En el gran archivo de la vida
he guardado varios tesoros;
lágrimas de emoción y carcajadas espontáneas,
personas inolvidables y consejos invalorables,
picardías únicas y travesuras compartidas,
abrazos tibios y compañías desinteresadas.
He guardado los momentos que mimaron a mi alma
para que cuando la realidad  castigue con insistencia
pueda mi memoria acudir a sus carpetas;
para tener la fuerza de arrancar de sus hojas
los amargos ecos de otras historias,
para borrar los párrafos tristes que lastiman
y que devoran sin piedad la energía,
las experiencias equívocas y mal paridas
que aquietan el paso o inmovilizan;
las decisiones erróneas y los sentimientos egoístas,
lo que no me hace bien, lo que no vale la pena,
lo que no ocupará un sólo cajón en ese espacio,
 lo que no alterará nunca más ni mi escencia, ni mi armonía.