Adornada de Cardos
Publicado en Oct 09, 2012
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Amor y amistad, dos términos tan semejantes pero a la vez tan distintos; quizá las dos más grandes incógnitas de la humanidad.
Anónimo
Esto empezó hace no mucho, por eso del año 2000. A finales del agosto de ese año muchos niños comenzarían una de las etapas más largas pero más hermosas de sus vidas: la primaria.
 
Entre todos los pupilos del grupo C destacaban, por no ser conocidos por nadie, dos niños, de nombres Ernesto y Amelia; la razón de que nadie supiese nada de ellos radicaba en que ellos no habían cursado el prescolar en esa institución.
Ernesto desde un principio demostró grandes habilidades matemáticas y lingüísticas; Amelia, por su parte, destacaba por su gran ética y sentido de la responsabilidad. Mas, pese a esto, ambos estaban muy solitarios ya que los demás niños preferían juntarse con aquellos que ya conocían en lugar de buscar nuevas amistades. En cierta forma esto resultó en un gran pesar para esos dos brillantes estudiantes, quienes en lugar de resignarse a su fortuna entablaron una pequeña pero buena amistad entre ellos a partir de una pequeña charla durante uno de sus recreos:
 -Hola- se dirigió tímidamente Amelia a Ernesto
 
-Hola- respondió este
-¿Qué estás haciendo?
-Sólo pensando, ya que nadie me deja jugar con ellos
-Sí, lo mismo me pasa
-¿Has intentado hablar con alguien?
-Sí, con Fernanda, Erick, Patricia y otras niños, pero se meten más en sus juegos y me ignoran, ¿y tú?
-Algo, siento que no encajo muy bien, aunque si he tratado acércame a los demás. Oye, ¿quieres jugar a algo?
-¡Sí!, traje un gato de fomi, ¿está bien?
-Muy bien, sácalo…
 Amelia abrió su lonchera y sacó el juego que había mencionado, fue entonces que lo dos finalmente obtuvieron algo que habían querido desde que entraron a la escuela: alguien con quien hablar y jugar.
 
Conforme pasó el tiempo por fin los demás niños habían empezado a aceptarles más, Ernesto se había comenzado a juntar con otros chicos de nombres Dan, Santiago y Jaqueline, y Amelia había entablado buena amistad con Alejandra, Cecilia y Gabriela; pero seguían manteniendo la amistad que habían forjado años atrás. Fue entonces que Ernesto empezó a comportarse de manera extraña siempre que estaba cerca de Amelia (titubeaba mucho, buscaba que estuviese cómoda con la conversación, se sonrojaba, entre otras cosas), esto habrá empezado casi cuando el segundo año estaba por concluir. Todos sus amigos se percataron de ello, menos Amelia, y empezaron a concluir que el chico se había enamorado de su amiga.
Para cerciorarse si eso era cierto Dan se acercó, un día, a Ernesto y le preguntó:
 -Oye, te gusta Amelia, ¿verdad?
 
-¡No!- respondió, algo exaltado, Ernesto- ¿por qué lo dices?
-Bueno, es que así parece
-Es mi amiga, y nos llevamos bien, pero no pasa de eso
-Si tú lo dices…
 Pero la verdad era que Ernesto sí se había enamorado de la primer amiga que tuvo, y no es que halla querido decirlo, sino que en ese momento todavía no era lo suficientemente maduro para saber como se sentía el amor; de cualquier forma las burlas por parte del resto del salón no se habían hecho esperar, y bajo los canticos infantiles “Te gusta Amelia, te gusta Amelia…” gozaban de molestar a Ernesto. Amelia se percató de esto, pero no creía que el comentario fuese cierto y prefirió ignorar a quienes proclamaban eso.
 
