EL GUSANO QUE QUERIA VOLAR
Publicado en Dec 07, 2012
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Autor.  ANTONIA RICO MENDEZ.

Para  DAVID. El niño más bonito del  mundo
26. Mayo. 2005.
 
 
 
 
 
 
 
La historia que te cuento, sucedió hace muchísimo años. Tantos que ya nadie se acuerda de la fecha.
El protagonista es un hermoso gusano blanco, regordete y blandito. Se llamaba Espumita.
Espumita era un gusano preciso. Su familia lo adoraba, por que también era muy bueno y  aplicado.
Tenía muchos, muchísimos hermanos por que mama ponía muchos huevos de los que salían los gusanitos.
Espumita tomaba mucho el Sol. Le gustaba mucho su calor y además ¡Estaba tan lejos!
Él tenía el alma viajera, pero claro, lo más lejos que podía ir era muy poco para sus aspiraciones.
Soñaba cosas muy raras para un gusano.
Lo que más le gustaba era soñar despierto. ¡Él soñaba con volar!
Casi nada. ¡Un gusano volar! ¿A quién se le puede ocurrir que un gusano vuele?
¡Pues se le ocurría a él!
Nunca se atrevería a contárselo a nadie, pero su maravillosa ilusión era ¡Volar!
¡Volar. Sería maravilloso!
Volaría por encima de los montes de  los ríos y muy  cerca de las nubes. Esas nubes blancas que debían de ser tan cómodas. Se debe de dormir muy bien en ellas—pensaba el gusano.
Espumita, vivía en una majestuosa morera de hojas brillantes y muy grandes. Era tan grandota que en ella vivían muchísimos insectos, orugas, hormigas. También  había muchos nidos de pajaritos. Pajaritos que esos si que volaban pero a él le asustaban muchísimo.
Los pajaritos, eran un problema para Espumita, por que como brillaba tanto y era tan blanco se le vía muy bien, y él sabía que los pájaros se comen a los gusanos.
Espumita, adora a su amiga la señora Luciérnaga. Salían juntas a pasear por las noches.
Las luciérnagas son unas orugas que en la noche se colocan en los lugares más oscuros. Brillan mucho y dan una luz preciosa.
Son como pequeñas linternas alumbrando la noche.
Pues bien. Espumita y su amiga solían salir a pasear por las noches, por que por la noche los pajaritos duermen y no se preocupan de buscar gusanos.
Una de esas noches, Espumita estaba muy triste. Su amiga Luciérnaga le pregunta. ¿Qué te pasa amiguita?
Gracias por preocuparte de mí. Pero no me pasa nada—contesta Espumita.
Pero si le pasaba. Se ponía muy triste cada vez que veía a un saltamontes o una abeja volar. Todo lo que volaba le parecía maravilloso y le llamaba mucho la atención.
Su mamá estaba muy, pero que muy preocupada, pues se daba cuenta que su hijito se pasaba el día en un rincón del árbol y no estaba contento.
Un día paso por allí un caballito de mar. ¡Era precioso! y ¡Cómo volaba!  Parecía que fuese de cristal, tenía unos colores preciosos. ¡Quien fuese como él!—pensaba Espumita con tristeza.
Cierto día se dijo: Tengo que intentarlo. A lo mejor si me esfuerzo un poco lo consigo.
Sin más se fue a una rama de su querido árbol y sin pensarlo dos veces, ¡ala! Se tira al vacío.
¡Yo creo que si vuelo!—se dijo un segundo antes de caer al suelo.¡Plaf!
¡Si, si volar! Se llevo un golpe de muerte y gracias que fue a caer entre un montón de hojas secas y como él pesaba tan poquito, no paso nada.
volvió ha subir de nuevo al árbol. Ya era la ora de comer.
Comió su ración de hojas de  morera y se dijo—Dormiré un poco.  a lo mejor sueño que estoy volando...
Ese día soñó que le crecían  una alas preciosas y volaba muy cerca de aquellas nubes que tanto le llamaban la atención. Fue feliz, muy feliz. No quería despertar, pero claro despertó, por que de los sueños siempre se despierta.
