Historia de una vida capitulo # 4
Publicado en May 24, 2012
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                                                       OTRA MUERTE ANUNCIADA
Mi padre publicó en Chile un librito de versos que se llamó La Canción Persistente, con prólogo de Luis Vidales. También escribió sonetos humorísticos, cuando Julio Alfonso Cáceres y yo éramos Director y Secretario del Tránsito en Armenia y alguien tuvo la graciosa idea de enviar un memorial en verso, para pedir un permiso de conductor. De ahí en adelante fueron muchos los que intervinieron en este proceso, pero mi padre se ganó el premio otorgado para los tres mejores sonetos, en un concurso patrocinado por el comercio de Armenia.
Nuestro vespertino se convirtió en el único vocero escrito del liberalismo de la región, porque, fuera del radio noticiero de Celedonio Martínez Acevedo, asesinado cuando estaba cargando un niño frente a su casa y quien fue un verdadero mártir del  periodismo, los otros órganos informativos entraron en un aconsejable receso.
El Círculo de Periodistas del  Quindío debiera crear una condecoración con el nombre de este valeroso periodista con el fin de   ser colocada anualmente en el pecho de los colegas que la merezcan, por su valor en la denuncia de quienes atenten contra  los intereses del pueblo.
De todas maneras nuestra lucha contra el barbarismo dominante fue tenaz y peligrosa. Un peluquero del Cuartel de la Policía nos informó que esa noche iban a asesinar a mi padre y él, como si nada hubiera pasado, se sentó tranquilamente a escribir su último Editorial, invitando a su propio entierro.
Una muerte tan anunciada como ésta no se cumplió, porque los primeros en llamar sinceramente  alarmados fueron el Alcalde, el Jefe de la Policía y el Padre Londoño Botero.
El 9 de Abril, para evitar que los amotinados agredieran al Alcalde, mi padre lo hizo acompañar hasta su casa, de varios ciudadanos dispuestos a tranquilizar el ambiente, y dejó encargado de ese despacho al Secretario del mismo.  Luego se fue a tratar de impedir que se tomaran el Cuartel de la Policía, empresa en la que murieron muchos de los amotinados, que se parapetaron en un bulldozer del Municipio
A pesar de su actitud conciliadora fue detenido, también provisionalmente, y lo soltaron a los tres días. Después de todos estos sucesos, mi padre tuvo que abandonar la casa e irse a vivir en un Hotel, dejando a un obrero de guardián, debido a las amenazas de que le iban a poner fuego, lo cual no ocurrió, porque como para los conservadores era más importante acabar con la  Imprenta, evitando que pudiéramos seguir editando el periódico, la destrozaron a culatazos, quebrando las prensas y regando en el piso los tipos de los "chibaletes". El pobre cuidandero, llamado Joaquín,  fue asesinado a golpes de fusil y en el Hospital dictaminaron que había muerto de anemia............
  
                                                    EL CABALLERO DE LOS VIAJES
Hace 60 años se  presentó a las oficina de nuestro vespertino un arruinado periodista, mal vestido, barbado  y con la apariencia de  haber comido poco en los últimos días, con el fin de que le diéramos trabajo, para lo cual nos mostró un viejo archivo de recortes y se presentó con el nombre de Carlos Augusto Suárez, quien dijo haber pertenecido al famoso grupo de la Gruta Simbólica. Su desmirriada presencia confirmaba, en cierta forma, su condición de bohemio, sentimental y trotamundos Mi padre accedió a darle un puesto provisional y le regaló dos vestidos algo viejos, zapatos, camisas y, antes de enviarlo al baño, le dio,  también, una cuchilla de afeitar, un cepillo para dientes  y un poco de loción con olor a peluquería. Cuando el poeta salió, ya  tenía una apariencia respetable y, como en los últimos días había comido poco, se alegró de la invitación que le hicimos a un sancocho con espinazo, acompañado con vino tinto de las bodegas Fitzgerald de Circasia. El almuerzo fue abundante y  la tertulia a "sonetazo limpio".
El poeta nos refirió la historia del soneto "El Caballero de los Viajes". En esos tiempos los poetas como él viajaban de pueblo en pueblo, a lo Julio Flores, con el espíritu aventurero de quien no se preocupa por el dinero.  La Poesía tenía el poder de abrir todas las puertas. El poeta Baudilio Montoya fue considerado como el último juglar de nuestros tiempos  y fue agasajado por todos sus coterráneos, embelezados con su manera de recitar e improvisar, como los que le dedicó a  La Niña de Puerto Espejo, romance del cual copio varios versos.
Con ancho lote de angustias
y bajo un cielo de invierno
va el corazón avanzando
camino de Montenegro.
El corazón va buscando
una fonda de hace  tiempos,
en donde José Pineda
hombre de pelos en  pecho
vendía jarabe de tuza
y aguardiente pendenciero.
Aquella fonda que digo
se llama de Puerto Espejo
y estaba cerca a la hacienda
de Constantino Botero.
En ella encontré a la niña
cuyo nombre a nadie dejo,
porque es reserva que queda
en  mis escombros de sueños
Tenía la piel  canela
y unos ojazos tan  negros
como el abismo medroso
que muestran los sacrilegios.
Y una vez  se fue la niña,
se fue así como en un cuento,
nadie supo su  motivo
y nadie debe saberlo"
Unos pasajeros amigos de Carlos Augusto, deslumbrados por su amena charla, se lo llevaron para Cartagena y allí se dejó embarcar en un crucero por el Caribe, con tan mala suerte que lo abandonaron en un puerto de Centro América, sin dinero. En el muelle se encontró con un marinero, a quien le refirió la situación en la que estaba y éste le recomendó que se fuera a un Hotelito de una señora  llamada Inés, a la que le gustaba mucho la poesía. Cuando se acercó a la recepción, la señora le pidió que pagara por anticipado, en vista de que no llevaba equipaje de ninguna clase. Este pequeño problema lo resolvió el poeta de inmediato, pidiéndole papel, en el cual escribió el siguiente soneto:
  
