Dejemos que en esta ocasión hable el viento.
Tiene derecho, como la lluvia. Como cada uno de nosotros, aunque tengamos cadenas. Tiene el mismo derecho que la lava de los volcanes, cuando se desliza por nuestra espalda. Permitámosle al viento que hable, como ayer hablaron los guijarros de granizo sobre nuestros cultivos. Pero, por favor, escóndanle los instrumentos musicales que puedan ayudarle a mentir.
Que hable cuanto quiera.Con palabras de lluvia, de sol, de neblina o de árboles sin hojas. Que grite, si desea gritar. O que implore. O  insulte. Que intente ser tierno con nuestras ovejas y nuestros ancianos.
Dejemos que en esta ocasión hable el viento... Tal vez no tenga mucho para decir o lo diga sin esperar que lo escuchemos y lo comprendamos. Pero para prevenirnos de la melancolía, ocúltenle los clarinetes, los saxofones, los oboes, los cornos, las trompetas, lass bombardinas, los acordeones, las gaitas, las cornamusas, las flautas, las ocarinas, las armónicas y las zampoñas.
Que no se tome la palabra desde la música. Se nos convertirá en huracán.