Mamá estaba muy atenta, pues veía a su hijito muy triste.
Un día le pregunto ¿Qué te pasa hijo?
¡Nada, nada mamá, a mí no me pasa nada!
A mí no me puedes engañar, dímelo hijo. Seguramente te puedo ayudar.
Que no mamá, de verdad que no me pasa nada—mintió Espumita, y siguió tan triste como estaba.
Que diferente hubiese sido si le cuenta el secreto a mamá. Ella seguro que le ayudaría. Los papás y las mamás saben muchas cosas y siempre saben como ayudar a su hijitos ha resolver sus problemas. Por eso no se deben tener secretos con ellos.
Espumita seguía muy triste y no quería comer. Mamá le ponía las hojas más tiernas. Pero como si nada. Solo quería dormir para soñar que volaba.
Ya no jugaban con sus hermanitos, ni se bañaba en el arroyo. Solo quería volar.
Un mal día. Unos niños pasaban por allí y se fijaron en el frondoso árbol.
¡Mira está lleno de moras!—dijo uno de los niños.
Ni cortos ni perezosos se subieron ha coger las moras.
Espumita en su afán de volar se había dormido como un tronco.
Los niños llegaron a la rama donde dormía el gusano placidamente y lo descubrieron.
¡Mira que gusano de seda tan bonito! –dijo uno
¡Es verdad! ¿Nos lo llevamos a casa!-dice su amigo
Sin más se lo más se lo meten en un bolsillo y se lo llevan para casa.
Más tarde lo meten en una caja llena de agujeros y le ponen varias hojas de morera de su árbol.
Cuando despertó. No sabía donde estaba, solo sabía que no estaba en su árbol y que no veía el Sol.
Bueno por lo menos tengo comida—pensó.
Pero no tenía hambre y cada vez se encontraba más triste.
Además de no poder volároslo podía andar por la caja y estaba todo muy oscuro. Y por si fuese poco echaba de menos a su mamá y a sus hermanitos.
Mamá precisamente estaba muy preocupada, y fue a preguntar a la señora Luciérnaga. ¿Dime has visto tú por alguna parte a  mí gusanito?
No hace muchos días que no lo veo—contestó la amiguita del gusano.
La mamá, se puso muy triste.¿Qué será de él? Si me hubiese contado lo que le pasaba... Pero es tan reservado. ¡Dios mío que no le pase nada por favor!
Espumita seguía en su encierro y cada vez estaba más triste.
Debería habéroslo contado a mamá. Ahora no  puede y me acuerdo mucho de  ella. También se acodaba de su amiga. ¡Cómo le apetecía ahora dar un paseo con ella.
¿Qué será de mí?  ¡Hay, hay, hay. Se puso ha llorar muy desconsolada.
Mientras lloraba  y lloraba, iba de acá para allá y no dejaba de llorar.
solo paraba mientras dormía. Lloraba tanto que sus lágrimas se iban haciendo un hilo. Como no paraba quiero se le iban enrollando a su alrededor.
Un día, se dio cuenta que ya no podía andar ni se podía mover.
Había hecho con sus lágrimas un capullo pero se había quedado encerrado en  el
¿Por qué no contaría yo a mamá lo de querer volar?
Seguro que me  habría ayudado.
Seguía llorando y llorando, y se durmió durante mucho tiempo.
Seguía soñando con volar. Pero ahora aunque quisiera no podía contar su sueño a nadie.
¡Hay, hay! ¿Cómo saldré yo de este encierro?
Lo que tenía que pasar pasó.
Un buen día Espumita despertó y se dijo: ¡Tengo que salir de aquí! ¡Yo quiero ver a mí mamá!
Empezó ha morder y morder  el capullo, hasta que hizo un agujerito.
¡Ya está.  Ahora saldré y contaré a mamá lo de mi secreto!
Mordió y mordió y por fin la claridad inundo el capullo.
Tenía tantas ganas de tumbarse al Sol, ver a su mamá y a sus hermanitos y también a su amiga. Pero sobre todo a mamá.
Ya estaba fuera del capullo, pero se encontraba muy raro. La luz le molestaba en los ojos.
