Caminó hasta la orilla del acantilado, siguiendo a la invitadora mariposa verde.
El abismo.
Invitador el abismo. Y el mar, allá abajo, irreal. Invitadores la mariposa, el abismo y el mar. La mariposa girando cerca de ella, induciéndola a continuar. Venía siguiéndola desde la casa, decenas de metros atrás.
Fascinada, sin ningún temor, dio el paso que la separaba del precipicio. La mariposa también descendió con ella hacia el plácido mar.
Las olas envolvieron a la verde mariposa, mientras la mujer comenzó a ascender planeando lenta, segura de sí misma y de sus nuevas alas.