AQUEL ARROYO
Publicado en Dec 15, 2012
AQUEL ARROYO Dos interminables hileras de esbeltos chopos acompañan al arroyo saltarín como si de soldados se tratase, luego se amontonan y los trinos de los pájaros acompañan al cortejo. Los colores grises de los chopos cambian con el reflejo del sol y el suave viento pone un vello susurro a su alrededor. Sigue el arroyo, sigue su cortejo sin fin, las ruidosas ranas y los lentos cangrejos saludan a su paso, los árboles reverentes inclinan sus hojas. Han llegado al pequeño puente. Un recodo y las aguas siguen alegres y cantarinas a través de esos campos de doradas espigas y rojas amapolas, los recios pinares y las encinas. La roja tierra caliente les recibe con alegría y les regala su aroma, ese aroma a tierra mojada que característica de los campos calientes de Castilla. Mas allá los juncos y los lirios contrastan con el rojo fuego de las amapolas, luego pierde el cortejo y se pierde entre los pinares recreándose en el aroma inconfundible de los pinos, el espliego, el romero y todos los aromas de esa vendita y noble tierra. Cansado y borracho de correar se deja abrazar por esas otras aguas no menos bellas. Ha llegado a su destino ha llegado al Duero A. RICO
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