A pesar de los comentarios que sus compañeros hacían los dos chicos no dejaron ir su amistad, aunque prefirieron que pareciera que se habían distanciado, sin darse cuanta de que eso pronto sería cierto.
La familia de Amelia no pasaba por una buena situación económica, por tanto sus padres no podían rechazar ninguna oferta de trabajo que les asegurara mejores ingresos; por tanto al finalizar el tercer año de primaria se mudarían a otra región del país. Amelia sabía bien de esto, pero prefirió ocultarlo de todos sus amigos para evitarles preocupaciones.
Al término de las vacaciones tras las cuales todos comenzarían a cursar el cuarto año Ernesto se topó con la sorpresa, de boca de Jaqueline y Alejandra, de que Amelia no estaba inscrita. Por mucho que él intentó contactarle no pudo, pues ella no tenía un celular ni estaba todavía de moda el correo electrónico, así que Ernesto comenzó a pensar que nunca le volvería a ver y, aparentemente, comenzó a olvidarle.
A pesar de que Ernesto no cambio su forma de estudio ni su forma de ser, todos sus compañeros notaron que se había vuelto un tanto más apagado. Inmediatamente todos atribuyeron esto al hecho de que le faltaba Amelia, pero prefirieron callar el hecho ante él.
Pasaron dos años, comenzaba el sexto y último año de la primaria. Ernesto llegó al salón y, como se le había hecho ya costumbre, pasó a presentarse con su nueva maestra; pero cuando regresaba a tomar asiento notó cierta presencia familiar, era Amelia. Él la había reconocido inmediatamente, pues no había cambiado en nada, aunque en cierta forma también se veía diferente.
 -¿Amelia?- preguntó Ernesto mientras se le acercaba tímidamente
 
-Ah, ¿eres tú, Ernesto?- respondió ella
-Así es
-Wow, apenas si te reconocí, como has cambiado
 Era cierto, a diferencia de su amiga, la apariencia de Ernesto había cambiado bastante desde la última vez que se habían visto: había pasado de verse como un chico un tanto frágil a alguien algo más seguro y un tanto atlético; mientras que Amelia conservaba la misma linda apariencia que tenía, así como su encanto que a todos agradaba.
 
En el primer recreo de ese año no desaprovecharon la oportunidad de ponerse al tanto de sus vidas, fue entonces que Amelia le comentó a Ernesto el motivo por cual había partido. Como era de esperarse las burlas volvieron de nuevo, pero esta vez el joven comenzó a reflexionar sobre si eso era cierto.
Pasaron unos cuantos meses, cuando Gabriela se le acercó a hablar con Ernesto:
 -Oye, ¿puedo preguntarte algo?- dijo la chica
 
-¿Qué?- respondió Ernesto
-¿Quién te gusta?
-Eh… amm… nadie, no me gusta nadie
-¿No te gusta Amelia?
-¡No!
-Anda, no te hagas, bien que se nota
-Ah, tu ganas, te propongo un trato, si TODAS las personas de la escuela dejan de molestarme durante con una semana con que me gusta Amelia te diré quien me gusta, siempre y cuando prometas que no se enterará-
-Hecho
 Ernesto estaba muy seguro de que eso no pasaría, “es imposible”, pensaba. Pero, en un giro drástico del destino todos se guardaron sus burlas, mas ese periodo de tiempo le dio a Ernesto la oportunidad de reflexionar y darse cuenta de que sí era amor lo que sentía por Amelia.
 
Pasó la semana sin burla alguna hacía Ernesto, por lo cual tuvo que confesarle a Gabriela que, aunque antes no se había dado cuenta de ello, sí le gustaba Amelia, y  le reiteró que no se lo dijese, pues le interesaba conservar su amistad.
Llegó pronto el momento en que todos se prepararían para entrar a secundaria, aunque Ernesto seguiría en la misma institución, Amelia cambiaría de escuela al igual que muchos de sus compañeros. Los chicos con cuadernos pidiendo que les escribiesen dedicatorias no se hicieron esperar; fue cuando Amelia le pidió a Ernesto que le escribiese algo a ella. Él no sabía que poner, Dan y Santiago se le acercaron y le dijeron que porque no le decía lo que sentía por ella. Pensando que podría ser la última vez que ellos dos se viesen Ernesto le escribió toda una hoja rememorando los momentos que habían pasado juntos, y finalizó “Oye, ¿ves todas las burlas de las que somos parte?, ¿de que me gustas?, estuve reflexionando, y me di cuenta de que es cierto, estoy enamorado de ti. No tengo el valor de decirlo de frente, por eso te lo digo aquí. Bueno, espero que te vaya muy bien en la secu. Siempre atesoraré nuestra amistad”.
Amelia quedó algo conmovida y confundida con el comentario; al día siguiente le pidió a Alejandra que le diese un mensaje de su parte a Ernesto
 -Oye, Amelia me pidió que te diese un mensaje
 
