LOS GATOS NUNCA DUERMEN
Publicado en Dec 18, 2012
DEL LIBRO´´ DESDE LA MONTAÑA AZUL´´ ARGENTINA 2009 Echado sobre sus patas delanteras descansaba placidamente el gato de la casa .Era voluminoso, bien formado y arrogante; era lo que comentaba todo el que visitaba a la abuela; su pelo dorado como los rayos del sol le hacían atractivo para las personas y aun mas para las jóvenes gatitas. Cuando en las tardes paseaba su atrayente humanidad sobre el tejado dejando que la luz del sol iluminara su pelaje y sus ojos verdes admiraran las bellezas que encontraba, esperándoles para extasiar su vista. Una vuelta mas y se iría a descansar, aquel día estaba por finalizar y en breve el sol se ocultaría para dar paso a la negra noche que traería nuevas aventuras y amoríos en el vecindario. Mientras, la abuela creía que catire dormía, este concentrado con los ojos cerrados planeaba la rumba de esa noche...se imaginaba y daba por hecho lo que le diría a esa linda y blanca gatita que se le había calado en los pensamientos en los últimos días: -Hola dulzura! ¿Por que tan sola? le diría en tono romántico ya que estaba convencido que esa era la forma que debía emplear para conquistarle y sumido en sus planes estaba cuando la mano tierna de la abuela se poso sobre su cabeza haciéndole cosquillas en esta y sacándole de su ensimismamiento. Se desvivía por el ocasionándole a veces cierto fastidio que catire solía disimular escurriéndose hacia su plato con la excusa de comer algo mas. Pero el sabia que esa señora era su amor y por eso la soportaba; en las noches no excedía sus paseos y cual cenicienta hasta las doce duraban sus amoríos y parrandas los cuales eran cerca de la casa por si la abuela le necesitara. Regresaba y entraba por la rendija de la puerta que ella dejaba entreabierta para que pudiera entrar y al llegar lo primero que hacia era brincar hasta la cama de la abuela y luego de constatar que estaba bien llegaba hasta la salita donde estaban su plato y taza, probaba un poco de cada uno, se relamía y se echaba, agotado pero feliz en la mesa de noche, fingiendo dormir pero el sabia que los gatos nunca duermen...
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lourdes aquino