    El Caballero de los viajes.
Acepta doña Inés mis homenajes,
te saluda mi gorra marinera.
A nadie espero ya, nadie me espera:
¡Yo soy el Caballero de los Viajes! 
Soy un coleccionista de paisajes
y, además doña Inés, quién lo creyera,
viajo en los camerinos de primera
sin importarme un higo los pasajes.
Este viaje de mar valió un soneto, 
esta noche de Hotel valdrá un cuarteto,
quieres conocer mis equipajes:
los llevo dentro de esta estilográfica
que siempre escribe la palabra mágica:
¡Yo soy el Caballero de de los viajes!.
Durante la permanencia de Carlos Augusto en nuestra casa, mi hermana Dianela cumplió l5 años y el poeta le escribió este soneto:
"En el álbum de la clarísima dama señorita doña Dianela Sepúlveda, en el día de su cumpleaños.
Una violeta de oro soñó mi fantasía
y en lid paladinesca la supe conquistar:
violeta de la gloria, galante fruslería,
que  impulsó las tres velas latinas hacia el mar.
Princesa: en tu palacio de seda y galanía
irradia tu presencia como una luz solar,
en tanto que rugiendo desde la lejanía
aclama tu presencia como un león el mar.
Una violeta de oro: si la reconquistara
yo te la ofrecería bajo tu risa clara
a nombre de mi ilustre ciudad de Santa Fe.
Pero es mejor, Princesa, tender ante tu paso
el verso alejandrino cual un pendón de raso
para que suba al trono tu romántico pié.
La muerte de Dianela fue registrada en La Patria de Manizales con la siguiente nota:
"El l9 de julio último dejó de existir en Santiago de Chile doña Dianela Sepúlveda de Klaps Zooff, emparentada con distinguidas familias de Armenia y Manizales y hermana de nuestro dilectísimo amigo y colaborador don Guillermo Sepúlveda. Mujer de una exquisita belleza, de una cordial simpatía y dueña de  las más nobles  y hermosas virtudes, doña Dianela falleció en plena juventud, dejando un hondo e inllenable vacío entre los suyos. Desde hacía algunos años había vinculado su vida a la del distinguido caballero italiano don Genaro Klaps Zooff, con quien formó un hogar donde resplandecían la belleza, el decoro, la virtud y el trabajo. Al lamentar la muerte de la distinguida dama, hacemos llegar a todos los suyos, muy especialmente a sus padres, residentes en la ciudad de Armenia, a don Guillermo Sepúlveda, su hermano y a su tío el doctor Clímaco Sepúlveda, nuestra sincera expresión de pesar."
Dianela murió en  Santiago a los 24 años y dejó dos hijos, los cuales se graduaron en  Arquitectura y Medicina y residen en Roma desde la muerte de su madre.
  
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Foto del autor guillermo sepulveda
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Descripción

esta es el capitulo # 4 de la historia de una vida, en un estilo escuetamente periodstico

Palabras Clave: "Historia de una vida"

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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