Amo a cada una de ustedes porque sé que están. A la distancia, por los mágicos cables de un oído que en caso de urgencia se hace voz, luz, palabra, han estado conmigo cuando mi presente obscuro y entristecido me aferraba a una idea de soledad sin retorno. 
Cuando no muchas explicaciones se necesitan para encontrar aquello que dicho en el momento justo, cambia el viento que vueve la loca veleta de la angustia.
Están, aunque no estén, porque están en mi recuerdo sus risas, sus miradas, sus abrazos y sus lágrimas que se han unido a las mías muchas veces, contagiando las ganas de seguir viendo amaneceres  y ocasos, noches de estrellas infinitas, mares con arinas de sol y espuma, serdores de prlimavera y gestos de amor en todos los que amamos.
Dios las bendiga, si creen, y si no, mi amistad entera está allí, donde nos encontrenos otra vez, en ésta u otras vidas.
Con inmenso amor y gratitud.