- ¿Sabes dónde están los cuerpos?
      - En aquel bosque. Mal sepultados, por fortuna.
      - ¿Cómo puedes comprobarlo?
      - Vamos a la prendería donde empeñé la pala.
      - ¿Solo eso?
      - No, también el anillo de ella y el reloj de su amante.
      - ¿Tienes algo para agregar?
      - Cuando empeñé todo eso, en el reloj del hombre eran las seis en punto.
      - ¿Lo hiciste por celos?
      - ¿Celos? No, jamás. Quería comprobar la calidad de la pala, la eficiencia de la policía y mi capacidad para cavar una fosa para dos, bajo el sol de la tarde.
      - Pero te quedaron mal sepultados...
      - Nunca conté con el hambre de los gallinazos.