Nunca había visto esa chica, tampoco conocía aquel hotel, pero entramos de la mano. Llegamos  ha una habitación con paredes blancas donde lo único que había era una cama de sabanas del mismo color.
Nos apresuramos ha quitarnos la ropa mientras nos besábamos como si no hubiera tiempo para nada mas, cuando por fin quedamos completamente desnudos y excitados, entonces la vi tal cual era en verdad, una chica de piel blanca, ojos azules, unos pechos hermosos que no eran ni grandes ni  pequeños, unas piernas bien torneadas y unos glúteos firmes y de un muy buen tamaño, media como un metro con setenta centímetros, no podía creer que estuviera ahí para disponer a mi antojo de esa mujer tan hermosa.
Ella se recostó en la cama invitándome a ir con ella. Entonces me acerqué cuando estaba sobre su cuerpo sentí la humedad de su interior, sus gestos me hacían saber que experimentaba placer. Ella parecía estar igual o tal vez más excitada que yo. Mientras movíamos nuestros cuerpos en la cama me sentía más y más fogoso, entre gritos descargue todo mi ser dentro de ella.
De repente desperté boca abajo acostado en mi cama, en mi habitación, lejos de aquella mujer, lejos de aquel hotel, con el cuerpo cubierto de sudor. Entonces lo entendí: Volví a mojar la cama.