¡Claro los niños habían sacado el capullo de la caja y lo tenían al sol.
Espumita estaba mareadísimo.
Trató de arrastrarse como cuando estaba en el árbol pero no pudo.
 ¿Pero que me está pasando? ¡No puedo caminar! Pestañea repetidas veces y dice: ¡Ala si no tengo pies! y ¡Hay dios mío! ¿Qué tengo en la cabeza?
Me parece que estoy soñando otra vez.
¡Pero que sueño tan raro!  Ya no sueño que quiero volar, y yo sigo queriendo volar!
¡Haíba! ¡Pero que es  esto que tengo pegado a los lados de mi cuerpo?
¡Hay Dios, son alas! ¡No puede ser, no puede ser! Yo no tenía alas, si no con las ganas que tenía de volar habría volado.
Mira de reojo otra vez por si acaso se le habían marchado las alas.
Pero no, seguían pegadas a su espalda.
Las movió un poco, y sin darse ni cuenta se levanto de el suelo.
¡Mamá, mamá! ¿Dónde estas? ¡Dime que me está pasando.
Se fija bien en su cuerpo y entonces se da cuenta de que es una mariposa. Una mariposa tan bonita como las que él veía pasar y que tanto envidiaba.
Estaba asombradísimo. Pero lo que él no sabía es que si le hubiese contado su secreto a su madre, ella le hubiese explicado,  que los gusanos de seda se encierran en el capullo que ellos mismos tejen, y después de in tiempo salen convertidos en mariposas. Son cosas de la naturaleza.
Espumita ya no era un gusano. Se había convertido en una preciosa mariposa de mil colores.
Sin pensarlo más salió volando. ¡Qué feliz  era! Tenía que encontrar a  mamá para contárselo.
Lo que él  no sabía es que su mamá ahora también era una mariposa.
Voló hasta el árbol buscando a mamá. Pero claro. buscaba un gusano.
Buscó por todas partes y no la encontró.
Buscaré a mí amiga la luciérnaga.
Después de dar unas cuantas vueltas por la morera, se dio cuenta de que a su amiga de día era muy difícil encontrarla, y hasta la noche faltaba mucho tiempo.
¡Yo quiero ver a mamá ya, tengo que encontrarla!
De pronto una mariposa muy bella se posa delante de él.
¡Hijo mío por fin!—le dice.
Espumita se fija bien y ¡Ho! Su mama también es una mariposa!
¡Mamá, mamá, mí querida mamá! ¡Pero si tu también eres una mariposa!
¡Claro hijo mío! ¿Ahora me dirás tu secreto?
Si mamá es que yo quería volar, pero claro como era un gusano no podía y tenía tantas ganas  que soñaba todas las noches que salía volando.
Yo creía que si te  lo contaba te reirías de  mí.
¡Por dios hijo! ¿Cuándo una mamá se puede reír de sus hijos?
Si me lo hubieses contados no lo habrías pasado tan mal.
Esto que te ha pasado te lo hubiese explicado yo. Los gusanos de seda nos convertimos en mariposas siempre.
Tus hermanos y yo hicimos cada uno nuestro capullo juntos y fuimos muy felices por que era muy divertido tejer la seda.
En cambio tu lo pasaste solo y muy triste. ¡Solo por no contar las cosas a mamá. Pero bueno vale ya de regáñinas.  Espero que hayas aprendido la lección.
Si mamá de ahora en adelante nunca tendré secretos contigo.
Entonces ¡Ale a volar! Vamos ha buscar a  tus hermanos que estaban muy tristes por que pensaban que no te volverían ha ver ni ha jugar con tigo.
Ahora os divertiréis todos juntos y todo estará como debería haber estado.
Y volaron por los cielos haciendo brillar sus preciosas alas de colores.
Juntos volaron cerca de aquellas nubes tan maravillosas con las que Espumita soñaba, sin saber que un día de la forma más natural volaría hasta ellas.
A partir de ese día todos fueron muy felices y volaron por todos los montes y los valles para que los niños como tu las vean y también sean muy, pero que muy, muy felices.
 