-¿Qué pasó?- dijo, algo emocionado, Ernesto
-Bien… como decirlo con sutilidad… dice que le gustaste un tiempo, pero que ahora está enamorada de alguien más
-¿Alguien más?
-Sí, tampoco se quien sea- le respondió Alejandra, quien notó que Ernesto parecía decaído- ¿estás bien?
-…no lo sé
 A partir de eso Ernesto y Amelia no podían verse a los ojos dos segundos les daba pena. Todo el salón, incluso aquellos que se burlaban, se dieron cuenta de esto y pensaron que hubiese sido mejor nunca decir nada.
 
 -Discúlpanos- le dijo Dan a Ernesto
 
-No debimos sugerirte que le dijeses lo que sientes a Amelia…- continuó Santiago
-No hay nada que perdonar- interrumpió Ernesto- sólo me lo recomendaron, yo decidí hacerlo
-¿Sabes?, siempre pensé que harían linda pareja- agregó Jaqueline
-No sé mucho sobre el amor, pero supongo que estás cosas suelen pasar, sólo que… sólo…
 Ernesto no pudo evitar romper en llanto. Fue entonces que todo el salón decidió tratar de ayudarles a Amelia y a Ernesto, si bien no a terminar juntos, a que volviesen a ser tan amigos como antes; y pronto habría la oportunidad perfecta: cada año la escuela organizaba una fiesta de graduación donde cada salón bailaba un vals. Todos se organizaron de tal forma que ellos dos terminaron como pareja de baile. Aunque Ernesto intentó cambiar de pareja para que Amelia estuviese a gusto la circunstancia no se presentó. Luego los integrantes de la clase les pagaron a niños de otros salones para que les hiciesen maldades a los dos, de esa forma se darían aliento entre si mismos.
 
Poco a poco los dos niños empezaron a recobrar, e incluso mejorar, su amistad. Para cuando presentarían el vals se llevaban mucho mejor que antes. Esa ocasión sería, probablemente, la última vez que se vieran.
 -Oye, quiero darte gracias- comenzó Amelia
 
-¿Por qué?- continuó Ernesto
-Por decirme que te gusto, fue la primera vez que alguien me lo dijo, y también quiero pedirte perdón por no poder corresponderte
-Supongo que siempre supe que era el riesgo, pero seguimos siendo amigos, ¿cierto?
-Cierto, ¿crees que nos volvamos a ver alguna vez?
-Es difícil decirlo
-Entonces… creo que es hora de decir adiós
-No… no adiós, sólo hasta pronto
 Los dos se despidieron con un tierno abrazo que, aunque fue corto, pareció eterno.
 
Ambos continuaron de buena manera con su vida, recordando su amistad.
Pasó poco más de un año cuando Dan y Ernesto habían ido a presenciar el partido de futbol que disputaría un amigo suyo. Cuando caminaban de regreso a sus casas creyeron ver a alguien familiar.
 -¿Esa no es…?- dijo Dan
 
