los hombros, formando suaves ondas que desaparecían en los bordes del espejo. Su tez estaba pálida, quizá por la tensión que había estado reteniendo todo este tiempo, y sus pecas rebeldes sobresalían aún más en ese blanco enfermizo tan extraño. Por el rabillo del ojo vio su cepillo de dientes en el suelo. Se agachó a recogerlo, mirándolo con reproche, no recordando haberlo dejado olvidado. Algo llamó su atención. Su reflejo no estaba centrado en el cepillo. Y cuando miró al espejo tampoco estaba centrado en su figura. Su reflejo miraba fijamente un punto más allá de su persona. Acto reflejo, dio vuelta la cabeza para cerciorarse de que no había nadie detrás suyo. Volvió la mirada al espejo. Ahora sí era una copia exacta de ella en esos momentos. Sus ojos de ese naranjo brillante tan peculiar le devolvían el nerviosismo que sentía. Pero su reflejo tenía las comisuras de los labios curvadas hacia arriba, formando una fría sonrisa. Ella no estaba sonriendo del todo. Súbitamente, todo en la habitación pareció aletargarse. Un vapor gélido comenzó a llenarlo todo, empañando el espejo y haciendo desaparecer la imagen perturbadora. Las gotas de agua que caían sin cesar en el lavabo se congelaron en pleno viaje, reventando en mil fragmentos al entrar en contacto con la superficie de mármol. Podía ver el aliento que salía de sus labios entreabiertos, y su piel se erizó bajo la delgada camisa que llevaba. Sintió la urgente necesidad de correr, de huír, mas un intenso dolor punzante en su costado izquierdo la mantuvo clavada en su sitio. Mordiéndose el labio inferior para no gritar, cayó al suelo abrazándose fuertemente en un intento de calmar la insoportable quemazón. Unos susurros vacíos se abrían paso hasta sus oídos. Aterrada, la llevó la inconsciencia. Despertó con el suave chisporroteo de una chimenea. Se sentó suavemente y una manta resbaló hasta el piso. Observó fijamente al chico que acomodaba la madera en el fuego. El aludido se dio vuelta. -¡Ya despertaste! Comenzaba a pensar que te había perdido. ¿Cuál es tu nombre? No se movió un milímetro. -Oh, vamos, no creerás que te voy a hacer daño, ¿no? Soy inofensivo - guiñó un ojo mientras levantaba ambas manos en son de paz. Su postura no se relajó en lo más mínimo. El chico suspiró y acercó su banca unos centímetros. -Me llamo Oliver. Ésta es mi... guarida. Te encontré en los alrededores desmayada. Deberías agradecerme, en verdad, por haberte encontrado; tu marca hervía como los mil demonios. ¿Cómo este chico había observado su marca si estaba ubicada en sus costillas izquierdas?Sobresaltada, dio una mirada hacia abajo para darse cuenta de que ya no tenía su camisa, sólo su brasier. Su cara enrojeció rápidamente y tomó la manta para cubrirse. El chico rió. -Te hacía falta un poco de color - comentó. Palideció al ver la mirada asesina que ella le dedicaba. - Eh, calma, alto ahí tigresa, antes de que te tires a matar. No intentaba aprovecharme de ti ni nada por el estilo, no soy un pervertido. Trataba de ayudarte, ¿sí? te saqué la camisa para poder aplicarte medicinas curativas que aliviaron un poco el ardor. Levantó una ceja interrogante. -¿Que por qué intento ayudarte? Sabes, sería más fácil si me hablaras en vez de sostener este monólogo. ¿No? Está bien. Eres como yo, y al menos, de donde yo vengo, ayudamos a nuestros compañeros. -No soy tu compañera - repuso entre dientes. -¿Ah no? - contraatacó con una sonrisa de suficiencia. - Yo creo que sí. Levantó la manga del suéter que llevaba, lo suficiente como para revelar una línea azul que se curvaba haciendo diferentes figuras, extendiéndose por su brazo derecho. -Soy de tu tipo, mi amiga. Al igual que a tí, me llaman un traveler.
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