 
 
 
A. Rico.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Para  DAVID. El niño más bonito del  mundo
26. Mayo. 2005.
 
 
 
 
 
 
 
La historia que te cuento, sucedió hace muchísimo años. Tantos que ya nadie se acuerda de la fecha.
El protagonista es un hermoso gusano blanco, regordete y blandito. Se llamaba Espumita.
Espumita era un gusano preciso. Su familia lo adoraba, por que también era muy bueno y  aplicado.
Tenía muchos, muchísimos hermanos por que mama ponía muchos huevos de los que salían los gusanitos.
Espumita tomaba mucho el Sol. Le gustaba mucho su calor y además ¡Estaba tan lejos!
Él tenía el alma viajera, pero claro, lo más lejos que podía ir era muy poco para sus aspiraciones.
Soñaba cosas muy raras para un gusano.
Lo que más le gustaba era soñar despierto. ¡Él soñaba con volar!
Casi nada. ¡Un gusano volar! ¿A quién se le puede ocurrir que un gusano vuele?
¡Pues se le ocurría a él!
Nunca se atrevería a contárselo a nadie, pero su maravillosa ilusión era ¡Volar!
¡Volar. Sería maravilloso!
Volaría por encima de los montes de  los ríos y muy  cerca de las nubes. Esas nubes blancas que debían de ser tan cómodas. Se debe de dormir muy bien en ellas—pensaba el gusano.
Espumita, vivía en una majestuosa morera de hojas brillantes y muy grandes. Era tan grandota que en ella vivían muchísimos insectos, orugas, hormigas. También  había muchos nidos de pajaritos. Pajaritos que esos si que volaban pero a él le asustaban muchísimo.
Los pajaritos, eran un problema para Espumita, por que como brillaba tanto y era tan blanco se le vía muy bien, y él sabía que los pájaros se comen a los gusanos.
Espumita, adora a su amiga la señora Luciérnaga. Salían juntas a pasear por las noches.
Las luciérnagas son unas orugas que en la noche se colocan en los lugares más oscuros. Brillan mucho y dan una luz preciosa.
Son como pequeñas linternas alumbrando la noche.
Pues bien. Espumita y su amiga solían salir a pasear por las noches, por que por la noche los pajaritos duermen y no se preocupan de buscar gusanos.
Una de esas noches, Espumita estaba muy triste. Su amiga Luciérnaga le pregunta. ¿Qué te pasa amiguita?
Gracias por preocuparte de mí. Pero no me pasa nada—contesta Espumita.
Pero si le pasaba. Se ponía muy triste cada vez que veía a un saltamontes o una abeja volar. Todo lo que volaba le parecía maravilloso y le llamaba mucho la atención.
Su mamá estaba muy, pero que muy preocupada, pues se daba cuenta que su hijito se pasaba el día en un rincón del árbol y no estaba contento.
Un día paso por allí un caballito de mar. ¡Era precioso! y ¡Cómo volaba!  Parecía que fuese de cristal, tenía unos colores preciosos. ¡Quien fuese como él!—pensaba Espumita con tristeza.
Cierto día se dijo: Tengo que intentarlo. A lo mejor si me esfuerzo un poco lo consigo.
Sin más se fue a una rama de su querido árbol y sin pensarlo dos veces, ¡ala! Se tira al vacío.
¡Yo creo que si vuelo!—se dijo un segundo antes de caer al suelo.¡Plaf!
¡Si, si volar! Se llevo un golpe de muerte y gracias que fue a caer entre un montón de hojas secas y como él pesaba tan poquito, no paso nada.
volvió ha subir de nuevo al árbol. Ya era la ora de comer.
Comió su ración de hojas de  morera y se dijo—Dormiré un poco.  a lo mejor sueño que estoy volando...
Ese día soñó que le crecían  una alas preciosas y volaba muy cerca de aquellas nubes que tanto le llamaban la atención. Fue feliz, muy feliz. No quería despertar, pero claro despertó, por que de los sueños siempre se despierta.
Mamá estaba muy atenta, pues veía a su hijito muy triste.
Un día le pregunto ¿Qué te pasa hijo?