-Es Amelia- dijo Ernesto
-Ven, ¡vamos!...-pronunció rápidamente, y luego gritó -¡Amelia!
-¡¿Qué haces?!
-Deja de ser tan tímido y ven, hay que saludarla
Amelia rápidamente noto quienes eran los que le habían hablado
-Hola chicos, ¿cómo les va?- dijo la chica
-Bien, imposible quejarnos- respondió Dan
-¿Qué hacen por acá?
-Venimos de un partido de fucho, te vimos y el señor pocas palabras y yo quisimos saludarte
-¡Oye!- exclamó Ernesto- ¡”pocas palabras”!, creo que… eh… eh… ay, mejor me callo
-Hahaha- Amelia no pudo evitar reírse- siempre has sido algo reservado
-Creo que sí
-Oigan, ahora ando con algo de prisa, pero les doy mi correo y luego hablamos, ¿OK?
-De acuerdo- respondieron los chicos al unísono.
 Amelia sacó una libretita de su bolsa, así como un bolígrafo, y anotó su correo, tras eso se despidió de ambos. Para Ernesto ese encuentro fue algo maravilloso, aunque algo súbito, pensaba que pasaría mucho más tiempo antes de que se volviesen a ver de nuevo.
 
Durante los próximos meses Ernesto y Amelia mantuvieron contacto mediante chat, intercambiando ideas, comentando sobre sus vidas y aconsejándose; pero un día, aparentemente el corazón de Amelia se llenó de frustración y enojo, y rompió relaciones con todas sus amistades; el querer deshacerse de sus amistades y quedarse sola vino a raíz de un chico, para ella y todos los que le rodeaban desconocido. Él se empeñó en dejarle sola mostrándole falsas pruebas de que nadie la quería en verdad y sólo se aprovechaban de ella. Nunca estuvo clara su intención, si acaso tenía interés en Amelia o sólo quería dañar a alguien; lo que si es seguro es que su simple presencia causaba pesadez.
Eso ocurrió, y un día que Ernesto iba a hablar con Amelia, esto pasó:
 -Hola, ¿cómo estás?- comenzó el chico
 
-¡¿Sabías que te odio por ser tan metiche e hipócrita?!- fue la respuesta que obtuvo
-¿Qué diantres te pasa?
-¡Ya dije!
 Ella cerró la conversación. Ernesto quedó perplejo: sí habían hablado de sus vidas, pero siempre que el otro quisiera. Algo confundido y aprovechando que las redes sociales como hi5 y Facebook se estaban poniendo de moda, él se enfocó en contactar con los amigos (o examigos) de Amelia, tuvo suerte al conocer a un chico llamado Alfredo, pues, además de haber mantenido una amistad con esa chica, compartían los mismos gustos musicales.
 
 -Hola, ¿quién eres?
 
-Soy un amigo de Amelia, íbamos en la misma primaria
-Ah, que genial, gusto en conocerte. Estaba viendo tu perfil y vi que nos gusta el mismo tipo de música
-Sí, así es, quizá en otro momento hablemos sobre ello, quería preguntarte si sabes que pasa con Amelia
-¿Hablas sobre de que no quiere tener amigos?
-Sí, sobre eso
-No sé tampoco a ciencia cierta, un día sólo se puso a lanzar mentadas a todos, también estamos preocupados
-Un día simplemente la saludé y me gritó que me odiaba
-Hehe, te fue bien, a un tipo le lanzó un libro de 300 y algo hojas
-Ouch, no la creí capaz de tanto
-Supe que los directivos hablaron con sus papás y que la van a canalizar con un psicólogo
-Ya veo, bueno, por favor mantenme informado de cualquier cosa
-Por supuesto
 Mediante Alfredo, Ernesto se enteró que a pesar del tratamiento psicológico Amelia seguía igual, todos prefirieron guardar su distancia de ella. Aparentemente llegó el día en que ella se comenzó a sentir muy sola, se dio cuenta del engaño del que había sido víctima, y decidió comenzar a reparar sus amistades, incluso con Ernesto
 
