A mi que nunca nada se me olvida
Publicado en Jul 29, 2009
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Un enorme sillón en la penumbra, cientos de linternitas del diablo volando en el jardín y un triciclo postrado a la manera de una mosca bajo el poderoso influjo de la luna. Nunca pude olvidarlo.

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A razón de dos páginas por día leí las Memorias de una princesa rusa durante doscientos cincuenta recreos consecutivos en el baño de la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano. Mis manos brillaban, húmedas, mientras su enagua se inflaba como un plato volador. Que la fuerza te acompañe, princesa. Nunca, nunca, nunca he podido olvidarte.

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¿Sigue existiendo el tiempo de las mariposas? Una mañana, repentinamente, aparecían volando por la calle Jerónimo Luis de Cabrera ( una calle importante de un barrio no menos importante de mi docta querida )y en su atolondramiento se estampaban contra el parabrisas de los coches. El tiempo de las mariposas duraba 24 horas. Lo que tardaban en nacer y morir. Era extraordinario permanecer en medio de la calle y dejar que cientos de besos te llevaran por delante. Nunca he podido olvidarlo.

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Nunca supe a qué se refería mi mamá cuando decía que yo era un chico malo pero un niño bueno. Nunca pude olvidarlo.

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La primera vez que me escapé del colegio Santiago de las Carreras tenía 10 años. El colegio estaba a cinco cuadras de la heladería Venecia . Me saqué el guardapolvo y me instalé en una mesa junto a la ventana. No se me ocurría qué otra cosa podía hacer en esas circunstancias. Vino un policía y me preguntó que cómo me llamaba. Yo le dije que me llamaba Lucas Bols, como el hombre que había inventado la ginebra. El policía me llevó a la escuela de una oreja. Tal vez si le hubiera dicho que me llamaba Pepe Gancia las cosas hubieran sido de otra manera. Nunca etcétera, etcétera.

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A veces, en ayunas, me tumbaba sobre una camilla del Hospital Clínicas para que, a cambio de 250 centímetros cúbicos de sangre, me dieran 100 pesos, un café con leche y dos chipacas. Lo hice tantas veces que me volví transparente. En serio. Me paraba delante del espejo y lograba verme el corazón. ¿Por qué lo cuento ? Porque nunca pude olvidarlo.

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Hubo un tiempo en la vida de la que ahora es mi ex... todavía no era mi mujer sino la mejor alumna del colegio de Nuestra Señora del Huerto . Tenía pechos suaves, llevaba un pañuelo azul anudado al cuello y fumaba con la mano izquierda. Quiero decir que la veía y me dolían las entrañas. O me ponía a buscar una canción de amor entre las musiquitas de la radio. De noche dejaba encendida la luz del velador para no tropezar con nada y de todos modos tropezaba. Hasta que un día alquilé un caballo y lo hice caracolear en la vereda de su casa. Los trozos de baldosas salían despedidos como aerolitos, las herraduras arrancaban chispas al chocar contra el cordón de la vereda y las ramas de los árboles caían desgajadas. Pero ella no se asomó. Después dijo que si, pero yo sé muy bien que no. ¿Cómo hubiera podido olvidarlo yo, a mí que nada se me olvida?

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A los chicos que durante un febrero excesivamente caluroso fuimos a pedir que nos mojaran los bomberos, tampoco he podido olvidarlos. La madre de todas las mangueras arrojaba agua en dirección al sol y nosotros corríamos descalzos y saltábamos chapaleando en el patio del cuartel mientras inventábamos un idioma de gritos felices que nunca, nunca, nunca he vuelto a pronunciar.

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Creo que quiero más a los trenes que a los caballos. Los quiero porque siguen siendo lo que fueron. Los mismos sentimientos. El mismo asombro. Si tuviera plata me compraría uno para vivir adentro. Y para ir a visitar a los abuelos. Solamente en trenes que no existen se puede visitar a gente que no vive. No lo olviden.

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Mi primer examen en la facu. Rendí Introducción al Derecho. Tenía miedo, mucho miedo. tanto que casi me rajo antes del examen y eso que me había aprendido el apunte de punta a punta. Lo sabía de memoria. Al profe, de cuerpo diminuto pero con pinta de hombre malo, solo le oía la voz  porque su cara  se dejaba ver de a ratos cuando  el humo de su enorme pipa lo permitía. Me hacía preguntas y no me dejaba terminar. Estuve quince minutos que para mi fueron horas. Me puso un 9 , el amarrete. Nunca podré olvidarlo.
 
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Hoy ya no leo a la princesa rusa. Ya no hay recreos, ni necesito baños. Son mis ojos los que ahora brillan cuando disfruto de sus escritos plasmados en la pantalla de la compu. Son los sueños que revolotean mis pensamientos. Confieso ser un amante de su belleza que no conozco , pero imagino. Confieso deleitarme con el esplendor de sus ojos que nunca pude mirar. Confieso que moriría por estar al lado de su carisma que envuelve su constelación de dones y estrellas. Si tan solo viajara a la inmensidad de la pampa, sin tan solo me dejara llevar por ese verde y llanura, perfume que huele a jazmin, sería como un niño dentro de su ser, sumergido y atado a esa región transparente. Mientras un beso cautive y encienda el silencio de la caricia.Mientras que a través del lenguaje del amor pueda hablarle al corazón, abrigaré el sueño de tenerla a mi lado PRINCESA. Obvio, menos que menos, a esto nunca podré olvidarlo....




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Foto del autor Gustavo
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Descripción

El polica me llevo de una oreja ...

Palabras Clave: Princesa Rusa

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



Comentarios (3)add comment
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Gustavo

Gracias, amigos, por sus ponderaciones.Prometo leer vuestros escritos. Abrazo.
Responder
July 30, 2009
 

Diego Lujn Sartori

Gustavo:

Muy buena memoria de la mente y del corazón.

Te invito a leer mis cuentos y poesías
Responder
July 29, 2009
 

Victor Carlos

Hola Gustavo:
Me resultaron interesantes la narracion de tus episodios (vamos a llamarlo asi)...
Has deslizado una descripcion justa, entendible y muy bien lograda...
Felicitaciones y te invito a pasar por mis escritos...
Un abrazo.
Responder
July 29, 2009
 

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