¡Nada, nada mamá, a mí no me pasa nada!
A mí no me puedes engañar, dímelo hijo. Seguramente te puedo ayudar.
Que no mamá, de verdad que no me pasa nada—mintió Espumita, y siguió tan triste como estaba.
Que diferente hubiese sido si le cuenta el secreto a mamá. Ella seguro que le ayudaría. Los papás y las mamás saben muchas cosas y siempre saben como ayudar a su hijitos ha resolver sus problemas. Por eso no se deben tener secretos con ellos.
Espumita seguía muy triste y no quería comer. Mamá le ponía las hojas más tiernas. Pero como si nada. Solo quería dormir para soñar que volaba.
Ya no jugaban con sus hermanitos, ni se bañaba en el arroyo. Solo quería volar.
Un mal día. Unos niños pasaban por allí y se fijaron en el frondoso árbol.
¡Mira está lleno de moras!—dijo uno de los niños.
Ni cortos ni perezosos se subieron ha coger las moras.
Espumita en su afán de volar se había dormido como un tronco.
Los niños llegaron a la rama donde dormía el gusano placidamente y lo descubrieron.
¡Mira que gusano de seda tan bonito! –dijo uno
¡Es verdad! ¿Nos lo llevamos a casa!-dice su amigo
Sin más se lo más se lo meten en un bolsillo y se lo llevan para casa.
Más tarde lo meten en una caja llena de agujeros y le ponen varias hojas de morera de su árbol.
Cuando despertó. No sabía donde estaba, solo sabía que no estaba en su árbol y que no veía el Sol.
Bueno por lo menos tengo comida—pensó.
Pero no tenía hambre y cada vez se encontraba más triste.
Además de no poder volároslo podía andar por la caja y estaba todo muy oscuro. Y por si fuese poco echaba de menos a su mamá y a sus hermanitos.
Mamá precisamente estaba muy preocupada, y fue a preguntar a la señora Luciérnaga. ¿Dime has visto tú por alguna parte a  mí gusanito?
No hace muchos días que no lo veo—contestó la amiguita del gusano.
La mamá, se puso muy triste.¿Qué será de él? Si me hubiese contado lo que le pasaba... Pero es tan reservado. ¡Dios mío que no le pase nada por favor!
Espumita seguía en su encierro y cada vez estaba más triste.
Debería habéroslo contado a mamá. Ahora no  puede y me acuerdo mucho de  ella. También se acodaba de su amiga. ¡Cómo le apetecía ahora dar un paseo con ella.
¿Qué será de mí?  ¡Hay, hay, hay. Se puso ha llorar muy desconsolada.
Mientras lloraba  y lloraba, iba de acá para allá y no dejaba de llorar.
solo paraba mientras dormía. Lloraba tanto que sus lágrimas se iban haciendo un hilo. Como no paraba quiero se le iban enrollando a su alrededor.
Un día, se dio cuenta que ya no podía andar ni se podía mover.
Había hecho con sus lágrimas un capullo pero se había quedado encerrado en  el
¿Por qué no contaría yo a mamá lo de querer volar?
Seguro que me  habría ayudado.
Seguía llorando y llorando, y se durmió durante mucho tiempo.
Seguía soñando con volar. Pero ahora aunque quisiera no podía contar su sueño a nadie.
¡Hay, hay! ¿Cómo saldré yo de este encierro?
Lo que tenía que pasar pasó.
Un buen día Espumita despertó y se dijo: ¡Tengo que salir de aquí! ¡Yo quiero ver a mí mamá!
Empezó ha morder y morder  el capullo, hasta que hizo un agujerito.
¡Ya está.  Ahora saldré y contaré a mamá lo de mi secreto!
Mordió y mordió y por fin la claridad inundo el capullo.
Tenía tantas ganas de tumbarse al Sol, ver a su mamá y a sus hermanitos y también a su amiga. Pero sobre todo a mamá.
Ya estaba fuera del capullo, pero se encontraba muy raro. La luz le molestaba en los ojos.
¡Claro los niños habían sacado el capullo de la caja y lo tenían al sol.
Espumita estaba mareadísimo.
Trató de arrastrarse como cuando estaba en el árbol pero no pudo.