 -Hola- Amelia comenzó una conversación- oye, perdóname por como te traté
 
-Hola- respondió Ernesto- me da gusto que vuelvas a hablarme, ¿qué te había pasado?
-Fui una tonta, quería aparentar ser alguien que no era, sentirme más que nadie, cometí un error- se le ocurrió decir eso a Amelia pues no quería que Ernesto fuese a hacer alguna locura
-Pero te diste cuenta de ello y lo estás enmendando, eso es lo importante. Por supuesto que te disculpo
-Gracias, no pensé que lo harías después de lo que te dije
-Tranquila, somos amigos después de todo, ¿no?, sin amigos no somos nada
-Tienes razón, oye, una pregunta
-¿Cuál?
-¿Aún te gusto?
-Sí, a pesar de que no nos vemos hace un largo tiempo aún te quiero mucho, ¿por qué la pregunta?
-Curiosidad
 Después de ese incidente, y a pesar de la distancia, esos dos chicos hablaban más a menudo e inclusive a veces se veían en persona. Al parecer Amelia también se había empezado a enamorar de Ernesto, cualquier persona que los veía se daba cuenta de ello; fue cuando Ernesto decidió dar el siguiente paso: pedirle que fuese su novia.
 
El planeó todos los detalles a la perfección: compró un pequeño pero hermoso dije con una cadenita que estaba seguro que a ella le encantaría, así como unas preciosas flores, y la citó en una plaza un tanto lejana de los hogares y escuelas de ambos, sin embargo el destino les tenía preparado otro plan.
Cuando caminaba a la plaza la imprudencia de un conductor ebrio dejó muy malherida a Amelia. Ernesto había encontrado demasiado tráfico por lo que se había retrasado; cuando iba camino a verse con su amada quedó impactado de verla tumbada en el asfalto con los paramédicos tratando de auxiliarla. Sin pensarlo él corrió hacía ella, les explicó a los rescatistas que la conocía y le dejaron verla pues estaban conscientes de la condición de la chica
 -¡Amelia, Amelia, por favor háblame!- pronunció Ernesto
 
-Hola, en verdad quería llegar a nuestra cita…- dijo, muy débil, Amelia
-No te preocupes, todo estará bien
-No estoy segura
-No digas eso, por favor
-Tengo mucho frío
-Sé que no es el momento oportuno, pero en verdad tengo que decirte esto: ¿quisieras ser mi novia?
-Sí
 Ambos se dieron un beso, pero justo en ese momento los ojos de Amelia se cerraron para siempre, dejando a Ernesto en estado de shock.
 
Días después Ernesto se hallaba demasiado deprimido, no había ido a la escuela en días, justo en la época que se aproximaban los exámenes de ingreso al bachillerato, y apenas si probaba bocado. De pronto tomó el dije que le había comprado a su amada y salió a caminar; tomó rumbo al puente que estaba cercano a su casa. No quería seguir sufriendo, y pensaba que la muerte sería el único remedio.
Es imposible decir si fue una ilusión o si realmente pasó, pero justo cuando estaba por lanzarse hacía donde pasaban los coches ante él apareció Amelia
 -¡No lo hagas!- le gritó la chica- tienes una vida por delante, no dejes que acabe ahora
 
-¡¿Cómo seguir sin ti?, ¿qué caso tiene?!- respondió
-¿”Qué caso tiene”?, eres alguien brillante, noble y de buenas intenciones, un ser excepcional
-¿Y de qué sirve si no hay amor?
-De mucho, y si tienes amor: el de tu familia y el de tus amigos. Quizá ya no vaya a estar contigo físicamente, pero siempre me tendrás en tu corazón si recuerdas todo lo que vivimos. Quiero que pienses un momento y me digas si yo en verdad querría esto
Ciertamente ese comentario puso a Ernesto a reflexionar
-Tienes razón, no es esto, querrías que cumpliese mis sueños
-Así es, ahora anda, sigue viviendo con una sonrisa cada día que te resta de vida. También espero que algún día encuentres a alguien a quien puedas amar como a mí me amaste
-Entonces creo que esto es el adiós
-No… no adiós, sólo hasta pronto
 Tras eso Ernesto decidió colocarse el dije que no pudo darle a Amelia, pues le permitiría recordarle todos esos momentos que compartieron durante años. A la fecha el deseo que esa chica tuvo para su amigo más especial todavía no se cumple, mas Ernesto no ha vuelto ha sufrir por la muerte de Amelia, pues sabe que ella no querría eso.
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Foto del autor Oscar González Pérez
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Descripción

Palabras Clave: amor tragedia infancia juventud muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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