Tus besos,
el aura cotidiana de la entrega,
el íntimo perfume de la tarde,
la noche voluptuosa,
el tórrido galope clandestino,
las alas desplegadas,
tu venusta figura de sirena,
desnuda, poseída,
encajada a mis brazos lujuriosos,
conjugando placeres infinitos,
trepando por la cuesta del afecto.
 
Así,
pletórica de goces placenteros,
las alas del recuerdo desplegado
llenaron las imágenes del agua.
 
El paso de las horas,
atrevidas,
pletóricas de gracias y ternuras,
invocaba lloviznas y silencios
en cada latitud y cada paso,
en cada luna llena y alborada,
cuando mi piel llenaba venturosa
los continentes húmedos,
la presencia volcánica
y la magia selvática del beso.