Voces de culpa.
Publicado en Nov 23, 2012
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Es de noche, los carros vislumbran su retina con una luz que le genera  más sentimientos acumulados. Fernando ya no sabe que es lo que tiene que hacer, camina por la lluvia pensando en su hijo, si hubiera estado en su casa aquel día, si no estuviera en su despacho todo el día, el seguiría con vida. Ya no encuentra la razón de sus pasos, se culpa de todos los problemas del mundo, de los suicidios, de las personas decapitadas, de la gente que vive en la miseria, cierra sus parpados cansados de la luz mientras sigue caminando. Ya no quiere saber nada de los intestados, desea solo volver a ver a su hijo.
Mientras sigue pensando, un riachuelo le inunda los zapatos, la suciedad del agua se le impregna hasta por debajo de sus uñas, perfora su piel, indicándole que a llegado a su casa.
Están las luces encendidas,  brillan con mayor intensidad que la de los carros. No quiere entrar. Se asoma por la ventana mientras se baña de un chorro de agua que nace del techo de su casa, como si le indicase que es hora de entrar. Allí esta ella, Leticia, su mujer, esperando en la mesa con una taza de café que mira con ojos culposos, vaciándola y llenándola de reclamos. Ella arroja su mirada en la ventana, sus miradas se intercambian. Fernando se da media vuelta y como si supiese lo que hace, bebe un poco de agua del charco  que se acumula en el desagüe y se lava las manos, no logra percibir el sabor del agua y sus manos parecen seguir estando sucias. Leticia toca el vidrio de la ventana levemente, como si no quisiese tocarlo, le invita a entrar con señas y gestos culposos, sus ojos contemplan una taza de café gigante.
Fernando entra. Su mirada se centra en los ojos de Leticia. Se ha gastado todas sus facciones, ya no le quedan rasgos faciales. Leticia se prepara para su discurso mientras piensa en todo lo que Fernando no hizo con su hijo. Esperan pacientes sus voces, beben café en la mesa contemplando las gotas de lluvia que se deslizan por la ventana, que recorren su casa y llegan al desagüe. Fernando no puede más, ya no puede verla, le provoca repulsión su presencia. Quiere gritar, el sonido de la taza de Leticia le descontrola su mirada, sus uñas le perforan levemente la palma de su mano. Por fin puede ver su sangre, se gasta su última sonrisa mientras repite más de mil veces:

Esta es mi sangre. Mírala, ya no la quiero más. Beberé tu sangre Leticia, es mi culpa, yo viviré por ti… es mi culpa… yo viviré por ti…
 
Emman.
 
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Foto del autor Emmanuel Carrillo
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Descripción

Hostil.

Palabras Clave: Muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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