 ¿Pero que me está pasando? ¡No puedo caminar! Pestañea repetidas veces y dice: ¡Ala si no tengo pies! y ¡Hay dios mío! ¿Qué tengo en la cabeza?
Me parece que estoy soñando otra vez.
¡Pero que sueño tan raro!  Ya no sueño que quiero volar, y yo sigo queriendo volar!
¡Haíba! ¡Pero que es  esto que tengo pegado a los lados de mi cuerpo?
¡Hay Dios, son alas! ¡No puede ser, no puede ser! Yo no tenía alas, si no con las ganas que tenía de volar habría volado.
Mira de reojo otra vez por si acaso se le habían marchado las alas.
Pero no, seguían pegadas a su espalda.
Las movió un poco, y sin darse ni cuenta se levanto de el suelo.
¡Mamá, mamá! ¿Dónde estas? ¡Dime que me está pasando.
Se fija bien en su cuerpo y entonces se da cuenta de que es una mariposa. Una mariposa tan bonita como las que él veía pasar y que tanto envidiaba.
Estaba asombradísimo. Pero lo que él no sabía es que si le hubiese contado su secreto a su madre, ella le hubiese explicado,  que los gusanos de seda se encierran en el capullo que ellos mismos tejen, y después de in tiempo salen convertidos en mariposas. Son cosas de la naturaleza.
Espumita ya no era un gusano. Se había convertido en una preciosa mariposa de mil colores.
Sin pensarlo más salió volando. ¡Qué feliz  era! Tenía que encontrar a  mamá para contárselo.
Lo que él  no sabía es que su mamá ahora también era una mariposa.
Voló hasta el árbol buscando a mamá. Pero claro. buscaba un gusano.
Buscó por todas partes y no la encontró.
Buscaré a mí amiga la luciérnaga.
Después de dar unas cuantas vueltas por la morera, se dio cuenta de que a su amiga de día era muy difícil encontrarla, y hasta la noche faltaba mucho tiempo.
¡Yo quiero ver a mamá ya, tengo que encontrarla!
De pronto una mariposa muy bella se posa delante de él.
¡Hijo mío por fin!—le dice.
Espumita se fija bien y ¡Ho! Su mama también es una mariposa!
¡Mamá, mamá, mí querida mamá! ¡Pero si tu también eres una mariposa!
¡Claro hijo mío! ¿Ahora me dirás tu secreto?
Si mamá es que yo quería volar, pero claro como era un gusano no podía y tenía tantas ganas  que soñaba todas las noches que salía volando.
Yo creía que si te  lo contaba te reirías de  mí.
¡Por dios hijo! ¿Cuándo una mamá se puede reír de sus hijos?
Si me lo hubieses contados no lo habrías pasado tan mal.
Esto que te ha pasado te lo hubiese explicado yo. Los gusanos de seda nos convertimos en mariposas siempre.
Tus hermanos y yo hicimos cada uno nuestro capullo juntos y fuimos muy felices por que era muy divertido tejer la seda.
En cambio tu lo pasaste solo y muy triste. ¡Solo por no contar las cosas a mamá. Pero bueno vale ya de regáñinas.  Espero que hayas aprendido la lección.
Si mamá de ahora en adelante nunca tendré secretos contigo.
Entonces ¡Ale a volar! Vamos ha buscar a  tus hermanos que estaban muy tristes por que pensaban que no te volverían ha ver ni ha jugar con tigo.
Ahora os divertiréis todos juntos y todo estará como debería haber estado.
Y volaron por los cielos haciendo brillar sus preciosas alas de colores.
Juntos volaron cerca de aquellas nubes tan maravillosas con las que Espumita soñaba, sin saber que un día de la forma más natural volaría hasta ellas.
A partir de ese día todos fueron muy felices y volaron por todos los montes y los valles para que los niños como tu las vean y también sean muy, pero que muy, muy felices.
 
 
 
 
A. Rico.
 
 
 
 
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Palabras Clave: gusano mariposa luciernaga

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Moraleja & Fbula



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